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jueves, 22 de septiembre de 2011

EL LLANTO DE JESUS. (I)

Por Mons. Jose F. Urbina Aznar

Haciendo un estudio comparativo de los Sinópticos, en el Evangelio de San Mateo encontramos (Cap. 24, v. 4), la respuesta de Cristo nuestro Señor a la pregunta de los Apóstoles: "¿cuándo sucederá eso?, ¿y cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo?" (Cap. 24, v. 3). Comienza entonces una notable igualdad entre los textos y el orden de acontecimientos que siguen San Mateo, San Marcos y San Lucas.
San Mateo dice: "...muchos han de venir en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo, y seducirán a mucha gente". San Marcos comienza en la misma forma: "...muchos vendrán en mi nombre, diciendo: Yo soy; y seducirán a muchos". San Lucas comienza el relato en la siguiente forma: "...muchos tomarán mi nombre, diciendo: Yo soy el Mesías, y, ya ha llegado el tiempo; guardaos, pues, de seguirlos".
Es obvio que esta señal no forma parte de las señales del fin de los tiempos, puesto que como claramente especifica San Lucas, el tiempo ya "ha llegado", es decir, que los cismas y las herejías comenzarían en la cuna misma de la Iglesia y durarían hasta el final. No puede negarse, sin embargo, que serían hacia el final de los tiempos más graves y numerosos hasta llegar a la Apostasía predicha por San Pablo, pero ciertamente los habría durante toda la historia de la Iglesia. La Apostasía final, que aterra a San Juan evangelista, afectaría no sólo doctrina, liturgia, disciplina y todo el ambiente de la Iglesia docente, sino que abismaría al pueblo a las mayores aberraciones en su vida, en sus costumbres, en sus familias, en sus gobiernos, es decir, que sería la más completa destrucción de la Ciudad Católica, sin posibilidades ni esperanzas de reconstrucción.
Continúan los tres evangelistas en asombroso paralelismo: "Oiréis asimismo noticias de batallas y rumores de guerras" (Mat. Cap. 24, v. 6). "Cuando sintiereis alarmas y rumores de guerra, no os turbéis por eso" (Marc. Cap. 13, v. 7). "Cuando sintiereis rumor de guerras y sediciones, no queráis alarmaros" (Luc. Cap. 21, v. 9).
Tampoco las guerras, los rumores de guerras, las sediciones son una señal del fin, pues claramente San Mateo dice: "Oiréis asimismo...", es decir, junto con la aparición de los falsos cristos anunciados antes, esto es, durante toda la historia de la Iglesia, aunque tampoco puede negarse, y parece lógico, que hacia el final, las guerras serán más graves y frecuentes.
A mayor abundamiento, los tres evangelistas, dicen: "No os turbéis por esto; que si bien han de suceder estas cosas, no es todavía el fin" (Mat. Cap. 24, v. 6). "No os turbéis por eso; porque han de suceder esas cosas, mas no ha llegado aún el fin" (Marc. Cap. 13, v. 17). "Es verdad que primero han de acaecer estas cosas, mas, no por eso será luego el fin" (Luc. Cap. 21, v. 9).
Es decir, que todas esas señales que tradicionalmente se pensaron para el fin del mundo, no son más que acontecimientos, que si bien se pueden ir agravando hacia el final, durarán, todo el transcurso de la historia de la Iglesia, hasta el fin. Así lo dice claramente el texto bíblico.
Luego dice San Mateo: "En verdad que se levantará nación contra nación, y un reino contra otro reino, y habrá pestes, y hambres, y terremotos en varios lugares. Pero todo esto no es más que el principio de los males" (Cap. 24, v. 7 y 8). "Porque se armarán nación contra nación, y reino contra reino, y habrá terremotos en varias partes, y hambre. Esto será el principio de los dolores" (Marc. Cap. 13, v. 8). "Se levantará un pueblo contra otro pueblo, y un reino contra otro reino. Habrá grandes terremotos en varias partes, y pestilencias, y hambres, y aparecerán en el cielo cosas espantosas y grandes prodigios" (Luc. Cap. 21, v. 11).
Estos no son hechos continuados, sino que los sinópticos, tomando lo que está expresado en versículos anteriores, lo desarrollan con mayor amplitud.
