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viernes, 29 de octubre de 2010

La veneración y respeto a los ancianos


De la veneración, respeto y honor que deben los hijos a los padres, hablaremos después, cuando también se explicará la ruina infalible que se sigue a los malos hijos por la desatención que tienen con sus padres naturales, que despues de Dios les dieron el ser.
La veneración debida a los ancianos y antiguos del pueblo la explica dignamente el apóstol San Pablo, diciendo: que a los ancianos les hables, no con imperio, sino como con ruego, y los veneres como a padres; y a los jóvenes los trates como a hermanos, y nunca reprendas a los mas antiguos; porque de los ancianos aprenderás la prudencia que ellos atesoraron con la experiencia de muchos años; y es cosa indigna reprender a quien es mas digno de veneración. Esta es la verdadera política cristiana.
El Espíritu Santo dice, que honremos a los ancianos y temamos a Dios, porque la sabiduría de los antiguos es la que busca el varón sabio, y con esto aumenta su sabiduría.
En grave castigo del ingrato Helí le fulminó Dios nuestro Señor aquella terrible sentencia de que en su casa nunca hubiese ningún anciano: que fué lo mismo que publicarla por infeliz y castigada por la mano de Dios (I Reg., II, 31).
El desventurado Roboan perdió la mayor parte de su patrimonio por el motivo de haber despreciado el sano consejo de los ancianos, siguiendo el consejo ardiente de los jóvenes, en quienes faltaba la parte principal de prudencia y experiencia.
No lo hizo así el prudente Elíseo, el cual se dejó confiado en la experiencia de los ancianos, de que se siguió su prosperidad y libertad.
Bien comprendía esta sana doctrina aquel grande sacerdote del Altísimo, el cual dijo: que toda criatura debia ser arrojada del congreso de los hombres felices, como no ajustase su dictamen al sano consejo de los ancianos, en los cuales Dios ha puesto su divina luz, y en los muchos años han atesorado la prudencia para la dirección acertada de los jóvenes.
En el sagrado libro de Josué se dice: que el pueblo de Dios se llenó de prosperidades espirituales y temporales todo el tiempo que le gobernaron los ancianos, sabios y prudentes. Y en el libro de los Jueces también se dice: que habiendo faltado los ancianos sabios y temerosos de Dios, comenzaron a prevaricar los hijos de Israel, y a llenarse de plagas y ruinas.
La conturbación perniciosa vendrá sobre los pueblos y sobre las familias, cuando en ellas falte el sano consejb de los ancianos, dice el profeta Ezequiel; y el profeta de Dios Isaías dice: que cuando restituya el Señor los consejos antiguos de su pueblo, entonces se llamará la ciudad justificada, comenzando el bien por el senado, que se compone de los ancianos, según su misma etimología: Senatus a senibus dictus est.
Verdad es, que también se hallan algunos jóvenes, en los cuales ha puesto Dios el honor de la senectud; según se dice en el sagrado libro de Daniel profeta. Estos son ancianos, no en los años, sino en las costumbres; no en las canas, sino en el juicio; mas esta divina providencia no es regular, porque lo común es proporcionarse las operaciones y dictámenes con los años; y lo que a todos conviene es atender y venerar a los ancianos.
Fue plaga tirana el desprecio y persecución de los ancianos del pueblo; y esto lloraba con amargura el profeta Jeremías, diciendo: sucedía por la gravísima ingratitud del mismo pueblo rebelde contra su Dios y Señor. Cuando callaron los ancianos, entonces vino la destrucción del pueblo, dice el mismo santo profeta (Tren., I, 19).
¡Ay del mundo cuando el joven atropellará contra el anciano, y el plebeyo contra el noble; porque ésta será la señal cierta de la destrucción de todo! Vae mundo, etc. (Isai., VIII, 5).
Lástima se debe tener a cualquiera casa decente, si en ella se comete el desorden de atropellar los jóvenes a los ancianos, y los criados a los señores, y los hijos a los padres ; porque esta será señal cierta de acabarse y arruinarse toda la casa.
El desprecio de los jueces, magistrados y senadores del pueblo, también es manifiesta señal de ruina; porque el Espíritu Santo dice : que no resistamos contra el brazo del poderoso, ni contra la corriente precipitada del rio; porque esta es operacion violenta, y no hay violento perpétuo, como dice el filósofo.
No enciendas los carbones de los pecadores poderosos, arguyendo sus malas obras, dice el Espíritu Santo, no sea que te enciendas con la llama y el luego activo de sus mismos pecados. Si da golpes el vaso de metal con el de tierra, mas presto se rompe el que es mas frágil; como se dice en el mismo sagrado texto, para la confirmación del asunto (Eccli., VIII, 13).
En muchas cosas, y en las operaciones de los poderosos, pórtate como ignorante, y oye con silencio, sin decir lo que sientes si no te toca ni te importa; porque así evitarás los litigios inútiles y fastidiosos, de que no se saca provecho alguno; y el que guarda su lengua, se libra de grandes angustias, dice el Sabio; y el que es inconsiderado en hablar sentirá sus males (Eccl., XXXII, 12).

