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sábado, 3 de septiembre de 2011

SEDE VACANTE XVIII


CAPITULO XII.- PAULO VI SIGUE ADELANTE SU PROGRAMA REFORMISTA

Para evitar el que me achaquen que invento o exagero, cuando expongo los constantes incidentes de esta “autodemolición de la Iglesia”, que estamos presenciando, voy a citar aquí al canónigo de la Catedral de México, el refugiado español, Don Ramón Ertze de Garamandi, no en sus “SUMAS Y RESTAS”, sino en REFLEXIÓN DOMINICAL”(Excélsior, domingo 24 de septiembre de 1972):

“Fiel a su tarea de renovación de la Iglesia, el papa Paulo VI ha publicado, el miércoles 13 de septiembre, una carta apostólica que modifica las disposiciones relativas a una parte del Orden Sacerdotal. Dejando intacto lo que toca a obispos, presbíteros y diáconos, se ha ocupado de los grados inferiores, que no entran propiamente en el Sacramento del Orden y que, por consiguiente, pueden conferirse a los laicos cristianos. Otro punto importante se refiere al subdiaconado, que no tenía en las Iglesias Orientales la relevancia que en la Latina.

“La primera disposición ha suprimido la tonsura o ceremonia en la que, entre otros elementos, con el corte de cabello, se entraba a formar parte de la clerecía. En adelante sólo serán clérigos los que hayan recibido el diaconado.

“En segundo lugar, se determina que las hasta ahora llamadas órdenes menores: ostiariado, exorcitado, lectorado y acolitado desaparezcan como ritos de ordenación de los clérigos.

“En tercer término, quedan suprimidos el ostiariado y el exorcitado. Subsisten el lectorado y el acolitado, pero no ya reservado a los candidatos del sacramento del Orden y, por lo tanto, pudiendo confiarse a seglares. No son órdenes, sino ministerios, es decir, funciones necesarias a la vida de la Iglesia, no inherentes al poder del Orden, aunque de carácter sagrado.

“Cuarto, las funciones desempeñadas hasta ahora por el subdiaconado pueden ser confiadas al lector y al acólito. Deja, por consiguiente de existir, en la Iglesia Latina, el Orden mayor del subdiaconado.

“Al lector le corresponde, como dice su nombre, leer la palabra de Dios en la asamblea litúrgica. Proclamará las lecturas de la Biblia, pero no el Evangelio, en la misa y demás celebraciones sagradas. Cuando falte el salmista, recitará el Salmo interleccional. Anunciará las intenciones de la oración universal de los fieles, cuando no haya a disposición diácono o cantor. Dirigirá el canto y la participación del pueblo fiel. Instruirá a los fieles para recibir dignamente los sacramentos.

“En cuanto al acólito, su función es cuidar el servicio del altar, asistir al diácono y al sacerdote, en las funciones litúrgicas, principalmente en la celebración de la misa. Distribuirá como ministro extraordinario la comunión, cuando falten el presbítero y diácono, o este imposibilitado para darla, o en caso de gran afluencia de fieles. En las mismas circunstancias podrá exponer públicamente la Eucaristía. Cuidará de la instrucción de los fieles que participan en las funciones del altar.

“Las condiciones requeridas para ser admitidos a los ministerios de lector y acólito, son: petición libre de parte del aspirante, edad conveniente y dotes peculiares, firme voluntad de servir fielmente a Dios y al pueblo cristiano.

“En cuanto a los candidatos al diaconado y al presbiterado, se precisa que puedan ser aceptados los que den muestra de verdadera vocación y, estando adornados de buenas costumbres y libres de defectos psíquicos y físicos, deseen dedicar su vida al servicio de la Iglesia, para la gloria de Dios y el bien de las almas”. El compromiso público de la obligación del celibato queda vinculado al diaconado. Siguen en pie así mismo, las demás obligaciones que para el diaconado ya están establecidas.

Como dice el documento pontificio, las nuevas disposiciones sirven para que “aparezca la diferencia entre clérigos y seglares, entre lo que es propio y está reservado a los clérigos y lo que puede confiarse a los seglares cristianos”.

Por otra parte, la disminución masiva de sacerdotes y de vocaciones sacerdotales plantea un problema temible: ¿Cómo asegurar, para el servicio del Evangelio y del bien común de la Iglesia, la permanencia activa de funciones asumidas hasta ahora por el clero? Una solución es confiar cargos a los seglares. Se están ya aplicando. En muchos sitios, los laicos distribuyen la comunión, suben al púlpito, se ocupan de la preparación del matrimonio… Se les trasfieren “funciones sagradas”, que se creían estrictamente reservadas a clérigos ordenados. La carta apostólica de Paulo VI viene a hacer aperturas por ese camino. Hay también una actitud ecuménica, en cuanto se toman en consideración tradiciones de otros ritos cristianos. Por último se ofrece a los laicos una nueva oportunidad para el ejercicio de sus responsabilidades en la Iglesia”.

