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sábado, 22 de enero de 2011

La piedad con los pobres del Señor, y el ejercicio santo de las obras de misericordia

El divino Maestro nos enseñó que seamos piadosos y misericordiosos con nuestros prójimos, así como nuestro Padre celestial es piadoso y misericordioso con nosotros, para que así seamos hijos suyos (Luc, VI, 36).
Esta es la doctrina sana, y en ella se funda la religión inmaculada y limpia, y de quien dice el apóstol Santiago, que toda se compone de obras de caritativa piedad; y juntamente dice, que guardemos nuestro corazón sin mancharse con este siglo maligno, justificando nuestras obras piadosas en los ojos de Dios y de los hombres.
A Dios nuestro Señor agrada mas la misericordia que el sacrificio, como nos lo diré por un santo profeta (Osae, VI, 6). Por lo cual los tiranos y crueles que no tienen piedad con sus prójimos van errados.
Yo te enseñare lo que es bueno, y lo que Dios quiere de ti, dice otro santo profeta. Lo que tu Dios y Señor quiere de ti, es que hagas justicia, y ames la piedad y misericordia, y que andes solicito con tu Dios, para que guardes puntual su divina ley, y seas compasivo con tu prójimo. (Mich., VI, 8 et seq.)
En estos dos grandes preceptos del amor de Dios y del prójimo consiste toda la ley y la doctrina de los profetas, dice Cristo Señor nuestro (Matth., XII, 40), y no tiene verdadero amor de su prójimo el que no es piadoso y compasivo con él.
El mal tratamiento que no quieres le tenga otro contigo, no le uses con él. Y todo el bien que tu quieres que otros hagan contigo, hazle tú con ellos, como el Señor te lo enseña en su santo evangelio. En estas pocas palabras hay un tesoro de doctrina celestial, que no acabamos los mortales de comprender bien (Matth., VI, 12 ; Luc, VII, 31).
El Altísimo Señor humanado nos predicó, que son bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia; y por el contrario los impíos y tiranos cou sus prójimos son infelices, y hallarán a Dios nuestro Señor muy severo y vigoroso contra ellos.
El evangelista san Juan, siendo ya tan anciano, que sus discípulos le llevaban en sus brazos al templo, les decía frecuentemente: Hijos, amaos unos a otros. Los discípulos le preguntaron, ¿por qué siempre les decia esto? Y el santo apóstol les respondió una sentencia tan digna como suya, dice san Jerónimo: os digo tantas veces y siempre que os améis unos a otros, porque este es el precepto del Señor, y esto os basta.
El mismo santo evangelista dice en una de sus cartas, que el que no ama a su prójimo, tampoco ama a su Dios; porque si no ama a su prójimo que ve, ¿cómo entenderemos que ama a su Dios, a quien no ve? (I Joan., IV, 20.)
En otra parte hace un eficaz argumento para comprobar el amor verdadero del prójimo, y dice: si tienes conveniencias temporales, y ves a tu prójimo en grande necesidad, y no le socorres, sino que te pasas inmoble, sin compasión de su trabajo, ¿cómo entenderemos que tienes caridad y amor a tu prójimo? (I Juan., III, 37.)
Otro semejante argumento hace el apóstol Santiago, y dice, que si un cristiano de buenas conveniencias ve a su prójimo con su mucha necesidad y grande frió, y le dice, que se vaya a comer y a calentar, sin darle cosa alguna para remediarse, ¿cómo probará que tiene verdadero amor a su prójimo? ¿De qué sirven las buenas palabras, si el pobre con ellas no puede comprar la comida, ni el fuego para su remedio?
Por esto dice el amado discípulo de Cristo, que nuestro amor al prójimo no sea solo de palabra y cumplimiento, sino de obra y de verdad (Joan., III, 18). ¿De qué provecho le serán al pobre las buenas palabras, con las cuales se queda tan frío y hambriento como antes estaba?
Todo esto se entiende de quien tiene con qué remediar a su prójimo, y no lo hace; porque si no tiene con qué remediarle, caridad será consolarle con afectuosas palabras, compadeciéndose de su trabajo, y encomendándole a Dios, para que le dé paciencia, y mueva los corazones de quien le puede socorrer. Así lo hacia el caritativo san Diego de Alcalá cuando no tenia con qué remediar a los pobres de Cristo, y lloraba con ellos.