Por todo esto, vemos, resumiendo, que el aparecer diversos impostores, cismas y herejías; el oirse guerras y rumores de guerras; los terremotos, el hambre, las pestes y todo ese conjunto que por terrorífico se pensó que constituían las señales de la proximidad de la Parusía, no son más que acontecimientos anunciados para toda la historia cristiana. Por alguna razón que no acierto a comprender, confundieron a muchos exégetas, cuando la verdad es que en las mismas Sagradas Escrituras se declara todo lo contrario.
Después, los tres evangelistas describen la persecución a la Iglesia. Los cristianos serán entregados a los malos quienes los matarán, les aplicarán tormento, los odiarán por causa de Cristo. Los hijos entregarán a los padres, los padres a los hijos, los hermanos a los hermanos y se tendrá enemigos en la propia casa, porque se odiarán entre parientes, y la Caridad se irá enfriando poco a poco. Tampoco la persecución es una señal exclusiva para el fin, aunque es generalmente aceptado que la del Anticristo será la peor.
Para afirmar aún más lo que estoy diciendo, San Mateo dice: "Entre tanto, se predicará este Evangelio del reino en todo el mundo, en testimonio para todas las naciones; y entonces vendrá el fin" (Cap. 24, v. 14).
Esto quiere decir, que durante el acontecer de todo lo antes descrito hasta aquí en el texto de los tres Evangelios sinópticos, el Evangelio será predicado a todas las naciones, es decir, durante ese tiempo. La extensión de la predicación, ha durado hasta nuestros días dos mil años, durante los cuales sucederían esas cosas. No son pues tampoco, las señales del fin del mundo como muchos pensaron.
Santo Tomás de Aquino, (Supl. q. 73, a. 1) dice hablando de esto: "No es fácil saber, qué señales serán éstas, pues las consignadas en los Evangelios no sólo corresponden, como dice San Agustín, a la venida de Cristo para el juicio, sino también se refiere al tiempo de la destrucción de Jerusalén y a las continuas visitas que El hace a su Iglesia. De manera que, bien considerados, no hay por casualidad una de ellas que se refiera a la última venida, como él mismo dice; pues las señales de los Evangelios, como guerras, terrores, etcétera, han existido desde el principio de la humanidad; a no ser que se diga que entonces se agravarán. Ahora, qué grado de intensidad han de alcanzar para que podamos colegir la proximidad del juicio, eso es cósa incierta".
Santo Tomás no menciona el impedimento que ha de ser quitado para que el Anticristo se manifieste, que es toral como la Apostasía que lo origina, para conocer la proximidad.
Inmediatamente los tres sinópticos comienzan a describir la ruina y destrucción de Jerusalén.
Especialmente el Evangelio de San Lucas, dice en el v. 20 del Cap. 21: "Mas cuando viereis a Jerusalén cercada por un ejército, entonces tened por cierto, que la desolación está cerca". Esta es ya, una de las señales inequívocas de la proximidad del fin, pues la ruina y destrucción de Jerusalén es figura de la destrucción de la Iglesia y del mundo. En esto están de acuerdo todos los exégetas. Por eso, Jesucristo intercala esos anuncios sobre Jerusalén con los del fin, a más de que así los hace un poco oscuros de forma que se pudieran comprender con mayor claridad, solamente a su tiempo. En Su sermón escatológico, toma los elementos de los últimos tiempos del mundo, de las circunstancias que Lo rodean en aquel, primer siglo, es decir, que ve la última persecución, la destrucción de la Iglesia y del mundo, al trasluz de la destrucción de Jerusalén y del templo, lo cual también está profetizando.
Aunque todos los exégetas están de acuerdo en que la ruina de Jerusalén es figura del final, y que el cumplimiento de esta profecía nos asegura también el cumplimiento del anuncio escatológico, ¿es posible que un ejército, según dice Jesucristo, pueda cercar a la Iglesia, cuya figura es Jerusalén, estando ésta esparcida por toda la tierra?.
