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sábado, 14 de julio de 2012

LA APOSTASIA (4)

 Por Mons. José F. Urbina A.
 "EL QUE LEA, ENTIENDA". 
El tiempo que transcurra desde la eliminación del Sacrificio y el día del Juicio, está ciertamente oculto a los ojos de todos. Los hombres -una inmensa mayoría-, creerán que se enfrentan a un cambio mundial globalizado. La entrada a otra época. El Profeta Daniel hablando de este tiempo (Cap. 12) dice: "Los impíos seguirán el mal y ninguno de los malvados entenderá". ¿Y cuándo sucederán las cosas que se anuncian para este tiempo?, lo dice muy claro en el v. 7: "cuando la fuerza del pueblo de los santos estuviera enteramente quebrantada". No dice "fuera", sino "estuviera" enteramente quebrantada, que no es lo mismo. Decir "fuera" enteramente quebrantada, significa que los acontecimientos suderán cuando se llegara a eso; pero al decir "estuviera" enteramente quebrantada, da la idea obviamente de que se establecerá una situación de quebrantamiento de duración desconocida. Apoya esto el texto del Apocalipsis cuando dice: "Aquí es necesaria la paciencia y la Fe de los santos" (Apo. XIII, 10). La Iglesia vencida aparentemente para siempre a los ojos de sus enemigos, igual que Cristo fue puesto en el sepulcro para que sus asesinos cantaran la victoria que creyeron definitiva. La Doctrina de la Iglesia, totalmente olvidada o retorcida. Y así lo creerán para siempre.
Las profecías del Profeta Daniel, aunque hablan de las profanaciones de Antíoco al introducir el culto a Júpiter Olímpico al templo judío, son, sin embargo, figuras -dice San Pablo-, de otras realidades para el tiempo mesiánico. Por eso pueden ser esclarecedoras las Palabras de Cristo N. S. registradas en los Evangelios.
Cuando El habla de las cosas del fin, añade una exclamación casi siempre incomprendida por el lector: "EL QUE LEA, ENTIENDA". La encontramos en San Mateo, en San Marcos, y en el Apocalipsis de San Juan es utilizada con el mismo fin y sentido. Es decir, que se debe realizar un esfuerzo para profundizar y penetrar el misterio, la doctrina, y la profecía. Así podrán hacer los fieles que son de Dios, porque para los demás será absolutamente imposible.
¿Cómo profundizar el sentido de las palabras y de las profecías si el mensaje evangélico ha sido tan brutalmente deformado y así ha sido aceptado por el pueblo?. La verdad es que los manipuladores de este saínete diabólico, pusieron en boca de los fieles un rosario de mentiras y necesidades jamás imaginadas. Y a partir de esos inventos bordaron una nueva Iglesia que es muy similar -al principio- a la Iglesia de Cristo, pero que no es la Iglesia de Cristo. La verdad, es que el pueblo jamás pidió tanto cambio, tanta reforma, tanta "renovación", tanta doctrina "nueva". Ellos observaban con ojos impávidos lo que les arrojaban a la cara; a veces con ojos extrañados y a veces inconformes. La "necesidad" del cambio fue inventada con articio en base a lo que no existía ni se quería. La necesidad de tanta novedad era indispensable para empujar en las venas del individuo el material pestilente, como es necesaria el agua destilada para disolver la droga en polvo. Pero así este pueblo obtenía el precio que merecía por tanta indiferencia, tanta corrupción y tanto pecado.
¿Observaste alguna vez los ojos del que padece gula mientras come?. Los ojos se le encienden como con ira, viendo fijamente sus bocados, espulgando y seleccionando el trozo, posesionado de todo el plato. Se lleva a la boca el bocado sin dejar de ver todo el conjunto y masca con avidez, como si alguien tratara de arrancarle algo. Rodea todo el plato con los brazos, y nunca levanta la vista, sí son los hombres que quieren mundo, placer, carne. No oyen lo que se les dice y si acaso se ofenden; se justifican siempre y es más prosible que se aparten o que te ganes un enemigo oculto que rectifiquen.
