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jueves, 3 de marzo de 2011

EL DECRETO CONCILIAR "UNITATIS REDINTEGRATIO" Y EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA (6 final)

Por Ing. Mateo Roberto Gorostiaga

* "Decreto del Concilio Ecuménico Vaticano II" del 21 de Noviembre de 1964.
• Tomada con subtitulos y números de párrafos de la IV edición Guadalupe.

La vida sacramental
U.R.22 A) Por el sacramento del bautismo, debidamente administrado según la institución del Señor, y recibido con la requerida disposición del alma, el hombre se incorpora realmente a Cristo crucificado y glorioso, y se regenera para el consorcio de la vida divina, según las palabras del Apóstol: Con El fuisteis sepultados en el bautismo, y en El, asimismo, fuisteis resucitados por la fe en el poder de Dios, que lo resucitó de entre los muertos (Col. 2, 12; clr. Rom. 6, 4).

Gregorio XVI, Encíclica"Mirari Vos"
Habiendo recordado el apóstol que uno es Dios, una la fe y uno el bautismo (Efesios IV, 5), tiemblen los que pretenden que en cualquiera religión hay un camino abierto hacia el puerto de la bienaventuranza, y mediten en su alma las palabras del Salvador que dicen que están contra Cristo los que con Cristo no están (Lucas XI, 23) y que desparraman, desafortunadamente, los que con El no cosechan, y que por esto perecerán sin duda eternamente los que no poseen la fe católica y la conservan íntegra e inviolada... (Simbolo Atanasiano)
Por otra parle, falsamente alguien acariciaría la idea de que le basta con estar regenerado por el bautismo, pues oportunamemete respondería Agustin: El sarmiento que está separado de la vid tiene la misma forma; pero ¿qué le aprovecha la forma si no vive de la raíz? (San Agustín, Psalmus contra partem Donati o Salmo abecedario, letra S (Migne. P.L. 43, col. 50, rengl. 29-31)

León XIII (Satis Sognitum):
(63. A los que vacilan) Nuestro corazón se dirige también con sin igual ardor a aquellos a quienes el soplo contagioso de la impiedad no ha envenenado del todo, y que, por lo menos experimentan el deseo de tener por Padre al Dios verdadero, creador de la tierra y del cielo. Reflexionen y comprendan bien que no pueden en manera alguna contarse en el nú ni ero de los hijos de Dios, si no vienen a reconocer por luí mano u Jesucristo y por madre a la Iglesia. Antes había dicho (N°9): "Pues ningún otro nombre ha sido dado a los hombres por el que podamos ser salvados" (Hechos IV, 2). La misión, pues, de la Iglesia es repartir entre los hombres y extenderá todas las edades la salvación operada por Jesucristo y todos los beneficios que de ella se siguen. Por esto según la voluntad de su Fundador, es necesario que sea única en toda la extensión del mundo y en toda la duración de los tiempos. Para que pudiera existir una unidad más grande, sería preciso salir de los limites de la tierra e imaginar un género humano nuevo y desconocido. [...]
Así, pues, si algunos miembros están separados y alejados de los otros miembros, no podrán pertenecer a la misma cabeza como el resto del cuerpo. "Hay -dice San Cipriano- un solo Dios, un solo Cristo, una sola Iglesia de Cristo, una sola fe, un solo pueblo que, por el vínculo de la concordia, está fundado en la unidad sólida de un mismo cuerpo. La unidad no puede ser amputada; un cuerpo, para permanecer único, no puede dividirse por el fraccionamiento de su organismo" (S. Cipr. De cath. Eccl. Unit. 23 P.L. 4, 517). Para mejor declarar la unidad de su Iglesia, Dios nos la presentó bajo la imagen de un cuerpo animado, cuyos miembros no pueden vivir sino a condición de estar unidos con la cabeza y de tomar sin cesar de ésta su fuerza vital; separados han de morir necesariamente. No puede (la Iglesia) ser dividida en pedazos por el desgarramiento de sus miembros de sus entrañas. Todo lo que se separe del centro de la vida no podrá vivir por sí solo ni respirar (S. Cipr. De cath. Eccl. Unit. 23 P.L. 4, 517).

Por eso Inocencio III en su Carta "Eius Exemplo de"18-XII-1208:
De corazón creemos y con la boca confesamos una sola Iglesia, no de herejes, sino la Santa, Romana, Católica y Apostólica, fuera de la cual creemos que nadie se salva (D.423).

San Pío X, 1903-1914 [Del Motu proprio Sacrorum Antistitum de l-IX-1910]:
Por tanto, mantengo firmísimamente la fe de los Padres y la mantendré hasta el postrer aliento de mi vida sobre el carisma cierto de la verdad, que está, estuvo y estará siempre en la sucesión del episcopado desde los Apóstoles (Iren. 4, 26, 2 PG 7, 1053 C); no para que se mantenga lo que mejor y más apto pueda parecer conforme a la cultura de cada edad, sino para que nunca se crea de otro modo, nunca de otro modo se entienda la verdad absoluta e inimitable predicada desde el principio por los Apóstoles.
Todo esto prometo que lo he de guardar íntegra y sinceramente y custodiar inviolablemente sin apartarme nunca de ello, ni enseñando ni de otro modo cualquiera de palabra o por escrito. Así lo prometo, así lo juro, así me ayude Dios... (D.2147).

