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domingo, 19 de diciembre de 2010

DOMINICA CUARTA DE ADVIENTO


LA PENITENCIA
"El año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, tetrarca de Galilea Herodes, y Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de la Traconítide, y Lisania tetrarca de Abilene, bajo el pontificado de Anas y Caifas, fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto, y vino por toda la región del Jordán predicando el bautismo de penitencia en remisión de los pecados, según está escrito en el Libro de los Oráculos del profeta Isaías:
Voz del que grita en el desierto:
"Preparad el camino del Señor;
enderezad sus sendas.
Todo barranco será rellenado
y todo monte y collado allanado.

Y los caminos tortuosos rectificados
y los ásperos igualados.

Y toda carne verá la salud de Dios."
(Luc, III, 1-6).

San Juan Bautista, hijo de Zacarías, era el precursor de Jesús, es decir, el encargado de anunciar a los judíos la próxima venida del divino Redentor.
San Juan era un gran penitente del desierto, que anduvo por la región próxima al Jordán, predicando penitencia para que el pueblo se preparase con ella a recibir dignamente al Salvador.
Hoy recuerda la Iglesia esta predicación de San Juan y también nos exhorta a nosotros a la penitencia a fin de prepararnos de manera conveniente para la fiesta de la Navidad y aprovecharnos de los inefables beneficios de la venida de nuestro Señor Jesucristo.
Hablaremos: 1.° De cuan necesaria es la penitencia. 2.° De la penitencia que podéis y debéis hacer vosotros.
I.—Necesidad de la penitencia.
1. Qué es la penitencia.
a) Ante todo, la penitencia es un pesar de haber ofendido a Dios. La palabra penitencia viene del verbo poenitere, que quiere decir arrepentirse. Así, pues, el primer significado de la palabra es: "pesar de haber obrado mal".
El verdadero penitente llora sus pecados.
b) Penitencia quiere decir también renuncia del pecado. No es verdadero penitente el que continúa pecando. Decía Tertuliano : "Si no hay enmienda, vana es la penitencia." Por tanto, "la penitencia consiste —según San Gregorioen llorar los pecados y no cometer ya más : praeterita peccata plangere, et plangenda iterum non committere".
c) Penitencia, en fin, quiere decir : satisfacer a la divina Justicia confesando las culpas. Por esto se llama confesión al sacramento de la penitencia, ya que con él se repara el mal hecho y se obtiene el perdón de los pecados.
Además de la confesión se necesita algo más para saldar toda la deuda contraída con la divina Justicia: se precisa la expiación, o sea, cumplir actos que suponen sacrificio e implican alguna pena. Es la parte del sacramento que se denomina satisfacción.

2. ¿Es necesaria la penitencia?—
a) La penitencia es necesaria a los que han pecado. Y comoquiera que todos hemos pecado, también hemos de hacer todos penitencia por nuestras culpas.
Toda culpa merece un castigo. "El que rompe, paga", dice un proverbio; o sea: que quien hace un mal debe repararlo. Las leyes civiles, de acuerdo con estos principios morales, señalan sanciones para las diversas clases de delitos: destierro, pérdida de derechos, cárcel, trabajos forzados y hasta la misma muerte, que se aplica muchas veces tras brutales torturas. También conocían los paganos la obligación que existe de expiar las culpas (1).
Ahora, decidme: ¿No merece castigo el que ofende a Dios? Ciertamente; y Dios, que puede imponerlo a voluntad, tiene perfecto derecho a una reparación proporcionada con la culpa.
Si no se reparan convenientemente las ofensas hechas a la Divinidad en esta vida, Dios las castigará en la otra aplicando las penas eternas del infierno o las temporales del purgatorio, según que se muera en pecado mortal o sólo con pecados veniales en el alma.
Sin embargo, Dios, que es infinitamente bueno, se apiada de los pecadores y los perdona, siempre que reparen el mal mediante la debida penitencia.
Los pecadores no pueden salvarse sin penitencia. Bien claro lo dice el Señor en el Evangelio: "Si no hiciereis penitencia, todos igualmente pereceréis" (Luc, XIII, 5).
b) También es necesaria la penitencia a los que no han pecado. ¿Por qué? ¿Cabe hacer penitencia de pecados no cometidos?
Por inocentes que seamos, tenemos la tendencia al mal y es preciso frenarla con la mortificación o penitencia. Llevamos el tesoro de la gracia de Dios en vasijas de barro sumamente frágiles, y además hemos de pasar por entre múltiples peligros, expuestos a perderla con mucha facilidad. Por todas partes nos acosan enemigos, se nos tienden asechanzas, se nos incita al mal y se nos presentan obstáculos... Hasta el aire que respiramos nos tienta, y, para no caer en pecado, hay que vigilar, orar, esforzarse y luchar : cosas todas que son penitencia.
De ahí que también estén obligados los buenos a hacer penitencia, una penitencia preventiva que les impida ir por mal camino hacia la eterna perdición.

