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sábado, 14 de enero de 2012

Las cosas principales que han de enseñar a sus hijos los padres diligentes y virtuosos.

En el sagrado libro del Deuteronomio encarga Dios nuestro Señor a los padres, que la primera lección que dieren a sus hijos sea del santo temor del Altísimo, que los ha criado para que conserven el santo temor de Dios todos los dias de su vida, y lo enseñen despues a sus hijos, si los tuvieren. Este es el principio fundamental de toda prosperidad en esta vida y en la eterna.
Esta fué la principal lección que le enseñó el santo Tobías a su amado hijo, para que se librase de todo pecado, y tuviese feliz la vida mortal que le habia concedido Dios nuestro Señor : Ab infantia timere Deum docuit filium suum (Tob. I, 10).
Mejor le es a un padre cristiano tener un solo hijo, y que tema a su Dios y Señor, que tener mil hijos impíos y malos, que se crien para tizones del infierno. Así lo dice el Espíritu Santo (Eccli., XVI, 3).
En el libro de la Sabiduría también se dice, que si tus hijos han de ser malditos, y por tu mala crianza se han de condenar, serás feliz en no tenerlos; porque mejor es no tener hijos, que tenerlos para el infierno, y condenarte por ellos.
A los hijos que Dios te diere, los criarás en el temor santo de su Criador y Señor, no sea que ellos perezcan, y tú con ellos (Psalm. XXXIII, 11); por lo cual te convendrá, si tuvieres hijos, no dormirla sueño suelto, para que no se relajen con tu descuido en sus primeros años, y después se llagan rebeldes y protervos.
Muchas veces les has de referir a tus hijos las plagas y desventuras que les vendrán si no temen a su Dios y Señor, y se apartan de todo vicio; porque así te lo aconseja el santo profeta Joel en sus infalibles vaticinios.
Los mandamientos de la divina ley los tendrás siempre en tu corazon, dice el Señor, y los enseñarás a tus hijos, diciéndoles, que este es mas rico patrimonio, y el que los hará herederos del reino celestial, despues de opulentarlos en este mundo transitorio (Deut., VI, 6).
Asimismo les enseñarás á tus hijos, dice Dios, que mediten frecuentemente la ley del Altísimo; teniendo por cierto, que con esta diligencia se multiplicarán los diasde tu vida, y harás bien afortunados a tus hijos, criándolos respetuosos a la divina ley, y aplicados a guardar los preceptos justificados del Señor.
En el libro del Exodo también se encarga a los padres diligentes que muchas veces hablen a sus hijos de las maravillas de Dios y de las grandes misericordias que su divina Majestad ha hecho con los que guardan su santísima ley; para que asi los hijos se aficionen a servir a Dios, y aprendan a amarle sobre todas las cosas, y a serle agradecidos. (Exod., X, 2 et seq.)
Para este santo fin se aconseja a los padres en el mismo sagrado libro, que tengan en su casa alguna imágen de las maravillas del omnipotente Dios, para que viéndolas sus hijos, se muevan a preguntar lo que significan; y con este motivo logren los padres la buena ocasion de explicar a sus hijos las maravillas y misericordias del Señor para con los que fielmente le sirven y le aman.
Con estos motivos y ocasiones, y con otras que los diligentes padres busquen para tan santo fin, han de enseñar frecuentemente a sus hijos el amor y temor que deben a su Dios, para que con la primera luz de la razón comiencen a ejercitar las virtudes teologales, que se les infundieron en el santo bautismo, y comiencen a ser felices con vida inmaculada.
Es punto gravísimo, que obliga, pena de pecado mortal, luego que las criaturas entran en el uso dé la razón, clamar a Dios sobre todas las cosas, y adorarle, como a su Criador y Señor (Deut., VI, 20; Jos., IV, 6 y 21). No se descuiden los padres de enseñar esta primera obligación a sus hijos; y los que en ella se hubieren descuidado, confiésense de su omision y negligencia, como se les enseña en la divina historia de la Mística Ciudad de Dios.