San Agustín en La Ciudad de Dios (20, 11), nos aclara esto de la siguiente manera: "Y se dice: saldrá; esto es, de los ocultos escondrijos de los odios y rencores, saldrá en público a per seguir a la Iglesia, siendo ésta, la última persecución, por acercar se ya el último final juicio, que padecerá la santa Iglesia en todo el orbe de la tierra, es decir, la universal ciudad de Cristo, de la universal ciudad del Demonio en toda la tierra". "Y lo que dice: "y subieron sobre la latitud de la tierra y cercaron al ejército de los santos y la ciudad amada", no se entiende que vinieron o que habrán de venir de algún lugar determinado, como si en cierto lugar haya de estar el ejército de los santos y de la ciudad querida, pues ésta no es sino la Iglesia de Cristo, que está esparcida por todo el orbe de la tierra, y donde quiera que estuviere entonces, que está en todas las gentes, lo que significó con el nombre de la latitud de la tierra, allí estará el ejército de los santos, allí estará la ciudad querida de Dios, allí, todos sus enemigos, porque también ellos con ella, estarán en todas las gentes, la cercarán con el rigor de aquella persecución, esto es, la arrinconarán, apretarán y encerrarán en las angustias de la tribulación". Porque los dones místicos desaparecen, y las gentes de oración versarán en una noche oscura, y plagará la persecución de los de dentro y de los de fuera.
Esta es a mi entender un anuncio muy claro de la Apostasía de la que San Pablo habla en su segunda Epístola a los fieles tesalonicenses. Es el momento en que todo el pueblo católico por el engaño o por la seducción, entregado a la herejía total, aquella que "es la suma de todas las herejías", se levanta en contra de los fieles y los cerca y los arrincona formando así un ejército poderoso contra la Iglesia que se ve reducida a muy corto número. Los dramáticos anuncios de San Mateo Cap. 24, v. 15, y de San Marcos, Cap. 13, v. 14, sobre la instalación de la abominación de la desolación en el lugar santo, es el misterioso impedimento que en la mencionada Carta de San Pablo, dice que detiene la manifestación del Anticristo, y es la eliminación del Sacrificio Perpetuo, que predice el profeta Daniel y al que se refiere para esto, nuestro Señor Jesucristo.
Apostasía general, completa, abandono de la Fe, supresión del Sacrificio Perpetuo, invalidación de los Sacramentos por la adulteración de las Formas. El Cristianismo adulterado, ensuciado, prostituido. La profecía no dice que ha de desaparecer, sino que ha de ser "pisoteado". Es decir, pisado repetidas veces, humillado, maltratado, ajado. Substancia idolátrica llenará los dogmas vaciados. ¡La humanidad sin pararrayos! enmedio de una estrepitosa falsa alegría y aparente progreso para cubrir la más profunda desesperación, la más intensa espectativa, la confusión y disipación más grande, todo lo cual no es más que la desesperación pagana. Y esto es el fin. Estas son las verdaderas señales que aún siendo tan graves, no serán conocidas, por muchos propios y todos los extraños, por ser señales espirituales, que se darán a un mundo materialista, arraigado en las mercaderías de este planeta, porque incluso los que se precien de católicos tradicionalistas, las desconocerán, y no excluímos a sus pastores, o no les concederán la dramática importancia que tienen, ni por el horror que ellas mismas representan, motivo de la pérdida de tantas almas que obviamente no les interesan, ni por los acontecimientos que inminentemente anuncian. Así se cumplirá la profecía que dice que el último día en el que muchos estarán casándose, haciendo negocios, planes para el futuro (incluso cómo salvar al Orden Cristiano), construyendo edificios, y también negando la proximidad de la Parusía, es decir, totalmente despreocupados, vendrá como un ladrón. Porque a esta generación perversa, palabra de Jesucristo, solamente se le dará la señal del profeta Jonás.
En la parábola de la higuera, nuestro Señor Jesucristo nos invita a estar atentos a las señales (lo cual no aprueban muchos), pues dice: "Cuando ya sus ramas están tiernas y brotan sus hojas, conocéis que está cerca el verano. Pues así también, cuando vosotros veáis que acontecen estas cosas, sabed que El está cerca, está ya a la puerta".