El santo rey David estaba cortado a medida del corazón de Dios, y en él se pondera la piedad insigne y heroica mansedumbre con sus prójimos; porque esta es virtud inseparable de todos los amigos de Dios, el ser piadosos y compasivos, tratando a sus prójimos con benignidad, amor y mansedumbre interior y exterior.
El celo amargo y desabrido que algunos tienen con sus hermanos y prójimos está muy reprendido del apóstol Santiago, el cual dice, que los hombres sabios muestren con sus modos apacibles la mansedumbre que consigo lleva la verdadera sabiduría; y se desengañen, que si son amigos de contenciones y litigios, y faltan a la perfecta caridad, no es sabiduría del cielo ni de Dios, sino terrena, animal y diabólica (Jac, III, 13 ad 18).
Esta es la sabiduría diabólica que bajo de la capa exterior de celo, esconde las armas de la venganza, como dice Isaías profeta. En lo exterior parece santo celo ; pero no corresponde en el corazón envenenado sino un ánimo vengativo muy horroroso. La sabiduría que es de Dios, tiene las buenas condiciones de pacifica, benigna, modesta y misericordiosa, esta es la que se junta con el santo celo, como dice el apóstol ya citado (Jac, III, 7).
Este es el celo santo que dignamente se celebra en san Antonio de Padua: Zelo juncto charitas. El celo junto con la caridad y benignidad es el que convierte y vence los corazones humanos: Quoniam supervenit mansueto, et corripiemur. Este es el celo santo y suave, que imita la condición benigna de Dios, cuyas divinas palabras son suavísimas, y penetran el corazón humano; y aun por eso son penetrantes, porque son suaves: Molliti sunt sermones ejus super oleum, et ipsi sunt jacula.
Así quería nuestro seráfico padre san Francisco que fuese el celo santo de los prelados de su orden: advirtiéndoles en su santa regla, que no se airasen ni conturbasen por el pecado de algún subdito; porque la ira, la conturbación, en sí y en otros impide la caridad.
El amor afectuoso de unos con otros es la señal cierta que Cristo Señor nuestro puso para que el mundo nos conozca por cristianos: In hoc cognoscet mundus, quod diseipuli mei estis, si vos invicem diligatis (Joan., XIII, 35). Por lo cual aquellos hombres impacientes y mal condicionados, que son amigos de contiendas, discordias, desabrimientos, celos amargos y continuas inquietudes, no solo no son virtuosos, pero ni aun tienen señal de cristianos.
Y aunque con todos los prójimos nos debemos mostrar amorosos, afables y benignos, mas singularmente con los pobres del Señor. Por lo cual dice el Espíritu Santo, que te muestres afable con la congregación de los pobres ; porque en ellos tiene puesto Dios nuestro Señor sus divinos ojos, y siente como propias sus ofensas y desprecios (Eccl., IV, 7).
Desventurado es el hombre que no repara en contristar a los pobres de Cristo; porque sus gemidos y llantos llegarán a la presencia divina, de donde le saldrá la formidable sentencia de su castigo; porque el Altísimo se ha dignado intitularse: Padre y defensor de los pobres, y estos apellidos de Dios se mencionan muchas veces en la sagrada Escritura. (Psalm. LXVIII, 6 et alibi.)
Los que son aplicados a socorrer y dar limosna a los pobres del Señor, aun en esta vida mortal experimentan las misericordias infinitas de Dios; porque en esta vida les dará ciento por uno, y en la otra poseerán la vida eterna, cuyas delicias no son explicables con voces humanas, como dice el apóstol san Pablo (I Cor., II, 9).
Ei hombre limosnero y piadoso con los pobres de Cristo, aunque tenga muchos pecados, parece un santo; porque como dice el apóstol san Pedro, la caridad encubre la multitud de los pecados: Charitas operit multitudinem peccatorum: y no es mucho que un hombre, en quien no se descubre sino la caridad y piedad con los pobres de Cristo, parezca un santo.