Es cierto que el pueblo fiel no sabía muchas cosas de la Doctrina y por eso pueden aducir inocencia en la demolición de la Iglesia. Santo Tomás de Aquino (Sum. Theo. 2-2, q. 6, a. 6) dice que las verdades de la Fe no son igualmente necesarias a todos para salvarse. Hay impedimentos de todas clases para que todos los hombres lleguen al conocimiento de toda la Doctrina, pero lo que nunca se puede negar es que la corrupción del pueblo, enfermó el Cuerpo místico de Cristo y así llegaron los enemigos a introducirse en la Iglesia para luego controlar y prostituir. Por esto son coopartícipes de una responsabilidad tremenda que indudablemente los hace culpables. 

EL FIN DEL MUNDO ES UNA BURLA.
 Hay algunos ilusos que para esconder su irresponsabilidad su pecado de cisma, dicen que hay que orar mucho a Dios para esperar un próximo triunfo de la Iglesia. ¿Es posible este triunfo?, ¿la Iglesia espera un triunfo?. Los Evangelios dicen otra cosa totalmente.
Llama la atención que N. S. Jesucristo, menciona a Lot y a Noé. ¿Por qué menciona a Lot y a Noé cuando habla de los últimos días de1 mundo próximos a la Parusía?, evidentemente porque dan un abundante material de estudio y reflexión. Advierte con esto, que en ese punto, nadie Lo estará esperando, ni siquiera los "buenos".
El texto de San Lucas es claro y revelador: (Cap. XVII, v. 26): "Lo que aconteció en el tiempo de Noé IGUALMENTE acaecerá en el día del Hijo del Hombre. Comían y bebían, casábanse y celebraban bodas, HASTA EL DIA en que Noé entró en el arca y sobrevino, entonces, el Diluvio que acabó con todos. Como también lo que sucedió en los días de Lot: comían y bebían, compraban y vendían, hacían plantíos y edificaban casas; más EL DIA que salió Lot de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, que los abrasó a todos. DE ESTA MANERA SERA EL DIA EN QUE SE MANIFESTARA EL HIJO DEL HOMBRE"
¿En dónde vemos aquí un triunfo de la Iglesia, sino la inesperada Parusía en la que Cristo reclama Sus derechos y condena al Anticristo formado por la cabeza y su cuerpo formado por los hombres de esa generación perversa?. Las gentes del tiempo de Lot y de Noé, se burlaron de ellos, como al final se burlarán de quienes anuncien la Parusía. Esta generación malvada, no obtendrá más señal que la señal de Jonás. Los fariseos del tiempo de Cristo N. S., pedían una señal cuando estaban ciegos a muchas de muchas clases. El Señor les contestó que no tendrían otra señal que la de Jonás. Es decir, el Hijo del Hombre muerto y sepultado por tres días en el sepulcro. La señal de la Parusía será la Iglesia muerta y enterrada en el sepulcro por obra de los hombres. ¿En dónde aparece aquí un triunfo de la Iglesia que no sea la presencia misma del Señor?. En San Mateo dos veces y en San Lucas (XI, 29), Cristo se refiere a la señal de Jonás: "Esta raza, es una raza perversa; pide un prodigio, pero no se le dará otro prodigio que la señal del Profeta Jonás". El hombre se ha alejado de Dios y ha caminado con desparpajo y desprecio en sentido contrario a la luz. ¿Va el Señor a caminar al encuentro de quienes lo aborrecen y lo desprecian?, ¿va a prestarse el Señor a ser un objeto del hombre vivales que almacena materia, que busca la carne, que se divierte y viaja, que viola la ley y los preceptos, que abandona a la Iglesia a su suerte, que es incapaz, no digamos de un sacrificio, pero ni siquiera un esfuerzo por su Dios?. ¿Dónde aparece aquí un triunfo de la Iglesia que le permita al hombre irresponsable cubrir su corazón leproso, su cisma, su irresponsabilidad recibiendo con gozo al papa, al Sacrificio redivivo, y todo aquello que le dio esplendor al Cristianismo, como premio a su corazón perezoso y mezquino?. Si hay un triunfo de la Iglesia, ¿a qué viene Cristo?, ¿no prometió a su pequeño rebaño no dejarlo solo sino volver?. Si Cristo regresa a sacar a los Suyos de este mundo convulsionado y peligroso, ¿será que esto lo haga en medio de un triunfo de la Iglesia?. La idea de que esperamos un triunfo de la Iglesia la predican los actuales cismáticos, los que se han negado a la elección del padre común, los que dicen que los Sacramentos que administran por la necesidad son válidos y completan su tontería diciendo que la Iglesia suple y cubren así su posición irregular.
