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viernes, 29 de octubre de 2010

LOS PROFETAS Y EL REINO DE DIOS

Junto a las voces menores de la profecía particular, que ha caracterizado a los santos y a los justos de la Iglesia, están las augustas sombras proféticas del pueblo de Israel cuyas palabras son Profecía Oficial, por ser ellos los heraldos del Reino de Cristo en el mundo.
Los profetas de Israel tienen en la Biblia el rigor característico de la Inerrancia, es decir, están exentos del error, por ser instrumentos oficiales en el pueblo de Dios, del Espíritu Santo.
Acercarnos a ellos, no es llegar a las fuentes resecas cuyos manantiales se agotaron, allá en los siglos introductores de la venida de Cristo al mundo. Su voz augural, no está exhausta, por ser ellos los que prepararon con sus vaticinios el reino de Dios en la tradición de Israel. Su voz majestuosa y solemne, aún llega a nosotros, y su misión de profecía y de realidad espiritual, aún tiene que cumplir su cometido.
Al buscar luces junto a sus vaticinios solemnes y oficiales, sobre el mundo y la Iglesia, no hacemos más que acudir a las fuentes.
Solo busco la luz a través del celemin enhiesto de la profecía bíblica, que es la única oficial entre la Iglesia.
Todos los profetas bosquejaron, en grandes unidades teológicas, estos conceptos de Cristo:
Su reinado en ,el mundo. La misión de Israel. La conversión de los gentiles o de todos los pueblos y el fin del mundo. Por lo tanto, la profecía oficial de la Iglesia en el Antiguo Testamento, no tiene agotada su significación de mensaje.
Es de ayer para hoy y se complementa en el fin de los tiempos.
Sus luces y sus sombras, hay que bosquejarlas para formar el cuadro trágico y glorioso que nos toca presenciar.
La profecía de Isaías sobre Cristo, no se completó con la sola venida de El en carne mortal a Israel. Ese Rey, consagrado misteriosamente en la Trinidad, y cuya misión es "dar testimonio de su reinado", tendrá que realizar perfectamente en la Iglesia de una manera invisible, su reinado auténtico. Dice así:
Pues ahora que ha nacido un Párvulo para nosotros y se nos ha dado un hijo, el cual lleva sobre sus hombros la divisa de Rey, y tendrá por nombre el Admirable, el Consejero, Dios, el Fuerte, EL PADRE DEL SIGLO VENIDERO, EL PRINCIPE DE LA PAZ.
SU IMPERIO SERA AMPLIFICADO Y LA PAZ NO TENDRA FIN; se sentará sobre el trono de David y poseerá su reino para afianzarlo y consolidarlo, haciendo reinar la equidad y la justicia desde ahora para siempre. El celo del Señor de los Ejércitos, es el que hará estas cosas". (Is. IX, 6, 7).
Los títulos proféticos dados por Isaías, a Cristo, resumen un reinado misterioso que será la admiración de los pueblos. Los dones del Espíritu Santo, sobre su pueblo, se anuncian copiosamente por el don del consejo, de la fortaleza, de la paz y de esa misteriosa paternidad que hará engendros maravillosos.
La paternidad del tiempo y de los pueblos, será solemnemente reconocida, después de esa gran borrasca purificativa, como no se ha visto jamás. La Paz, tan obsesionadamente buscada y decantada, sólo tendrá realidad bajo el reinado social y cristológico de Dios.
La evangelización del mundo para amplificar el reino, se hará en una forma expansiva, sorprendente. Después de ver la mano de Dios purificativa, los pueblos estarán entre las ruinas, dispuestos sinceramente a convertirse a Cristo.
Este reino misterioso sin festines y sin harenes esclavizados, será el reino de la Justicia y el de la Paz. Las grandes virtudes de los pueblos, que caracterizarán las grandes monarquías y los mejores reinados, serán la justicia y la paz. En ellos florecerá la religión y las naciones. Este Cristo lleno de esa invasión del Espíritu Santo, nos traerá un reino misterioso pintado maravillosamente por Isaías:
"Habitará el lobo, juntamente con el cordero, y el tigre estará echado junto al cabrito, el becerro, el león y la oveja, andarán juntos y un niño pequeño será su pastor". (Is. IX, 6).