En el libro del Eclesiástico se dice, que al fuego apaga el agua, y la limosna resiste a los pecados (Eccl., III, 33). En cuya legítima exposición se entiende, que la limosna resiste los pecados presentes, pretéritos y futuros, aunque de distinto modo. A los pasados, para que el limosnero haga penitencia, y no se condene por ellos: a los presentes, para que no permanezca en su mal estado; a los futuros, para que se libre de ellos, resistiendo constante a los combates y tentaciones del demonio.
Ruega el pobre por quien le da limosna, y el Espíritu Santo dice, que la oración del pobre sube a los oídos del Altísimo Dios (Eccl., XXI, 6), el cual hace juicio si al pobre le han ofendido, para castigar al ofensor; y si le han socorrido, para dar muchos auxilios y bendiciones del cielo a quien piadoso le socorrió.
Y cuando el pobre fuese desagradecido, y no orase por quien le dio limosna, la misma limosna ruega por él. Por eso dice el Espíritu Santo, que pongas la limosna en el seno del pobre, y ella rogara por ti. (Eccl., XXIX, 15 et seq.)
El pecador afligido con el grave peso de sus culpas, haga limosna, y sentirá presto el alivio de su alma. El insigne Tobías, entre muchos santos documentos que dio a su amado hijo, fue uno decirle, que de su hacienda diese siempre limosna, y jamas apartase la cara de ningún pobre; porque asi tampoco Dios nuestro Señor apartaría de él su misericordioso rostro (Tob., IV, 7).
Del modo que pudieres haz limosna, prosigue el sagrado texto: si tienes mucho, da limosna con abundancia; y si tienes poco, da también poco; pero no dejes de dar. El premio de tus limosnas le tendías bien atesorado para el dia de la mayor necesidad; porque la limosna libra de todo pecado y de la muerte, y no permitirá que tu alma se condene.
Este mismo sano consejo dio el profeta Daniel a Nabucodonosor, diciéndole, que redimiese sus pecados con limosnas, y compensase sus iniquidades, haciendo misericordias con los pobres; porque así tal vez hallaría perdón de sus gravísimos delitos, aunque habia sido tan malo y perverso con el Altísimo Dios (Dan., IV, 22).
Este es el especial privilegio del hombre limosnero, dice el Espíritu Santo, que sus piedades se guardan en la memoria divina; y en el dia de su mayor trabajo le son de mucho provecho, porque le sirven de constante firmamento para que su caída no sea de eterna perdición.
Por esta causa se dice ya bienaventurado el que se aplica al socorro del pobre, dice David, porque en el dia malo le librará el Señor; esto es, en el dia del juicio, o en el dia de su grande tribulación. (Psalm. XL, 2 et seq.) La santa Iglesia hace oración por él, y pide a Dios que le asista, y le envíe consuelo en la cama de su enfermedad, cuando se halle afligido de íntimos dolores y mortales angustias.
Aun pasan los consuelos de los limosneros mas allá de su muerte; porque dice el Sabio, que el hombre piadoso con los pobres, no solo no temerá en el dia del juicio, sino que entonces se reirá, cuando llorarán los pecadores impíos: Et ridebit in die novissimo (Prov., XXXI, 2o).
Con sus piedades y limosnas dispone el hombre piadoso lo que ha de responder al Señor en el dia del juicio, dice el profeta David: Disponet sermones suos in judicio, cuando el Señor hará sus preguntas y demandas a los hijos de los hombres, para dar á cada uno seuun sus obras.
Y es muy de notar, que siendo tantos los asuntos que se han de examinar en aquel divino juicio, no obstante, cuando el Señor dé su bendicion a los buenos, les dirá, que les da la posesión de la gloria eterna, porque fueron piadosos y caritativos con los pobres necesitados ; y a los malos dirá, que los condena, porque no tuvieron piedad con los pobres y menesterosos (Matth., XXV, 34 et seq):CXI y por esto se dice, que los piadosos con los pobres se disponen bien para aquel novísimo dia, y no temerán la maldición del tremendo Juez (Psalm., CXI, 7).