Vive sujeto á los jueces y á los que tienen dominio superior en el pueblo; porque según dice el príncipe de los apóstoles san Pedro, son enviados de Dios para vindicta y castigo de los malhechores, y alabanza de los que obran bien. Son puestos en el mundo por el Altísimo; porque no hay semejante potestad sino de Dios (I Pet., r, 14).
Los ingratos del pueblo escogido que repugnaron venerar los jueces que les habia puesto Dios, experimentaron su perdición y ruina de sus personas y casas. El Señor, que pone los jueces, magistrados y gobernadores, sabe si es por misericordia o por castigo, y los quitará cuando convenga, y cuando a su divina Majestad bien le parezca. Á los hombres inferiores no les toca sino venerarlos y atenderlos, como el Señor que los puso lo dispone (Deut., XVI, 18. Jud., II, 16).
El que no quiere temer a la justicia obre bien, y de ella tendrá su justa alabanza, dice el apóstol San Pablo; pero el que obra mal tema al juez; porque no sin causa lleva espada de dos filos para dar su justo a todas manos; y el mismo juez humano está sujeto a ser juzgado de otro superior, mas no de los inferiores del pueblo, a los cuales solo pertenece venerar y respetar a la justicia y a los que mandan en la tierra (Rom., XIII, 3).
El apóstol Tadeo, en su carta breve y misteriosa, introduce a unos hombres perdidos, impíos y malos; y que siendo sus pasiones desordenadas, llegan a despreciar a los que mandan y gobiernan en los pueblos, y blasfeman en todo lo que es superioridad y majestad. A estos, dice el apóstol, debes temer y apartarte de ellos: Hos devita; porque son perniciosos, no solo para sí mismos, sino también para todos cuantos se les hacen amigos, y se les ponen a su lado: siendo, como son, de indomable corazon y de dura cerviz (Jud., I, 10).
Cuando desprecian y resisten a los jueces y potestades del pueblo, se buscan a sí mismos la condenación y perdicion, dice el apóstol san Pablo; porque quien resiste a la potestad; resiste a la ordenación de Dios Omnipotente, en cuya mano poderosa están todos los bienes temporales y espirituales, y pierden los unos y los otros bienes aquellos hombres inconsiderados y necios, que despreciando a la justicia humana buscan su total ruina.
En el sagrado libro del Deuteronomio disponía Dios nuestro Señor, que si algún hombre soberbio no quisiese obedecer el decreto del juez, aquel hombre pertinaz y escandaloso muriese luego, para que se quitase un grande mal de en medio del pueblo.
Por este motivo dice el salmista, que los israelitas fueron entregados en manos de los gentiles extraños, y fueron dominados de los mismos que los aborrecían, porque no quisieron dejarse gobernar y mandar de los jueces propios que los amaban. Esto les sucedió poena peccati, para que los que no querían ser corregidos de los propios, lo fuesen de los extraños.
Si vieres las calumnias de los pobres desemparados, y los juicios violentos, y que se trastorna la justicia en la provincia, no te admires de ello, dice el Sabio; sino ten paciencia, y considera que nada sucede sin la permisión divina, y acuérdate que sobre él es el Juez superior que a él le ha de juzgar. (Eccl., V, 7 et seq.)
Si tus enemigos son tus jueces, decia Dios en el sagrado libro del Deuteronomio, ten paciencia, y considera que será la permisión divina para que te desveles mas en justificar tus operaciones. Ármate de tolerancia virtuosa, y clama a tu Juez Altísimo que está en los cielos, como hacia el santo Job. Teme a Dios Omnipotente, que tiene superior dominio sobre todas las criaturas (Deut., XXXII, 31 ; Job, IX, 5).
Mientras vives en este mundo confuso, advierte que andas entre peligrosos lazos, como dice el Espíritu Santo; por lo cual conviene seas muy astuto y avisado, para que no te cojan en alguna palabra escandalosa, y seas confundido. Por este motivo debes tener gran vigilancia, y considerar lo que hablas perteneciente a jueces, gobernadores y justicias.
El apóstol san Pablo nos previene, que estemos muy sujetos a los jueces y potestades de la tierra, y los obedezcamos humildes; porque así nos dispondremos para todo bien; y de lo contrário se nos seguirá todo nuestro mal. (Rom., XIII, 1)
No tengas pleito con ningún hombre poderoso, no sea que caigas en sus manos, y te veas perdido; porque él conservará todas tus palabras, y no te perdonará con su malicia cuando se le ofreciere la ocasion de perderte. Este es consejo sano del Espíritu Santo (Eccl., VIII, 1).