Los grandes pueblos, con sus características raciales, los belicosos, y los pacíficos, los fuertes y los sencillos, irán juntos de la mano, al altar de Dios.
Y más profundo, a ratos, veremos en una imagen fugaz del paraíso, la convivencia de los grandes animales con los sencillos, como en aquellos días de la justicia original, en que todos los animales servían al hombre, lleno de gracia inicial, cuando Adán y Eva, vivían con ellos en apacible fraternidad.
La ausencia de delitos y la manifestación de la justicia en todas sus fases, nos la pinta Isaías notablemente: "Ellos, no dañarán ni matarán en todo mi Monte Santo, por que el conocimiento del Señor, llenará la tierra, como las las aguas del mar". Y el Evangelio, que se hará universal, lo vemos profetizado desde Isaías: "En aquel día el renuevo de la raíz de Jessé, que está puesto como estandarte de salud para los pueblos, será invocado de las Naciones y su sepulcro será glorioso". (Is. XI, 9-10).
En el día de la gran amanecida de la restauración, Isaías vé una epifanía astronómica llena de exultación y de luces pomposas, tal como lo han visto las modernas santas.
El éxtasis de los soles y de las lunas, llenará ese milagro cósmico, del poderío de Dios. Así como las tinieblas fueron la representación del pecado y del poder del infierno, la gloria de la Luz, en aquel día, será la estrofa heráldica, que rubrique el poder absoluto de la gracia y el reinado de Cristo en el mundo.
"La luz de la luna será como la del sol, y la del sol SERA SIETE VECES MAYOR QUE SERIA la luz reunida de siete soles; en aquel día en que el Señor, HABRA VENDADO LA HERIDA DE SU PUEBLO Y SANADO LA LLAGA ABIERTA". (Is. XXX, 26).
El verso solemne y profético de Isaías, nos hace vislumbrar aquel "Te Deum", famoso de la profecía de Blois en que se anuncia el gran día de la restauración. Te Deum, como nunca jamás se cantó en el mundo:
"PERO VOSOTROS ENTONAREIS UN CANTICO COMO EN LA NOCHE DE LA SANTA SOLEMNIDAD DE LA PASCUA; y la alegría de vuestros corazones será como la del que sube, al son de la flauta, a presentarse sobre el monte del Señor, Dios Fuerte de Israel". (Is. XXX, 29).
Los prodigios de las almas convertidas y arrepentidas, tendrán toda la apariencia taumatúrgica de los cojos que corren y de los ciegos que ven, y de los idiotas que abren sus inteligencias al magnífico secreto de todas las ciencias de Dios. Cuando llegue el reino de Dios, en esa forma solemne y oficial para todos los pueblos, hasta el paisaje agreste y los campos cultivados, tendrán su gloria. Porque la añadidura del Reino de Dios ha hecho posible la justicia original sobre esa sombra del Paraíso perdido. He aquí cómo lo canta Isaías con su voz de profecía:
"Entonces, la región desierta e intransitable se alegrará y saltará de gozo la soledad y florecerá como lirio. Fructificará copiosamente y se regocijará llena de alborozo y entonará himnos. Se le dará a ella la gala del Líbano, la hermosura del Carmelo y de Sarón; sus habitantes verán la Gloria del Señor y la Grandeza de nuestro Dios. Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y quedarán expeditas las orejas de los sordos". "Entonces el cojo, saltará como el ciervo y se desatará la lengua a los mudos, porque también las aguas rebosarán ,entonces, en el desierto y correrán arroyos en la soledad. Y la tierra, que estaba herida ,quedará llena de estanques y de aguas, la que ardía de sed. En las cuevas que eran antes guaridas de dragones, nacerá la verde caña y el junco". (Is. XXX, 5, 1. 7).