U.R.22 B): El bautismo, por tanto, constituye un poderoso vínculo sacramental de unidad entre todos los que con él se han regenerado. Sin embargo, el bautismo por sí mismo es tan sólo un principio y un comienzo, porque todo él se dirige a la consecución de la PLENITUD de la vida en Cristo. Así, pues, el bautismo se ordena a la profesión íntegra de la fe, a la PLENA incorporación, a los medios de salvación, determinados por Cristo y, finalmente, a la INTEGRA incorporación en la comunión euearística.

León XIII (Satis Cognitum):
(14. unidad absoluta en la fe) Por esto, según su plan divino, Jesús quiso que la unidad de la fe existiese en su Iglesia; pues la fe es el primero de lodos los vínculos que unen al hombre con Dios, y a ella es a la que debemos el nombre de fieles.
"Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo" (Efesios IV, 5), es decir, del mismo modo que no tienen más que un solo Señor y un solo bautismo, así todos los cristianos del mundo no deben tener sino una sola Fe. Por esto el Apóstol San Pablo no pide solamente a los cristianos que tengan los mismos sentimientos y huyan de las diferencias de opinión, sino les conjura a ello por los motivos más sagrados: "Os conjuro, hermanos míos, por el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, que no tengáis más que un mismo lenguaje, ni sufráis cisma entre vosotros; sino que estéis todos perfectamente unidos en el mismo espíritu y en los mismos sentimientos" (I, Cor. I, 10) Estas palabras no necesitan explicación, son por sí mismas bastante elocuentes.

Pío IX, 1846-1878.-Concilio Vaticano, 1869-1870:
(Del objeto de la fe) Ahora bien, deben creerse con fe divina y católica todas aquellas cosas que se contienen en la palabra de Dios escrita o tradicional, y son propuestas por la Iglesia para ser creídas como divinamente reveladas, ora por solemne juicio, ora por su ordinario y universal magisterio (D.1792).
(De la necesidad de abrazar y conservar la fe) Mas porque sin la fe... es imposible agradar a Dios [Hebr. 11, 6] y llegar al consorcio de los hijos de Dios; de ahí que nadie obtuvo jamás la justificación sin ella, y nadie alcanzará la salvación eterna, si no perseverare en ella hasta el fin (Mt. 10, 22; 24, 13]... (D.1793).

Gregorio XVI, Encíclica "Summo Jugiter":
No ignoráis, Venerables Hermanos, con qué celo tan intenso y constante han inculcado Nuestros Predecesores aquel mismo artículo de la fe que ellos se atreven a negar, referente a la necesidad de la fe y de la unidad católicas para conseguir la salvación. A esto se refieren las palabras del celebérrimo discípulo de los Apóstoles, San Ignacio mártir, en su carta a los filadelfos: No erréis hermanos míos; si alguno sigue al que hace cisma, no obtendrá la herencia del reino de Dios. San Agustín, por su parte, y otros Obispos africanos... explicaban esto mismo más explícitamente: Quienquiera que sea separado de esta Iglesia Católica, por más que crea vivir laudablemente, con todo, por el sólo delito de estar separado de la unidad de Cristo, no tendrá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él. Y, pasando por alto otros muchos, casi innumerables pasajes, de los antiguos Padres, mencionaremos con honor a aquel glorioso predecesor Nuestro, San Gregorio Magno, que expresamente afirma ser ésa la doctrina de la Iglesia Católica. Dice así: "La santa Iglesia Universal predica que a Dios no se le puede honrar con verdad sino dentro de ella, afirmando que cuantos están fuera de ella de ninguna manera se salvarán".
Tenemos, además, los actos solemnes de la misma Iglesia con los que se anuncia el mismo dogma. Así, en el decreto de fe que publicó Nuestro predecesor Inocencio III, en el IV Concilio Ecuménico de Letrán, se dice: "Una es la Iglesia universal de los fieles, fuera de la cual nadie puede salvarse" (Ver Denzinger-Umberg, Enchiridion Symb. 430; S. Cipriano Ep. 73 a Iubaiano, n. 21 Migne P.L. 3, col, 1123 B). Finalmente, el mismo dogma se encuentra expresamente indicado en las profesiones de fe propuestas por la Sede Apostólica, tanto en la común a todas las Iglesias latinas, como en las otras dos, en uso, una entre los griegos y otra entre los demás católicos orientales. No hemos enumerado estos testimonios, entresacados de entre otros muchos, Venerables Hermanos, con ánimo de enseñaros un artículo de fe que vosotros ignoráis. Lejos de Nos el haceros objeto de una sospecha tan absurda e injusta. Pero es tal la preocupación que Nos apremia por este importantísimo y conocidísimo dogma, impugnado por algunos con audacia desmedida... (Ene. Pontificias. Ed. Guadalupe, pp. 31-32).