3. Ventajas de la penitencia.—
Por el sacramento de la penitencia o confesión se obtiene el perdón de todos los pecados, por muchos y graves que sean, siempre que la confesión esté bien hecha, esto es, con las debidas disposiciones.
Mediante la virtud de la penitencia, es decir, con las obras satisfactorias y los sufrimientos, se pagan las deudas contraídas con Dios. Me explicaré. Cuando uno se confiesa, se le perdonan los pecados que tiene en cuanto a la culpa, o sea: se le quita la mancha y se le condona la pena eterna del infierno, que había merecido; pero la deuda que se tenía con Dios no está del todo saldada y queda una pena temporal que es preciso pagar en esta vida o en el purgatorio, Así es que, quien hace penitencia voluntariamente, paga en esta vida toda su deuda y no tendrá que satisfacerla en la otra, de conformidad con lo que dice San Agustín, o sea : que el pecado ha de ser castigado por Dios o por nosotros mismos. Toda penitencia hecha en esta vida nos atrae dones y gracias especiales de Dios que nos facilitan el ingreso en el Paraíso. A este respecto decía San Francisco de Borja : "La penitencia es la escalera por la cual se sube directamente al cielo."

* El ejemplo de los santos.—
Los santos que primeramente fueron pecadores hicieron penitencia en cuanto obtuvieron el perdón de sus pecados.
San Pedro, que renegó de Cristo, lloró su pecado toda la vida.
La Magdalena se retiró a una gruta próxima a Marsella para hacer penitencia.
Zaqueo dio cuantiosas limosnas en reparación de sus culpas.
El buen ladrón también reparó sus culpas en el poco tiempo que le quedaba, ofreciendo al Señor el sacrificio de su vida en el Calvario.

4. Son muchos los que no hacen penitencia.—

Todos los verdaderamente convertidos hacen penitencia por sus pecados, habiéndola hecho asimismo otros muchos que no habían ofendido a Dios. Sin embargo, como decimos, son muchos los cristianos que no sólo no hacen penitencia por los pecados que han cometido, sino que continúan ofendiendo a Dios.
El ejemplo de San Juan Bautista debiera confundirlos. San Juan era inocente y, sin embargo, ¡cuántas penitencias se imponía! Decía a los demás: "Arrepentios, porque se acerca el reino de Dios." Además también predicaba con el ejemplo, a pesar de que, siendo inocente, no estaba obligado a hacer penitencia. Iba cubierto con una piel de camello, que se sujetaba con un cinturón de cuero, yendo vestido de este modo durante los largos años que pasó en el desierto, sujeto al frío, al calor, a los vientos y a las lluvias; su alimento consistía en langostas y miel silvestre. La gente acudía a este hombre prodigioso para preguntarle: "¿Qué hemos de hacer?" (Luc, III, 14). Y al oír la palabra del Bautista y ver su tenor de vida, se arrepentían de sus pecados y hacían penitencia.
Hay muchos cristianos, grandes y pequeños, que no quieren oír hablar de penitencia. No se confiesan, no se arrepienten de sus pecados, no los lloran ni los expían con buenas obras, sino que continúan pecando y acumulando deuda sobre deuda con Dios. ¿Cómo podrán salvarse?... (2).

