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miércoles, 29 de agosto de 2012

¿Por qué "Sedevacantismo"?

Formulamos esta pregunta en un doble sentido- ¿por qué sostenemos la posición que se dio en llamar "sedevacantismo"?; ¿es exacto el término, explica realmente esa posición?. Son dos aspectos de la misma interrogación que es preciso delimitar y aclarar para evitar la mutilación de una actitud frente a la realidad de las cosas, mostrándola de un modo fragmentario y a veces tendencioso. Intentemos en principio el despliegue conceptual del término y su alcance lógico.
Inicialmente, el sentido común aprende la palabra "sedevacantismo" como una posición o actitud "pro", es decir, en favor de, o a favor de la vacancia de la Sede Apostólica. Este producto del sentido común es espontáneo, es la reacción natural ante todos los "ismos" que se le presentan: catolicismo, comunismo, progresismo, socialismo, etcétera. Es necesario clarificar el punto para evitar el vicio del sentir común, que termina en el juicio de que uno está sosteniendo la vacancia del Pontificado no como un consecuente doctrinal con antecedentes reales y concluyentes, sino como una inclinación a sostener o manifestar un estado de cosas como permanente. Estamos entonces delante de un calificativo restrictivo: católicos, pero sedevacantistas. 
En rigor de verdad esto no es exacto. Sí es cierto que así presentado y utilizado, el término "sedevacantismo" puede entenderse de ese modo, pero es un abuso del lenguaje. Nadie que yo conozca aceptaría jamás esa restricción. Sostener que la Sede apostólica está vacante no significa de ninguna manera el deseo de que se perpetúe tal estado, eso es inconcebible para cualquier católico. Tampoco significa desear que la sede esté realmente vacante, lo cual sería una necedad: es una simple constatación de la realidad, y una actitud de acuerdo con las exigencias de dicha constatación. Más allá de cualquier elemento pasional y afectivo, de esperas ansiosas y de deseos de que la realidad coincida con la afirmación "non habemus papam", está la inconcusa realidad, la irremisible contextura de los hechos que con el fulgor veritatis, es decir, con la fuerza de la certeza, imprimen su propia natura en el intelecto.
Se impone como exigencia, llegados a este punto, disolver el falso concepto de "fanáticos", que se tiene de los católicos que rechazan a Karol Wojtyla como legítimo Papa. No hay nada de eso; por el contrario, prima de un modo eminente y espléndido en la afirmación de principios, la vigencia de lo racional sobre lo sensible. Más adelante intentaré desmontar con argumentos, el andamiaje de tal calificación. No es posición de ignorantes o rudos, no es cierto, pero en la línea del tema y en honor a la verdad, debe, por el contrario, reconocerle que la afirmación contraria a la vacancia jurídica de la Sede apostólica, sí tiene una psicogénesis afectiva, y es en última instancia una opinión sustentada en un grotesco voluntarismo, que, precisamente por ello, no tiene nada de razonable.
La falta de coherencia con la Fe, la ambivalencia de las afirmaciones, las oscilaciones de las relaciones con la iglesia posconciliar, muestran de modo irrecusable la debilidad del elemento racional en esa postura. Los acuerdos y desacuerdos con Roma, las contradicciones, tanto teóricas como prácticas, muestran rotundamente esta realidad. El católico que sostiene que la Santa Sede está vacante, no está, como muchos "tradicionalistas", en el péndulo que oscila entre la integridad de la Fe y las agujas de las catedrales. Tampoco se manifiesta una clara inteligibilidad de las cosas cuando para sostener a Karol Wojtyla como Papa legítimo, debe recurrirse a fórmulas como "un Papa no perfectamente católico", o "un Papa contradictorio", etcétera. Pero, si a pesar de todos los argumentos y las inducciones, de los análisis y las deducciones que demuestran que no puede ser Papa se sigue en esa postura, entonces ¿qué resta en esa actitud final que no sea irracional? Por lo tanto, digo que de ningún modo es fanatismo ni obstinación ciega el rechazo de Karol Wojtyla como legítimo sucesor de San Pedro, todo lo contrario; es la más coherente y razonable de las sentencias, porque la razón y la fe no pueden oponerse, y en la medida en que la razón se ajuste a la regla de la Fe, estará más cierta de haber alcanzado la verdad. Busco los argumentos en el ámbito de la Fe, y si la realidad se explica a la luz de la Fe, estoy más seguro de que mi posición es la más razonable: "Credo ut intelligam".
