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sábado, 25 de septiembre de 2010

DOMINGO XVIII PENTECOSTÉS

LOS PECADOS DE PENSAMIENTO

Subieron a una barca, hizo la travesía y vino a su ciudad. Le presentaron un paralitico acostado en su lecho, y viendo Jesús la fe de aquellos hombres, dijo al paralítico:
—Confía, hijo; tus pecados te son perdonados.
Algunos escribas dijeron entre sí: "Éste blasfema."
Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo:
"—¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir "tus pecados te son perdonados" o decir "levántate y anda?" Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra poder de perdonar los pecados, levántate —dijo al paralítico—, toma tu lecho y vete a tu casa.
El, levantándose, fuése a su casa. Viendo esto, las muchedumbres quedaron sobrecogidas de temor y glorificaban a Dios por haber dado tal poder a los hombres. (Mt. IX, 1-8).

Jesús conoció los malos pensamientos de los fariseos, aunque no los manifestaron, y los condenó como verdaderos pecados.
Las leyes humanas sólo sancionan los delitos externos, pero no los pensamientos e intenciones de los delincuentes. Por eso los tribunales de justicia entienden solamente sobre los hechos de los acusados. Dios, en cambio, ve el interior de las personas y conoce los pensamientos de todos, aunque no salgan al exterior, y los sanciona, cuando son consentidos y existe plena advertencia, al igual que los hechos.
Examinaremos : 1.° Cuándo son pecados los malos pensamientos. 2.° El peligro que representan y el daño que causan. 3.° Los remedios para evitarlos.

I.—Cuándo se peca con el pensamiento.
1. Dos criterios.—Hay dos clases de criterios muy opuestos en cuanto a los malos pensamientos:
a) El de los que creen que todo mal pensamiento es pecado y capaz de hacer caer a un alma en el infierno.
Los que así piensan están muy equivocados, porque el pecado no está en el sentir, sino en el consentir el mal. La malicia del pecado depende de la voluntad, es decir, de dar o no consentimiento al mal plenamente advertido. Por eso dice San Agustín, que "cuando no consiente la voluntad no puede haber pecado". Por feos, torpes y malos que sean los pensamientos, si la voluntad se les opone, el alma queda incólume.
* Los santos no estuvieron libres de malos pensamientos. Esto no debe extrañarnos porque el demonio tienta a todos, tanto a los buenos como a los malos, para hacerlos caer, intensificando su acción sobre los buenos por la mayor resonancia de su victoria y servirle de medio para conseguir otras muchas entre espíritus vacilantes.
El mismo apóstol San Pablo, al que se llamó Vaso de Elección, confiesa que se veía acometido por malos pensamientos, muchos de ellos impuros, y que de ello se lamentaba a Dios y le pedia ayuda para rechazarlos, diciéndole el Señor : "Te basta mi gracia, que en la flaqueza llega al colmo el poder" (2 Corintios, XII, 9).
Si Dios permite que sus siervos sean tentados es porque los quiere poner a prueba para purificarlos de sus imperfecciones y hacerles adquirir méritos.
b) Hay otros que, por el contrario, tienen la conciencia laxa, y además mucha ignorancia, y creen que ningún mal pensamiento, por consentido que sea, es pecado. Dicen ellos que lo importante es no hacer nada malo y que el pensamiento no delinque. Este es un error muy funesto y diabólico: es el que padecían los fariseos, a quienes Jesucristo llamó "sepulcros blanqueados", bonitos por fuera y podridos por dentro.
Debe tenerse en cuenta que lo que está prohibido de hacer, también lo está de desearlo hacer, y, por consiguiente, el mal pensamiento, consentido, tiene la misma malicia que la mala acción. Lo mismo ofende a Dios lo primero que lo segundo, y por eso dice el Espíritu Santo : "Los malos pensamientos nos apartan de Dios" (Sap., I, 3). El Señor los condena lo mismo que si fuesen malas acciones.
2. Distinción de los malos pensamientos.—En los malos pensamientos hay que distinguir dos cosas: el deseo y la complacencia.
a) El deseo se refiere al futuro y existe cuando una quiere hacer algo malo. Si no lo hace es porque no se le presenta una ocasión propicia o porque no puede.
b) La complacencia se refiere al presente y existe cuando uno no quiere cometer determinado pecado en el momento actual, pero se complace como si ya lo hubiese cometido. No es preciso que la complacencia dure mucho para que sea pecado, sino tan sólo que se produzca aunque sea por un instante.
Otra distinción.—¿Son pecado mortal todos los malos pensamientos consentidos? Distingamos. Los pensamientos que versan sobre cosas graves prohibidas por la Ley de Dios, son pecado mortal. Si no se refieren a cosas graves, serán pecado venial. Si uno desea robar una manzana, una pluma ordinaria u otra cosa por el estilo, cometerá un pecadillo venial; pero si se propone robar un reloj, una cubierta de valor o una cabra, cometerá pecado mortal cuando exista plena advertencia y consentimiento de su voluntad.
De igual modo, si alguno de vosotros desea que a un compañero suyo le pique una pulga o le arañe superficialmente en la mano un gatito, pecará venialmente; mas si desea que le muerda un perro rabioso, cometerá un pecado mortal, por ser grave el mal que se desea al prójimo.
Los pensamientos y deseos de cosas feas son siempre pecado mortal cuando hay complacencia y plena advertencia.
3. Las cualidades de los malos pensamientos.— Los malos pensamientos más corrientes son los que van contra la justicia, la caridad y la pureza.
a) Se peca con el pensamiento contra la justicia cuando se desea dañar o engañar al prójimo. Uno ve, por ejemplo, unos huevos en el gallinero del vecino y desea robarlos; pero no se apodera de ellos porque no puede. Eso es pecar de deseo. Otro desea la muerte de un pariente rico para heredarlo. El pariente no se muere y el futuro heredero no tiene lo que deseaba; pero este último ha cometido un pecado de deseo.
b) Se peca contra la caridad cuando se desea algún mal al prójimo, se recibe alegría por lo malo que le sucede o se siente pesar por algo bueno que le ocurra.
Estos pecados son efecto de la envidia.
Peca, asimismo, contra la caridad el que desea vengarse del prójimo o causarle algún daño, aunque no llegue a ocasionárselo.
c) En fin, se peca contra la pureza cuando se desea hacer algo feo o se siente complacencia pensando en ello.
Los pecados de pensamiento los sugiere el demonio a todos, grandes y pequeños, y son las redes con las que caza muchas almas.