U.R.22 C) Las comunidades eclesiales separadas, aunque les falle esa unidad PLENA con nosotros que dimana del bautismo, y aunque creamos que, sobre todo por la carencia del sacramento del orden, no han conservado la genuina e INTEGRA sustancia del misterio eucaristico, sin embargo, mientras conmemoran en la santa cena la muerte y la resurrección del Señor, profesan que en la comunión de Cristo se representa la vida, y esperan su glorioso advenimiento. Por consiguiente, la doctrina sobre la cena del Señor, sobre los demás sacramentos, sobre el culto y los misterios de la Iglesia deben ser objeto de diálogo.

El Padre Hartmann Grisar S.J. en "Martin Lutero, su vida y su obra" Dice:
En 1523 hizo su aparición el folleto "De la misa clandestina y de la consagración de los clérigos".
En este escrito rechaza Lutero no sólo el Sacrificio de la Misa, sino la presencia de Cristo en el altar sin comunión: "Dígnese Dios otorgar a todos los fieles cristianos un corazón tal que al oír hablar de la misa se santigüen, como en presencia de una abominación diabólica".

Asamblea de Smalkalda (1537)
Habíanse preparado en Wittenbcrg... las conclusiones conocidas con el nombre de Artículos de Smalkalda, ante todo la justificación luterana y la sola fides. "En este punto -escribía Lutero- no podemos ceder, sino mantenerlo, a pesar del cielo y de la tierra, porque en él descansa cuanto explicamos y enseñamos contra el Papa, el diablo y el mundo" (p. 325).
Venía luego la condenación del Sacrificio de la Misa: "que es la cola del dragón de que penden los sacramentos del diablo", el purgatorio, las peregrinaciones, las reliquias, las indulgencias, la invocación de los santos... Todo ello en mescolanza, sin orden ni método, y rebozado en un mar de injurias. En tercer lugar, la cuestión de los conventos y de las fundaciones que es preciso suprimir, el pretendido derecho del Papado, que hay que rechazar. [...]

Grave enfermedad de Lutero en Smalkalda
Su oración... era así: "Bien sabes, oh Dios mío, que he predicado tu palabra con celo y fidelidad... Muero odiando ni Papa" (p.326).
Luego el P. Grisar narra: el epitafio por él -Lutero- prevenido para su propia tumba; y que decía que su muerte sería la muerte del Papa: Pestis eram vivus, moriens ero mors tua, papa.

Lucio III, 1181-1185, Concilio de Verona, 1184
(Del Decreto Adabolendum contra los herejes). A todos los que no temen sentir o enseñar de otro modo que como predica y observa la sacrosanta Iglesia Romana, acerca del sacramento del cuerpo y de la sangre de nuestro Señor Jesucristo, del bautismo, de la confesión de los pecados, del matrimonio o de los demás sacramentos de la Iglesia; y en general, a cuantos la misma Iglesia Romana o los obispos en particular por sus diócesis con el consejo de sus clérigos, o los clérigos mismos, de estar vacante la sede, con el consejo -si fuere menester-, de los obispos vecinos, hubieren juzgado por herejes, nosotros ligamos con igual vínculo de perpetuo anatema (D.402).

Pío IV, 1559-1565.- Concilio de Trento, 1545-1563
Sesión XXII (17 de septiembre de 1562)
doctrina... acerca del santísimo sacrificio de la Misa
El sacrosanto, ecuménico y universal Concilio de Trento, legítimamente reunido en el Espíritu Santo, presidiendo en él los mismos legados de la Sede Apostólica, a linde que la antigua, absoluta y de todo punto perfecta ley doctrina acerca del grande misterio de la Eucaristía, se mantenga en la santa Iglesia Católica y, rechazados los errores y herejías, se conserve en su pureza; enseñado por ilustración del Espíritu Santo, enseña, declara y manda que sea predicado a los pueblos acerca de aquélla, en cuanto es verdadero y singular sacrificio, lo que sigue (D.937a)
Cap. 1 (De la institución del sacrosanto sacrificio de la Misa)
...Así, pues, el Dios y Señor Nuestro... en la última Cena, la noche que era entregado, para dejar a su esposa amada, la Iglesia, un sacrificio visible... por el que se representara aquél suyo sangriento que había una sola vez de consumarse en la cruz, y su memoria permaneciera hasta el fin de los siglos (1 Cor. XI, 23 ss), y su eficacia saludable se aplicara para la remisión de los pecados... declarándose a sí mismo constituido para siempre sacerdote según el orden de Melquisedec (Ps. 109, 4), ofreció a Dios Padre su cuerpo y su sangre bajo las especies de pan y de vino y bajo los símbolos de esas mismas cosas, los entregó..., a sus Apóstoles, a quienes entonces constituía sacerdotes del Nuevo Testamento, y a ellos y a sus sucesores en el sacerdocio, les mandó con estas palabras: Haced esto en memoria mía, etc. [Lc. 22,19; 1 Cor. 11. 24] que los ofrecieran. Así lo entendió y enseñó siempre la Iglesia [Can. 2]... (D.938).
Y esta es ciertamente aquella oblación pura, que no puede mancharse por indignidad o malicia alguna de los oferentes, que el Señor predijo por Malaquías [1,11] había de ofrecerse en lodo lugar, pura, a su nombre, que había de ser grande entre las naciones, y a la que no oscuramente alude el Apóstol Pablo escribiendo a los corintios, cuando dice, que no es posible que aquéllos que están manchados por la participación de la mesa de los demonios, entren a la parte en la mesa del Señor (1 Cor. 10, 21), entendiendo en ambos pasos por mesa el altar... (D.939).
Cap. 9 [Prolegómeno de los cánones siguientes]
El sacrosanto Concilio..., por unánime consentimiento de todos los Padres, determinó condenar y eliminar de la sania Iglesia, por medio de los cánones que siguen, cuanto se opone a esta le purísima y sagrada doctrina (D.947).

