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miércoles, 21 de septiembre de 2011

No permitan los padres de familia que en su casa prevalezca la terquedad y soberbia, ni que unos a otros se perturben en sus empleos.

El Espíritu Santo dice, que la soberbia es el principio y raíz de todo pecado: Initium omnis peccati est superbia (Eccl., XX, 15). Este es el vicio capital de quien se originan muchos desórdenes; por lo cual los padres de familia deben estar desvelados, para que los de su casa no se toquen de tan pestifero vicio.
Por esto el insigne y santo Tobías le encargaba mucho a su amado hijo, que nunca permitiese hacer asiento a la soberbia en su corazon ni en su ánimo: Superbiam numquam in tuo sensu, aut in tuo verbo dominari permittas; in ipsa enim initium sumpsit omnis perditio. Los ángeles y los hombres se perdieron por soberbia, y es justo apartar el ánimo de tan manifiesto peligro.
La sabiduría del cielo aborrece mucho la arrogancia y soberbia, como se dice en los proverbios de Salomon: Arrogantiam, et superbiam, et viam pravam detestor: por lo cual no será sabio del cielo ningún soberbio, ni amado de Dios el arrogante presuntuoso.
A cada paso prometen iniquidades los soberbios, dice David: Superbi inique agebant usquequaque. Los santos y perfectos también se humillan a cada paso, para que no prevalezca en ellos la soberbia; y así decia el mismo profeta: Humiliatus sum usquequaque, Domine, juzgándose por perdido, si en sus obras fuese mas la soberbia que la humildad.
En el sagrado libro del Eclesiástico se hace una prevencion misteriosa a todos los mortales, y consiste en desengañarlos que Dios no crió la soberbia juntamente con la naturaleza de los hombres, ni la ira con la naturaleza de las mujeres: Non est creata hominibus superbia, neque iracundia nationi mulierum, para que con esta católica verdad, ni los hombres excusen su soberbia, ni las mujeres su impaciencia; sino que entiendan y comprendan ser vicio suyo todo lo que es arrogancia en su corazou y en sus malas obras.
En su antigua ley mandaba Dios nuestro Señor, que si alguno se ensoberbecía de modo que no quisiese obedecer al imperio y mandato del sacerdote, o al decreto de su legítimo juez, luego se le quitase la vida, para que se evitase el escándalo del pueblo, y no quedase ejemplar de semejante rebeldía (Deut., XVII, 12).
Son muy perniciosos los ejemplares de dejarle salir a ninguno con su tema; por lo cual los prudentes padres de familia sean muy atentos en mandar con discreción, y a tiempo oportuno, porque menos inconveniente lleva el no mandar, cuando se recela resistencia en el que ha de obedecer, que mandar, y desistir de lo mandado, dejándole al hijo, o al criado, que se salga con la suya en no hacer lo que le mandan. Esto sucede en desprecio ignominioso del que manda; y el apóstol san Pablo enseña, que no se ha de sufrir: Nemo te contemnat (Tit., II, 5).
Aun en cosas que parece no importan mucho, se ha de tener este principal cuidado de que nadie en casa salga con su terquedad y su tema, de no hacer lo que le mandan. En llegándose al punto fuerte de que alguno se resiste a lo que le mandan, siendo cosa lícita, ya no tiene otro remedio, sino una de dos, o marchar de casa, u obedecer. Esto se entiende aun del hijo mas estimado. Esto quiere decir el Espíritu Santo en aquellas palabras: Curva filium, etc. (Eccl., VII, 23; et XXX, 12).
Aun con su misma esposa debe tener esta constancia el varon discreto. Mándela pocas cosas; pero si se llega el caso fuerte de que la mujer no quiere vencerse en lo lícito y honesto que su marido le manda, hágala vencerse a grado, o por fuerza. Este fue el empeño grave que tuvo el rey Asuero con su esposa Vastí, como se refiere en el sagrado libro de Ester. Resistióse la soberbia reina a entrar en presencia de los convidados de sn esposo, el cual bailándose avergonzado de la inobedencia pública de su mujer, consultó con los sabios de su reino lo que debía hacer con ella; y todos concordes le respondieron, no convenía dejarla pasar con su resistencia, porque su mal ejemplo seria causa de que todas las mujeres despreciasen a sus varones, con grave daño de la república.
Por esta causa fue reprobada la soberbia Vastí, y elevada en su lugar a la corona la hermosa y humilde Ester, como largamente se refiere en el libro citado.