Pero podemos reabundar en esta doctrina. En San Mateo (Cap. XXV, 1 y sigs. ) se nos narra la parábola de las vírgenes prudentes y necias. En Cap. XXV, 1 dice: "Mas llegada la MEDIA NOCHE se oyó una voz que gritaba: Mirad que viene el Esposo". En la Biblia comentada de Torres Amat se dice comentando estos textos: "Es falso decir: Cristo no puede venir en nuestro tiempo... Jesús les da amplias señales para que puedan estar alertas (San Marcos Cap. XII), y aún para que conozcan cuándo El estará a la puerta... El vendrá cuando menos lo esperan "como una red sobre la Tierra entera de modo que solamente estén preparados "los que aman Su venida" (II Timoteo IV,8)".
Las vírgenes bobas se duermen, no son previsoras y el Esposo viene a la media noche. El original griego dice "messes de niktos" que sé traduce más propiamente como "en lo más profundo de la noche". Esta situación, ¿puede darnos idea de que la Iglesia ha tenido un triunfo?. ¿No está esta idea divorciada de la Escritura solamente en la mente de un iluso irresponsable, de esos que manipulan camunidades aisladas fuera de la comunión de la Iglesia?
Cristo ha de venir, entonces, en lo más profundo de la noche. Cuando la oscuridad es más cerrada. ¿Se trata aquí de la luz del sol?, para nada. Aquí se habla de una profunda oscuridad moral y espiritual. Los hombres no alcanzan a ver nada. Están ciegos pero creen ver. "Por eso su pecado permanece". Si hubiera Iglesia en el mundo, aunque estuviera reducida a su mínima expresión; si hubiera Sacrificio en los altares, no existiría esa oscuridad. Los hombres se encargaron de apagar y pisotear las últimas luminarias que había. Y en esas condiciones, lo dijo Cristo, nadie sabe a dónde va. Si ahora creemos que podemos ver, estando el Demonio gobernando desde el Vaticano; si nos satisfacen esos ritos modernos y blasfemos o las Misas cismáticas del supuesto "resto fiel"; si no interpretamos los densos nubarrones de tempestad levantados porque la sociedad, la familia, los gobiernos y la misma Naturaleza se han desencuadernado y creemos que todo esto puede revertirse por una gracia gratuita de Dios que viene al encuentro de los hombres que lo rachazan y que se burlan de El, entonces somos como esos burros ciegos que corren en tropel hacia el despeñadero, como los cerdos endemoniados que se desbarrancaron.
Sin embargo, todas las señales que vemos a nuestro derredor -o que no vemos-, palidecen frente a la señal toral que Cristo puso en primer lugar. La eliminación del Sacrificio Perpetuo y la introducción de la abominable desolación en el lugar santo. Hemos visto la señal, y ¿no permanecemos ciegos pensando en triunfos de la Iglesia en otras ideas similares?.
