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martes, 6 de septiembre de 2011

El cuidado que han de tener los padres de familia para que todos los de su casa sean piadosos, benignos y pacíficos en su trato racional y doméstico.

La piedad caritativa con los pobres del Señor, y con el ejercicio santo de las obras de misericordia, hace felices las casas y familias. Ahora resta decir, que siendo el bien comunicativo de sí mismo, como nos lo enseña la buena teología, no se contenten los virtuosos padres de familia con ser ellos piadosos, sino que hagan de su misma condicion á todos los que comen el pan de su mesa.
En algunas casas desordenadas sucede prácticamente, que siendo piadosos los señores, son despreciados los pobres de Cristo; porque los subalternos de señores y criados de las casas despiden a los pobres contra la voluntad de sus amos.
Sucédeles a los pobres del Señor lo que al pobre ciego de Jericó. Clamaba el ciego necesitado al piadosísimo Jesús, para que tuviese misericordia con él; pero los de la comitiva del Señor reprendian al pobre para que callase: Et qui praeibant increpabant eum, ut taceret (Luc., XVII, 39). El Señor era piadosísimo; pero los que reprendian al pobre ciego no eran de la condicion piadosa del Señor.
Adviertan los padres de familia no les suceda lo mismo en sus casas; porque escrito está, que los enemigos del hombre son sus domésticos. No permitan que de las puertas de su casa se vaya desconsolado ningún pobre de Cristo Señor nuestro; y si hallaren que alguno de su familia desprecia ó pierde el respeto al pobre del Señor, repréndanle de tal manera, que sirva de escarmiento para los demás.
En algunas criaturas es heredada la piedad, y nace con ellas desde el vientre de sus madres. Asi lo confiesa de si mismo el santo Job: Ab infantia crevit mecum miseratio, et de utero matris meae egressa est mecum. Estas son criaturas a propósito para la distribución justificada de las limosnas, que no se disminuirán en sus manos, ni padecerán desprecio los pobres del Altísimo.
Al contrário se hallan otras personas, que parece tienen heredada la impiedad y mala condición con los pobres del Señor, que siempre les hace duelo lo quedan al pobre, sea propio o sea ajeno, y suelen hurtar (como dicen) de dos el medio. De esta mala progenie fue el maldito Judas, quien hurtaba y robaba de las limosnas que le daban para los pobres, como lo advierte san Juan evangelista.
Por milagro de Dios ya se ha visto que un cuervo llevaba la comida para el profeta Elias, sin comérselo en el viaje, y un león guardaba un cadáver sin hacerle pedazos para sustentarse con él; pero en las casas y familias no conviene buscar milagros sin necesidad, cuando la necesidad del pobre se puede remediar sin milagro de Dios, encargando la limosna a quien no la sise ni la escasee, sino que la reparta fielmente, conforme a la voluntad piadosa de sus amos.
En el sagrado libro del Eclesiástico se dice, que las amargas quejas del pobre llegan prontas a los piadosos oídos de Dios nuestro Señor que le crió; y verdaderamente se quejarán los pobres de Cristo con mucha razón de los que injustamente les roban las piadosas limosnas que los señores de las casas mandan que se les den, y los interpuestos para distribuirlas se quedan con ellas.
Deben mirar mucho los padres de familia a quién encargan la distribución de las limosnas de su casa, para que los pobres del Señor no sean defraudados; sí ántes bien consolados y atendidos, porque no todos tienen las condiciones importantes para este sagrado ministerio, que son el espíritu verdadero de Dios y cumplida fe, con otras circunstancias que señalan las divinas Escrituras.
Pero sin embargo que no debe fiarse de todos indistintamente la distribución caritativa de las limosnas, convendrá en algunos casos particulares, unas veces a unos, y otras veces a otros, ejercitarlos en esta cristiana diligencia de dar la limosna a los pobres de Cristo, explicándoles a todos, que consideren dan la limosna al mismo Señor, el cual dice en su santo evangelio, que su divina Majestad recibe la limosna que al pobre necesitado se le da por amor suyo (Matth., XXV, 40).
Con esta verdadera consideración se irán aficionando a la cristiana piedad todos los de su casa, que sin duda se hará felicísima, y prosperará mas de dia en dia, no solo en los bienes espirituales, sino también en los temporales y transitorios; como ya lo dejámos probado.
Esta santa consideración llevarían sin duda aquellas personas ejemplares, de quienes dicen las eclesiásticas historias, que al tiempo de dar la limosna besaban la mano a los pobres del Señor; y otras veces les servian de rodillas, y les besaban los piés, porque en ellos veneraban al mismo Señor, que se hizo pobre por nosotros en este mundo. Esta es la ciencia de los santos, que no acaban de aprender los infelices mundanos y terrenos. La Reina de los ángeles María santísima servia de rodillas a los pobres en este mundo, como se dice en muchos lugares de la Mística Ciudad de Dios.
