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miércoles, 1 de septiembre de 2010

PENETRACION POLITICO-RELIGIOSA


Capitulo I
Penetración politico-religiosa

Es en el terreno político donde los de la "IN­TERNACIONAL PROGRESISTA" o "PRO­GRESISMO RELIGIOSO" infiltrado en la Iglesia Católica, han levantado su aparato más formidable con vistas al control tanto gubernamental como so­cio-económico y de las conciencias, en las naciones no comunizadas, como es el caso de México y de otros países de Occidente y el "Tercer Mundo".
El campo de acción, en consecuencia, es a nivel internacional y como el "progresismo religioso" tien­de al "cambio de estructuras" con moldes dialéctico-marxistas, tiene entre sus principales bases ideológicas para la penetración política el "Mensaje de 5 Obispos al Tercer Mundo", suscrito por digna­tarios eclesiásticos encabezados por el "obispo rojo", Dom Helder Cámara, de Brasil y en el que se afirma que las "naciones pobres tienen el deber de exi­gir, por todos los medios legítimos en su poder la instauración de un gobierno mundial" (Temoignage Chrerien —semanario francés— agosto 31, 1967).
Para un promotor de la penetración política como el clérigo holandés C. Jaime Snoeg, "la revolución en la que los cristianos pueden y deben comprome­terse, en la medida en que las estructuras vigentes sean injustas e incapaces de adaptación, supone, por definición, una concepción global del nuevo orden que se quiere implantar. La subversión pura y sim­ple o la revolución meramente distribucionista serían peores que el status quo, a pesar de sus injusticias". ("Tercer Mundo, Revolución y Cristianismo", pu­blicado en "Concilium", revista madrileña, mayo 1966).
Impedido por las leyes mexicanas para actuar abiertamente en el terreno político, el "progresismo religioso" concentra sus esfuerzos en la "concientización" de grupos de seglares que gravitan en la órbita de la "Internacional Progresista", para inte­grar con ese contingente, un PODER LAICO afín al "cambio de estructuras" que desde perspectivas dialécticas se propone a las élites latinoamericanas con miras a "rescatarlas de la violencia que contra ellas ejerce el orden establecido".
La acción del "progresismo religioso" infiltrado en la Iglesia Católica no es producto de clérigos que actúan anárquicamente. Poseen sus promotores un plan perfectamente estructurado en materia de pe­netración política; cuentan con enormes ayudas del extranjero y con toda una literatura que "les autori­za" a intervenir en cuestiones que no son precisa­mente del ámbito religioso.
Conviene tener en cuenta que el resurgimiento de un Estado Iglesia o Iglesia Estado —sobre todo con ideología extraña al país— acarrearía grandes males a México. El Estado-Iglesia que existió aquí fue producto de la supervivencia del Real Patronato en el México posterior a la Independencia Nacional alcanzada en 1821 y esencialmente fue un arma que se esgrimió políticamente contra la nación y hasta en momentos en que se produjo la invasión de 1847, los partidarios del "Destino Manifiesto" nacidos en suelo mexicano avivaron artificiosamente la lucha fratricida cuando era más apremiante la unidad nacional para defenderse con resultados menos catas­tróficos de la agresión extranjera.
De manera que no beneficiaría en nada al país el surgimiento de un poder religioso-político, porque la época en que en suelo mexicano se consumían gene­raciones enteras en aras de una estéril lucha civil, debe desaparecer definitivamente del panorama na­cional, junto con la etapa de las intervenciones, las contra-intervenciones y las recontra-intervenciones.
De acuerdo con la máxima "Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios", desde las propias filas de la Iglesia Católica se pedía en pleno siglo XIX, la separación de la Iglesia y el Estado; pero los intereses extranjeros y sus cómplices naci­dos en México, determinaron que tal separación no fuera pacífica, sino violenta. Hay, pues, una expe­riencia amarga que bajo ningún concepto debe tener una nueva versión.
Los nacidos en México que por perder la fe en nuestros propios recursos recurren a la ayuda ex­tranjera comprometiendo la soberanía del país —al igual que lo hicieron muchos durante la centuria pa­sada— o que de plano están comprometidos irremi­siblemente con intereses de índole internacional y que chocan con el ser nacional, no deben tener ya cabida.
Pero ante nosotros, en abierta violación al pa­sado, al presente y al futuro de México, se levanta el "progresismo religioso" infiltrado en la Iglesia Católica y en su programa subversivo contra esta institución dos veces milenaria y el poder civil, tra­baja para convertirse en fuerza política, mediante la creación de un PODER LAICO afín a sus intere­ses de línea marxista-leninista.
El hecho de que en cuestiones temporales -den­tro de lo cual está la participación política —el "lai­co goza de autonomía y responsabilidad propias en la opción de su compromiso temporal", se ha presta­do para que, previa "concientización", considerable número de católicos que aún no advierten la manio­bra de que son objeto se presten de buena fe a co­laborar con el "progresismo religioso" en su lucha contra "la violencia que ejerce el orden establecido" y en favor del "cambio de estructuras" con patrones dialécticos.
No se va a poner aquí en el terreno de las discu­siones si la Jerarquía Eclesiástica está o no dentro de sus funciones al expedir Pastorales —documen­tos en los que se analizan las cuestiones tempora­les—, lo que importa, insistimos, es exponer hechos que van contra la Iglesia y el Estado. En razón de esto, es reproducida a continuación una de las Pasto­rales que como galardón de victoria y a manera de grito de guerra, utiliza el "progresismo religioso" contra instituciones civiles y eclesiásticas. Se trata de la "Pastoral de Elites", redactada junto con otros 15 documentos en la "Segunda Conferencia del Episcopado Latinoamericano, efectuada en Medellín, durante los meses de agosto y septiembre de 1968.
El texto es el siguiente:

"PASTORAL DE ELITES
"I. SITUACION EN AMERICA LATINA
"A. HECHOS

1
. Las élites son, en nuestro contexto:
a) de modo general: los grupos dirigentes más adelanta­dos, dominantes en el plano de la cultura, de la pro­fesión, de la economía y del poder;
b) de modo es­pecial; dentro de estos mismos grupos, las minorías comprometidas que ejercen una influencia actual o potencial en los distintos niveles de decisión cultural, profesional, económica, social o política.
2. Conscientes de la dificultad de presentar una clasificación adecuada, señalamos, sin embargo, como pertenecientes a la élite cultural a los artistas, hombres de letras y universitarios (profesores y es­tudiantes); a la élite profesional: los médicos, abo­gados, educadores. . . profesiones liberales: inge­nieros, agrónomos, planificadores, economistas, ex­pertos sociales, técnicos de Comunicación Social (tecnólogos); a la élite económico-social: los indus­triales, banqueros, líderes sindicales (obreros y cam­pesinos), empresarios, comerciantes, hacendados...; a la élite de los poderes políticos y militares: los po­líticos, los que ejercen el poder judicial, los mili­tares.
3. Partiendo del punto de vista de que se tra­ta, en general, de círculos específicos y compactos, conviene examinar en primer término sus actitudes, mentalidades y nucleaciones en función de cambio social, para considerar posteriormente la manifesta­ción de su fe, su espíritu eclesial y también social en confrontación con la pastoral actual de la Iglesia, señalando, finalmente, algunas recomendaciones pastorales.
Hemos comprobado que resulta difícil realizar un análisis exacto y profundo, por la carencia de datos precisos en estos diferentes campos. Para un análisis de este tipo, sería necesario escuchar más a los técnicos y a los laicos. Sin embargo, presenta­mos las siguientes observaciones:

B. TIPOS
Por razón de método y teniendo en cuenta el carácter relativo de toda tipología —que comporta necesariamente matices y simplificaciones— y tra­tándose de una clasificación en función del cambio social, señalaremos los siguientes grupos: los tradicionalistas o conservadores; los 'desarrollistas; y los revolucionarios, que pueden ser marxistas, izquier­distas no marxistas o ideológicamente indefinidos.
1. Los tradicionalistas o conservadores mani­fiestan poca o ninguna conciencia social, tienen men­talidad burguesa y por lo mismo no cuestionan las estructuras sociales. En general se preocupan por mantener sus privilegios que ellos identifican con el 'orden establecido'. Su actuación en la comunidad posee un carácter paternalista y asistencial, sin nin­guna preocupación por la modificación del statu quo.
Sin embargo, algunos conservadores actúan muchas veces bajo el influjo del poder económico nacional o internacional, con alguna preocupación desarrollista.
"Se trata de una mentalidad que frecuentemente se detecta en algunos medios profesionales, en sec­tores económico-sociales y del poder establecido. Esto hace que varios sectores gubernamentales ac­túen en beneficio de los grupos tradicionalistas o conservadores, lo que a veces da lugar a la corrup­ción y a la ausencia de un sano proceso de persona­lización y socialización de las clases populares. Las fuerzas militares apoyan en diversas partes esta es­tructura y, a veces, intervienen para reforzarla.
2. Los desarrollistas se ocupan preferentemen­te de los medios de producción, que según ellos de­ben ser modificados en calidad y cantidad. Atribu­yen gran valor a la tecnificación y al planeamiento de la sociedad. Sostienen que el pueblo marginado debe ser integrado en la sociedad como productor y consumidor. Ponen más énfasis en el progreso eco­nómico que en la promoción social del pueblo en vis­ta de la participación de todos en las decisiones que interesan al orden económico y político.
Es la mentalidad que se observa con frecuencia entre los tecnólogos y las varias agencias que pro­curan el desarrollo de los países.
3. Los revolucionarios cuestionan la estructu­ra económica-social. Desean el cambio radical de la misma, tanto en sus objetivos, como en los medios. Para ellos el pueblo es o debe ser el sujeto de este cambio, de modo que participe en las decisiones para el ordenamiento de todo el proceso social. Esta acti­tud puede observarse con mayor frecuencia entre los intelectuales, investigadores, científicos y universi­tarios.

C. ACTITUDES EN LA FE
"Reconociendo que en todos estos ambientes muchos viven su fe conforme a su conciencia, y aun realizan un trabajo positivo de concientización y promoción humana, notamos, desde el punto de vista de cambio social, las siguientes manifestaciones de esta fe:
1. En el grupo de los conservadores o tradicionalistas, se encuentra con más frecuencia la separa­ción entre fe y responsabilidad social. La fe aparece más como una adhesión a un credo y a principios mo­rales. La pertenencia a la Iglesia es más de tipo tra­dicional y, a veces, interesada. Dentro de estos gru­pos, más que verdadera crisis de fe, se da crisis de religiosidad.
2. Entre los desarrollistas pueden encontrar­se diversas gamas de fe, desde el indiferentismo has­ta la vivencia personal. Tienen la tendencia de con­siderar a la Iglesia como instrumento más o menos favorable al desarrollo. En estos grupos se percibe más claramente el impacto de la desacralización de­bida a la mentalidad técnica.
Es de notar en algunos de estos grupos, espe­cialmente entre los universitarios y los profesiona­les jóvenes, una tendencia que desemboca en el in­diferentismo religioso o en una visión humanística que excluye la religión, debido sobre todo a su preo­cupación por los problemas sociales.
3. Los revolucionarios tienden a identificar unilateralmente la fe con la responsabilidad social. Poseen un sentido muy vivo del servicio para con el prójimo, a la vez que experimentan dificultades en el relacionamiento personal con Dios trascendente en la expresión litúrgica de la fe. Dentro de estos gru­pos se da con más frecuencia una crisis real de fe. En cuanto a la Iglesia, critican determinadas formas históricas y algunas manifestaciones de los represen­tantes oficiales de la Iglesia en su actitud frente a lo social y en su vivencia correcta en este mismo orden.

II. PRINCIPIOS DOCTRINALES
1. En todos estos ambientes, la evangelización debe orientarse hacia la formación de una fe perso­nal, adulta, interiormente formada, operante y cons­tante confrontada con los desafíos de la vida actual en esta fase de transición.
2. Esta evangelización debe estar en relación con los 'signos de los tiempos'. No puede ser atemporal ni ahistórica. En efecto, los 'signos de los tiem­pos', que en nuestro continente se expresan sobre todo en el orden social, constituyen un 'lugar teoló­gico' e interpelaciones de Dios. 3. Por otra parte, esta evangelización se debe realizar a través del testimonio personal y comunita­rio que se expresará, de manera especial, en el con­texto del mismo compromiso temporal.
4. La evangelización de que venimos hablando debe explicitar los valores de justicia y fraternidad, contenidos en aspiraciones de nuestros pueblos, en una perspectiva escatológica.
5. La evangelización necesita, como soporte, de una Iglesia-signo.