LA TREMENDA INSENSATEZ DE IGNORAR
LOS ACONTECIMIENTOS ANUNCIADOS.


La recomendación de nuestro Señor Jesucristo, que se une a Sus innumerables exhortaciones a la vigilancia, muestra claramente que la Prudencia cristiana no enseña desatender de estos grandes misterios, como dice San Pablo en su primera Epístola a los fieles tesalonicenses, sino que por el contrario, manda prestar la debida atención a las señales que Cristo bondadosamente, porque pudo no haberlo hecho, nos está anticipando, tanto más, cuanto que el supremo acontecimiento escatológico, puede sorprendernos en un instante, a veces menos previsible, que el mismo momento de la muerte. Esto es de Fe católica. Jesucristo llama a este momento, el momento de "vuestra redención" porque en él se consumará la plenitud de nuestro destino eterno.

LA PAZ Y LA SEGURIDAD DE LOS FALSOS PROFETAS.

En la primera Epístola de San Pablo a los fieles tesalonicenses mencionada antes, leemos el siguiente texto: "Pero en cuanto al tiempo y al momento, no necesitáis, hermanos, que os escriba. Porque vosotros sabéis muy bien, que como el ladrón de noche, así vendrá el Día del Señor. Cuando estarán hablando de paz y seguridad, entonces los sobrecogerá de repente la ruina, como el dolor a la que está encinta, sin que puedan evitarla. Mas vosotros hermanos, no vivís en tinieblas, para que os sorprenda como ladrón aquél día, puesto que todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día; no lo somos de la noche ni de las tinieblas. No durmamos, pues, como los demás, antes bien estemos en vela...".
La Biblia comentada de Torres Amat tiene un comentario a este texto de San Pablo sumamente esclarecedor: "Paz y seguridad a sido siempre, a través de toda la Biblia, el mensaje de los falsos profetas, cuyo éxito, superior al de los verdaderos, se funda precisamente en ese agradable optimismo. De ahí, que el que ignora las profecías bíblicas fácilmente vive en la ilusión, no percibe el sentido trágico de la vida presente, ni el destino tremendo a que marchan las naciones".
Por ese motivo, es de un profundísimo espíritu anticristiano, negarse a reflexionar estos misterios, y tachar de locos o paranoicos a quienes los enseñan o señalan, y a discutir sistemáticamente toda posibilidad en flagrante contradicción con la palabra bíblica y con el espíritu que se respiraba en las primeras comunidades cristianas guiadas por los Apóstoles, como si ellos fueran unos desequilibrados o como si se quisiera negar la asistencia del Espíritu Santo que ellos tuvieron en forma eminente, sobre todo, cuando las señales comienzan a cumplirse tan claramente y la situación general está señalando a gritos la proximidad de los acontecimientos. "Más amor es anunciar a los hombres, dice Leonardo Castellani, un hecho insuprimible para que se libren del, que no tratar de disimularlo o tergiversarlo, como hace la moderna sensiblería".
Es de un profundo espíritu mundano el querer negar la posibilidad de la cercanía de los acontecimientos, sobre todo, si se están poniendo los propios intereses en las cosas materiales, olvidándose el valor que para todos los hombres deberían tener las trascendentes de la otra vida imperecedera, porque si analizamos bien las cosas, esos tales negadores, tampoco están muchas veces preparados ni para el momento de la muerte, en el cual, habiendo fin de mundo o no habiéndolo, dejarán para siempre este mundo con todas sus cosas que tanto atesoraron.
Cantinela de todos ellos es: preocúpate de tu muerte y no del fin del mundo, porque la una no la pueden negar, pero el otro sí alejar de su mente y de las de los demás, porque incluso su muerte la sienten lejana.