Cánones sobre el santísimo sacrificio de la Misa
Can. 1. Si alguno dijere que en el sacrificio de la Misa no se ofrece a Dios un verdadero y propio sacrificio, o que el ofrecerlo no es otra cosa que dársenos a comer Cristo, sea anatema (cf. 938) (D.948).
Can. 2. Si alguno dijere que con las palabras: Haced esto en memoria mía (Lc. 22, 19; 1 Cor. 11, 24), Cristo no instituyó sacerdotes a sus Apóstoles, o que no les ordenó que ellos y los otros sacerdotes ofrecieran su cuerpo y su sangre, sea anatema [cf. 938] (D.949).
Can. 3. Si alguno dijere que el sacrificio de la Misa sólo es de alabanza y de acción de gracias, o mera conmemoración del sacrificio cumplido en la cruz, pero no propiciatorio; o que sólo aprovecha al que lo recibe; y que no debe ser ofrecido por los vivos y los difuntos, por los pecados, penas, satisfacciónes y otras necesidades, sea anatema [cf. 940] (D.950).
Can. 9. Si alguno dijere que el rito de la Iglesia Romana por el que parte del canon y las palabras de la consagración se pronuncian en voz baja, debe ser condenado; o que sólo debe celebrarse la Misa en lengua vulgar, o que no debe mezclarse agua con el vino en el cáliz que ha de ofrecerse, por razón de ser contra la institución de Cristo, sea anatema [cf. 943 y 945 s] (D.956).

Profesión tridentina de fe [De la Bula de Pío IV Iniuctum Nobis, de 13-XI-I564]:
Profeso igualmente que en la Misa se ofrece a Dios un sacrificio verdadero, propio y propiciatorio por los vivos y por los difuntos, y que en el santísimo sacramento de la Eucaristía está verdadera, real y sustancialmente el cuerpo y la sangre juntamente con el alma y la divinidad, de nuestro Señor Jesucristo, y que se realiza la conversión de toda la sustancia del pan en su cuerpo, y de toda la sustancia del vino en su sangre; conversión que la Iglesia Católica llama transustanciación.
Confieso también que bajounasoto de las especies se recibe a Cristo, lodo^m legro, y un verdadero sacramento.

La vida con Cristo
U.R.23 A) La vida cristiana de estos hermanos se nutre de la fe en Cristo y se robustece con la gracia del bautismo y con la Palabra de Dios oída. Se man fiesta en la oración privada, en la meditación bíblica, en la vida de la familia cristiana, en el culto de la comunidad congregada para alabar a Dios. Por lo demás, su culto muchas veces présenla elementos claros de la antigua liturgia común.

Pío IX, en Singulari quadam de 9-XII-1854:
Otro error y no menos pernicioso hemos sabido y no sin tristeza, que ha invadido algunas partes del orbe católico y que se ha asentado en los ánimos de muchos católicos que piensan ha de tenerse buena esperanza de la salvación de todos aquéllos que no se hallan de modo alguno en la verdadera Iglesia de Cristo (D. 1717). Por eso suelen con frecuencia preguntar cuál haya de ser la suerte y condición futura, después de la muerte, de aquéllos que de ninguna manera están unidos a la fe católica y, aduciendo razones de lodo punto vanas, esperan la respuesta que favorece a esta perversa sentencia. Lejos de nosotros, Venerables Hermanos, atrevernos a poner límites a la misericordia divina, que es infinita; lejos de nosotros querer escudriñar los ocultos consejos y juicios de Dios que son abismo grande (Ps. 35, 7) y no pueden ser penetrados por humano pensamiento. Pero, por lo que a nuestro apostólico cargo toca, queremos excitar vuestra solicitud y vigilancia pastoral, para que, con cuanto esfuerzo podáis, arrojéis de la mente de los hombres aquella a par impía y Funesta opinión de que en cualquier religión es posible hallar el camino de la eterna salvación. Demostrad, con aquella diligencia y doctrina en que os aventajáis, a los pueblos encomendados a vuestro cuidado cómo los dogmas de la fe católica no se oponen en modo alguno a la misericordia y justicia divinas (D. 1646).