Apártate del hombre poderoso si eres prudente, y acuérdate del príncipe de los apóstoles San Pedro, que en la casa de un hombre poderoso negó a Jesucristo; y para llorar amargamente su pecado se salió fuera del palacio. Donde cayó un gigante, justo es que tema un pigmeo.
No desprecies a los poderosos, porque Dios no los desprecia, como se dice en el libro del santo Job; y también está escrito en el libro del Eclesiástico, que las ciudades se harán felices por el buen juicio de los poderosos, si estos fueren justos en la presencia de Dios y de los hombres.
El sano consejo es, que no desprecies al pobre por ser pobre, ni lisonjees al rico y poderoso; pero tampoco le desprecies; y el Eclesiástico dice, que al poderoso le humilles tu cabeza, pero con discreción y templanza; y con los pobres te muestres afable, y así serás amado de los ricos y los pobres.
Teme a Dios y al rey, dice Salomon, y con los murmuradores del rey no te mezcles ni te acompañes; porque repentinamente vendrá la perdición de ellos cuando ménos pienses, y juntamente vendrá tu perdición site acompañas con ellos. No pongas en olvido este prudente consejo del Sabio (Prov., XXIV, 11).
El mismo dice, que ni en tu pensamiento, ni en lo mas secreto de tu casa no murmures al rey, ni digas mal de sus operaciones, porque las aves del cielo llevarán tus pensamientos y tus voces; y te verás perdido cuando ménos pienses, y hallarás descubierto lo que pensabas estar en oculto.
Acaso hablará contigo quien te arma tu perdición, y con capa de celo te sacará los afectos de tu interior, ocultándote los intentos depravados de su venganza; como nos lo previene Isaías profeta. Por esto importa seas muy astuto y cauteloso, y siempre pienses y hables de tu rey y señor con el honor y estimación que debes.
A mas de la obligación de tu conciencia, por el juramento que tienes prestado, debes atender a tu misma conveniencia, y a no perder tu alma ni tu casa; conforme al sano consejo del apóstol san Pablo (Rom., XIII, 2 et 5).
Si violares la fidelidad á tu rey, que tienes firmada con juramento, no te quedarás sin castigo, dice Dios; porque tu iniquidad vendrá sobre tu cabeza, y como un peso gravísimo acabará contigo; y si no eres considerado en hablar bien de tu rey y señor, tus mismas palabras darán testimonio contra ti (Deut., V, 11).
En el sagrado libro de Ester se dice, que están poseidos del Espíritu de locura y esculticia los que con embustes y mentiras intentan prevaricar a los pueblos contra su rey; y en el de los Reyes se llaman hijos de Belial, que son hijos del demonio, los que al rey una vez coronado le desprecian, y no le quieren obedecer.
El Sabio te previene para tu bien que no gastes tu hacienda y tus riquezas para obrar contra tu rey y señor; porque perderás tus conveniencias temporales, y tú mismo te perderás con ellas, arruinando tu casa, y perdiendo tu familia.
Aunque tu rey fuese un tirano, debias en conciencia, razón y justicia, honrarle y venerarle, y rogar a Dios por él; según la doctrina sana del príncipe de los apóstoles San Pedro (II, 17), el cual manda honrar y venerar a los reyes; y en su tiempo todos eran intrusos, ó tiranos contra los fieles, conforme el sagrado texto; porque en Roma y en Jerusalen reinaban los emperadores que no seguían la fe de Cristo, y los fieles cristianos los honraban y rogaban a Dios por ellos, obedeciéndolos en todo lo que no era contra su fe católica, en obsequio de la cual ofrecían sus vidas.
Otro ejemplar canonizado para esta sana doctrina tenemos en los profetas de Dios Jeremías y Baruch, los cuales en ocasion de haber ido cautivos a Babilonia los hijos de Israel, y aconsejándoles algunos falsos predicadores que no se sujetasen, ni rogasen a Dios por aquel rey de Babilonia, que era infiel y tirano, los desengañó el santo profeta Baruch, diciéndoles de parte de Dios, que aquellos predicadores y profetas falsos los engañaban y los querían acabar de perder; por lo cual les decia Dios del cielo, que a su rey, tal cual era, le venerasen y rogasen por él en sus oraciones, y que esto les convenia para su felicidad espiritual y temporal.
Si esta sana doctrina hubiesen considerado muchas personas desatentas, no llorarían como lloran la perdición de sus casas y de sus haciendas. Ojalá que bien enseñados y desengañados sigamos el consejo del Sabio, el cual dice: que por nuestra conciencia y nuestra conveniencia seamos fieles a nuestro rey y señor (Prov., XII, 18).

R.P. Fray Antonio Arbiol
LA FAMILIA REGULADA
1866

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