Para el mundo liberal, ateo o "democrático", el tema del fin del mundo, es motivo de burla cuando es tratado. Las generaciones de hombres fabricadas intencionalmente sin moral y sin conciencia, lejísimos de la Doctrina Cristiana ignoran completamente el tema. No así aquellos -que los han creado y prostituido, por odio al Fundador del Cristíanismo, con El cual siguen después de dos mil años, en una lucha estúpida e infrustuosa. Ellos sí conocen el tema y lo han tomado en estos tiempos significativos, tal vez porque en el fondo de la conciencia que aplastan, algo temen ante la nutrida cantidad de señales anunciadas que ahora se ven. Como verdaderos demonios que encienden más su ira cuando más se les reprime, antes que convertirse, han arreciado la violencia y la burla al Señor se ha vuelto directa y altanera. Valiéndose de poderosos recursos electrónicos de propaganda, difunden, por ejemplo, caricaturas que muestran a Dios Padre, apoyado con aire de indolencia y pelo de rockero en una nube, tratando de pinchar con una enorme espina un globo de hule que representa la Tierra. Nunca dejan de atacar, nunca dejan de infiltrar, nunca dejan de traicionar, nunca de corromper. San Pablo dijo que eran enemigos de todos los hombres. Cristo los llamó "hijos del Diablo". ¿Cómo se atreven a decir que son "el pueblo de Dios", si hacen la obra del Diablo?, ¿y cómo los jefes del Vaticano se atreven a decir que son los "hermanos mayores de los cristianos"?. La B.B.C. de Londres y otras asociaciones han cancelado oficialmente el cómputo de la historia que se dividia en antes de Cristo (A.C.) y después de Cristo (D.C.). Ahora estamos en el "tiempo vulgar". Y esto "por respeto a las otras religiones". Esta moda, podemos anunciarlo, lo invadirá todo. ¡Cuánto odio inextinguible, cuántas señales de la próxima Parusía!. No dejo de asociar este cambio con el cambio litúrgico en la Iglesia del Vaticano que nombra a los domingos después de Pentecostés "domingos del tiempo ordinario". ¿No se ve allá metida la misma mano?.
Podemos valorar la degradación moral y espiritual de esta generación actual que agoniza y que se hunde, analizando los contrastes. Junto a una ciudad que ha sido arrasada por una inundación, llena de cuadros de dolor, desesperación y muerte, hay otra que no ha sido tocada. En ella los prostíbulos funcionan a toda su capacidad; las casas de juego y los bares llenos a reventar de quienes hablan de negocios, de política o de mujeres; los restaurantes agotaron sus mesas con gente despreocupada; las discotecas abarrotadas de jovencitos y jovencitas que van a drogarse, a estupidizarse con el océano sonoro de la música satánica que los rodea, a excitarse y a manosearse con la venia de sus padres; las clínicas atienden a las mujeres abortistas. Las gentes hacen planes para las vacaciones y ahorra sacrificadamente para eso. ¡Quieren conocer el mundo!. El deporte se ha convertido en un culto y en sn ídolo y atrae masas inmensas para gritar como desaforados, y los festivales de Rock se organizan y efectúan a los que asisten muchos miles que gritan y brincan como unos enajenados. Los templos protestantes de toda creencia y color congregan a cientos de apóstatas de la Fe Católica; los centros de lectura de cartas o de la suerte atraen a quienes quieren saber qué les depara el destino en el amor, en la salud y en los negocios. En las puertas de las casas, infinidad de parejitas se soban y se acarician generosamente. Este pueblo zarandeado por sus corruptores y por todos los que a su costa hacen comercio, se mantiene insensible a todo lo que no lo afecte en sus intereses personales.
De todos estos males que el Señor va a arrasar, hay uno que es el peor, origen directo o indirecto de todo lo anterior y más. Se ha infiltrado en la sociedad, en los gobiernos, en las familias y en el alma de los hombres, la peor herejía de toda la historia -así definida por el Papa santo Pío X-, porque empuja y arrastra a la degeneración que abre la puerta a todos los excesos y a la muerte. Hacia la muerte del alma, pero también al exterminio de la raza humana. El Modernismo. Esta herejía es homicida. Pretende para la apariencia exterior asirse de la verdad evangélica pero lo hace al mismo tiempo de lo oscuro, de lo turbio, de lo ambiguo y de lo diabólico.