¿Y por qué, en definitiva, "sedevacantista"?. Porque así lo exige la Fe. Católicos, que sostienen que no hay papa legítimo actualmente en la Iglesia de Cristo. No sedevacantistas, católicos.
No es posible, sin atacar el depósito inviolable de la Fe, en la tradición apostólica, sostener que Wojtyla sea papa. Non est. NO ES PAPA. Razonemos aunque más no sea superficialmente, sobre este tópico.
Sostenemos que en su persona se ha roto el vínculo entre Pontífice y Pontificado. El Pontificado es permanente, el pontífice es fugaz; el vínculo es disoluble, y lo disuelve la muerte, la abdicación, el cisma y la herejía públicos. El Papa es expresión histórica del Pontificado, es emersión de la suscesión del vicariato que Nuestro Señor dejó a San Pedro. Pero no es el Pontificado. Este es una persona moral, de institución divina; el papa es una persona física, que, como todo ser contigente humano, debe desaparecer, como ya desaparecieron todos los papas hasta Pío XII. Por lo tanto es posible la vacancia.
Esta no altera la naturaleza de la Iglesia; no nos dice en ningún lado la Revelación, ni la tradición, cuánto puede durar una vacancia de la Sede. El período más extenso fueron 3 años, durante los cuales no se vio alterada la naturaleza de la Iglesia, por cierto.
La sentencia de la Tradición con respecto a la pérdida del pontificado es definitivamente concluyente cuando se trata de un hereje público: pierde ipso facto el pontificado. No existen, por el contrario, ni rastros siquiera de una suplencia divina de Jurisdicción por la salud de los fieles; hablo de la jurisdicción ordinaria que va anexa al cargo y se pierde con él. Lo cual indica que Karol Wojtyla carece, de derecho, de súbditos de la Iglesia Católica, porque es de la razón de la jurisdicción tener súbditos sobre los cuales se ejerza: no tiene potestad de jurisdicción, no tiene súbditos.
Nada tiene que ver la aceptación de los cardenales o del resto de la Iglesia; consta en la Bula de Pablo IV "Cum ex apostolatus", que una elección puede ser írrita a pesar de que el supuesto Papa haya sido aceptado y aún coronado. No mencionamos aquí, por otra parte, las enormes resistencias que tuvo este supuesto Papa en los círculos tradicionalistas; lo que hace entender que no hubo aceptación real de la Iglesia universal. Y nada tiene que ver, porque en definitiva el ejercicio del cargo es el que determina en este caso más claramente la pérdida del pontificado -si alguna vez lo ejerció- y ya nadie pone en duda con honestidad, las herejías de Karol Wojtyla.
La adhesión pública y la implementación de las actas del Concilio Vaticano II son hechos más que suficientes para entender la mente de Wojtyla. La promulgación del Nuevo Código de Derecho Canónico "aggiornado"; la celebración de la "misa" nueva; la inculturación; el ecumenismo; la antropolatría y el mesianismo judaico que lo anima a esperar el "tercer milenio" como segmento del tiempo en el que surgirá la "civilización del amor" y llegará el "nuevo adviento de la Iglesia"; la negación de la divinidad de Nuestro Señor, del Espíritu Santo, para terminar en el dios del Antiguo Testamento, en un acto de abolición del Evangelio y promulgación de un nuevo Evangelio, que sea convergencia del humanismo masónico y del profetismo judaico, insertados en un Cristo que no es el Hijo de Dios, perfecto Dios y perfecto hombre, sino un hombre, en el cual, cada hombre es el centro del universo. La constatación de esto ¿es fanatismo?
