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lunes, 19 de abril de 2010

Mártires de León Guanajuato

Seis valientes jóvenes: José Valencia Gallardo, Salvador Vargas, Nicolás Navarro, Ezequiel Gómez, Antonio Romero y el niño Agustín Ríos, de trece abriles solamente, -todos miembros de la gloriosa A.C.J.M. - se disponen a tomar la armas en defensa de la causa de Cristo; pero Dios, que vela sobre los destinos de sus criaturas y sobre la suerte de los pueblos, destinaba a estos invictos jóvenes a una victoria mil veces más grande que la que hubieran conquistado en los campos de batalla.
La víspera de la ejecución se alimentaron con el Pan de los Fuertes; y de aquel Sagrado Banquete salieron tan esforzados para la lucha, que alguien les oyó exclamar: "¡ESTAMOS DISPUESTOS A DAR LA VIDA POR LA CAUSA QUE DEFENDEMOS, PORQUE ES JUSTA Y SANTA!"
Nicolás Navarro, antes de dirigirse a la lucha, pidió la bendición de su madre, y, como en aquel momento se le presentase la esposa con su pequeño hijo en los brazos diciéndole: "¿Y TIENES CORAZÓN PARA DEJARME A MÍ Y A TÚ HIJO?", el mártir le contesta: "CUANDO MI HIJO CREZCA, LE DIRÁS: "¡TÚ PADRE HA MUERTO POR LA RELIGIÓN! NO ME PUEDE NI DEJARTE A TI NI DEJAR HUERFANO A MI PEQUEÑO HIJO: LO QUE ME INTERESA ES DEFENDER LA CAUSA DE JESUCRISTO".
Ezequiel Gómez dice a su madre al despedirse: "YO DESEO MORIR, PORQUE SE QUE EL SEÑOR QUIERE MI SANGRE PARA SALVAR A LA PATRIA".
Estaban aquellos invictos macabeos listos para lanzarse a la lucha santa, cuando el 3 de enero de 1927 fueron traicionados por un esbirro de alma negra en quien habían depositado su confianza. A Navarro tratan de quitarle algunos documentos; él se los come antes que entregarlos. Los satélites le golpean la boca hasta romperle los dientes y hacerle saltar la sangre por los ojos. Después de haber disparado sobre la gloriosa víctima, ésta se incorpora, y, con un valor cristiano inenarrable, exclama: "¡ANIMO, COMPAÑEROS, ACUERDENSE DE LA CAUSA QUE DEFENDEMOS; SI: YO MUERO POR CRISTO QUE NO MUERE JAMÁS!", y Lanzando un estentóreo ¡VIVA CRISTO REY! expira despedazado a cuchilladas.
El niño Agustín Ríos se atemoriza un tanto y comienza a llorar copiosamente. Valencia Gallardo increpa enérgicamente a los verdugos, y les llama la atención, sobre la tierna edad de la víctima; con palabras llenas de dulzura y cristiana fortaleza, exhorta a sus compañeros a morir valientemente por Cristo. Vitorea al Rey de los cielos y a la Virgen Guadalupana. No había aún terminado de pronunciar estos dulcísimos nombres, cuando los nuevos sarracenos se arrojan sobre él y le arrancan la lengua; y, juntando el sarcasmo a la crueldad, le dice: "HABLA AHORA". El mártir, haciendo un esfuerzo para confesar de nuevo su fe, ya que no puede balbucir el Santo Nombre de Dios, rompe las cuerdas que le atan las manos y señala con el dedo la Patria de los bienaventurados, la Ciudad del Señor. Igual suerte corrieron todos aquellos invencibles campeones.

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