Hace siglos la Roma católica prohibió las reuniones de los fieles con los herejes, y estas reuniones se dan a todos los niveles de la jerarquía. ¿Podría ni siquiera imaginarse a unos padres que con toda tranquilidad visiten con todos sus hijos la casa en la que hay un enfermo terriblemente contagioso?, pues esto es lo que hacen los infectados de este mal tan maligno llamado Modernismo. Esta política tan corrosiva la llaman ECUMENISMO y con suma tranquilidad arrojan a sus fieles a los lobos, al peligro grave de virulentas doctrinas que van a enfermar de muerte -y de hecho lo están haciendo-, a los que ingenuos e ignorantes se acercan a los terrenos que sus mismos jefes les indicaron. Terrenos pantanosos e infecciosos.
Pues este es el mayor mal que padece esa ciudad vecina de la que fue arrasada sin pensar que Dios, cuando ve que no hay remedio ni solución, determina así exterminar el mal, y que por lo tanto, el cúmulo de males de ninguna manera puede hacer que se consideren librados de lo que justamente esta anunciado como el pródromo de la Parusía.
La prostitución de la raza humana llega a niveles increíbles, lo mismo que su ceguera.
No alcanso a comprender cuáles son los sentimientos que invaden el alma ante la visión de muchos hombres de hoy: ¿compasión?, ¿horror?, ¿asco?. Son hombres que han naufragado y que seguirán a la deriva. No son capaces de un esfuerzo por su Dios, porque no quieren renunciar a sus pasiones. Han mordido las piltrafas mundanas y no las sueltan. Saben que el camino ascendente para ellos se ha cancelado, entonces brasean desesperadamente en medio de este proceloso mar basados en sus solas fuerzas, porque no están dispuestos a dejar lo que les gusta. No están dispuestos a hincar la rodilla ante su Señor si es al precio de dejar su soberbia, su codicia o su lujuria.
En el alma de estos pobres no se puede medir la soberbia por lo que han logrado entre los hombres, sino por lo que quisieran lograr. Su extrema frustración en el logro de sus ambiciones ha incrementado su odio a su suerte y al mundo que los desprecia y la soberbia ha hecho de él un monstruo. No se puede medir su lujuria por lo que han gozado y obtenido, sino por lo que quisieran haber logrado. Ni se puede edir su avaricia, por lo que tienen, sino en lo que quisieran tener, que llega a ser desmedido y monstruoso cuando no les ha sido posible obtener todo lo que quisieran. Estos hombres no son honestos y te van traicionar para lograr sus ambiciones.
Lo mismo que se dice de una sola persona, se puede decir con verdad de la sociedad, porque rechazando a Dios, busca por sus propios medios y fuerzas sus logros y triunfos, de donde vienen las injusticias, el hambre de los pobres y las traiciones, entre otras cosas.
Esta no es más que una profunda y sistemática descristianiziación de la sociedad o de los individuos, camino al exterminio.
La apostasía de las masas es una renuncia a la voluntad de Dios que deja de ser el Legislador supremo a fin de dar paso a las ambiciones y pasiones humanas libres del yugo que se proclama esclavizante. El hombre, entonces, toma un rumbo distinto en base a su limitada inteligencia y se cree capaz de solucionar todas las dificultades que encuentre por seguir su propio camino.
Comienza a surgir otra cultura. La cultura humana, la cultura mundana y el espíritu decrece irremediablemente. Producto de ésta, es el culto al deporte convertido ya en nuestro tiempo en un ídolo del que hay que hablar brevemente.
Muchos cientos de miles por todo el mundo, llamados "aficionados" pero en realidad fanatizados asisten a los estadios gritando como bestias, al mismo tiempo, en el mismo tono, al ritmo de una pelota. ¿Te haz dado cuenta que los cronistas deportivos te hablan gritando?. En las mesas de los reporteros se sientan tres ministros porque han hecho una liturgia. Y una religión pagana.