Nadie puede dudar de la autenticidad de la cita, pues es del “vocero oficial”, por mucho tiempo, autorizado por el canciller Reynoso, de la Mitra Metropolitana de la Arquidiócesis de México. El contenido de la cita es sencillamente pavoroso. Un nuevo golpe a las viejas estructuras de la Iglesia, que prosigue el proceso de la autodemolición. Se acortan las distancias; se suprimen las distinciones que separaban a los clérigos de los seglares. Sólo quedan ahora como Ordenes sacras el diaconado, el presbiterado y el obispado; las órdenes menores, de las cuales se suprimen dos, ya no tienen el carácter de un orden, sino una imprecisa autorización que puede conferirse a los laicos cristianos. No son órdenes, sino “ministerios”, no inherentes al poder del Orden, aunque de carácter sagrado.

Sagrado” dice, aunque parezca una burla, ahora en que estamos viviendo la “desacralización” de lo que, hasta antes del Vaticano II, considerábamos en la Iglesia como “sagrado”. Estos lectores, estos acólitos, según dice el prebendado de las dos traiciones, van a ser ministros sacros, mientras que los sacerdotes perdieron hace tiempo su sacralidad, a pesar de la gracia sublime de su sacerdocio. Por lo visto, este ministerio sagrado, que me parece semejante al de los protestantes, de estos clérigos, que no son clérigos, va a ser en la Iglesia, con el tiempo, lo único sagrado que quede en pie.

Ertze de Garamendi no cita, en su “reflexión dominical”, otra parte del documento papal muy importante, ya que dice la nueva posición de las mujeres en la Iglesia montiniana. Me voy a permitir copiar el cable de la A.P., tomado de Últimas Noticias (jueves 14/sep/1972):

“EN EL MINISTERIO RELIGIOSO, SOLO VARONES: PAULO VI

“Ciudad del Vaticano, 14 de septiembre (A.P.)- El papa Paulo VI reiteró hoy la prohibición de que las mujeres desempeñen el ministerio católico romano. También reafirmó las reglas del celibato para diáconos y sacerdotes. En un “Motu Proprio” –decreto de propia mano- el papa autorizó la extensión de funciones clericales menores –lectura de la Biblia y servicio del altar- a católicos legos, siempre que sean hombres.

“El dictamen papal no impide, de hecho, que las mujeres puedan efectuar lecturas de la Biblia o realizar determinados servicios del altar, pero les prohíbe recibir investidura formal de un obispo.

“El decreto contra las mujeres en el ministerio sacerdotal constituye un revés para muchos elementos de la Iglesia, desde cardenales hasta monjas, quienes han propugnado un papel para la mujer en la Iglesia, acorde con el principio moderno de la igualdad de los sexos. El papa dijo haber adoptado su decisión, después de “haber tomado en cuenta los puntos de vista” de obispos de todo el mundo. Sin embargo, no ha ejecutado la recomendación del Sínodo de Obispos, de 1971 que recomendó al Vaticano el establecimiento de una comisión especial para buscar formas de enaltecer el papel de la mujer en la Iglesia y en la sociedad en general, para bien de la justicia.

“Mediante este decreto, el Papa niega a las mujeres católicas el reconocimiento ministerial formal de lo que ha estado haciendo desde el Concilio Ecuménico 1962-1965.

“Entre otras medidas reordenatorias de las órdenes menores de la clerecía, el papa ha removido por “obsoletos” los cargos de portero, exorcista y subdiaconado, reteniendo a los de lector y acólito.

“Para estos dos últimos suprimió la tonsura, pequeño afeitamiento de la cabeza en forma circular.

“Los decretos del papa entran en vigor el primero de enero del año entrante…”

La sola lectura de estas disposiciones papales causan pena. Pensar que los obispos y el papa andan buscando la forma de enaltecer en la Iglesia el papel de la mujer, es pensar en que nuestros prelados, poseídos de una autosuficiencia ilimitada e independiente, se creen capacitados para enmendarle la plana al mismo Cristo, mudando las estructuras fundamentales y esenciales de la Iglesia por El fundada. Aun permitir que las mujeres, sin “investidura formal de un obispo”, puedan efectuar lecturas de la Biblia o realizar determinados servicios del altar, como es la distribución de la Sagrada Comunión, es una deformación, totalmente contraria a la tradición, de la institución misma de Cristo. En ninguna parte de la Escritura, ni de la tradición leemos que la mujer ocupase un puesto activo en los servicios ministeriales, que el Señor reservó, en sus designios inescrutables, a los varones, no a las mujeres.