El Cristo libertador de las tinieblas y de las injusticias habla de su mano dura en el castigo y de su benevolencia a la hora de su reinado misterioso lleno de luces nuevas:
"Yo arrasaré los montes y collados frondosos y agostaré todas sus yerbas y convertiré en islas, los ríos y secaré los estanques. Y guiaré a los ciegos por un camino, qu no saben y les haré andar por sendas que no conocen; convertiré delante de sus ojos las tinieblas en luz y los caminos torcidos en vías rectas; tales cosas haré en su favor y jamás los desampararé". (Is. XLII, 15-16).
Misteriosa y sorprendente es la alegoría profética de Ezequiel sobre la vida de la Iglesia futura. Llamó un día Dios a Ezequiel y le puso delante una llanura de huesos humanos :
"Dijome pues el Señor: ¿Hijo de hombre cres tú, acaso, que estos huesos vuelvan a tener vida? ¡Oh! señor Dios, respondí, Tú lo sabes! Entonces me dijo El: Profetiza acerca de estos huesos y les dirás: ¡Huesos áridos, oíd la par labra del Señor!
Esto dice el Señor Dios a esos huesos: "He aquí que yo infundiré en vosotros espíritu y viviréis. Y pondré sobre vosotros nervios y haré que crezcan carnes sobre vosotros, y las cubriré de piel, y os daré espíritu y viviréis, y sabréis que Yo soy el Señor.
Y profeticé como me lo habían mandado; y mientras yo profetizaba, oyóse un ruido y, he aquí, una conmoción grande: Y uniéronse huesos a huesos, cada uno por su propia coyuntura.
Y miré y observé que iban saliendo sobre ellos nervios, y que por encima se cubrían de piel, más no tenian vida.
Y dijome el Señor: Profetiza al Espíritu. Profetiza, ¡Oh hijo de hombre! y dirás al Espíritu, esto dice el Señor Dios:
¡VEN TU OH ESPIRITU! de las cuatro partes del mundo y sopla sobre estos muertos y resuciten.
Profeticé, pues, como me lo habían mandado y entró el Espíritu en los muertos y resucitaron; y se puso, en pie, una muchedumbre grandísima de hombres.
Y dijome el Señor: Hijo de hombre, TODOS ESOS HUESOS REPRESENTAN LA FAMILIA DE ISRAEL; ELLOS DICEN: Secáronse nuestros huesos y pereció nuestra esperanza y nosotros somos ya ramas cortadas.
Por tanto profetiza tú y les dirás: Esto dijo el Señor Dios; ¡Mirad! Yo abriré vuestras sepulturas y os sacaré fuera de ellas. ¡Oh pueblo mío! y os conduciré desde vuestro cautiverio, a la tierra de Israel. Y conoceréis que Yo soy el Señor, cuando yo abra vuestras sepulturas !Oh! pueblo mío, y os habré sacado de ellas! Y habré infundido en vosotros mi espíritu y tendréis vida y os daré el que reposéis en vuestra tierra y conoceréis que Yo el Señor hablé y lo puse por obra, dice el Señor Dios". (Ezq. XXX-1-7).
La fisonomía actual de la Iglesia, sin contar con la perspectiva gigante del mundo pagano, es una llanura de huesos secos sin vida. El lamento de la Virgen de Fátima, nos lo hace comprender:
"Es limitadísimo el número de almas en gracia" dispuestas a sacrificarlo todo, según el Evangelio.
Al contemplar, por las profecías, la nueva vida de la Iglesia futura, parece que Dios nos pregunta a los derrotistas y a los dormidos:
¿"Creéis que la Iglesia y el mundo, vuelvan a tener vida?"
Entonces una falange de santos, desde los siglos y desde sus tumbas proféticas, nos avisan como centinelas de la divinidad:
¡La Iglesia nueva a la vista! ¡Viene el Espíritu Santo. ..!
¡Preparaos hombres.. . llega la primavera de la Iglesia. ..!
Llega el día glorioso para los justos...!
Y todas esas voces que han sido instrumentos bajo el éxtasis y la profecía santa particular, nos anuncian la palabra de Dios:
"HE AQUI QUE YO INFUNDIRE EN VOSOTROS ESPIRITU Y VIVIREIS".