Si fuere sacerdote del Señor el que pide la limosna, entonces, con doblada razón, se le ha de besar la mano. La soberana Reina de los cielos ponía sus purísimos labios en la tierra que había tenido debajo de las plantas de sus piés el sacerdote del Altísimo, y a todos los sacerdotes los llamaba señores, y aun desde el cielo los reverencia, como también se escribe en la divina historia ya citada.
Con estas santas consideraciones y verdaderas doctrinas se ha de criar toda la gente joven en las familias que desean prosperar en ambas felicidades; porque la sagrada Escritura dice, que se retiene hasta la mayor ancianidad lo que se ejercita en los años fundamentales de la edad primera: Ádolescens justa viam suam, etiam cum senuerit, non recedet ab ea. Aun cuando los niños no saben lo que hacen, conviene ejercitarles las manos en generosas y ciistianas piedades.
En los primeros años de este siglo corriente, en esta siempre augusta ciudad de Zaragoza, un virtuoso caballero, condecorado con la grandeza de España (Exc. Comes de Peralad.), hizo una acción heróica , que llenó de gozo todo el pueblo, y fue el dia primero, cuando sacaron de las fajaduras las manos de una criatura suya, y se las dejaron sueltas, por mano de la misma criatura inocente dio de limosna cien pesos a los pobres de Cristo Señor nuestro. El caso fue notorio, como también la edificación universal de idea tan cristiana, que merece imitarse, aunque no se pueda en tan crecidas cantidades.
El orden cristiano y bien regulado de los gastos en las casas de virtud, ha de ser el siguiente: lo primero comer y vestir moderadamente con decencia: lo segundo, pagar las deudas. El caballero noble, de quien hemos hecho mención, no solo ha pagado las que tenia su grande casa, sino también los réditos correspondientes a la tardanza de haberlas pagado, que ha sido en esto la edificación y ejemplo del mundo. Lo tercero, hacer limosnas, y gastar en devociones; lo cuarto, atender las fábricas y cumplidos que lleva el estado de cada uno, salvando siempre, que el pagar lo que es de obligación, es antes que todas las devociones y gastos voluntarios, como expresamente se dice en las divinas Escrituras (Eccli-,XXXIV, 21, et seq.; et XXXV, 14).
Otro medio poderoso para inclinar a piedad a todos los de la familia, es determinar los que la gobiernan , que cada una desempeñe la devocion de su santo abogado, dándose el dia que le toca las limosnas de casa por su mano, y dejando en la víspera alguna porcion, aunque sea leve, de su propia comida para el pobre del Señor, en veneración de su santo. Esto es conforme a lo que dejamos escrito en el libro tercero, que conviene tener cada persona un santo de su especial devocion, a quien recurra en todas sus tribulaciones y trabajos; sobre esto se funda lo que ahora persuadimos, que cada uno desempeñe la devocion de su santo, dando limosna caritativa á los pobres de Cristo.
Esta doctrina saludable practicaba fervoroso el insigne san Eduardo, de quien dicen las lecciones eclesiásticas de su fiesta, que teniendo por su particular abogado a san Juan evangelista todo cuanto le pedían por su santo, lo concedía, siendo cosa justa. En hábito disimulado de pobre le pidió limosna por san Juan evangelista el mismo santo, y no hallándose con dineros, le dió el anillo de su mano; pero el glorioso santo se le volvió a enviar con el feliz anuncio de su preciosa muerte, como se refiere en las citadas lecciones.
La benignidad y mansedumbre cristiana que con doctrina y ejemplo han de enseñar los padres de familia a todos los de su casa, importa muellísimo para vivir con quietud y con alegría santa en el servicio de Dios, y edificación del pueblo, y también para la prosperidad temporal que se puede desear. Por esto decia David, que el altísimo Dios dará la benignidad, y nuestra tierra su fruto: Dominus dabit benignitatum, et térra nostra dabit fructum suum; porque en la casa feliz donde hay pacífica benignidad, parece casa de santos, y dispone el Señor no falte en ella lo necesario para pasar con decencia la vida humana.
El apóstol San Pablo profetiza unos tiempos trabajosos, y dice serán aquellos, cuando prevalezcan los ánimos inquietos, soberbios, blasfemos, inobedientes a los padres y a los señores, sin piedad, ni paz, acriminadores y mordaces: Immites, sine benignitate, proterbi et inobedientes, etc. (II Tim., III, 3). Y verdaderamente la casa infeliz donde hay genios tan inquietos, no puede tener paz cristiana, ni quietud virtuosa, y los señores que la gobiernan tendrán muchísimo trabajo, si no la purifican de tan malas condiciones.