Karol Wojtyla no es un hereje, es más que eso. Es un profeta, es un ilusionista o un alucinado; en su enseñanza se puede resumir la quintaesencia del pelagianismo, del arrianismo, del nestorianismo. Arqueologista en materia litúrgica, iconoclasta con el Sínodo de Pistoya. No, es más que un hereje: es un heresiarca.
Demuestre alguien que no destila el veneno de la herejía en cada documento oficial. Demuestre alguien que no es origenista, que su dinámica ecuménica no concluye directa y fatalmente en la "communicatio in sacris", en el sacrilegio; en la negación del dogma "Fuera de la Iglesia no hay salvación"; demuestre alguien que los sacramentos que utiliza son católicos; que no fomenta el cisma y la herejía; que no articula el cardenalato en orden a dejar un "digno" sucesor; demuestre su firmeza para lanzar anatema contra los herejes que pululan por todo el mundo; demuestre, pruebe, exponga con claridad alguien, que no intentó abolir el derecho divino con su codificación de 1983. Estoy esperando que algún defensor del ejercicio del cargo que hace Wojtyla demuestre que su mentalidad no es modernista, existencialista; aguardo aún aquél que pruebe que la reunión de Asís no constituyó un acto de apostasía; que explique las bendiciones conjuntas con los anglicanos; alguien que con elocuencia me muestre que Lutero debe, efectivamente, ser rehabilitado; demuestre alguien que la presencia de Wojtyla en la Sinagoga de Roma no fue una negación de la divinidad de Nuestro Señor; -el primer y último Papa que entró en una sinagoga fue San Pedro-, y casi lo lapidaron por predicar lo que recibió de labios del Divino Maestro. A Karol Wojtyla lo ovacionaron siete veces en la sinagoga, pero cuando los judíos escuchaban la voz de un Papa "rabiaban de ira y trataban de quitarlos de delante" (Hech., V, 33). Y a San Esteban Protomártir, ante cuyas palabras los judíos "Llenaban de rabia sus corazones y rechinaban los dientes contra él", y cuando confesó la divinidad de Nuestro Señor "ellos gritando a grandes voces, tapáronse los oídos y se arrojaron a una sobre él" (Hech., VII). Pero a Wojtyla, lo aplaudieron calurosamente. Explique alguien, por fin, cómo pudo ocurrir que todos los papas y veinte Concilios ecuménicos, estén en el error, o puedan ser abolidos sin más.
Esta es la realidad. Reconocer la realidad es una exigencia para cualquier posición que se tome; pero más aún, es una exigencia ser consecuente con lo que la realidad manifiesta.
Afirmar, con estos fundamentos que la Sede está efectivamente vacante, no nos parece para nada irracional, ni una afirmación influenciada por las pasiones. El contrafuerte del católico que sostiene la vacancia es la Fe. Entre la Fe que ilumina y la realidad que se muestra, está la razón que reconoce en los límites de la Fe los signos de la realidad.
Entonces, el orden arquitectónico de la doctrina dos veces milenaria está en favor de la razón, como no podría ser de otro modo.
Es una postura difícil, que aparenta un cisma. Pero ¿dónde está el cisma? Es una posición que cuantitativamente es muy reducida, pero ¿quién esperó jamás que el número diese la razón?. Por amor a la Iglesia de Cristo y por amor a la propia salvación de las almas y de la mía, no quiero tener nada que ver con ese ensamble destructor, no estoy en comunión con Wojtyla, porque no me lo permite la caridad de Cristo. Prefiero estar en la Verdad con Cristo, que en el error con Karol Wojtyla y su estructura.
El "sedevacantismo" -si vamos a tolerar esta etiqueta- no es más que la expresión de la verdad. Nadie sabe cuánto tiempo durará este estado de cosas; será hasta que Nuestro Señor disponga el definitivo triunfo de la Iglesia militante, no sabemos en qué condiciones. Sabemos, sin embargo, que El "estará con nosotros hasta la consumación del siglo" (Mt. XXVIII, 20).
CLAVES
Revista de la Fundación San Vicente Ferrer
Octubre de 1992

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