Y mientras se están escuchando en toda la Iglesia los anuncios y los mensajes a través de las apariciones oficiales para todo el mundo, se oye la conmoción de los pueblos, las guerras, las revoluciones en las ciudades, las enfermedades misteriosas, los terremotos... "TODA ESA CONMOCION GRANDE", está preparando a cada hueso con su juntura, a cada justo con su vocación, a cada pecador con su conversión, a cada alma con su salvación. Todos estamos oyendo por dentro de nosotros y por fuera, en los caminos sociales y mundiales, el ruido pentecostal que está preparando la juntura y el puesto de cada pueblo. Y las grandes conversiones se están sucediendo en silencio. Muchas almas enfangadas con complicaciones morales, salen misteriosamente a flote, soltando viejas amarras.
Por los caminos del alma, llegan grandes mareas de tedio y de nostalgia; la vida llena de libertades y de riesgos, ha pulsado todas las cuerdas del placer en el violín de la carne, y en cada labio, brota aquel amargor del fango lleno de hastío, comprendiendo que ya no hay nada nuevo en el sabor del alma arruinada y marchita.
El tedio de palpar los horizontes limitados de la existencia, ha hecho brotar secretamente nostalgias y alas sobre el cielo, más allá de la carne y de los festines.
Empiezan a formarse las carnes nuevas entre las ruinas y los tedios. No tienen vida aún,pero los órganos de la restauración y del resurgimiento, están floreciendo. El Espíritu, labra en el dolor nocturno de las conciencias...
La profecía nos anuncia al Espíritu, aquel espíritu creador que andaba al principio del mundo por todos los quicios componiendo los astros, las flores y los mares, y dando a la arcilla de Dios la imagen de la Divinidad. Ése Espíritu llega de los cuatro lados del mundo para juntarlo todo en Cristo, dándole unidad de vida evangélica.
Llega el Espíritu Santo para completar la obra creadora del Padre y la Redentora del Hijo. Llega el Espíritu Santo para santificar, para hacer santo, el nervio y el ojo, el alma y el ensueño lírico de la vida, los hijos y las leyes, los altares y las plazas, los hogares y los caminos. Y será tal, ese soplo creador y vivificador del Espíritu Santo, que "LOS MUERTOS RESUCITARON Y SE PUSO EN PIE UNA MUCHEDUMBRE GRANDIOSA DE HOMBRES".
El Espíritu Santo, es por antonomasia el perdonador de los pecados.
Es la función negativa de su poder santificador. Primero perdona, luego santifica. Los sacerdotes, al recibir el poder de perdonar los pecados reciben formalmente al Espíritu Santo, como poder secreto o banco de la divinidad, a cuya cuenta de méritos, se cotiza la salvación perdonadora. En toda la Iglesia la cantidad de muertos resucitados por el poder del Espíritu Santo, ha sido una gran muchedumbre en todos los siglos. Pero más aún, el futuro ha de ser también de una constelación infinita de almas regeneradas por el Espíritu.
Primordialmente, aquí, Ezequiel, habla del perdón y de la regeneración del Espíritu Santo en la Iglesia. Muchos hacen clásico este pasaje para probar la resurrección de los muertos, Pero hay sentidos más profundos, de más contenido misericordioso y profético para la Iglesia.
¿Cuál es ésta ingente multitud de hombres resucitados? Yo quiero acordarme de aquel poeta de Castilla lleno de teología y de conocimiento humano: No son los muertos, los que en dulce calma La paz disfrutan de la tumba fría, Muertos son los que llevan muerta el alma Y viven todavía...
Muertos por tanto, no son los que están en la tumba, sino los que llevan muertos a Cristo en sus almas, lejos de la gracia. Ezequiel tiende un puente ideológico al Apocalipsis de San Juan:
"Los otros muertos no revivirán hasta cumplirse las 1,000 años. Esta es la resurrección primera".
"Bienaventurado y santo quien tiene parte EN LA PRIMERA RESURRECCION sobre los tales, la segunda muerte no tendrá poderío, antes serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con El 1,000 años". (Apoc. XX 5, 6).
