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jueves, 18 de octubre de 2012

Los sermones de San Vicente Ferrer

1. La predicación en tiempos de San Vicente 

Grande era la decadencia de la oratoria sagrada en tiempos de nuestro Santo. Las órdenes mendicantes eran las únicas que llevaban al púlpito algo substancial. Los efectos de esta predicación eran débiles. En los sermonarios de la época—salvo honrosas excepciones— sólo se dan, o áridos tratados de escolástica, o, por el contrario, composiciones retóricas de ningún valor, repletas de citas religiosas y profanas, con tendencias clasicistas y con pinturas ridiculas de un misticismo exagerado. El Renacimiento empieza a germinar.
Al pueblo, en general, sólo le interesan las maneras del predicador, la voz, el gesto, la pompa que desarrolla en la declamación. Nuestro taumaturgo se queja repetidas veces, en primera persona del plural, de tamaña decadencia, según veremos detalladamente en la segunda parte de esta introducción. Se predicaban sermones extravagantes y superficiales, repletos de citas de Cicerón, Séneca, Horacio, Virgilio, Petrarca y otros clásicos, mezclando en mostrenco conglomerado las cosas sagradas y las profanas. Los hombres de buena voluntad pedían con insistencia una restauración que, por cierto, tardó en llegar.

2. Estilo de la predicación vicentina
Un escritor moderno describe los modos característicos de la predicación medieval de las órdenes mendicantes. A la Orden de Predicadores la caracteriza por su prediéación científico-vital, con la vitalidad que le presta el mismo dogma—en cuya profunda y continua contemplación, unida a las observancias monásticas, ve la esencia de la Orden—; predicación académica y religiosa a la vez, substantiva, alejada de pretensiones, de convencionalismos, de literaturas... De este modo explica que San Vicente Ferrer, autor de áridos y sutiles opúsculos filosoficos, profesor de filosofía y de teología, haya sido también brillante predicador popular, insigne y eterno fascinador y conquistador de masas. 
Clemenges refiere a un amigo que nuestro Santo se dirigía al pueblo habiéndole de cosas elevadas, pero conduciéndolo a la inteligencia de lo substancial mediante un lenguaje y unas imágenes tan corrientes, tan familiares, que todos alcanzaban, moviendo a todos a la penitencia y reforma de costumbres.
Nicolás de Clemenges, rector de la Universidad de París, escribe una tarta desde Génova a su amigo Reginaldo Fontanini relatándole las maravillas de la vida y obra de San Vicente. Es el año 1405. Le dice, entre otras cosas: "Nadie mejor que él sabe la Biblia de memoria, ni la entiende mejor, ni la cita más a propósito. Su palabra es tan viva y tan penetrante, que inflama, como una tea encendida, los corazones más fríos... Para hacerse comprender mejor, se sirve de metáforas numerosas y admirables, que ponen las cosas a la vista...¡ Oh si todos los que ejercen el oficio de predicador, a imitación de este santo hombre, siguieran la institución apostólica dada por Cristo a sus apóstoles y a los sucesores! Pero, fuera de éste, no he encontrado uno sólo". (Publica esta carta A. Teoli, Storia della vita e del culto di aun Vincenzo Ferrerio [Roma 1820], p. 700-707. Se puede ver también en H. D. Fages, Historia de San Vicente Ferrer. TI, p. 100-108).
Y predicaba siempre en su lengua nativa, en aquel catalán llevado a Valencia por los conquistadores, Asi lo declaran los testigos en masa y el mismo Clemenges ("Nacido en Aragón, pasó a Italia y, apenas llegado, se pone a predicar en italiano con tal facilidad, tal inteligencia y tal distinción, que seguramente le hubiérais creído italiano." En esta misma carta hace referencia su autor de un alemán que le declaró haber escuchado en "tedesco" un sermón en Genova, el mismo sermón que el escritor le escuchara en Italiano, maravillándose de que hablara tan correctamente, apenas llegar, la lengua del Dante) y, en general, todos los historiadores y biógrafos del Santo. Sin exagerar nada el don de lenguas de que estaba ciertamente dotado, esta nueva faceta de su predicación constituye un reclamo y un estupendo milagro. El examen interno del lenguaje y de los giros usados en los sermones, aun en los latinos, confirman el hecho históricamente cierto.
Es verdad que, como apunta el padre Gorce, el catalán lo entendían perfectamente las regiones levantinas de la Corona aragonesa, toda la Provenza, el Rosellón y el Mediodía de Francia. Pero también es cierto que no tenía más semejanza de la que tiene hoy con las demás lenguas romances. El Santo atravesó el corazón de Castilla y Aragón (Toledo, Guadalajara, Valladolid, Burgos, Salamanca, Zamora, Navarra y muchas ciudades de Aragón y la costa cantábrica), la parte norte de Italia y de Francia, en cuyas regiones era desconocido el catalán. Los testigos afirman que todos le entendían en su propio lenguaje, fueran de la raza que fueran. 