Quedan señaladas las principales cualidades de los malos pensamientos, de que hay que guardarse por el peligro que representan y el daño que causan al alma.

II.—Peligros y daños de los malos pensamientos.
Los pecados de pensamiento son muy diversos de los de obra. Aunque por regla general los pecados de obra ofrecen mayor gravedad y malicia, hay casos, sin embargo, en que, según el Concilio de Trento, causan más daño los de pensamiento que los de obra (Ses. XIV, De Poenit., c. 5). Por algo los llama el Espíritu Santo "la abominación del Señor" (Prov., XV, 26).
He aquí los motivos:
1. Los pecados de pensamiento se cometen con mayor facilidad.-Para realizar actos pecaminosos se requiere tiempo y lugar adecuados, así como ocasión favorable, y faltan con frecuencia estas condiciones o surgen obstáculos imprevistos. En cambio, los pecados de pensamiento pueden cometerse en todo tiempo y lugar, tanto de noche como de día, en casa, en la escuela, en el trabajo, en los espectáculos... y hasta en la misma iglesia.
2. Se cometen con mayor frecuencia.—Precisamente por ser fácil cometerlos se multiplican estos pecados de manera extraordinaria. ¿Quién puede calcular los pecados de pensamiento impuros que puede cometer en un solo día el que está inclinado a ellos? ¿Cuántos deseos de venganza puede sentir en una hora quien tenga odio en el corazón? El demonio hace como los pescadores, que emplean las redes en lugar del anzuelo para pescar, porque de esta forma cogen muchísimos más peces. El demonio también emplea las redes de los malos pensamientos para pescar muchas almas en poco tiempo. Es una forma muy sencilla de coger incautos.
Cuando el gavilán se abate sobre un pajarito no lo devora del todo, sino que se limita a comerse el corazón. Eso mismo hace el demonio, que se contenta con trabajar en nuestro interior para devorarnos el corazón, manera de despojarnos cómodamente de la gracia de Dios.
3. Nos exponen a tener una mala muerte.—Debéis saber que en punto de muerte no cesa el demonio de tentar a las personas. Un moribundo puede decirse que no está en condiciones de cometer pecados de obra, pero sí de pensamiento, y el demonio, que lo sabe, aprovecha los últimos instantes para hacerle pecar y llevárselo al infierno.
¡Cuántos desdichados se han condenado a última hora, después de haber recibido los Santos Sacramentos, por haber pecado con el pensamiento contra la fe o la pureza!