¿En qué va a consistir esa “investidura formal de los obispos a los lectores y los acólitos? No se trata de una orden menor, ya que los así investidos no forman parte del clero, sino que permanecen como seglares ordinarios. En esta general reforma, todo resulta ya “obsoleto” en la Iglesia de Dios; la misma razón que tuvo Paulo VI para abolir el subdiaconado y las órdenes menores, podrían alegarse para la supresión de todas las órdenes. Todo este continuo cambio ha fundamentado al Gran Oriente de Francia, cuando, en tono amenazador, escribe en “Humanisme”, Número de diciembre de 1969: “Hay que resaltar que, si las estructuras tradicionales se desmoronasen, todo el resto caerá con ellas. La Iglesia no previo una “contestación” de tal envergadura: no está –en absoluto- mejor preparada para recibir y asimilar ese espíritu revolucionario, que lo estaba el Antiguo Régimen frente al movimiento de las “luces”, en 1789. No es el patíbulo lo que espera el papa: ES LA PROLIFERACIÓN DE IGLESIAS LOCALES, ORGANIZANDOSE DEMOCRATICAMENTE, derrumbando las barreras entre clérigos y seglares, creando su propio dogma, viviendo una completa independencia respecto de Roma”. Ya el 1 de abril de 1933, el mismo Gran Oriente había escrito: “Es necesario decidirnos a pensar, a creer, a afirmar que lo que nos une en la masonería es la religión integral, total, universal, a la que debe supeditarse de aquí en adelante toda otra religión sobre la tierra”.

LA DIALECTICA MONTINIANA, CAUSA DE LA CONFUSIÓN REINANTE

Es indudable que el papa Montini tiene una habilidad extraordinaria para desorientar a la gente mejor intencionada, sincera y hambrienta de luz y de verdad. Para juzgar a Pablo VI, es necesario conocer todo lo que habla, leer todo lo que escribe y, sobre todo, tener muy presente, con datos ciertos, todo lo que hace. El secreto de su actuación tan prolongada, sin que hay surgido una protesta de la jerarquía o, por lo menos, de alguna parte de ella, es esa dualidad en su persona y en sus hechos y dichos. He aquí, por ejemplo, algunas palabras suyas, que pudieran desorientar a muchos:

En su reciente viaje a Venecia, dijo, ante las órdenes religiosas:

“Pero la tradición es, además, portadora de muchos valores. Basta pensar en los que se refieren a la disciplina eclesiástica, al culto y a la piedad cristiana, a la espiritualidad y al ascetismo… “No es pasividad reconocer y apreciar los valores de la tradición, sino una actitud positiva, crítica y libre…” Qué patrimonio más precioso, el que corre el peligro de ser minado o dispersado por cierta mentalidad conformista, iconoclasta, mundana y desacralizante! Es fácil quitar, suprimir, pero no lo es tanto el sustituir, cuando se busca y se quiera de veras no una sustitución cualquiera, sino una sustitución de auténtico valor”.

¿Quién, al leer esas palabras, podría pensar que el que así habla es el mimo papa Montini, que ha destrozado plurisecular de la Iglesia? ¿Quién se atrevería a creer que es el mismo pontífice que en el corazón de nuestra catolicidad, en la Eucaristía Sacrificio, Sacramento y Real Presencia, no solo ha desacralizado, sino destruido la verdad católica? Y, sin embargo, es él, es él mismo, el que, al llegar a Udine, fue recibido por los miembros del Partido Comunista, alineados a lo largo de la calle, por donde pasó la comitiva papal, portando carteles y mantas con leyendas de bienvenida y exhortaciones a un dialogo entre cristianos y marxistas, para bien de la comunidad. En la Plaza Primero de Mayo, Paulo VI dijo:

“Hablamos para afianzar a las Iglesias locales. Sería una suerte tristísima para ellas perder el sentido de la catolicidad del único pueblo de Dios, y ceder a la tentación del separatismo, de la autosuficiencia, del pluralismo arbitrario, del cisma, olvidando que para gozar de la auténtica plenitud del espíritu de Cristo, es necesario estar orgánicamente insertado en el cuerpo de Cristo”.

El papa ve el peligro de la desintegración de la Iglesia, de esas iglesias locales, proliferadas por todo el mundo, que, según el Gran Oriente de Francia, ha de ser patíbulo que le espera. Cuando la autoridad ha perdido su sentido trascendente, cuando se ha enaltecido al “hombre” y los valores terrestres, equiparándolos a los valores sobrenaturales y divinos de la gracia, la autoridad está en crisis; no podemos tener ya una base inconmovible para cimentar sobre ella nuestra fe, nuestra obediencia católica, que se funda en Dios y no en las palabras variantes de los hombres, aunque el que nos hable se presente diciéndonos “SOY PEDRO”.

“Las iglesias locales, dice Paulo VI, no constituyen entidades diversas, sino ramas de un mismo tronco, sarmientos de idéntica vid, porciones de una sola Iglesia Unida…” Y denunció una “áspera critica preconcebida y feroz contra la Iglesia, a la que se le acusa de estar en decadencia y de tener miembros mediocres…” “Y más que mediocres, agregó LE MONDE en la versión que dio del discurso del pontífice”.

“Muy grave debe ser la situación de la Iglesia –comenta EXCELSIOR- en el mundo, pues no obstante que el 18 Congreso Eucarístico Italiano fue celebrado con gran fervor, y que a la llegada del papa cientos de miles lo aclamaron estruendosamente, sus temas no fueron de alegría y confianza, sino que predominaron en ellos sus intensas preocupaciones sobre posibilidades de un cisma, sus amarguras por las tendencias desacralizantes con perjuicio de la casta sacerdotal, y sus disgustos ante las ásperas críticas a la Iglesia tenida por decadente y a sus miembros “más que mediocres”.