3. Estructura de los sermones

Ordinariamente se conoce a San Vicente por la característica absorbente de predicador del juicio final. La liturgia nos lo presenta como Angel del Apocalipsis, clamando y anunciando a todos los pueblos y naciones el temor de Dios y la proximidad de la hora suprema del juicio universal. La leyenda dice que el mismo Santo se atribuyó este título.
Sin embargo, hay que notar que el número de sus sermones sobre el juicio ocupa una parte mínima en el catálogo de los conocidos y de aquellos otros de los que no tenemos sino las referencias de las crónicas de las ciudades en que predicaba. Por lo menos un 90 por 100 de ellos no se refieren para nada, ni en la enunciación ni en el desarrollo, al juicio universal.
En la edición de sermones que hemos manejado falta el último volumen, que estaba dedicado a Varios, a temas mixtos, fuera de los de Tempore y de Sanctis. En él debían encuadrarse los sermones del juicio.
¿Estuvo San Vicente convencido de la proximidad del juicio final? En una carta a Benedicto XIII, escrita desde Alcañiz el 21 de julio de 1412 (publicada por Fages, Notes..., p. 213-214) describe las señales que, según la Escritura, precederán al juicio, identificándolas con las presentes. Además, se funda en tres revelaciones privadas—de una de las cuales es actor—que anuncian el fin del mundo. Aunque siempre habla en condicional, parece que el Santo llegó a estar convencido de ello, aunque con una certeza relativa del tiempo. A un testigo del proceso que le preguntó sobre el caso, le contestó el Santo que, así como San Juan en el Apocalipsis anunció el fin del mundo y todavía no había llegado, con la misma razón lo podía anunciar él (cf. Proceso, ed. cit., p. 390). Para el Santo como para muchos taumaturgos de la Edad Media, las señales dadas por San Juan se realizaban patentemente en los tiempos calamitosos que vivían. La carta a Benedicto XIII es un ejemplo de la convicción del Santo y del esfuerzo por indicar cada una de las señales que precederán el día supremo, entre ellas la aparición del anticristo, al que dedica San Vicente largos párrafos, y al que supone ,va uncido, por ciertos Indicios.
El Santo tomaba motivo para su sermón de la festividad del día o del tiempo litúrgico que la Iglesia solemnizaba. El adviento, la cuaresma, el tiempo de pascua y de pentecostés, con las fiestas del santoral, suministraban materia abundante para sus prédicas. La estructura de cualquier sermón vicentino es sencilla y lógica. Proposición del tema, brevísima, casi siempre concretada en una frase de la Escritura leída en la misa del día. Después de enunciado el tema, intercala indefectiblemente la salutación a la Virgen, el Ave Maria. Sigue una introducción doctrinal acomodaticia para dividir el tema en tres, cuatro o más partes, y una exposición detallada de cada una de ellas. En la exposición de estas partes siempre desarrolla tres puntos: el primero es doctrinal; el segundo, la aplicación a un misterio divino, de la vida de Cristo o de los santos; y en el tercero se entretiene desglosando las consecuencias morales para los oyentes. 
La exposición doctrinal es firme y teológica; su cultura eclesiástica aparece en las citas de los santos Padres, historiadores y legendarios clásicos. En último lugar vienen los lirismos, los diálogos y ejemplos, el lenguaje repleto de anécdotas familiares..., el temperamento oratorio. 

