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domingo, 10 de julio de 2011

Cristo

     ¡Más alto, hijo mío, más alto! El tipo del hombre perfecto es Cristo, descendido a la tierra para ser, al mismo tiempo que nuestro Salvador, nuestro supremo Modelo.
     Mas, ¿qué puedo hacer aquí sino sólo balbucir como un niño? ¿Dónde está el artista que pudiera pintar esta alma única? ¿Dónde está el inspirado que nos dijera lo que es el Hombre-Dios?
     Cristo es el hombre fuerte y dulce en el que se encuentran todas las energías y todas las ternuras.
     Es el irreconciliable enemigo de toda opresión y de toda hipocresía; el corazón indulgente que lo perdona todo, excepto la maldad impenitente.
     Es el Poderoso que podría vengarse, pero que no lo quiere; El ama a los pobres, y sin embargo, no maldice a los ricos de aquí abajo, con tal que su alma no se cierre a la compasión.
     Es el Perspicaz que no ama a los hombres por su ciencia o su fortuna, sino por sus sentimientos y su vida.
     Es el único Doctor, en fin, en que el ojo no descubre ninguna tacha: es la plena manifestación de Dios en un ser de nuestra especie: es verdaderamente el Hombre-Dios. (Silvio Pellico. "Los Deberes").
     ¡Es el Ideal viviente y eterno de todas las virtudes, el único Ser sin mancha ni mancilla que nuestro planeta haya visto desde el principio del mundo!
     Nadie, entre los hijos de mujer, lo ha sobrepasado ni aún igualado; nadie lo sobrepasará ni igualará jamás: está por encima de todos y por encima de todo.
     Desde hace veinte siglos la humanidad tiene los ojos fijos en El. Cualquiera que hace el bien no hace más que imitarlo; es el guía, o como El mismo dice, el "Pastor" de las almas en marcha hacia Dios.
     No hay una situación en la humana existencia en que no se muestre nuestro Maestro sublime, ya por sus palabras, ya por sus acciones; pues El no es como los filósofos, lo que dice lo hace, y existe una armonía divina entre su doctrina y su vida.
     Hijo mío, tú debes ser bueno, paciente, amable con el prójimo; modesto en tus pensamientos; míralo: y aprende de El que "¡es dulce y humilde de corazón!"
     Tienes que ser puro, casto, libre de la cadena de la carne y la materia; míralo: "¡nadie ha podido convencerlo de pecado!"
     Debes apartarte de los bienes de este mundo; míralo: ¡nació en un establo, creció en un taller, y hasta su último momento no tuvo una piedra donde reclinar su cabeza!
     Perseguido, debes ser indulgente con tus enemigos mismos; míralo: ¡murió perdonando a sus verdugos!
     Debes ser caritativo, generoso con tu dinero, tu tiempo, tu vida; míralo: ¡El ha dado al género humano su vida entera, hasta su sangre!
     Debes ser obediente; míralo: ¡El es obediente hasta la muerte, y muerte de cruz!
     ¡Oh! Aplícate a imbuir en tu alma su divina imagen: tu alma, como las monedas cuyo metal ha sufrido golpes, guardará la impresión; el uso y el tiempo podrán borrar algunos rasgos, pero se reconocerá siempre la figura que le fué grabada.
     Y de rodillas, hijo mío, adora a tu Dios en esta ideal figura de tu Redentor; y después, haciendo un esfuerzo, ensaya el elevarte hasta esas cimas!
     Siendo más virtuoso, más te parecerás a Jesús, más te asemejarás a Dios y Dios te amará más...

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