En estas circunstancias es obvio que la renuncia del pontífice a su cargo sería del todo inoportuna. Un nuevo Papa podría, como Juan XXIII, dejar libre el torrente renovador y sus consecuencias escapan a todo cálculo. O bien lo refrenaría con mayor energía y acaso provocara los cismas, que tanto angustian a Paulo VI. También pudiera seguir la actitud de “prudente indefinición”, que sigue el actual pontífice, y, en este caso, el cambio sería innecesario e inútil. Es preferible que sea la muerte natural, cuyo momento está reservado a Dios, la que determine la hora del cambio.

EXCELSIOR” reconoce la gravedad de la situación presente e indirectamente confiesa que el responsable de esta confusión es el propio papa Montini, al plantear la disyuntiva de la renuncia o de la no renuncia. El nuevo papa puede seguir el camino de los anteriores pontífices, dejando libre el torrente renovador. Las consecuencias de este libertinaje escapan a todo cálculo, dice EXCELSIOR. Si el nuevo papa es un Papa, si cumple con su deber de ser fundamento, el principio de unidad, de estabilidad y de cohesión de la Iglesia, entonces puede, dice el periodista, “venir el cisma”, pero, yo digo: el cisma ya está adentro; la “nueva economía del Evangelio”, la “nueva mentalidad”, la religión de aggiornamiento, del ecumenismo, del dialogo, no es la religión de la Iglesia de dos mil años. El diferir la curación de tan graves dolencias no las remedia, las agrava. Y prosigue el EXCELSIOR:

“Los observadores advierten que son muchos los indicios de que ha disminuido el control del Papa sobre la burocracia del Vaticano, y que los prelados tradicionalistas han crecido en su predominio. Y, en apoyo de sus tesis aluden al reciente incidente entre la Congregación del Clero y el cardenal español Vicente Enrique Tarancón de Madrid.

“El cardenal John Joseph Wright, prefecto de tal Congregación, distribuyó instrucciones secretas a los prelados y sacerdotes españoles instándoles a desconocer la decisión de la Conferencia Episcopal de España respecto a que la Iglesia de ese país dejará de servir como amenuense o apoyo al régimen del Gral. Francisco Franco. Y, cuando con justa indignación el cardenal Vicente Enrique Tarancón acudió al papa, se sorprendió al encontrar que éste nada sabía de las instrucciones emitidas por la congregación, y le dio una carta para anularla.

“Nosotros nos resistimos a interpretar este incidente como un indicio de la pérdida del dominio papal sobre los funcionarios del Vaticano. Esto sería sumamente desventajoso para Paulo VI y daría la razón a los que critican a la Iglesia por sus miembros mediocres.

“Nos inclinamos más bien a interpretarlo como un signo de la política de “indefinición prudente”. No creemos que el cardenal John Joseph Wright haya actuado a espaldas y en la ignorancia papal. De haber sido así, lo congruente fuera que el pontífice lo hubiera destituido, o a lo menos reconvenido seriamente. Y recuérdese que, al poco tiempo de este incidente, Paulo VI hizo cálido elogio de este mismo funcionario, en el que alabó su desinterés en servir a la Santa Sede, pues para ello había abandonado una de las diócesis más hermosas y opulentas de Estados Unidos.

“Es claro que en el incidente con el Cardenal Tarancón, se dejó a una autoridad inferior la definición adversa para que, en caso ofrecido, la suprema tuviera la oportunidad de corregir. Si el papa no haya sido apremiado con la energía del prelado español, habría mantenido su silencio y jamás se definiera en pro o en contra de las decisiones de la Conferencia Episcopal Española. Como no se ha definido respecto a la interpretación que de la “HUMANAE VITAE” dio el mismo cardenal John Joseph Wright, por la cual el uso de anticonceptivos ya es moralmente lícito, si se tiene buen pretexto para emplearlos.

“Igualmente, nos hace mucho, el P. Enrique Maza, S.J., en un fascinante artículo nos daba cuenta de las costumbres de algunas Diócesis de Estados Unidos por la cual los divorciados y vueltos a casar tiene libre acceso a los sacramentos, con lo cual prácticamente se derrumba la antigua intransigencia de la Iglesia respecto a la disolución del vínculo matrimonial, cuya principal consecuencia era declarar inhábiles a los casados por segunda vez (no habiendo muerto su legítimo cónyuge) a participar de los Sacramentos, pues se les consideraba que vivían en pecado. Y, sobre esta mentalidad (que por cierto aplaudimos por fundarse en el espíritu de caridad que debiera imperar en la Iglesia), nada ha dicho el Sumo Pontífice, ya sea en su aprobación o en su reprobación.

“Indefinición que si ha de superarse, sólo será Paulo VI quien deba hacerlo, lo cual constituye una razón más para que no renuncie.