Un proverbio de Salomon dice, que Dios nuestro Señor dará su divina gracia a los que viven con benignidad y mansedumbre. Y el Salmista dice, que semejantes criaturas benignas, mansas y afables, heredarán la tierra, y vivirán con abundancia de paz interior y exterior: Mansueti delectabuntur in multitudine pacis (Psalm. XXXVI, 11). Estas criaturas benignas son las que verdaderamente viven; porque la vida inquieta y turbada, mas bien se puede llamar muerte, que vida.
Considerando estas prácticas verdades, enseñen los padres de familia a todos los de su casa, que mas presto se acomoden a perdonar las injurias, que a inquietarse por ellas; que si tienen verdadera fe, esto no se les hará dificultoso, como dice el gran padre de la Iglesia san Agustín: Si adsit fides, non erit durum diligere inimicos.
Los que hacen mucha cuenta con las leves ofensas y desatenciones que se tienen con ellos, desengáñense, que llevarán una vida muy inquieta, y no acertarán con el camino seguro de su salvación mientras no aprendan a perdonar, para ser perdonados, como lo dice el mismo Señor en su santo evangelio (Matth., VI, 15).
En el Itinerario apostólico del padre Andrade se refiere un caso espantoso de un hombre rico y soberbio, que no quiso perdonar ciertas ofensas, y estándose celebrando la misa de su entierro, se oyó una voz, que claramente dijo: no ha sido perdonada su alma, porque él no perdonó.
El insigne discípulo también refiere otro caso lamentable de una mujer vengativa, que parecía santa en otras cosas, pero en llegando a perdonar injurias, nadie la podía reducir, y como ella no perdonaba las leves ofensas que la hacian, tampoco el Señor perdonó sus pecados, por lo cual condenó su alma para los tormentos eternos.
Otro caso espantoso se refiere en las crónicas de nuestra religión seráfica, y es de un hombre vengativo que a la hora de su muerte manifestó su obstinada voluntad en no querer perdonar ciertas injurias, que él ponderaba mucho; y exhortándole dos religiosos de nuestro padre san Francisco, que le asistían, para que perdonase, si no quería perder su alma, la imágen de un santo Cristo con que le exhortaban comenzó a sudar abundantemente, con asombro de muchas personas que se hallaban presentes; mas el desventurado perseveró en su obstinación vengativa, y perdió su alma para siempre. A la santa imágen del Señor le hizo el pueblo una célebre capilla, donde hasta el día presente se venera.
En la crónica de la provincia de san Juan Bautista se refiere otro caso mas práctico y acomodado para las familias, y es de un religioso que tuvo ciertas palabrillas de inquietud con otro; y habiendo muerto sin pedirle perdón, pasados algunos dias, se le apareció, diciéndole, que estaba en las penas del purgatorio, y volvía, por disposición altísima del Señor, para pedirle perdón, y buscar sus oraciones, porque por ellas había determinado la misericordia divina librarle de sus grandes penas.
Esta católica doctrina del perdón de las injurias es la que mas han de ponderar los diligentes padres de familia a todos los de su casa, porque los ánimos vengativos son causa de muchísimas pesadumbres; y si no se reprimen desde los primeros años, suelen proceder de mal en peor; porque un abismo llama a otro abismo, como dice el Espíritu Santo; y por último sucede acabarse de perder con el horrendo vicio de los homicidios, cuya gravedad no comprenden bien los mortales.
En la cuarta parte de la crónica general de nuestra seráfica religión se escribe de un venerable fraile lego, que estando en el mundo se halló en un empeño casual, y por defender su vida mató al que combatía con él; y no obstante que el homicidio sucedió por justa defensa, a su modo de entender, dejó el mundo, y tomó nuestro santo hábito en la humilde profesión de lego. Hizo asperísimas penitencias, y en muchos años no comió cosa alguna que se llegase al fuego. A los que le pedian que mitigase sus rigores, solía decir, que quien habia sido maldito homicida, debía pacer con las bestias en los campos, y no tomar alimento de racionales.
Aun causa mayor admiración lo que Dios nuestro Señor hizo con él, pues habiendo suplicado al Señor le diese a probar en esta vida la pena que debia padecer por su homicidio, dispuso el Altísimo que se le hiciese una grande llaga en la misma parte del cuerpo donde él habia herido a su contrário, y en ella padeció intensísimos y mortales dolores, y en su venerable cuerpo difunto aun se ve la llaga enteramente formada, despues de trescientos años, que su cadáver persevera incorrupto.
Estos ejemplos se han de leer muchas veces, para que todos los de la familia comprendan lo mucho que les importa el ser benignos y pacíficos, y no soberbios ni vengativos; porque según dice el apóstol san Pablo, al que no tiene verdadera caridad ninguna cosa le aprovecha para la salvación eterna de su alma: Si charitatem non habuero, nihil mihi prodest. La perfecta caridad es benigna y pacífica, como dice el mismo santo apóstol. El Señor la infunda y aumente en nuestros corazones. Amen.

R.P. Fray Antonio Arbiol
LA FAMILIA REGULADA

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