LOS FIELES CAIDOS EN LA APOSTASIA SE HARAN
ALIADOS DE LOS ENEMIGOS ETERNOS DE CRISTO.


Se juntará, pues, el ejército anticristiano más poderoso de la historia de la Iglesia, pues a todos los enemigos de Cristo que siempre han sido muy numerosos, entre los que inscribimos a todos quienes se han dicho cristianos sin haber sido parte de la Iglesia Católica, antes bien, la han combatido y odiado con la furia que es propia de la Patria del Odio, se han de sumar en el fin, todos los fieles que siendo parte de la Iglesia Católica, han de caer en la Apostasía final, ya sea por la seducción y el engaño de las huestes del Anticristo, o por los propios sentimientos reprimidos y anticatólicos que en aquel momento saldrán a la superficie, cuando sea Satanás desencadenado, y así han de aliarse a los partidarios que harán la guerra al Sacrificio, fortaleciendo así al Anticristo que en ese tiempo aparecerá sin ser reconocido, sino exclusivamente por muy pocos, porque se mostrará al mundo santo e irreprochable.
Y así sucederá lo que decía el Papa Gregorio IX de varios herejes, un 20 de agosto de 1229: "...cualquier nombre que lleven, pues todos tienen caras diversas, pero las colas atadas unas con otras, pues por su vanidad, todos convienen en lo mismo".
En medio de esa hora de oscuridad y de apostasía que ya desde 1947 el Papa Pío XII denunciara al decir en su alocución de Navidad: "Las tinieblas que han caído sobre el mundo", si se tienen las gracias y los beneficios de las santas predicaciones; si los pastores del "resto fiel" no están desorientando a su pequeño rebaño o preparándolo para las cosas que han de suceder, llevándolo al desconocimiento más irreflexivo; si todavía se reciben los Sacramentos, invalidados en la Iglesia de la Apostasía, todo lo cual, es evidente, son favores que la divina Providencia de Dios no ha concedido a todos por algún misterioso e incomprensible arcano, y se puede recurrir a este alimento en mayor forma que otros, es increíble que la bondad de Dios, así tan manifiesta, sea objeto de nuestro desprecio injurioso sin ninguna clase de escrúpulo de conciencia.
Nuestra actuación malévola, despreciativa, tanto de fieles como de los pastores del rebaño remanente y el silencio de Dios, aparente solamente, no significa que El comunique con nuestras malas obras, ni que no se sienta ofendido por nuestra actitud que rechaza Sus gracias y Su bondadosa preferencia hacia nosotros.
Pero Dios es paciente. Fue paciente cuando creó el mundo porque no ha querido que se verifique en poco tiempo lo que puede realizarse en mucho. Es paciente también con el hombre, esperando su arrepentimiento. Espera que despierte y quite las telarañas que le nublan la vista, que comprenda que todo lo del mundo es basura corruptible que desaparece. Que algún día, la conciencia lo haga recapacitar y venga a penitencia y al agradecimiento por haber sido escogido para el pequeñísimo remanente de la Iglesia del final, pues no quiere castigar a nadie. Quiere que seamos lo que San Pablo decía en su segunda Epístola a Timoteo: "...me está reservada la corona de justicia que me dará el Señor en aquel día como justo juez; y no sólo a mi, sino también a todos los que aman su venida".
Las Sagradas Escrituras están llenas de textos que hablan del día de la Parusía como un día de triunfo, de esperanza y de consuelo. El fin del mundo no es un acontecimiento tenebroso y de terror como enseñan, por ejemplo, muchas sectas protestantes, al igual que los mundanos de hoy que nos quieren vender sus "fábulas judaicas". Es el día, en el que el amor de Cristo se ha de manifestar abiertamente hacia la Iglesia y hacia los justos que Lo esperan, en un momento en que todos en el mundo se han vuelto contra ellos y esperan esa paz y esa tranquilidad engañosa que enseña el Diablo. Es un acto de justicia, y es la completidad misma de la Obra redentora, pues ese día, Ha de mostrar al Padre eterno, la muchedumbre de salvados gracias a Su Sangre redentora.
Ese día, es una explosión de amor, de luz y de inmortalidad imperecedera; es el más absoluto acabamiento de la acción del Diablo y la obra orgullosa y también estúpida de sus aliados; es la entrada abierta a la felicidad sempiterna.
Y es esa oposición propia de nuestro tiempo, de fieles y extraños a todas estas cosas, de la más baja vulgaridad y del más extremo apego a las mercaderías que ofrece el mundo.
Pero la generación del fin, así estará cumpliendo cabalmente la profecía que nos dice que todo esto sucederá sin que nadie lo esté esperando.