“Indefinición prudente” llama el periodista a la política de Juan B. Montini: un péndulo que oscila entre el torrente renovador de imprevisibles consecuencias y el cisma amenazador de los que, acostumbrados ya a hacer y decir lo que les viene en gana, no tolerarían la represión de una autoridad suprema, que, cumpliendo con su deber, hace valer sus derechos. ¿Es esta la misión de un legítimo sucesor de PEDRO? ¿Fue esta la misión que Cristo dio a su Vicario en la tierra? El comentarista de EXCELSIOR se resiste a pensar que el incidente del cardenal Vicente Enrique Tarancón sea un indicio de la pérdida de autoridad, sino un abuso de autoridad, que, con habilidad sobrehumana, está llevando a la práctica, valiéndose del ya muy conocido método del doble juego, un programa verdaderamente demoledor. Este solo argumento sería bastante para dudar de la legitimidad del papa Montini.

Si el cardenal Wright no actuó a espaldas de Paulo VI, la actitud del pontífice ante la reacción violenta del cardenal Tarancón debería haber sido respaldado, sereno y prudente, del pontífice a las disposiciones dadas por el Secretario de la Sagrada Congregación del Clero, ya que éste había procedido de acuerdo con él. Paulo VI quería actuar por tercera persona, aparentando ignorancia del asunto, para dejar abierta la puerta, y poder así quitarse toda responsabilidad, en caso de una protesta del Presidente de la Confederación Episcopal Española. Tiene razón el periodista de Excélsior: “Se dejó a una autoridad inferior (cardenal Wright) la definición adversa, para que, en caso ofrecido, la suprema (autoridad) tuviera la oportunidad de corregir” (no; no corregir, sino retractar).

Y la observación que, a continuación, añade el periodista de EXCELSIOR, es todavía más elocuente y más probatoria: “Si el papa no hubiera sido apremiado con la energía del prelado español, habría mantenido su silencio y jamás se definiera en pro o en contra de las decisiones de la Conferencia Episcopal Española”. Si esta hipótesis es la verdadera, tendríamos que reconocer, con todo el dolor del alma, que el papa Montini es una persona inescrupulosa que, cuando el caso lo requiere, simula ignorancia, para dar golpe demoledor, por alguno de sus incondicionales subalternos. Por eso, observa el periodista, “Paulo VI hizo un cálido elogio de este mismo funcionario (el cardenal Wright) en el que alabó su desinterés en servir a la Santa Sede, pues, para ello, había abandonado una de las diócesis más hermosas y opulentas de Estados Unidos”. Y confirma más su hipótesis, que ya resulta tesis, con otro ejemplo del papa Montini, con relación al mismo secretario de la Congregación del Clero: “Como no se ha definido (Paulo VI) respecto a la interpretación que de la “Humanae Vitae” dio el mismo cardenal John Joseph Wright, por el cual ya el uso de anticonceptivos es moralmente lícito, si se tiene un buen pretexto para emplearlos”. De ser verdad la hipótesis, tendríamos que concluir que para Juan B. Montini el fin justifica los medios, por malos que éstos sean.

UN NUEVO “AGGIORNAMIENTO” DE LA IGLESIA

Cada día nos encontramos con una novedad, con un nuevo cambio espectacular en la Iglesia de Dios. El pontífice nos dijo, hace pocos días, en Venecia: “Pero la tradición es además portadora de muchos valores. Basta pensar en los que se refieren a la disciplina eclesiástica, el culto y a la piedad cristiana”; y hoy, leemos en el diario de México “EL UNIVERSAL”:

(United Press International) CIUDAD DEL VATICANO, 28 de septiembre.- El papa Paulo VI está preparando una de las mayores reformas de sus nuevos años de reinado pontificio, consistente en un cambio en el milenario sistema del cónclave, mediante el cual son elegidos los pontífices.

“Fuentes del Vaticano dijeron que las modificaciones probablemente contemplan el establecimiento de un congreso que se encargará de designar a los nuevos cardenales y una restructuración del gabinete del Papa a principios del año próximo.

“El pontífice de 75 años ha venido trabajando en la reforma que fue sometida a varios cambios –en su residencia veraniega de Castelgandolfo, dijeron esas fuentes.

“Poco se sabe acerca de la misma, excepto que el papa aparentemente desea conceder a algunos obispos y cardenales participación en el proceso de elección de sus sucesor. El pontífice estaría considerando también la posibilidad de incluir a laicos en el proceso de selección.

“Fuentes de la Santa Sede dijeron que probablemente el papa incluya deliberaciones de la jerarquía obispal en el cónclave, elevando a 200 el número de electores. En muchos casos la jerarquía de estas Conferencias está formada por cardenales.

“Las fuentes expresaron a la vez que el papa está considerando la posibilidad de trasladar el cónclave de la Capilla Sixtina al moderno salón construido para la celebración del Sínodo Internacional de Obispos que tuvo lugar el año pasado.

“La asamblea no continuaría siendo estrictamente un “cónclave”. Siempre en estas ocasiones y siguiendo la tradición desde el año de 1216, los cardenales han permanecido encerrados y aislados para evitar ser influenciados por el resto de los religiosos. A los cardenales se les confió la elección del papa en 1179”.