Este principal encargo le hacia el apóstol san Pablo a un amado discípulo suyo; previniéndole, que desde los primeros años de la infancia enseñase a su hijo el conocimiento de Dios, y todo lo perteneciente a la vida eterna, para que por su descuido no errase su hijo desde los primeros pasos el camino seguro de su salvación eterna.
Los padres ingratos y prevaricados, que no enseñan a sus hijos y a sus hijas esta principal doctrina de los cielos, desengáñense, que no verán bien lograda la sucesión de sus casas, ni para ellas hallarán verdadera felicidad, sino es guardando los divinos mandamientos, como lo dice el Señor en su Deuteronomio.
Pongan los padres, si quieren ser felices, todo su corazon en la divina ley, y manden rigurosamente a sus hijos que la observen, y así prosperarán hijos y padres, como se dice en el mismo sagrado libro.
El padre desventurado que tiene hijos viciosos, y no los corrige, ni les enseña la ley inmaculada del Señor, será despreciado de los hombres sabios, computándole éntre los fatuos del mundo; porque ama a sus hijos mas que a su misma reputación, como lo escribe un santo profeta. (Bar., IV, 12 et seq.)
Al grande patriarca Abrahan le dijo el Altísimo, que si oía y obedecía los mandamientos de su Dios y Señor, serian benditos del cielo todos sus hijos; y estos se harían felices con la misma condicion que su padre, esto es, observando los divinos mandamientos, y sujetándose a las leyes y palabras de su Dios omnipotente.
En el sagrado libro del Génesis se dice, que conociendo el Altísimo con su infinita sabiduría, que el patriarca Abrahan había de mandar á sus hijos que ajustasen sus vidas con la divina ley, le dió su divina bendición; porque así se obliga el Señor del buen deseo de los hombres justos, que aun antes de tener hijos, ya proponen eficazmente en su corazon el criarlos conforme a los divinos mandamientos, y enseñarles esta ciencia soberana, que hace felices a los hombres, y su olvido les hace desventurados.
Esto les predicó públicamente el santo Moisés a todos los principales del pueblo de Dios, estando vecino a su preciosa muerte, y les dijo, conocía que despues de sus dias se apartarían sus hijos de la ley inmaculada del Señor, y se descuidarían sus padres ingratos de enseñarles los divinos mandamientos; por lo cual los desengañaba, que en aquel día infeliz en que olvidasen los preceptos del Altísimo, comenzarían sus plagas y desventuras; porque apartándose de su Dios y Señor, no hallarían sino tribulaciones y dolores.
Tres obligaciones principales tienen los padres con sus hijos; y son: sustentarlos, doctrinarlos, y darles estado no contrario a su decente voluntad. La obligación de sustentarlos comienza con la misma naturaleza. La obligación de doctrinarlos se llega cuando los niños entran en el uso de la razón desde su puericia, como dice el Espíritu Santo (Eccli., VII, 25), y aunantes, para que las criaturas no contraigan algunos vicios naturales, como de revolver la ceniza, deshacer los carbones, comer tierra, sal, ó cosa mala.
La buena educación de los hijos se reduce también a tres puntos principales, que son: enseñarles lo bueno, apartarles de todo malo, y guiarlos con el buen ejemplo. Mejor es no tener hijos, que tenerlos malos y mal criados, dice la divina Escritura (Eccl., XVI, 4; et XXV, 10); porque todo lo que es de felicidad y fruición tener los hijos prudentes, justos y sabios, es de amargura inconsolable tenerlos impíos, insipientes, fatuos y necios.
Lo cierto de fe católica es, que vendrán dias angustiados, en los cuales se llamarán felices y bienaventuradas las mujeres que no tuvieron hijos: Beatas steriles, et ventres qui non genuerunt (Luc., XXIII, 20); porque si por una parte tuvieron alguna mortificación con su esterilidad, por otra se libraron de muchos y graves cargos de conciencia que tendrían con sus hijos, a peligro de condenar sus almas por ellos, y con ellos.
