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viernes, 19 de octubre de 2012

Jesús en su Templo

     El joven cristiano pasa frente al templo, entra y también allí encuentra a su Dios.
     Lo adora ante el sagrado Tabernáculo, tan realmente presente como lo estaba en la posada de Belén, en Betania, en el Cenáculo, en el Calvario; tan realmente presente como está en el cielo.
     En efecto, allí está Jesús bajo los misteriosos velos de la Hostia consagrada, inspirador eterno de las altas aspiraciones, de las virtudes fuertes y de los generosos sacrificios.
     Allí está El que escucha las oraciones puras que se elevan de los corazones inocentes como un perfume de lirio.
     Allí está el que recibe las ardientes adoraciones de las almas santamente enamoradas de su infinita belleza.
     Allí está el que espera los arrepentimientos y recoge los dolores y las lágrimas.
     Allí está su mano todopoderosa, siempre tendida, dominando las tempestades del corazón y calmándolas dulcemente.
     Oh hijo mío, no olvides jamás el camino que conduce al templo de tu bautismo y de tu primera comunión, a la iglesia donde Dios mora por tu amor.
     Todo te llegará a faltar un día: la amistad te abandonará, el amor te traicionará, la muerte llegará, sólo Dios te quedará
     Ojalá pueda El salir de su tabernáculo en tu última hora, para visitarte, y que su pensamiento, que habrá sostenido tu vida entera, dulcifique y consuele tu último instante!

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