No cabe duda, esta “reforma” es la más sensacional y la de mayores consecuencias para el futuro de la Iglesia, de todas las innumerables que ya tiene hechas Juan B. Montini. Hace ya tiempo que se hablaba en Roma de este proyecto montiniano, que, en las circunstancias actuales y dadas las reformas precedentes, viene no tan solo a garantizar la “autodemolición” que de la iglesia ha hecho el papa Montini, sino también a asegurar la continuación de esa obra, que, humanamente hablando, va llevando a la Iglesia a su destrucción, para preparar el advenimiento de la Iglesia universal de la fraternidad, en el gobierno mundial de la “mafia sionista”.

Progresivamente Juan B. Montini, después de haberse quitado su Tiara papal y de haberla puesto a pública subasta en la feria de Nueva York; después de haber establecido esas “conferencias Episcopales”, como un cuerpo no meramente consultivo, sino deliberadamente, legislativo, y hasta ejecutivo, de las iglesias locales, de las que hablaban el Gran Oriente de Francia; después de haber concedido graciosamente todas las facultades, que el antiguo derecho sabiamente tenía reservadas al Romano Pontífice, a la sede Apostólica, a los obispos del mundo entero; después de haber establecido los sínodos estables, que convirtieron la iglesia en una iglesia parlamentaria y democrática, ahora nos anuncia –porque esos rumores son anuncios velados- el cambio radical de la elección pontificia, con la cual garantiza y asegura la elección futura del sucesor que siga los mismos lineamientos de su gobierno autodemolitivo.

LA PRUEBA DE LA ILEGITIMIDAD DE PAULO VI

Todo lo que aquí se ha dicho y escrito en todo el mundo acerca del gobierno funesto de Paulo VI son argumentos inequívocos, que comprometen la legitimidad de su pontificado. Un Papa verdaderamente católico no se hubiera atrevido a hacer cambios tan hondos, tan radicales, tan continuos en las estructuras de la Iglesia, especialmente en aquello que constituye el corazón, el centro mismo de nuestra sacrosanta religión, como es la Eucaristía. Todas las reformas litúrgicas no han tendido a hacernos más tangible la sacralidad de tan tremendos y sublimes misterios, compendio de todas las maravillas que Dios ha hecho al hombre, sino que, al contrario, todas estas continuas mudanzas han sido encaminadas a “desacralizar” lo más santo, a convertir los actos litúrgicos en verdaderas profanaciones, en execrables y abominables sacrilegios.

Ya hablé de la inaudita reforma –llamémosle así- que hace poca semanas se hizo, en la Diócesis de Louisiana, en los Estados Unidos, en perfecta negación de la leyes, no mudadas e inmutables, de la Iglesia sobre el Matrimonio. Según esa novedad “se permite a los divorciados y vueltos a casar el recibir los sacramentos, si ellos con “buena conciencia” tienen razón para pensar que su primer matrimonio fue inválido”. La Sociedad Canadiense de Derecho Canónico, en esta misma línea, está urgiendo a los obispos para que festinen las decisiones de los tribunales encargados de juzgar los asuntos relacionados con el matrimonio y para que acepten el concepto de “buena conciencia”, para que los divorciados y vueltos a casar puedan libremente acercarse a recibir los sacramentos. Es un asunto “pastoral”, y con esta fórmula todo es ahora lícito para los “progresistas”. Y los obispos callan; y el pontífice sigue haciendo sus ortodoxas alocuciones, mientras que permiten que sigan derrumbándose las enseñanzas tradicionales y apostólicas de la Iglesia Católica.

Pero, el punto culminante de la autodemolición de la Iglesia, el punto básico que separa al verdadero tradicionalismo del progresismo y de las falsas derechas, es, ya lo hemos indicado muchas veces, en perfecta armonía con los grandes teólogos de la resistencia católica contra la autodemolición de la Iglesia, el del NOVUS ORDO, el de la misa protestantizada y hasta judaizada, que, por desgracia, ha sido impuesta por las Conferencias Episcopales, fieles instrumentos de las consignas demoledoras de Pablo VI.

En su magnífica obra “THE GREAT SACRILEGE”, el P. James F. Watheon, O.S.J., prueba los siguientes puntos:

1.- Que el “Novus Ordo” no se apoya en la infalibilidad papal.

2.- Que la Constitución Apostólica “Missale Romanum” de Paulo VI es nula e invalida.

3.- Que la Constitución Apostólica “Quo Primum” del Papa San Pío V tiene plena vigencia.

4.- Que la Misa llamada “Tridentina” es la única Misa del Rito Latino.

5.- Que la “Nueva Misa” es nueva.

6.- Que la “Nueva Misa” es ilegal.

7.- Que la “Nueva Misa” es inmoral.

8.- Que la “Nueva Misa” no es católica.

9.- Que la “Nueva Misa”-si es que nosotros creemos en el Concilio de Trento y en los documentos oficiales de la Iglesia- No es Misa.

10.- Que la “Nueva Misa” es el GRAN SACRILEGIO.