LOS EJERCITOS DEL ANTICRISTO SERAN
NUMEROSOS COMO LAS ARENAS DEL MAR.


Los ejércitos de Satanás, serán "numerosos como las arenas del mar" y aunque es cierto que en aquellos días, los espacios serán cerrados completamente para el ejército de los santos que se verá arrinconado, y el mundo todo ha de ser adverso al Reino de Dios y a la predicación del Evangelio y a los que luchan por implantar la Ciudad Católica, y esto se entiende como el poder que se ha dado a Satanás para vencer a los justos y hacer con buen éxito lo que quisiere en contra de ellos, sin embargo, no encontrará a la Iglesia de los verdaderos fieles que se ocultará y tampoco tendrá poder para engañar a los buenos. Por eso dice San Agustín: "...jamás engañará a la Iglesia predestinada y escogida antes de la creación del mundo, de la cual dice la Escritura: "Conoce y sabe Dios los que son suyos". Sin embargo, estará aquí la Iglesia en el tiempo en que han de soltar al Demonio, así como ha estado desde que fue fundada y lo estará en todo tiempo; esto es, en los suyos, en los que suceden, naciendo, a los que mueren", "...por el corto tiempo que estuviese suelto el Demonio, no habrá Iglesia en la tierra, o no la hallará en ella cuando le hubiesen soltado, o acabará con ella persiguiéndola con toda clase de seducciones". Así también dice San Victorino Mártir: "La Iglesia será quitada".
Porque ha de engañar el Demonio a la gran mayoría y solamente se conservarán los fuertes elegidos de Dios, para mantener la Iglesia oculta durante la gran tribulación, no solamente para resistir al enemigo externo, sino también para combatir al infiltrado en las filas del "resto fiel", que pretende acabarlo. Por eso dice Castellani que se conservarán "islotes de la Fe", pero de continuo amenazados "por la traición y el espionaje".
De todas formas, los pocos fieles, arrinconados, sin recursos, perseguidos, infiltrados y además divididos, estarán siempre en peligro y será necesaria una ayuda especial de Dios que termina en Su presencia personal para salvar al resto fiel, es decir, los que nunca han de claudicar. De esto dice San Agustín: "Si esta potestad se le permitiese por tan largo tiempo, y contra la imbecilidad y flaqueza de tantos espíritus débiles, a muchos que Dios no quiere que padezcan siendo fieles, los derribaría y apartaría de la Fe, y a los que no fuesen fieles, estorbaría que creyesen. Para que no haga semejante atentado le amarraron. Le soltarán cuando será breve el tiempo (porque leemos que por tres años y seis meses ha de manifestar toda su crueldad con todas sus fuerzas y las de los suyos), y serán tales aquellos a quienes ha de hacer la guerra, que no podrán ser vencidos ni con este ímpetu tan grande, ni con tantos engaños y ardides " .
En aquel tiempo, a pesar de las grandes señales, no solamente nadie las creería, sino que nadie se uniría a la Iglesia a pesar del estado descompuesto y falsificado de la Iglesia apóstata y del desconsuelo y perplejidad que ha de producir en muchos de sus seguidores. Es decir, que no habrá conversiones a la verdadera, por lo cual dice San Agustín: "Parece, pues, que nos impulsa a creer este pasaje, de las Escrituras, que en aquel tiempo, aunque breve, nadie se unirá al pueblo cristiano, sino que el Demonio peleará con los que entonces, ya fueran cristianos".