Esta es la calamidad y miseria de esta vida mortal, que muchos que tienen hijos, quisieran no tenerlos, y están hartos con ellos: Saturati sunt filiis (Psalm. XVI, 16); y otros que no tienen hijos suspiran por tenerlos, y el altísimo Dios no se los da tal vez porque su divina Majestad conoce que se condenarían con ellos; y es grandísima misericordia suya el no concedérselos.
Aquellos padres infelices que por dejar ricos a sus hijos en este mundo pierden sus almas para toda una eternidad, mejor hubieran estado sin hijos que con ellos; porque como dice Salomon, es cosa pésima guardar la hacienda para condenarse el dueño con ella.
Por este grave peligro, dice el Espíritu Santo a todos los padres, que se guarden de sus hijos, no sea que pierdan sus almas por ellos: A filiis tuis cave (Eccli., XXXII, 20); porque si el padre se condena, no le sacará su hijo del infierno, antes podrá ser le ponga mas adentro, multiplicando los pecados de que fué causa su impío y escandaloso padre.
Aun no cumplen enteramente sus grandes obligaciones los padres, enseñándoles a sus hijos el temor santo de Dios, y la divina ley, y la doctrina cristiana, sino que también están obligados a apartar a sus hijos de todos aquellos graves y urgentes peligros por donde regularmente se pierden muchas criaturas. Esta ha de ser la primera diligencia, apartarlos del mal, y enseñarles el bien, conforme la dirección del santo profeta, que dice: Declina a mato, et fac bonum (Psalm. XXXVI, 27).
Madruga mucho la malicia en las criaturas, como ya lo dejámos prevenido; por lo cual importa muchísimo, que en rayando la primera luz de la razón en los niños, los aparten sus padres de su cama, y los pongan en cama distinta, aunque sea con alguna desconveniencia, y no permitan que los niños y niñas duerman juntos, aunque les parezca que en ellos no ha entrado la malicia; porque regularmente cuando se conoce el mal, ya tiene dificultoso remedio, y el demonio anda muy solícito en aquellos primeros años, como dejámos dicho.
Un escritor anatomista célebre, hablando sobre este punto moral de la conveniente separación éntre los niños y niñas, dice como aun en lo físico ha dispuesto con altísima providencia el Autor de la naturaleza una cosa bien digna de notar; y es que si en el vientre de la madre se conciben de una vez dos niñas, ambas están incluidas dentro de una misma túnica, y lo mismo si son dos niños; pero si de una vez se conciben niño y niña, ya Dios nuestro Señor los divide, y los separa de tal manera, que el niño tiene distinta túnica que la niña; enseñando con esto Dios nuestro Señor a los padres la separación discreta conque los deben criar. (Anath. ap. Sen.)
No juzguen los padres negligentes por inútil y ociosa esta prevención cristiana; porque algunos santos padres de la Iglesia de Dios hacen digna ponderación sobre ella, considerando las muchas criaturas que se han perdido desde aquellos primeros años por la omision ignorante que tuvieron sus padres en guardarlos de este peligro. El gran padre de la Iglesia san Gregorio hace mención de un niño, que de solos cinco años se condenó. (In Mor.) Miren si por los años se puede tantear la malicia.
Para el mismo santo fin conviene también que los padres no tengan en su casa pinturas torpes y profanas que sean provocativas; porque los niños fácilmente reparan en ellas, y les entran especies escandalosas, que son causa de su ruina espiritual, como lo advirtió en un sínodo de su arzobispado san Carlos Borromeo con su santísimo celo.
Otra advertencia notable hace a los padres nuestro seráfico doctor san Buenaventura; y es, que delante de las criaturas jamas se diga palabra ninguna que pueda despertar especie venenosa de torpeza; porque una pequeña centella suele encender un grande fuego, que despues se hace muy dificultoso de apagar, cumpliéndose la profecía de Isaías, que dice son lazos infernales de los jóvenes los que con malas palabras los prevarican y los pierden.