III. RECOMENDACIONES PASTORALES
A. DE CARACTER GENERAL
1. Es necesario animar, dentro de las élites, las minorías comprometidas, creando —en lo posible—equipos de base que hagan uso de la pedagogía de la Revisión de Vida, haciéndoles comprender al mismo tiempo que son apóstoles de su propio ambien­te y estimulando, además, contactos con los demás grupos en la vida parroquial, diocesana y nacional. No se separe esta Pastoral propia de las élites de la Pastoral total de la Iglesia.
2. Procúrese que los sacramentos y la vida li­túrgica, sobre la base de una relación personal con Dios y con la comunidad, tomen su sentido de sos­tén y desarrollo, en el amor de Dios y del prójimo, como expresión de comunidad cristiana.
3. En la formación del clero es preciso pres­tar mayor atención a este tipo de Pastoral especia­lizada, preparando —también mediante estudios pro­fesionales y técnicos cuando fuere preciso— aseso­res especializados para estos grupos.

B. DE CARACTER ESPECIAL
1. Artistas y hombres de letras
a. Teniendo en cuenta el importante papel que los artistas y hombres de letras están llamados a des­empeñar en nuestro continente —especialmente en relación a su autonomía cultural'— como intérpretes naturales de sus angustias y esperanzas y generado­res de valores autóctonos que configuran la imagen nacional, la II Conferencia considera particularmen­te importante la presencia animadora de la Iglesia en estos ambientes.
b. Esta presencia de la Iglesia deberá revestir un carácter de diálogo ajeno a toda preocupación moralizante o confesional, en actitud de profundo respeto a la libertad creadora, sin detrimento de la responsabilidad moral.
c. La Iglesia latinoamericana deberá dar, en su ámbito propio, el debido lugar a los artistas y hombres de letras, requiriendo su concurso para la expresión estética de su palabra litúrgica, de su mú­sica sacra y de sus lugares de culto.
2. Universitarios (estudiantes)
a. Ante la urgente necesidad de una efectiva presencia de la Iglesia en el medio universitario esta II Conferencia ruega que se tengan en cuenta las re­comendaciones prácticas del encuentro Episcopal sobre Pastoral universitaria realizada en Buga en fe­brero de 1967.
b. Del mismo modo ruega a las Jerarquías lo­cales mayor comprensión de los problemas propios de los universitarios, procurando valorar antes que condenar indiscriminadamente las nobles motivado- "es y las justas aspiraciones muchas veces conteni­das en sus inquietudes y protestas, tratando de cana­lizarlas debidamente a través de un diálogo abierto.
c. Teniendo en cuenta el hecho de que miles de jóvenes latinoamericanos estudian en Europa y América del Norte, el CELAM procurará, de acuer­do con las Jerarquías de esos países, proveer la de­bida atención Pastoral de los mismos, cuidando al mismo tiempo de mantener viva en ellos la concien­cia del compromiso de servicio para con sus países de origen.
3. Grupos económico-sociales
a. La experiencia demuestra que en el ámbito de estas élites es posible la creación de grupos y or­ganizaciones especializadas, cuyas metas y metodología deben mantenerse en constante revisión a la luz del contexto latinoamericano y de la Pastoral social de la Iglesia.
b. Sin subestimar las formas asistenciales de acción social, la Pastoral de la Iglesia deberá orientar, preferentemente, estos grupos hacia un compro­miso en el plano de las estructuras socio-económica: que conduzca a las necesarias reformas de las mis­mas.
c. La Iglesia debe prestar una atención espe­cial a las minorías activas (líderes sindicales y coope­rativistas) que en los ambientes rural y obrero están realizando un importante trabajo de concientización y promoción humana, apoyando y acompañando pas­toralmente en sus preocupaciones por el cambio so­cial.
4. Poderes militares
Con relación a las fuerzas armadas, la Iglesia deberá inculcarles que además de sus funciones nor­males específicas, ellas tienen la misión de garanti­zar las libertades políticas de los ciudadanos en lu­gar de ponerles obstáculos. Por lo demás, las fuer­zas armadas tienen la posibilidad de educar dentro de sus propios cuadros, a los jóvenes reclutas en el orden a la futura participación, libre y responsable, en la vida política del país.
5. Poderes políticos
a. Deberá procurarse que existan entre la Igle­sia y el poder constituido, contactos y diálogos a propósito de las exigencias de la moral social, no excluyéndose, donde fuera necesario, la denuncia a la vez enérgica y prudente de las injusticias y de los excesos del poder.
b. La acción pastoral de la Iglesia estimulará a todas las categorías de ciudadanos a colaborar en los planes constructivos de los gobiernos y a contri­buir, también por medio de la crítica sana dentro de una oposición responsable, al progreso del bien co­mún.
c. La Iglesia deberá mantener siempre su in­dependencia frente a los poderes constituidos y a los regímenes que los expresan, renunciando si fue­re preciso aun a aquellas formas legítimas de presen­cia que, a causa del contexto social, la hacen sospe­chosa de alianza con el poder constituido y constitu­yen, por eso mismo, un contra-signo pastoral. (Cf. Gaudium et Spes.)
d. La Iglesia, sin embargo, deberá colaborar en la formación política de las élites a través de sus movimientos e instituciones educativas.
6. Nótese, finalmente, que también en Améri­ca Latina 'con el desarrollo cultural, económico y social se consolida en la mayoría el deseo de partici­par más plenamente en la ordenación de la comuni­dad política. . . La conciencia más viva de la digni­dad humana ha hecho que. . . surja el propósito de establecer un orden político-jurídico que proteja me­jor en la vida pública los derechos de la persona, como son el derecho de libre asociación, de expresar las propias opiniones y de profesar privada y públi­camente la religión' (Gaudium et Spes).
Hasta aquí el documento.