Y el mismo Papa 9 años después, [De la Encíclica Quanto conficiamur moerore, a
los obispos de Italia, de 10 de agosto de 1863]
Y aquí, queridos Hijos nuestros y Venerables Hermanos,es menester recordar y reprender nuevamente el gravísimo error en que míseramente se hallan algunos católicos, al opinar que hombres que viven en el error y ajenos a la verdadera fe y a la unidad católica pueden llegar a la eterna salvación [v. D. 1717]. Lo que ciertamente se opone en sumo grado a la doctrina católica.
Notoria cosa es a Nos y a vostros que aquellos que sufren ignorancia invencible acerca de nuestra santísima religión, que cuidadosamente guardan la ley natural y sus preceptos, esculpidos por Dios en los corazones de todos y están dispuestos a obedecerá Dios y llevan vida honesta y recta, pueden conseguir la vida eterna, por la operación de la virtud de la luz divina y de la gracia; pues Dios, que manifiestamente ve, escudriña y sabe la mente, ánimo, pensamientos y costumbres de todos, no consiente en modo alguno, según su suma bondad y clemencia, que nadie sea castigado con eternos suplicios, si no es reo de culpa voluntaria. Pero bien conocido es también el dogma católico, a saber, que nadie puede salvarse fuera de la Iglesia Católica, y que los contumaces contra la autoridad y definiciones de la misma Iglesia, y los pertinazmente divididos de la unidad de la misma Iglesia y del Romano Pontífice, sucesor de Pedro, "a quien fué encomendada por el Salvador la guarda de la viña" (Conc. de Calcedonia en la relación a León I), no pueden alcanzar la eterna salvación (D.1677).

U.R.23 B): La fe por la cual se cree a Cristo produce frutos de alabanza y de acción de gracias por los beneficios recibidos; únesele también un vivo sentimiento de justicia y una sincera caridad para con el prójimo. Esta fe laboriosa ha producido no pocas instituciones para socorrer la miseria espiritual y corporal, para perfeccionar la educación de la juventud, para hacer más llevaderas las condiciones sociales de la vida, para establecer la paz en el mundo.

Sigue Pío IX en Sigulari Quadam:
En efecto, por la fe debe sostenerse que fuera de la Iglesia Apostólica Romana nadie pude salvarse; que ésta es la única arca de salvación; que quien en ella no hubiere entrado, perecerá en el diluvio. Sin embargo, también hay que tener por cierto que quienes sufren ignorancia de la verdadera religión, si aquélla es invencible, no son ante los ojos del Señor reos por ello de culpa alguna. Ahora bien, ¿quién será tan arrogante que sea capaz de señalar los límites de esta ignorancia, conforme a la razón y variedad de pueblos, regiones, caracteres y de tantas otras y tan numerosas circunstancias? A la verdad, cuando libres de estos lazos corpóreos, veamos a Dios tal como es (1 Ion. 3, 2), entenderemos ciertamente con cuan estrecho y bello nexo están unidas la misericordia y la justicia divinas; mas en tanto nos hallamos en la tierra agravados por este peso mortal, que embota el alma, mantengamos firmísimamente según la doctrina católica que hay un solo Dios, una sola fe, un solo bautismo (Eph. 4, 5): Pasar más allá en nuestra inquisición, es ilícito (D.1647).

Pio IX en Quanto Conficiamur
Lejos, sin embargo, de los hijos de la Iglesia Católica ser jamás en modo alguno enemigos de los que no nos están unidos por los vínculos de la misma fe y caridad; al contrario, si aquéllos son pobres o están enfermos o afligidos por cualesquiera otras miserias, esfuércense más bien en cumplir con ellos todos los deberes de la caridad cristiana y en ayudarlos siempre y, ante todo, pongan empeño por sacarlos de las tinieblas del error en que míseramente yacen y reducirlos a la verdad católica y a la madre amantísima, la Iglesia, que no cesa nunca de tenderles sus manos maternas y llamarlos nuevamente a su seno, a fin de que, Fundados y firmes en la le, esperanza y caridad y fructificando en toda obra buena [Col. 1, 10], consigan la eterna salvación (D.1678).

U.R.23 C) Pero si muchos cristianos no entienden siempre el Evangelio en su aspecto moral, lo mismo que los católicos, ni admiten las mismas soluciones a los problemas más complicados de la sociedad moderna, no obstante quieren seguir, lo mismo que nosotros la palabra de Cristo, como fuente de virtud cristiana, y obedecer al precepto del Aspótol: Todo cuanto hacéis de palabra o de obra, hacedlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por El (Col. 3, 1 7). De aquí puede surgir el diálogo ecuménico sobre la aplicación moral del Evangelio.

San Gelasio I, 492-496.
[De la Carta
Licet inter varias, a Honorio, obispo de Dalmacia, de 28 de junio de 493 (?)]:

[Pero,] por la gracia del Señor, ahí está la pura verdad de la fe católica, formada de las sentencias concordes de todos los Padres... ¿Acaso nos es a nosotros lícito desatar lo que fué condenado por los venerables Padres y volver a tratar los criminales dogmas por ellos arrancados? ¿Qué sentido tiene, pues, que tomemos toda precaución porque ninguna perniciosa herejía, una vez que fué rechazada, pretenda venir nuevamente a examen, si lo que de antiguo fué por nuestros mayores conocido, discutido, refutado, nosotros nos empeñamos en restablecerlo? ¿No es así como nosotros mismos -lo que Dios no quiera y lo que jamás sufrirá la Iglesia- proponemos a todos los enemigos de la verdad el ejemplo para que se levanten contra nosotros? ¿Dónde está lo que está escrito: No traspases los términos de tus padres [Prov. 22, 28] y: pregunta a tus padres y te lo anunciarán, a tus ancianos y te lo contarán (Deut. 32, 7)? ¿Por qué, pues, vamos más allá de lo definido por los mayores o porqué no nos bastan? Si, por ignorarlo, deseamos saber sobre algún punto, cómo fué mandada cada cosa por los padres ortodoxos y por los antiguos, ora para evitarla, ora para adaptarla a la verdad católica; ¿porqué no se aprueba haberse decretado para esos fines? ¿Acaso somos más sabios que ellos o podremos mantenernos en sólida estabilidad, si echamos por tierra lo que por ellos fué constituido?... (D.161).