He ahí los daños y peligros de los malos pensamientos. ¡Desechadlos cuanto podáis, mis queridos hijos! Lo conseguiréis más fácilmente poniendo en ejecución los medios que tenéis para ello.

III—Los remedios contra los malos pensamientos.
1. Vigilar el corazón y la mente.—Nos dice el Espíritu Santo : "Guarda con cautela tu corazón" (Prov., TV, 23). Purificad, mis queridos hijos, vuestro corazón haciendo frecuentes actos de contrición y mediante el sacramento de la penitencia.
Alegarán algunos que ellos se esfuerzan en rechazar los malos pensamientos, pero que pronto vuelven a presentárseles. No debe importarles que así suceda, sino que han de perseverar en su esfuerzo por rechazarlos cuantas veces sea preciso. Hay que hacer con ellos como con las moscas, que se nos paran una y cien veces en la cara, y como con las chispas que nos saltan al vestido. A nadie debe asustar que armen alboroto los malos pensamientos. Lo importante es no dejarlos entrar.
Ejemplo.- Los demonios que vio Fray León.—Fray León, compañero de San Francisco, vio que unos demonios lanzaban flechas contra algunos religiosos, y que las flechas se volvían contra los mismos demonios que las habían disparado.
Fray León supo que las flechas representaban los malos pensamientos, que cuando se rechazan, en vez de dañar a las almas, se vuelven contra los demonios que los inculcan.
2. Huir de las ocasiones peligrosas.—Por boca del profeta Isaías nos dice el Señor: "Lavaos, limpiaos, quitad de ante mis ojos la iniquidad de vuestras acciones. Dejad de hacer el mal." Eso quiere decir que debemos alejarnos de ciertos espectáculos, de las malas compañías, de los libros nefandos y de las malas conversaciones. Todas estas cosas son como hilos conductores de malos pensamientos.
3. Guardar la vista.-Esta ha de ser la mayor prevención. Los ojos son las ventanas del alma, a cuyo través entran los malos pensamientos, de igual modo que los murciélagos se empeñan en entrar en los pisos altos cuando llega la noche, por lo que sus inquilinos toman la precaución de cerrar a esas horas las ventanas. Eso mismo tenemos que hacer nosotros, es decir, cerrar los ojos para evitar que entren en nuestra alma los malos pensamientos.
Alguno dirá : "¿Tendremos que ir con los ojos cerrados?" No. Los ojos sólo deben cerrarse cuando se presenten ciertos objetos que sean motivo de malos pensamientos. Debéis ser como ángeles y no mirar lo que no mirarían los ángeles del cielo.
Ejemplo.- La pulga en el oído.—Cuando una pulga se mete en el oído produce tal runruneo que molesta muchísimo y causa no poco dolor. Procurad, queridos míos, que no penetre en vosotros ninguna mala palabra, sobre todo contra la modestia, porque haría como la pulga: produciría el zumbido de los malos pensamientos, que terminan en malas acciones. Por eso, cuando os encontréis con alguien que hable mal, decid para vuestros adentros: "Este tiene en la boca unas malas pulgas que quiere meterme en los oídos." Y largaos al punto o taparos los oídos.
4. Evitar el ocio. La ociosidad es la madre de todos los vicios, y al que no hace nada el diablo le tienta. En cambio, la ocupación no deja lugar a las tentaciones, y por eso el trabajo es fuente inagotable de virtudes. Los santos del desierto no cesaban de trabajar, y de esta forma combatían mucho mejor las tentaciones.
5. Orar.-En cuanto hace su aparición un mal pensamiento es muy conveniente recurrir al Sagrado Corazón de Jesús y a la Santísima Virgen por medio de algunas jaculatorias.
Acabamos de citar los remedios más comunes para combatir los malos pensamientos y mantenernos libres de pecado. Practicadlos también vosotros y decid al Señor, con Santo Domingo Savio: "¡Antes morir que pecar!"

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