¿Por qué el "progresismo religioso" infiltrado en la Iglesia Católica ataca en la "Pastoral de Elites" todo aquello que tiene raigambre nacionalista; todo aquello que tiende a enlazar a un país en las costumbres, la tradición y el acatamiento al orden estable­cido?
¿Por qué el "progresismo religioso" infiltrado en la Iglesia Católica ataca en la "Pastoral de Elites" al Ejército, sostenedor de instituciones nacionales en países no comunizados?
¿Por qué el "progresismo religioso" infiltrado en la Iglesia Católica hace mofa de lo que él llama integrismo?
La razón de todo esto radica en que los del "pro­gresismo religioso" o "Internacional Progresista" que han penetrado a la Iglesia Católica, se esfuerzan en crear un conjunto de masas que les permita asal­tar el Poder en países donde existen gobiernos na­cionalistas. Esta afirmación que hacemos aquí, que­da más claramente especificada, al repasar el ideario político de los paladines del "progresismo religioso".

Dom Helder Cámara, por ejemplo, transforma la agresividad que profesa a los gobiernos nacionalistas —incluyendo Brasil, su país de origen— y al referir­se a la subversión castro comunista que amenaza a Latinoamérica, afirma: "Respeto a los que, en con­ciencia, se sienten obligados a optar por la violencia, no la violencia demasiado fácil de los 'guerrilleros' de salón, sino de los que han probado su sinceridad por el sacrificio de su vida. Me parece que la memo­ria de Camilo Torres y del Ché Guevara ameritan alto respeto como la del pastor Martin Luther King" (ICI, 2a. de mayo de 1968. P. 7).