Pío IX [Singulari Quadam]:
Por lo demás, conforme lo pide la razón de la caridad, hagamos asiduas súplicas para que todas las naciones de la tierra se conviertan a Cristo; trabajemos, según nuestras fuerzas, por la común salvación de los hombres, pues no se ha acortado la mano del Señor [Is. 59, 1 ] y en modo alguno han de faltar los dones de la gracia celeste a aquéllos que con ánimo sincero quieran y pidan ser recreados por esta luz. Estas verdades hay que fijarlas profundamente en las mentes de los fieles, a fin de que no puedan ser corrompidos por doctrinas que tienden a fomentar la indiferencia de la religión, que para ruina de las almas vemos se infiltra y robustece con demasiada amplitud (D.1648).

Pío IX [De la carta Gravissimas Inter al arzobispo de Munich-Frisinga,
de 11-XII -1862, conitra Jacobo Froschammer]:

Porque la Iglesia, por su divina institución, debe custodiar diligentísimamente íntegro e inviolado el depósito de la fe y vigilar continuamente con todo empeño por la salvación de las almas, y con sumo cuidado ha de apartar y eliminar lodo aquello que pueda oponerse a la fe o de cualquier modo pueda poner en peligro la salud de las almas (D.1675).
Por lo tanto, la Iglesia, por la potestad que le fué por su Fundador divino encomendada, tiene no sólo el derecho, sino principalmente el deber de no tolerar, sino proscribir y condenar todos los errores, si así lo reclamaren la integridad de la fe y la salud de las almas; y a todo filósofo que quiera ser hijo de la Iglesia, y también a la filosofía, le incumbe el deber de no decir jamás nada contra lo que la Iglesia enseña y retractarse de aquello de que la Iglesia le avisare. La sentencia, empero, que enseña lo contrario, decretamos y declaramos que es totalmente errónea, y en sumo grado injuriosa a la fe misma, a la iglesia y a la autoridad de ésta (D. 1676).

Conclusión
U.R.24 A) Expuestas brevemente las condiciones en que se desarrolla la acción ecuménica, y los principios por los que ha de regirse, dirijimos confiadamente nuestros ojos al futuro. Este sagrado Concilio exhorta a los fieles que se abstengan de toda ligereza o imprudente celo, que podrían perjudicar al progreso de la unidad. Su acción ecuménica ha de ser plena y sinceramente católica, es decir, fiel a la verdad recibida de los apóstoles y de los padres, y conforme a la fe que siempre ha profesado la Iglesia católica, tendiendo constantemente hacia la PLENITUD con que el Señor desea que se perfeccione su Cuerpo en el decurso de los tiempos.

León XIII (Satis Cognitum).
(9...) Ahora bien; ¿en qué se parece un cadáver a un ser vivo? Nadie jamás ha odiado a su carne, sino que la alimenta y la cuida como Cristo a la Iglesia, porque somos los miembros de su cuerpo formados de su carne y de sus huesos (Efes. V, 29-30).
Que se busque, pues, otra cabeza parecida a Cristo, que se busque otro Cristo si se quiere imaginar otra Iglesia fuera de la que es su cuerpo. "Mirad de lo que debéis guardaros, ved por lo que debéis velar, ved lo que debéis temer. A veces se corta un miembro en el cuerpo humano, o más bien, se le separa del cuerpo una mano, un dedo, un pie. ¿Sigue el alma al miembro cortado? Cuando el miembro está en el cuerpo vive; cuando se le corta, pierde la vida. Así el hombre en tanto que vive en el cuerpo de la Iglesia es cristiano católico; separado se hará herético. El alma no sigue al miembro amputado... (S. Aug. sermo 267. n° 4. P.L. 38. 1231).
(13) Pero Aquél que ha instituido la Iglesia única, la ha instituido una; es decir, de tal naturaleza, que todos los que debían ser sus miembros habían de estar unidos por los vínculos de una sociedad estrechísima, hasta el punto de formar un solo pueblo, un solo reino, un solo cuerpo. "Sed un solo cuerpo y un solo espíritu, como habéis sido llamados a una sola esperanza en vuestra vocación" (Efes. IV, 4)
(Y Cristo N.S.) a su Padre: os pido... que sean todos una misma cosa, como vos, mi Padre, estáis en mí y yo en vos (Juan XVII, 21).