A pesar de lo mucho que se ha escrito y dicho sobre este candente tema, debo recordar a los seglares, que sin ser teólogos, ni haber estudiado teología quieren imponernos su personal criterio, sin base ni fundamento alguno, que la validez o invalidez de las nuevas misas no puede ser definida por el juicio de los laicos, sino por la autoridad del Magisterio; y que, al declararse defensores de la nueva misa, están sufriendo un anacronismo doctrinal, con un retraso de cinco siglos. El Concilio de Florencia en 1442 declaró en su Decreto para los Griegos y Armenios: “Verum quia in suprascripto decreto Armenorum non est explicata forma verborum, quibus in consecratione corporis et sanguinis Domini sacrosancta Romana Ecclesia, Apostolorum doctrina et auctoritate firmata, Semper uti consueverat, illam praesentibus duximus inserendam. In consecratione corporis hac utitur forma verborum: HOC EST ENIM CORPUS MEUM; Sanguis vero: HIC EST ENIM CALIX SANGUINIS MEI, NOVI ET AETERNI TESTAMENTI, MYSTERIUM FIDEI, QUI PRO VOBIS ET PRO MULTIS EFUNDETUR IN REMISSIONEM PECCATORUM. Y traduzco para los que ignoran el latín: “Dado que en el Decreto antes dicho para los armenios, no se expresó la fórmula (las palabras de la formula), la que (o las que), en la consagración del Cuerpo y la Sangre del Señor, la Sacrosanta Iglesia Romana, apoyada por la doctrina y autoridad de los Apóstoles, siempre ha usado, hemos juzgado conveniente añadir aquí. En la Consagración del Cuerpo, se usa esta fórmula (estas palabras): “Porque este es mi Cuerpo”; en la de la sangre: “Porque este es el cáliz de mi Sangre, del nuevo y eterno testamento; misterio de fe, que por vosotros y por muchos será derramada, en remisión de los pecados”. (Denzinger 715)

Estas palabras son de un Concilio Ecuménico, doctrinal, dogmático y por lo mismo infalibles. Sobre esta base, el Misal Romano de san Pío V ordena a los sacerdotes adherirse a esta fórmula estrictamente. En el capítulo titulado “De defectibus” (lo que concierne a los defectos), después de haber dado exactamente las mismas palabras del decreto citado, el “Missale” continua: “Si alguno quita o cambia algo de la fórmula de Consagración del Cuerpo o de la Sangre, y por este cambio de palabras no significa la misma cosa, que expresan estás palabras, no consagran (no realiza el sacramento)“. Según estas definitivas palabras, no hay consagración válida del vino (y posiblemente tampoco del pan) en esas misas modernas. Y la razón es clara, para el que no quiera cegarse en su soberbia.

Una Misa válida y lícita, cuando el sacerdote celebrante hace lo que hizo Cristo y con la misma intención que tuvo Cristo. Es así que el que no tiene la intención de Cristo, sino que positivamente la excluye, incurriendo evidentemente en el defecto del que habla el “Missale Romanum”, que inválida, según vimos arriba, el Sacrificio. Luego, la nueva misa es inválida.

Para probar la menor del silogismo, además del decreto ya mencionado para los Griegos y Armenios y de las razones intrínsecas en que dicho Decreto se funda, tenemos la autoridad del Tridentino, claramente explicada en el Catecismo hecho y ordenado por este Concilio, también Ecuménico, también dogmático; y, por la doctrina dogmática de la sesión XXII, cap. 1 De la Institución del Sacrificio de la Misa, en donde claramente se expresa la intención de Cristo al instituir este augusto sacrificio del Altar, distinto al Sacrifico Cruento del Calvario. A los que se excusan en el griego dela decadencia para defender su posición herética, que quiere confundir, según las tesis luteranas el dogma de la Redención con el de la Justificación por Jesucristo, les recomendamos que vuelvan a recordar un poco su estudio del griego, para poder apreciar esas minuciosidades (Cf. Denzinger 938 y 942).

Algunos se empeñan para defender su tesis anticatólica, en decir que para una válida consagración, basta decir: “ESTE ES MI CUERPO”, “ESTA ES MI SANGRE”. Suponiendo, que así fuera, no es este el caso de la nueva misa, en sus fórmulas vernáculas, en donde se añaden estas palabras que contrarían y excluyen la intensión de Cristo: QUE POR VOSOTROS Y POR TODOS LOS HOMBRES SERA DERRAMADA. El futuro del verbo “será derramada” ciertamente se refiere al Sacrificio del Calvario, pero Cristo en el Cenáculo instituyó otro verdadero y real sacrificio, no para redimirnos, sino para justificarnos; sacrificio que habría de durar hasta la consumación de los siglos, aunque sea en las catacumbas.

Y ¿basta decir correctamente la fórmula de consagración del Pan, para que, por lo menos, tengamos la transubstanciación, aunque no el sacrificio, ya que solo por la mística separación del Cuerpo y de la Sangre está Cristo sobre el altar en estado de víctima? Yo opino que el sacerdote que, con toda intención, acepta las fórmulas vernáculas de la nueva misa, está, como dije, incluyendo la intención de Cristo y, por lo mismo, desde el principio de la consagración se coloca en una situación que no puede actuar en nombre de Cristo, con el poder de Cristo. No hay transubstanciación; no hay Sacramento.