No solo en los bienes del alma, que son los principales, sino también en los temporales y terrenos prosperan y se hacen felices los piadosos y limosneros; porque por un real que dan al pobre de Cristo, les da el Señor ciento. Por esto se dice en la divina Escritura, que el piadoso abra su mano para socorrer al necesitado: Manum suam aperuit inopi: y luego se sigue, que extienda las dos palmas de sus manos: Et palmas estendi ad pauperem, para recibir a dos manos, y a manos llenas, los divinos favores, así espirituales como temporales (Prov., XXXI, 20).
En confirmación de esta doctrina, dice el evangelista san Lúcas, que ninguno dejó cosa propia, ni campo, ni viña en este mundo, por el amor de Dios, y por el reino de los cielos, que no recibiese mucho mas, no solo en la vida eterna, sino también en esta vida temporal y transitoria.
Por experiencia propia podia contestar a esta verdad aquella feliz viuda deSarepta, que dio de comer al profeta Elias; y en premio de su piedad y caritativa limosna, la dijo el santo profeta, que no la faltaría jamas la harina de su casa. Este es el digno premio de la piedad, enriquecer al misericordioso aun en este mundo.
Las historias eclesiásticas están llenas de los patentes milagros que hace Dios, aumentándo los bienes temporales de los piadosos y limosneros. En este reino de Aragón, en la ilustre villa de Alqueazar, es pública y notoria una patente maravilla, en prueba superabundante de esta doctrina: había en dicha villa un hombre honrado, muy piadoso con los pobres; y en un año de grande carestía de trigo le encomendaron el granero del pueblo para que le distribuyese con cuenta y razón, como se acostumbra.
El piadoso operario no tenia corazón para dar poco a los pobres; por lo cual, si un pobre hombre que tenia mucha familia, le pedia una fanega de trigo, le daba un cahiz; y así acabó luego con el depósito del pueblo. La ocasión incita mucho, dice un proverbio.
Pidió la villa, según sus constituciones, la cuenta con pago que debia dar; y como de los pobres no habia recibido el precio del trigo, vendieron al piadoso hombre toda su hacienda; y cinco hijos que tenia se quedaron en la calle pobres de solemnidad, al amparo de los parientes honrados y acomodados que allí tenia. En igual necesidad, primero es el pariente que el extraño, según la doctrina del santo profeta Isaías.
La bendición de Dios Omnipotente descendió sobre los tales hijos del piadoso limosnero con tan grande abundancia, que en mis dias los he visto a todos decentisimamente acomodados: dos canónigos de la santa iglesia catedral de Huesca, uno caballero del hábito de Santiago, y la casa de sus padres rica y próspera, porque todos han salido con inclinación afectuosa para asistirla, y es una admiración de toda aquella tierra. Dios hace al pobre, y le enriquece cuando quiere, como se dice en el cántico sagrado (I Reg., II, 7).
Esta es la misericordia divina, que se difunde liberal con los piadosos y limosneros que socorren a los pobres de Cristo Señor nuestro. El santo Job dice de sí mismo, que le creció la piedad y misericordia con los años de su vida desde su infancia, y ya se ve cuan rico y opulento le hizo Dios en los bienes espirituales y temporales.
El santo anciano Tobías ejercitaba todas las obras de misericordia, como consta de su sagrado libro; y el ángel del Señor le dijo claramente, que cuando él dejaba su comida, y escondía los cadáveres, para darles de noche decente sepultura, entonces él ofreció sus oraciones en la presencia de Dios, y el Señor le prosperó su casa y familia.
Desengáñense los mortales, que el modo para tener, es el dar por amor de Dios limosna a los pobres; porque no puede dejarse de verificar la sentencia infalible del Señor, que dice: dad, y recibiréis: Date, et dabitur vobis (Luc, VI, 38). El miserable se pierde, y el liberal con los pobres prospera.
Un misterioso proverbio dice, que algunos roban lo que no es suyo, y siempre están pobres; y otros dan y reparten sus bienes propios, y se hacen mas ricos (Prov., XI, 24). Estos son los piadosos con los pobres de Cristo, y limosneros; que cuanto mas dan, mas tienen, y Dios les da mas y mas, para que tengan que dar mas por su amor. Sea bendita y alababa la infinita misericordia de Dios. Amen.
R.P. Fray Antonio Arbiol
LA FAMILIA REGULADA

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