¿No es el culto de una religión pagana las famosas Olimpiadas?. Su origen es Grecia. En la ciudad de Olimpia se celebraban los juegos cada cuatro años en honor del dios Zeus (olímpico) mientras se efectuaban procesiones y sacrificios. En el último día, se premiaba a los vencedores y se proclamaba su patria de origen. Comenzaron a celebrarse en el año 776 antes de Cristo hasta que el emperador Teodosio las prohibió en el año 394 D. C. Durante los cinco días que duraban estaba prohibida la guerra y los artistas de todos lados aprovechaban exponer sus obras. En 1894, el barón Pedro de Coubertin celebró en París un congreso con el fin de iniciarlas nuevamente, y en 1896, se celebró la primera Olimpiada de la era moderna en Atenas. Desde eso, cada cuatro años -excepto durante la guerra mundial-, se celebran las Olimpiadas en distintas naciones. Se enciende previamente la llama sagrada y se le pasea por todo el mundo y se cuida que no se apague pues fue encendida en Olimpia, y miles de gentes por todas las ciudades la vitorean al paso. Estas celebraciones tienen un lado muy oscuro que tal vez pocos han visto. La paganización de la sociedad. El día en que se inauguran las Olimpiadas, la ceremonia del encendido del pebetero en el que va a arder "la llama olímpica" es rodeado de una liturgia muy especial. Las luces son adaptadas, el escenario es impresionante. Entra el corredor portando la llama encendida en Grecia, la multitud explota en gritos y aclamaciones. ¡Qué bonito es eso!. Algo así como el día de la Parusía en que Cristo aparezca!. Sube el corredor las gradas del estadio y enciende el pebetero. Los juegos olímpicos han sido inaugurados. La algarabía y la alegría es internacional. Y a los hombres les han embutido en el espíritu lo que les han arrancado de religión, de moral y de decencia.
Ahora las Olimpiadas se han extendido a los continente, a los discapacitados, etc. La cosa avanza favorablemente. El espíritu es aplastado y la materia crece y crece hasta convertirse en un monstruo que con una sola mano aplastará a los hombres necios y tercos.
Pero para embutir a reventar el vacío del hombre, es necesario llenar las partes del pantano que no están embarradas. Infinidad de estadios por todo el mundo, -como antes la Iglesia llenó de templos para alabar a Dios, los más pequeños pueblos- con sus competencias, con sus miles de "aficionados", dispuestos siempre a la agresión, al tumulto, al insulto e incluso al asesinato. Vestidos como monigotes van a los estadios y recorren las calles comunicando a todos su felicidad. Gastando enormes sumas de dinero -como los viajeros y gozadores- que el mundo necesita para aliviar horribles cuadros de necesidad, o para aliviar la necesidad de una Iglesia que agoniza. "TUVE HAMBRE Y NO ME DISTE DE COMER". Están pendientes religiosamente de la marcha de los acontecimientes; se reúnen ante la televisión como un domingo de precepto, para emborracharse y fomentan amistades. Las civilizaciones decadentes, ya lo he dicho, esta es una constante histórica, construyen estadios y destruyen tamplos- El espíritu muere y el físico crece. El culto al físico, a la forma, a la belleza que excita el libido. Es lo que es propio de los espíritus menguados, voraces y oscuros. La carroña -aunque esté maquillada- ocupa el lugar que ha dejado el espíritu, ¡y se siente bien, satisface y llena plenamente, la voracidad se alivia momentáneamente!. Un presidente dijo que su país "ya era otro" después de la victoria de la "selección" nacional. Y así, los hombres están ahogando poco a poco validos de su libertad, de su inteligencia y de su voluntad lo que los hace distintos y superiores a los cerdos y se revuelcan en su propio excremento, y haciendo pelotas se las arrojan a la cara.
Los nuevos curas modernistas predican la "inculturación". Saben ellos dónde socavan para hundir el piso, para matar las raíces del árbol a fin de que sin perder su apariencia exterior, caiga a tierra.
Por eso permiten que al Niño Jesús lo vistan los fieles aficionados de futbolista, y se hagan seguidores de la Iglesia Maradoniana que tiene sus santuarios con reliquias del jugador. ¿No ya Juan Pablo II asistió en Benin a los ritos con los vudús en medio de danzas lúbricas y copulatorias y de libaciones en honor de sus dioses por esa algarabía ecuménica y blasfema que traen entre manos?.
Cualesquiera podría decir que están totalmente locos, pero no están locos. Son malignos, oscuros y satánicos.

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