He aquí la prueba para dudar y negar la legitimidad del papa Montini. ¿Cómo puede ser legítimo un papa, que prácticamente ha dejado a la Iglesia sin el Santo Sacrificio de la Misa, sin el Santísimo Sacramento del Altar, sin la vida eucarística, que era el alma, la vida de la Iglesia? Inútiles fueron las severas advertencias de los Cardenales Ottaviani y Bacci; inútil el Breve Examen Crítico, hecho, bajo la dirección del prefecto del Santo Oficio por los mejores teólogos, canonistas y párrocos de Roma; inútiles los millones de telegramas y cartas que llegaron y siguen llegando al Vaticano para protestar por tan sacrílego atentado. Juan B. Montini, el débil, según dice Paulo VI, se ha mantenido inconmovible en su postura, que es destructora no solo de la Eucaristía, sino de la Iglesia Católica. “Destruyamos la Misa, decía Lutero, y habremos destruido la Iglesia”.

Y así ha sucedido: las reformas litúrgicas, que tanto complacieron a don Sergio el de Cuernavaca y a todos sus seguidores y admiradores, abrieron paso a todas las herejías, a todos los escándalos, a toda esta espantosa REVOLUCIÓN en la Iglesia de Dios. ¿Qué ha quedado en pie? ¡Esta es la gran apostasía anunciada por Daniel (cap. VIII) y por San Pablo! ¡Este es el Reinado de Satanás! Después de estas palabras, mi primera pregunta está ya respondida: JUAN BAUTISTA MONTINI NO ES UN PAPA LEGITIMO. ¿Fue elegido válidamente? Ya dije que, al parecer, se cumplieron las formalidades canónicas para una recta elección. Pero, esta elección de iure no es suficiente para que sea válida. Se necesita que el elegido fuera sujeto capaz de ser elegido. Ahora bien, considerando todos los adjuntos personales de Juan B. Montini, no creo que sea temerario llegar a decir que, al ser elegido, él no tenía nuestra fe; que era un infiltrado, hábilmente preparado y discretamente aconsejado, para dirigir, desde arriba, la autodemolición de la Iglesia. Yos é muy bien que él, en sus discursos turísticos, frecuentemente se lamenta y parece condenar, las herejías, la inmoralidad, las horrendas profanaciones, el desorden increíble, que estamos presenciando; pero esos lamentos no son sinceros; esa condenación nos es compatible con las atrocidades que, a ciencia y conciencia suya, se están llevando a cabo, en todo el mundo, con la colaboración de sus amigos: los judíos, los masones y el comunismo internacional.

La última reforma, que el día de hoy nos anuncia la prensa mundial sobre la elección de su sucesor es un gesto más que denuncia el plan preconcebido y hábilmente realizado por Paulo VI. Antes de salir para Australia y Filipinas, en donde, por poco, pierde la vida, quiso también dar otro golpe para asegurar su programa destructor, eliminando de un plumazo el derecho que secularmente tenían todos los cardenales hábiles para asistir al cónclave y elegir a su sucesor. Pensó que todavía quedaban algunos cardenales tradicionalistas, que, a lo mejor, podían impedir, con una indeseable elección, el que toda su obra reformista se quedase paralizada por la actitud enérgica de un verdadero Papa. Juan B. Montini y su secretario de Estado el Cardenal Villot y Danielou y Benelli están muy ocupados de no echar a perder, a última hora, la protestantización y la judaización de la Iglesia.

Pero, suponiendo que los datos abundantes, que tenemos, para dudar de la ortodoxia de Juan B. Montini, al tiempo de su elección; datos, que son ampliamente conocidos no sólo de Roma, sino en otras muchas partes de Italia y fuera de Italia, fuesen insuficientes para que la elección de Paulo VI, canónicamente válida, in radice fuese válida; en tal caso es evidente, después de lo mucho que hemos ya dicho (sin agotar, por eso, la materia), que Paulo VI, al continuar ese Concilio revolucionario y destructor, al publicar sus documentos, al imponer esa misa, que “impresionantemente se aleja de la teología católica del Concilio de Trento”, y que, por tanto, favorece la herejía y hace que esa misa sea pecaminosa para los fieles, al no cumplir con los deberes fundamentales de un papa, al arrastrar a la Iglesia a esta confusión, a este desquiciamiento, a esta ruina espiritual de tantas almas, especialmente de sacerdotes y religiosos, ha dejado de ser papa, porque ha dejado de ser fundamento, la roca inconmovible, cayendo él personalmente en la herejía: una herejía que se obstina, que no cede, que quiere, en ecuménico abrazo, fundir a todas las religiones, enalteciendo al hombre y los valores humanos, sobre Dios y los valores divinos.

Algunos de mis lectores se estremecerán al leer estas páginas; creerán que he perdido la fe y caído en el cisma. Pero los que así piensan no se acuerdan que todo el respeto, toda la obediencia, todo el amor filial que debemos a un legítimo papa, según la doctrina de la fe católica, es del todo indebido a un usurpador o a un traidor a Cristo, que nunca ha sido o ya no es ahora, después de su defección, un legítimo Papa.

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