Más adelante, el Nuncio en Cuba, Monseñor Cé­sar Zacchi nos señala a través de sus ideas políti­cas, que el "progresismo religioso" infiltrado en la Iglesia Católica, está en guerra contra los gobiernos nacionalistas y sus aspiraciones tienden al estableci­miento de un régimen "tan cristiano" como el de Fidel Castro.
Veamos lo que dice el Nuncio Zacchi: "La Igle­sia debe adaptarse a todos los regímenes. . . Aquí — en Cuba— hay un solo partido, el Comunista, y sus cuadros desempeñan una función importante en las tareas concretas del cambio social. No veo incon­veniente en que un católico adopte la teoría económi­ca marxista, a los efectos prácticos de su conducta como cuadro de una revolución."
Y todavía hay más. Monseñor Zacchi, al igual que los patriarcas del "progresismo religioso" que actúan en Latinoamérica, afirma que, si bien Fidel Castro no es ideológicamente un cristiano, "aunque se ha declarado marxista-leninista yo lo considero, éticamente, un cristiano" (Sucesos, marzo 16, 1968, Págs. de la 30 a la 35).
Por lo demás las tradiciones, de las cuales hacen crítica desafortunada, no son factores de retroceso ni carencia de interés en lo económico y social como los "progresistas" lo afirman, pues lejos de ser un factor negativo en la vida de los países, las tradicio­nes y las costumbres de los pueblos son el producto de la experiencia, del esfuerzo y del ideario naciona­lista que forman el haz luminoso y la fuerza para im­pulsarlos a niveles más superiores en lo social, lo económico, lo cultural, y lo ético.
Queden para el lector comentarios más amplios en torno a la "Pastoral de Elites" que acabamos de transcribir la edición 1968 del Secretariado Social Mexicano denominado "Presencia de la Iglesia en la transformación de América Latina". Y no es que aquí se eluda el análisis exhaustivo, sino que aún fal­ta un buen trecho por recorrer en la exposición sobre documentos de la "Segunda Conferencia del Epis­copado Latinoamericano" de Medellín, y en los cua­les "funda" el "progresismo religioso" infiltrado en la Iglesia Católica su institucionalización como clero político.
Por ejemplo en el documento denominado "JUS­TICIA", se asienta que "la carencia de una concien­cia política en nuestros países hace imprescindible la acción educadora de la Iglesia, con objeto de que los cristianos consideren su participación en la vida política de la Nación como un deber de conciencia y como el ejercicio de la caridad, en su sentido más noble y eficaz para la vida de la comunidad.
Y se añade que "Debemos (el clero) despertar la conciencia social y hábitos comunitarios en todos los medios y grupos profesionales, ya sea en lo que respecta al diálogo y vivencia comunitaria dentro del mismo grupo, ya sea en sus relaciones con grupos sociales más amplios (obreros, campesinos, profesio­nes liberales, clero, religiosos, funcionarios, etc.)."
En otro párrafo se asienta:
Asimismo, los institutos destinados a preparar personal apostólico de otros países, coordinarán sus actividades de pastoral social con los respectivos organismos nacionales, aún más se buscará la pro­moción de semanas sociales para elaborar doctrina social aplicándola a nuestros problemas. Ello permi­tirá formar la opinión pública.
Merecen especial atención los hombres-clave, o sea, aquellas personas que se encuentran en los niveles de elaboración de decisiones y su ejecución, que repercuten en las estructuras básicas de la vida nacional e internacional. Las Conferencias Episco­pales, por lo mismo, a través de sus comisiones de acción o Pastoral social, promoverán junto con otros organismos interesados, la organización de cursos, seminarios, etc., para técnicos, políticos, dirigentes obreros, campesinos, empresarios y hombres de la cultura en todos los niveles. ("Presencia de la Igle­sia en la Transformación de América Latina", Págs. 32 y 33.)
El documento "Paz" destinado a penetrar el ám­bito político de Latinoamérica, es natural que con­dene "los nacionalismos exacerbados en algunos paí­ses" (Ibidem, p. 38), pues de otra manera la intro­misión carecería de "justificación". Hay que conde­nar, en consecuencia —para ser lógicos con su obra de penetración, la resistencia de fuerzas identificadas con los intereses patrios.
El capítulo de la juventud ocupa también un lu­gar destacado dentro del acervo documental de Medellín y el "progresismo religioso" se frota compla­cido las manos cuando se afirma (Ibidem, p. 64) que la "juventud, particularmente sensible a los proble­mas sociales, reclama los cambios profundos y rá­pidos que garanticen una sociedad más justa; recla­mos que a menudo se siente tentada a expresar por medio de la violencia. Es un hecho constatable que el excesivo idealismo de los jóvenes los expone fácil­mente a la acción de grupos de diversas tendencias extremistas".
Además, también es alentador para la "Interna­cional Progresista" la afirmación de que "los movimientos juveniles esperan de la jerarquía de la Igle­sia un mayor apoyo moral, cuando se comprometen en la aplicación concreta de los principios de doctrina social enunciada por los pastores".
Si a ello se añade que el documento "PAZ", de Medellín, también condena la defensa que de las instituciones nacionales realizan los respectivos ejér­citos de los países latinoamericanos, mayores pers­pectivas, mejor campo de acción y panorama más amplio, en su dilatada labor de infiltración, no po­drían concebirse para una parte del clero metido a político.
El caso de México en materia de penetración político-religiosa sobresale entre las naciones latino­americanas, por el crecido número de instituciones que concurren con ayuda pecuniaria, con elemento humano, con influencias, etc., para provocar aquí el "cambio de estructuras" a la manera comunista y la exportación desde suelo mexicano, de las tácticas de subversión mediante el método de "concientización" de las masas latinoamericanas, con lo que que­da muy maltrecho el principio de "No Intervención y Autodeterminación de los Pueblos" que enarbolan las autoridades civiles mexicanas.
Manuel Magaña Contreras
Poder Laico
1970

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