Otro sagrado ejemplar nos dejó Cristo Señor nuestro, para que los padres de familia y los superiores no permitan que ningún inferior se salga con su tema de no obedecer en lo que justamente le mandan. No parece que importaba mucho se dejase lavar los piés el apóstol san Pedro, estando limpio, como lo afirma el santo evangelio: Et vos mundi estis, etc. Pero no obstante, cuando se llegó el caso fuerte de mandar Cristo Señor nuestro que se dejase lavar, y el apóstol quiso resistirse, pronunció el soberano Maestro aquella sentencia formidable: que una de dos, ó se dejase lavar, o se apartase de su compañía: Si non lavero te, non habebis partem mecum. (Joan., XIII, 9 et seq.)
Muchas cosas que se mandan parece importan poco por sí mismas; pero en llegándose a formal resistencia, muda de especie todo el asunto; y ya no es lo mas lo que se manda, sino la circunstancia de la soberbia resistencia, que si no se remedia, se hace pestilente ejemplar para toda la familia, conforme a la sentencia del Espíritu Santo, que dice, no tendrá prosperidad la casa de los soberbios: Synagoga superborum non erit salus (Eccl., III, 30).
Esta conveniente doctrina deben considerar en las casas aquellas bárbaras mujeres, que regularmente se oponen a la justificada corrección de sus hijos, levantando el grito de tal manera, que sus prudentes maridos se hallan confusos, sin acabar de resolver cuál será mayor daño, o el evitar el disturbio de su casa, o el dejar contra razón y justicia que el hijo se salga con la suya, y por mal criado se pierda. Regularmente las mujeres inconsideradas no tienen bastante capacidad ni talento para comprender el mal que hacen en casos semejantes; en las cuales suele cumplirse el proverbio de Salomon, que dice: Ubi erit su perbia, ibi erit et contumelia.
Para el otro punto que se menciona en el capítulo de que los padres de familia tengan cuidado, que los de su casa no se perturben en los empleos, importará mucho, que a cada uno se le diga lo que el apóstol san Pablo dijo a un discípulo suyo; esto es, que cumpliese bien con su ministerio: Ministerium tuum imple (Tim., IV, 5). Así tendrán paz los que componen una casa y familia, si cada uno tiene cuidado con lo que le pertenece.
El Espíritu Santo aconseja, que no se aplique nuestro cuidado a muchas cosas: Ne in multis sint actus tui (Eccl., XI, 10). Y aun el filósofo con luz natural llegó a conocer, y decir que el hombre divertido a muchos empleos, no puede estar cumplidamente en cada uno de ellos:
Pluribus intentus, minor sit ad singula sensus.
Por esto conviene que cada uno cuide solo del empleo que tiene encomendado, que harto hará de cumplirlo bien.
La sabiduría del hombre astuto, dice el sabio Salomon, es entender bien su camino, y las obligaciones de su empleo: Sapientia callidi est intelligere viam suam (Prov., XIV, 8). Los imprudentes y necios se olvidan de lo que les pertenece, y se introducen a lo que no les toca, y así perturban y confunden a sus hermanos y prójimos, y no cuidan de sí mismos.
Cuando Cristo Señor nuestro entró en Jerusalen, se conmovió toda la ciudad, como dice el evangelista san Mateo, y unos a otros se preguntaban, ¿ quién era aquel hombre? Quis est hic? Y solo se dejaron de conmover y turbar los que solo cuidaron de sí mismos, como dicen los sagrados expositores. Esto mismo sucede en las casas y familias, que los que solo cuidan de sus empleos y de sí mismos son los que viven con paz, y a nadie perturban.
Esta sana doctrina dice con pocas y misteriosas palabras un profeta del Señor, hablando de los que viven con paz: Possidebit domus Jacobeos, qui se possederant (Abd., I, 17), porque solo aquellos que son señores de si mismos, y no se introducen violentamente en lo que no les pertenece, son los que viven en paz interior y exterior en este valle de lágrimas.
Aquellas vírgenes prudentes, a las cuales quisieron perturbar las estultas y necias, respondieron con celestial discreción, que no podían darlas el aceite que pedían, por no exponerse a que a ellas las faltase: Ne forte non sufficiat nobis, et vobis (Matth., XXV, 9). Y en caso de no haber para todas, lo primero importaba cuidar ellas de sí mismas. En vano se pone cada uno en lo que no le pertenece, si primero no cumple enteramente lo que le toca: cuide primero de si mismo.
Es condicion infernal introducirse la criatura en cuidados ajenos, olvidándose, y no cumpliendo con las obligaciones propias. Asi la serpiente endiablada se introdu jo en la perdición de la primera mujer del mundo, para que se perdiese todo: Cur praecepit vobis Deus, etc.; y así algunas personas en las casas y familias se introducen en cuidados ajenos, val vez con capa de piedad, pero con veneno de serpientes.