II.—¿Cómo ha de hacerse la penitencia?
¿Qué penitencia habréis de hacer vosotros, mis queridos niños? ¿La que hizo San Juan Bautista o las asperezas a que se entregaron algunos santos? Nada de eso. El Señor no pretende tanto de vosotros. Vuestras penitencias han de ser las siguientes:
1. Confesaros bien.—
Procurad que vuestras confesiones sean humildes y sinceras, seguidas de gran dolor por haber ofendido a Dios. La humillación y el arrepentimiento, acompañados de gran dolor, son ya de por sí una penitencia que consigue perdón y misericordia.
2. Vencer las tentaciones.
La lucha contra las pasiones y los enemigos espirituales es también penitencia. Si sentís tentación de gula, mortificaros. Si os sentís inclinados a la venganza, perdonad. Si os tienta la pereza, vencedla con la diligencia. Mortificad vuestros ojos y oídos... Sed bien hablados y procurad que vuestros pensamientos sean puros. Dios agradecerá vuestros esfuerzos y ganaréis mucho para la otra vida.
3. Cumplid bien vuestros deberes.—
La obediencia, el estudio, el trabajo..., exigen sacrificio. Haced todo esto de buen grado y ofrecedlo a Dios en penitencia de vuestros pecados.
4. Sufrid con paciencia todas las adversidades.—
Alguna vez tendréis que soportar reproches o castigos de vuestros padres y maestros. Pues bien: no os quejéis, sino recibidlo todo con mucha resignación, pensando que tal vez os hayáis merecido más. Y si os pareciere que no os merecéis el castigo que os dan, recibidlo en reparación de otras faltas que hayáis cometido y por las que no os castigaron.
Los dolores, las enfermedades, la pobreza, las injurias, son cosas que, tomándolas por penitencia, serán meritorias ante Dios.

Ya sabéis cómo podréis expiar fácilmente vuestros pecados y hallar gracia ante el Señor. El que no haga penitencia tan meritoria y llevadera, será porque no quiera.
Conclusión. — Me consta que todos queréis ir al cielo. Pues bien : tened presente que sólo hay dos caminos para llegar a él: el de la inocencia y el de la penitencia. Por el primero se salvan los niños bautizados que mueren antes de alcanzar el uso de razón. Los demás debemos ir al Paraíso por la penitencia.
Paguemos en esta vida nuestras deudas con el Señor mediante la mortificación y penitencia; de esta forma, cuando muramos, Dios misericordioso nos acogerá con los brazos abiertos en su reino bienaventurado.

EJEMPLOS
(1) Jerjes y los espartanos.—El rey persa Jerjes ( 490 a. C.) envió embajadores a Esparta para exigir su rendición. Los embajadores dijeron a los espartanos:
—Nuestro rey manda que os rindáis y que en señal de sumisión nos deis tierra y agua, según costumbre.
Ofendidos los espartanos, tiraron a los embajadores a un pozo, diciéndoles :
—Ahí tenéis la tierra y el agua. Y acabaron con ellos.
Sin embargo, reflexionaron luego sobre lo mal que habían hecho faltando de aquel modo a los embajadores persas, y determinaron ofrecer adecuada reparación por su culpa. Para ello designaron a dos de sus principales ciudadanos, comisionándolos para que se presentasen a Jerjes y le dijeran:
—Los espartanos han cometido un grave delito matando a tus embajadores. Arrepentidos de acto tan innoble, nos han enviado para que tomes en nosotros la venganza que quieras. Estamos dispuestos a pagar con nuestra vida la injuria que se te ha hecho.
Jerjes se asombró de semejante heroísmo, y no sólo dejó en libertad a los dos espartanos, sino que, por añadidura, les entregó ricos presentes.
También conocían los paganos el deber de la expiación.
(2) La penitencia de un niño.—León Harnel, famoso industrial francés, narró el siguiente hecho:
Cierto día fue una madre a despertar a su hijito y vio con extrañeza que el niño se había puesto un trozo de madera por almohada.
—¿Por qué has hecho esto, nene?
A lo que contestó el pequeño:
—Es que nos ha dicho el catequista que hay que hacer algún sacrificio por la conversión de los pecadores, y yo he escogido éste. Creo que le gustará al Señor.
Este inocente niño se mortificaba por quienes, estando obligados a ello, no hacen penitencia por sus pecados.
G. Mortarino
MANNA PARVULORUM

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