Por lo tanto, la resurrección aquí, es la de la gracia. La Gran función del Espíritu Santo, antes de su epifanía, será la de convertir, la de perdonar para luego florecer y fructificar en la asamblea de los justos, a la hora de la gloria de la Iglesia sobre los pueblos.
LA RESURRECCION PRIMERA, es la de la conversión. Y la conversión hay que entenderla así: O conversión primero de los verdaderamente perdidos, o conversión segunda de los que empezando bien se entibiaron y cayeron en la esterilidad y en la molicie. La primera es la de los que no conocían a Dios, la segunda es la de aquellos que conociéndole, no le daban todo. Se agarraban con un brazo al mundo, y con otra encendían los cirios y abrían los misales.
En la gloria epifánica del Espíritu Santo, sobre el mundo venidero, la gracia, moralmente, invadirá todo el tiempo de la primavera.
"Los otros muertos, no revivirán hasta cumplirse los 1,000 años" dice San Juan. El pecado, la herejía y la claudicación empezará en los finales del reino oficial de Cristo, es decir en el umbral del poderío del Anticristo.
Será tan eficiente la conversión de esta llanura de huesos, de esta santa resurrección, que muchos de ellos, según San Juan, serán sacerdotes y servidores de Cristo. Los huesos sin vida, darán tales frutos de cristianidad, que muchos serán los santos futuros, después de haber sido los grandes pecadores del universo.
Todos estos, según el Apocalipsis, formarán las primicias del reino por 1,000 años.
El milenarismo ha creído que el reino de Dios sobre la tierra, había de durar mil años. El Mesianismo de los iudíos pasó a ser el reino de la ínsula Barataría de los cristianos. Pero LOS MIL AÑOS, que significan cantidad, significan también imprecisión.
Más aún, agudizando la definición de los 1,000 años que dan los salmos, encontramos un período demasiado corto lleno de esplendor y de fugacidad:
"PORQUE MIL AÑOS SON ANTE TUS OJOS COMO EL DIA DE AYER QUE YA PASO. COMO UNA VIGILIA DE LA NOCHE. .. COMO UNA SIESTA MAÑANERA . .. COMO UNA YERBA QUE MADRUGA A FLORECER EL V URDE Y EN LA TARDE ENVEJECE Y SE SECA" (Ps. LXXXIX, 4-6)
El análisis de estos mil años, según la Sabiduría, nos da un sentido de paz bucólica, sentido primaveral de las flores que son pompa, pero que también son fugacidad. La velada de la noche, es un tránsito dulce o tormentoso hacia el alba, y la siesta mañanera es el descanso fugaz también, para la ardua tarea que seguirá después.
Esta es la síntesis de los mil años, que según la profecía de La Salette, serán unos 25 años para abocar a las sombras fatigosas del Anticristo y según cálculos de las edades que el tiempo del mundo, tendrá que ser de corta duración para cerrar hacia el año 2,000 el fin del mundo.
La apertura de los sepulcros de cada alma, será un misterio individual, por el cual, cada hombre tendrá la Misericordia en relación a si mismo. Así de esta forma, cada uno percibirá el dogma de Jesucristo Salvador. Salvador de cada alma, con toda la biografía borrascosa del pecado y sus claudicaciones y Salvador universal de todos los pueblos.
Cuando Ezequiel oye la voz profética de Dios: "OH PUEBLO MIO OS CONDUCIRE DESDE VUESTRO CAUTIVERIO A LA TIERRA DE ISRAEL" hace pensar a la Iglesia, en la gran marcha de las Naciones convertidas hacia Cristo. El paganismo saldrá de sus sepulcros por más hermosos que sean las pagodas, las torres de cebolla del Kremlin o los rascacielos americanos. La epifanía y la resurrección de las almas, por elEspíritu Santo en la Iglesia, será la gloria mayor de los siglos.
Joel el profeta del Espíritu Santo, nos anuncia la llegada misteriosa de sus Dones y de sus Luces: Y después de esto, sucederá que derramaré YO MI ESPIRITU DIVINO SOBRE TODA CLASE DE HOMBRES, y profetizarán, vuestros hijos y vuestras hijas, vuestros ancianos tendrán sueños misteriosos y tendrán visiones vuestros jóvenes.