Un misterioso proverbio de Salomon explica soberanamente esta doctrina, diciendo, que el corazon del justo piensa en la obediencia que le toca; pero la lengua maliciosa del impío abunda de muchos males: Mens justi meditatur obedientiam: os impiorum redundat malis.
En el sagrado libro del Eclesiástico se hace alusión al proverbio referido, enseñando a la criatura que no se introduzca en examinar las cosas que no le pertenecen: In supervacuis rebus noli scrutari multipliciter. Bastantemente cumplirá sus talentos la criatura que cuida de sus precisas obligaciones.
Las palabras del hombre insipiente le precipitarán, dice Salomon: Labia insipientis praecipitabunt eum; porque estando tan lleno de ignorancias, que apenas comprende lo poco que le pertenece, se introduce con insipiencia perniciosa en lo que no le toca ni le importa.
El cuidado de que todos cumplan con sus obligaciones pertenece al padre de familia. Este con discreción y prudencia ha de tener quien cuide de lo que le falta en su casa, y le sea fiel en darle los avisos convenientes; pero aun esta centinela debe estar oculta para que no se perturbe la paz, y tal vez importará poner centinela contra centinela, como se puso en el tabernáculo: Custodia contra custodiam, según se refiere en la divina Escritura.
Esta prudente diligencia pertenece al virtuoso padre de familia, para la rectitud y buen gobierno de su casa. De resto a cada uno de los inferiores no le toca sino el cumplir bien con su obligación en el empleo que tiene encomendado, sabiendo que si falta en su ministerio, o no vive como debe, no faltará quien lo avise al que le debe corregir. También será justo que cada uno considere lo que dice el santo evangelio, que no ha de haber cosa oculta que tarde o temprano no se haya de saber (Matth., X, 26).
Los cuidados inútiles de vidas ajenas, y el introducirse voluntariamente las criaturas en los asuntos que no les pertenecen, es materia reprensible, que no se debe tolerar en las familias bien reguladas. A Cristo Señor nuestro le preguntó san Pedro, ¿qué habia de ser de su condiscípulo Juan? Hic autem quid? Y el Señor corrigió su curiosidad impertinente, diciéndole, no le importaba entrar en ese cuidado, sino hacerlo que le pertenecia, y seguir a su Maestro: Quid ad te? Tu me sequere. (Joan., XXI, 20 et seq.)
Así los prudentes padres de familia han de corregir a todos los que se ponen y se introducen en lo que no les pertenece. El Espíritu Santo dice, que ninguno se ponga en altercados molestos sobre lo que no le toca ni le importa: De ea re, quae te non molestat, ne certes. Y con esta abstracción gloriosa vivirán todos en sana paz, y cada uno cuidará de cumplir con sus obligaciones.
Esta sana doctrina no quita ni embaraza las asistencias caritativas con que unos a otros se han de ayudar para el desempeño cumplido de sus empleos; porque el Espíritu Santo dice, que cada uno asista a su compañero en sus trabajos, como él querría ser asistido en semejantes ocasiones (Eccl., LVII, 12).
El Sabio dice, que si un hermano y compañero es ayudado de otro para su desempeño, se hace de los dos una fortaleza tan constante, que se vuelve invencible: Frater, qui adjuvatur a fratre, quasi civitas firma. Y así se ve por la experiencia, que si dos bien unidos en perfecta caridad se asisten recíprocamente, sale todo perfecto de sus manos, y se cumple la ley de Cristo.
Esto enseñaba el apóstol san Pablo en la católica doctrina de la perfecta caridad, diciendo, que unos a otros se ayuden a llevar la carga, y así cumplirán la ley inmaculada del Señor: Alter alterius onera pórtate, etc.; porque la caridad que solo se explica en buenas palabras y sin obras, mas es cumplimiento frivolo, que amor verdadero: Non diligamus verbo, neque lingua, etc. (Gal., VI, 2).
Ultimamente los que viven juntos en una familia se han de guardar perfecta fidelidad en todo, como no se interponga ofensa de Dios, ni detrimento temporal de la casa dondeviven; de tal manera, que si uno a otro encomienda un secreto, le sea fiel en callarle. El Sabio dice, que es engañoso compañero el que revela el secreto de su amigo; y el Espíritu Santo dice, que esta mala correspondencia de faltar al secreto encomendado, aparta de tal modo los amigos, que ya no se halla camino de volverlos a poner en mutua confianza.
R.P. Fray Antonio Arbiol
LA FAMILIA REGULADA

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