TAMPOCO EN LA IGLESIA DE LAS CATACUMBAS,
TODOS POR IGUAL COMPRENDERAN LAS SEÑALES.


Pero puede pensarse que todos los fieles llamados a formar parte de la Iglesia de los últimos tiempos, podrán comprender el cumplimiento de las profecías conforme se vayan dando, según aquello que dice la Biblia comentada de Torres Amat en su nota al v. 10 del Cap. 12 de Daniel: "Los verdaderos fieles entenderán los misterios de esta profecía cuando vean su cumplimiento", pero esto no es así, pues a pesar de la situación claramente experimentada, muchos no comprenderán todas las cosas por la propia ignorancia, pero otros con malicia se negarán a aceptarlas lo cual ha de aumentar la tribulación de aquellos que por un inmerecido favor de Dios, y queriendo unir a la Iglesia de las catacumbas, sí pueden ver con mucha claridad qué es lo que está pasando.
Esta gran angustia reinante entre las filas de los pocos fieles, hará más grave y cabalmente cumplidas las palabras: "será la mayor que ha habido ni habrá desde el diluvio acá", o en la forma que el profeta Daniel dice: "la mayor desde que existen pueblos", que si bien no podrá destruir al pequeño rebaño del fin, anemiará ciertamente la unidad, la confianza en Dios y algunas doctrinas comenzaran a ocultarse o a cambiarse haciendo posible la profecía de Cristo, pues de permanecer y continuar avanzando esta situación, ninguno se salvaría. Por eso las palabras tan conocidas de nuestro Señor. Porque los Evangelios quedarán como suspendidos, los preceptos y las costumbres abandonados, las promesas de Cristo como si nunca se fueran a cumplir, y Dios parecerá no dar oídos a las oraciones de los santos. Quedará un único precepto por la extrema necesidad: conservar la Fe, pero aún esto será deficiente al comenzar a aparecer las divisiones doctrinales entre los islotes de la Fe cuando se nieguen a unirse.
Aparecerán por todas partes los opinadores, los analistas, los que sistemáticamente todo cuestionan, los directores, los consejeros que a más de opinar distinto pretenderán demostrar sus conocimientos teológicos tratando de hacer prevalecer su opinión y voluntad contra la de los demás. Pero ninguno de ellos se ajustará a las normas de la Iglesia para los casos en que ella misma está en gravísimo peligro, porque toda clase de contingencias humanas adversas y muy graves estarán en contra y con cierta razón, aunque falsa, opinarán en forma diversa. Se apoyarán en la opinión pública cretinizada y arrastrarán a muchos con ellos afirmando el error por todas partes, corrupción y error que necesitan para sobrevivir, pues todo está infectado y mediatizado por el anticristiano y "colosal reino demagógico" del que hablaba Donoso Cortés.
Las cosas de Dios serán relativizadas, los Sacramentos antes esenciales para los cristianos pasarán a segundo término así como la obligación dominical, los pequeños islotes de la Fe subsistirán enmedio de la continua amenaza de la traición y el espionaje, pues el judaismo enviará a sus agentes que llegarán a obispos para destruir lo poco que ha quedado. Se perderá todo respeto por obispos y sacerdotes a quienes nadie oirá pues unos hablarán contra los otros, y muchos de ellos tendrán que ocultar la tonsura.
Ciertamente se necesitarán santos en este tiempo, pero, "el mundo odiará a los dos últimos Testigos, dice Leonardo Castellani, tanto que cuando el Anticristo los mate "se enviarán gozosos regalos unos a otros". Porque el mundo "los odiará", y ellos darán fastidio al mundo entero". También dice Castellani: "ser virtuoso será un castigo en sí mismo, y como una especie de suicidio".

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