Y aún también sobre mis siervos y siervas derramaré en aquellos días, mi Espíritu.
Y haré aparecer prodigios en el cielo y sobre la tierra. Sangre y fuego y torbellinos de humo.
El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre, antes de la llegada de aquel grande y espantoso día del Señor. Y sucederá, que cualquiera que invocare el Nombre del Señor será salvo, porque en el Monte de Sión y de Jerusalén, hallarán la salvación, como ha dicho el Señor, los restos del pueblo de Judá, los cuales serán llamados por el Señor, a su Iglesia." (Joel, II, 28-32) La invasión del Espíritu Santo, sobre las almas, tiene un prototipo: Cristo. Cuando llegó la plenitud del Espíritu sobre Cristo, ungiéndolo como símbolo y como promesa, marchó hacia la evangelización de los pobres, sanó los corazones arrepentidos, perdonó a los pecadores, dió vista a los ciegos, libertad a los encarcelados, publicando la reconciliación con Dios, y anunciando el día de la Cuenta.
En el prototipo Cristo, está realizado y anunciado lo que será la invasión oficial en la Iglesia, del Espíritu Santo.
Los pobres estarán enriquecidos con los tesoros del cielo y con los desprendimientos de la tierra; los bálsamos para los arrepentidos tendrán el sentido de la unción y de la consolación.
Habrá lagrimas tan maravillosas, como los mundos astronómicos de belleza increada. El perdón tendrá su exaltación, sin justicias aparatosas; los hombres despertarán a las cosas de Dios y sus misterios; las pasiones secretas por la carne y por las riquezas falsas de la vida, estarán sometidas; los brazos de Dios abrazarán a los millones de hijos pródigos que por los caminos del mundo volverán a Cristo, mientras que en el Cielo los ángeles cantarán el Miserere lleno de alegría, entre las lágrimas más dulces de la tierra. Y allá, bajo las sombras de la gran reconciliación, surgirán los profetas y la lluvia misteriosa de visiones ilustres y estupendas, anunciando el día de la cuenta: EL JUICIO FINAL PROXIMO.
Los siervos del Evangelio, guardados para la iluminación en el reino de Cristo sobre el mundo, estarán llenos de oráculos y de secretos de la Divinidad. Ellos como ninguno comprenderán el favor de la supervivencia; comprenderán que ser preservados para la gloria de Cristo, será ver cumplida la gran plegaria de Jesús añorada por tantos años por los cristianos, después de la tragedia del Gólgota. Dios había hecho rezar a los hombres su advenimiento. "VENGA A NOSOTROS, TU REINO."
Durante veinte siglos cristianos, la sombra pentecostal del reino de Dios, había enseñoreado la pupila del inocente y la del mártir.
Desde los silencios de los desiertos, miles de labios insomne, la habían repetido en las sombras africanas de los cenobios.
Los mártires sabían que morían por el reino de Dios sobre el mundo. Las vírgenes al marchar sobre los claustros cerrando al mundo sus ilusiones y sus carnes de cera, habían sembrado una realidad más para su venida.
Ahora se comprenderá a los patriarcas que le añoraron sobre Israel y sobre el mundo. Al entender los trabajos de los hijos de las promesas judías y las penas del cristianismo en las catacumbas y en las checas, comprenderán los justos que sobrevivir para reinar con Cristo, como testigos, es el honor más grande de los reinos.
Entonces sí que entenderán los justos y los impíos, que servir a Dios en la ociosidad aparente de los silencios, del gregoriano o de los breviarios, es reinar sobre todos los reinos y acaparar la gloria de los ángeles para servirle en la tierra, como en el cielo. Sobrevivir al reino de Dios bajo este puente de suspiros de todos los profetas, de todas las vírgenes, descansar a su sombra santamente imperial, tiene el sabor más apetecido de abrazar en la tierra misteriosamente a la Divinidad. Entonces, al olor de su presencia, reclinados de amor bajo el olvido, se incendiarán los hombres divinizados.

Ricardo Rasines Uriarte
1960... Y EL FIN DEL MUNDO
1959

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