Nuestro Señor Jesucristo dijo, que son abominables y dignos de gravísimo castigo los que escandalizan a los niños (Matth., XVIII, 6), por lo cual deben temer la ira de Dios omnipotente todas aquellas personas escándalosas que enseñan a pecar a las criaturas. En esto hay gravísimos peligros; que los incautos padres no acaban de comprenderlos, y sus hijos se pierden. ¡Desventurados de aquellos que enseñan a pecara otros!
Atiendan mucho los padres a las compañías que tienen sus hijos, aun para los entretenimientos de su niñez. En la grande casa del patriarca Abrahan el hijo de la esclava perdía y prevaricaba al hijo de Sara; y esta perdición se explica con título de juego, y el remedio fué separar a los niños, y echar fuera de casa al hijo de la esclava y a su madre. (Gen., XXI, 9, cum Exp) Aprended, padres cristianos, y advertid no sea que con motivo de juegos obscenos y torpes se pierdan desde sus primeros años vuestros hijos.
En algunas criaturas se hace como naturaleza de malicia, dice el Sabio, y conviene tener mucho cuidado; porque mas presto se aprende lo malo que lo bueno, y corriendo los años, se hallan muchas almas perdidas y confusas con lo que hicieron en la niñez. Conocen el daño cuando ya no tiene otro remedio que el dolor; y con razón se quejan de sus incautos y descuidados padres, que no les atendieron y corrigieron sus travesuras y desahogos, ni los apartaron de las compañías peligrosas para su perdición.
Aprended, padres cristianos, que habéis de dar estrecha cuenta a Dios nuestro Señor de las almas de vuestros hijos, y tenéis obligación en conciencia, y pena de pecado mortal de enseñarles lo bueno, apartarlos de lo malo, y darles buen ejemplo. Cuando entran en el uso de la razón debéis enseñarles el credo, los mandamientos y los sacramentos que han de comenzar a recibir de la confesion y comunion, explicándoselos misterio por misterio, mandamiento por mandamiento, y sacramento por sacramento; como dejamos dicho en la explicación de la doctrina cristiana.
Enseñadles también algunas devociones, y que teman a su Dios, y amen a su Criador y Señor, y no le ofendan, porque se condenarán para siempre a las penas eternas del infierno: que sean devotos del ángel de su guarda, y del santo de su nombre: que no juren ni echen maldiciones, ni hagan mal a nadie.
Estas cosas y otras muchas que ya dejamos explicadas, han de enseñar los padres a los hijos; y sobre todo darles buen ejemplo, para enseñarlos por palabra y por obra. El santo profeta Ezequiel dice, que si el padre tiene un hijo ladrón, y se halla que para esto le dió su padre mal ejemplo, le quiten la vida al padre, que tiene la culpa del pecado del hijo (Ezech., XVIII, 10).
El mal ejemplo de los padres de tal manera precipita a los hijos, que ni un caballo desbocado corre mas veloz al precipicio, que los hijos a los vicios que miran en sus malos padres. Así lo dice una sentencia del Espíritu Santo (Eccl., XX, 8).
La ruina fatal del mundo consiste en los malos padres, como diremos después. Y por el contrário, si los padres son buenos y ejemplares, los hijos se les van detras a la Iglesia, al santo Via Crucis, y a todas las obras buenas, que es una bendición de Dios el verlos. San Francisco de Sales se queja mucho de que a los niños que ya tienen bastante uso de razón, les dilaten la comunion sagrada; pero si a sus malos padres no hay quien los lleve a la iglesia, ¿qué mucho se descuiden de la sagrada comunion de sus hijos? Siempre les parecerá que no es tiempo.
De cinco años padeció glorioso martirio un niño en compañía de su santa madre. El niño clamaba para que le llevasen a morir por Cristo Señor nuestro. Asombrado el tirano, le preguntó si sabia qué cosa era martirio. Y el santo niño respondió, que era morir por Cristo, para vivir para siempre, y que así se lo había enseñado su madre (Metaph. in Exem. ap. Pat. pl. 32). Esta gran fuerza tiene la educación de los padres, y lo que a los niños se les enseña con palabras y buen ejemplo. Dios ilustre a los padres para la buena crianza de sus hijos, que será la restauración de los pueblos. Amen.

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