Pío IX, 1846-1878 [Carta del Sto. Oficio a los obispos de Inglaterra, 16-1X-1864]:
Así pues, la Iglesia Católica es una con unidad conspicua y perfecta del orbe de la tierra y de todas las naciones, con aquella unidad por cierto de la que es principio, raíz y origen indefectible la suprema autoridad y "más excelente principalía" (S. Irenaeus. Adv. haer. 3. 3 (P.O. 7. 849 A) del bienaventurado Pedro, príncipe de los Apóstoles, y de sus sucesores en la cátedra romana. Y no hay otra Iglesia Católica, sino la que, edificada sobre el único Pedro, se levanta por unidad de la fe y la caridad en un solo cuerpo conexo y compacto (Eph. 4, 16). (D. 1686).

Así, Clemente VI a Consolador (carta cit.):
... si habéis creído y creéis tú y los armenios a ti sujetos que los Romanos Pontífices que han sido y Nos que somos Pontífice Romano y los que en adelante lo serán por sucesión, hemos recibido, como vicarios de Cristo legítimos, de plenísima potestad, inmediatamente del mismo Cristo sobre el todo y universal cuerpo de la Iglesia militante, toda la potestativa jurisdicción que Cristo, como cabeza conforme, tuvo en su vida humana (D.570 c).

San Celestino I, 422-432.- Concilio de Efeso, 431:
Determinó el santo Concilio que a nadie sea lícito presentar otra fórmula de fe o escribirla o componerla, fuera de la definida por los Santos Padres reunidos con el Espíritu Santo en Nicea...
... Si fueren sorprendidos algunos, obispos, clérigos o laicos profesando o enseñando lo que se contiene en la exposición presentada por el presbítero Carisio acerca de la encarnación del unigénito Hijo de Dios, o los dogmas abominables y perversos de Nestorio... queden sometidos a la sentencia de este santo y ecuménico Concilio... (D.125).

Pío II, 1458-1464, De la apelación al Concilio universal [De la Bula Exsecrabilis, de 18 de enero de 1459 (fecha romana antigua) ó 1460 (actual):
Un abuso execrable y que fué inaudito para los tiempos antiguos, ha surgido en nuestra época y es que hay quienes, imbuidos de espíritu de rebeldía, no por deseo de más sano juicio, sino para eludir el pecado cometido, osan apelar a un futuro Concilio universal, del Romano Pontífice, vicario de Jesucristo, a quien se le dijo en la persona del bienaventurado Pedro: Apacienta a mis ovejas (loh. XXI, 17) y: cuanto atares sobre la ¡ierra, será atado también en el cielo (Mt. XVI, 19). Queriendo, pues, arrojar lejos de la Iglesia de Cristo este pestífero veneno y atender a la salud de las ovejas que nos han sido encomendadas y apartar del redil de nuestro Salvador toda materia de escándalo..., condenamos tales apelaciones, y como erróneas y detestables las reprochamos (D.717).

U.R.24 B) Este sagrado Concilio desea ardientemente que los proyectos de los fieles católicos progresen en unión con los proyectos de los hermanos separados, sin que se pongan obstáculos a los caminos de la Providencia y sin prejuicios contra los impulsos que puedan venirdel Espíritu Santo. Además, se declara conocedor de que este santo propósito de reconciliar a lodos los cristianos en la unidad de la única Iglesia de Jesucristo excede las fuerzas y la capacidad humana. Por eso pone toda su esperanza en la oración de Cristo por la Iglesia, en el amor del Padre para con nosotros, en la virtud del Espíritu Santo. Y la esperanza no quejará fallida, pues el amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por la virtud del Espíritu Santo, que nos luí sido dado (Cfr. Rom. 5, 5).

León XIII, Testem Benevolentiae:
Sin embargo, si se considera a fondo el asunto, quitado también todo director externo, apenas se ve en la sentencia de los innovadores a qué debe referirse ese más abundante influjo del Espíritu Santo, que tanto exaltan (D. 1971).

Pío IX, 1846-1878.- Concilio Vaticano, 1869-1870:
Y nuevamente está escrito: Tenemos palabra profética más firme, a la que hacéis bien en atender como a una antorcha que brilla en un lugar tenebroso [2 Petr. 1, 19].
[La fe es en sí misma un don de Dios]. Mas aun cuando el asentimiento de la fe no sea en modo alguno un movimiento ciego del alma; nadie, sin embargo, "puede consentir a la predicación evangélica", como es menester para conseguir la salvación, "sin la iluminación e inspiración del Espíritu Santo, que da a todos suavidad en consentir y creerá la verdad" (Conc. de Orange, v. D.178 ss). Por eso, la fe, aún cuando no obre por la caridad [el. Gal. 5, 6], es en sí misma un don de Dios, y su acto es obra que pertenece a la salvación; obra por la que el hombre presta a Dios mismo libre obediencia, consintiendo y cooperando a su gracia, a la que podría resistir (cf. D.797 s; Can. 5) (D. 1790-1791).
(De la parle que toca a la razón en el cultivo de la verdad sobrenatural) Y ciertamente, la razón ilustrada por la fe, cuando busca cuidadosa, pía y sobriamente, alcanza por don de Dios alguna inteligencia, y muy fructuosa, de los misterios, ora por analogía de lo que naturalmente conoce, ora por la conexión de los misterios mismos entre sí y con el fin último del hombre; nunca, sin embargo, se vuelve idónea para entenderlos totalmente, a la manera de las verdades que constituyen su propio objeto. Porque los misterios divinos, por su propia naturaleza, de tal manera sobrepasan el entendimiento creado que, aun enseñados por la revelación y aceptados por la fe; siguen, no obstante, encubiertos por el velo de la misma fe y envueltos de cierta oscuridad, mientras en esta vida mortal peregrinamos lejos del Señor; pues por fe caminamos y no por visión [2 Cor. 5, 6 s].(D.1796).

Termina León XIII se Encíclica (Satis Cognitum):
(64. Dios por Padre y la Iglesia por Madre) A todos, pues. Nos dirigimos con grande amor estas palabras que tomamos a San Agustín: Amemos al Señor, nuestro Dios, amemos a su Iglesia; a El cual padre, a ella cual madre. Que nadie diga: Sí, voy aun a los ídolos; consulto a los poseídos y a los hechiceros; pero, no obstante, no dejo a la Iglesia de Dios; soy católico. Permanecéis adheridos a la madre, pero ofendéis al padre. Otro dice poco más o menos: Dios no lo permita, no consulto a los hechiceros, no interrogo a los poseídos, no practico adivinaciones sacrilegas, no voy a adorar a los demonios, no sirvo a los dioses de piedra, pero soy del partido de Donato: ¿De qué os sirve no ofender al padre que vengará a la madre a quien ofendéis? ¿De qué os sirve confesar al Señor, honrar a Dios, alabarle, reconocer a su Hijo, proclamar que está sentado a la diestra del Padre, si blasfemáis de su Iglesia? Su tuvieseis un protector, a quien tributaseis todos los días el debido obsequio, y ultrajaseis a su esposa con una acusación grave, ¿ os atreveriáis ni aun a entrar en la casa de ese hombre? Tened, pues, mis muy amados, unánimemente a Dios por vuestro padre, y por vuestra madre a la Iglesia. (S. Agust. Enarr. in Psal. 88 serm. II. n. 14. P.L. 33. 1140).
Confiando grandemente en la misericordia de Dios, que pueda tocar con suma eficacia los corazones de los hombres y formar las voluntades más rebeldes a venir a El, Nos encomendamos, ...

Y Pío XI (Mortalium Animus):
[79. Conclusión y Bendición Apostólica]. Bien comprendéis, Venerables Hermanos, cuánto deseamos Nos este retorno, y cuánto anhelamos que así lo sepan todos Nuestros hijos, no solamente los católicos, sino también los disidentes de Nos; los cuales, si imploran humildemente las luces del cielo, reconocerán sin duda, a la verdadera Iglesia de Cristo, y entrarán, por fin, en su seno, unidos con Nos en perfecta caridad. En espera de tal suceso, y como prenda y auspicio de los divinos favores, y testimonio de Nuestra paternal benevolencia, a vosotros, Venerables Hermanos, y a vuestro Clero y pueblo, os conccdcmosdc lodo corazón la Apostólica Bendición.

U.R.24 C) Todas y cada una de las cosas que en este decrelo se incluyen han obtenido el beneplácito de los padres del sacrosanto Concilio. Y Nos, en virtud de la potestad apostólica entregada a Nos por Cristo, todo ello, juntamente con los venerables padres, las aprobamos, decretamos y establecemos en el Espíritu Santo, y ordenamos que sea promulgado, para gloria de Dios, todo lo sancionado conciliarmente.

Roma, en San Pedro, 21 de noviembre de 1964.
Yo, Pablo, obispo de la Iglesia católica.


Pío IX - Concilio Vaticano:
[Definición de la infalibilidad] Mas como quiera que en esta misma edad en que más que nunca se requiere la eficacia saludable del cargo apostólico, se hallan no pocos que se oponen a su autoridad, creemos ser absolutamente necesario afirmar solemnemente la prerrogativa que el Unigénito Hijo de Dios se dignó juntar con el supremo deber pastoral (D.1838).
Así, pues, Nos, siguiendo la tradición recogida fielmente desde el principio déla fe cristiana, para gloria de Dios Salvador nuestro, para exaltación de la fe católica y salvación de los pueblos cristianos, con aprobación del sagrado Concilio, enseñamos y definimos ser dogma divinamente revelado: Que el Romano Pontífice, cuando habla excathedra -esto es, cuando cumpliendo su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos, define por su suprema autoridad apostólica que una doctrina sobre la fe y costumbres debe ser sostenida por la Iglesia Universal-, por la asistencia divina que le fué prometida en la persona del bienaventurado Pedro, goza de aquella infalibilidad de que el Redentor divino quiso que estuviera provista su Iglesia en la definición de la doctrina sobre la fe y las costumbres; y, por tanto, que las definiciones del Romano Pontífice son irreformables por sí mismas y no por el consentimiento de la Iglesia (D.1839).
[Canon. ] Y si alguno tuviere la osadía, lo que Dios no permita, de contradecir a esta nuestra definición, sea anatema (D. 1840).

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