4. Difusión de sus sermonarios 
La prueba más elocuente es la reseña de ediciones que hemos podido recoger y que damos en nota.  
La lista que damos está fundamentalmente tomada de S. Brettle, o. c., p. 78. He aquí la copia j. Sanchís Sivera, Quaresma, p. XLVII. En alguna ocasión hemos corregido a Brettle. 
1475. Ulma. Sermones de Tempore, 1477. Lyón. ¡Sermones Sancti Vincentii, 1482. Colonia. ¡Sermones.
1484.  Colonia. Sermones per totum annum,
1485.    Estrasburgo. Sermones de Tempore.
1485. Colonia, sermones de Tempore et de Sanctis.
1487.    Colonia. Sermones de Tempore,
1488.    Milán. Sermones.
1488-81). Basilea. Sermones de Tempore,
1490-91. Lyón. Sermones de Tempore.
1492.    Nuremberg, Sermones de Tempore.
1493.    Lyón. Sermones de Tempore et de Sanctis,
1494.    Estrasburgo, Sermones de Tempore et de Sanctis
1490. Venecia. Sermones de Tempore et de Sanctis. 
1497. Lyón. Sermones de Tempore et de Sanctis,
1498.  Estrasburgo. Sermones.
1499. Lyón. Sermones de Tempore.
1503. Estrasburgo. Sermones de Sanctis.
1505. Lyón. Sermones de Tempore et de Sanctis.
1509. Lyón. Sermones de Sanctis.
1513. Lyón. Sermones de Tempore.
1516. Lyón. Sermones hyemales, aestivales, de Sanctis.
1518. Lyón. Sermones de Tempore et de Sanctis,
1521. Lyón. Sermones.
1523. Lyón. Aurei Sermones fructuosissimi et omni tempore praedicabiles,
1525. Lyón. Sermones aestivales de Tempore... Sermonum pars tertia, quae de Sanctis appeliari solet. 1526. Lyón. Sermones,
1527-28. Lyón. Sermones de Tempore.
1529.  Lyón. Sermones,
1530.  Lyón. Sermones.
1539. Lyón. Sermones hyemales, aestivales, de Sanctis. 
1550. Lyón. Sermones de Sanctis. 
1558. Lyón. Sermones hyemales,
1563-66. Valencia. Sermones de Sant Vicente Ferrer, en los quales se traeta de la venida del Antichristo y juycio final  
1509. Valencia. Sermones de San Vicente Ferrer. 
1570. Anvers, Sermones de Sanctis.
1572.  Anvers, Sermones aestivales.
1573 Valencia. Sermones, con la venida del Antichristo.1573.   Anvers. Sermones de Sanctis.
1573. Venecia. Sermones aestivales.
1588. Alcalá de Henares. Sermones en los quales se avisa contra los engaños de los dos antechristos.
1615. Maguncia. Sermones de Tempore et de Sanctis. 
1675. Colonia. Sermones de Rosario.
1493-94 Valencia. Opera Omnia. Es la edición que hemos manejado.
1729. Augsburgo. Sermones S. Vincentii.

El obispo de Tolosa, primer testigo del Proceso instruido en la misma ciudad, nos pinta las escenas de los copistas, afanosos en transcribir de viva voz los sermones del Santo, amén de los que posteriormente sacaban copias de estos manuscritos para su uso privado. No poseémos ni un solo sermón escrito de mano del Santo, ni siquiera una edición completa de todos los manuscritos existentes, diseminados por toda Europa. Los manuscritos de Tolosa, que han servido de base para muchas ediciones, necesitan una revisión que está por hacer, más en la forma que en el fondo, que todos reconocen como transcripción auténtica de la mente y estilo vicentino. 
En España no se ocuparon mucho de los sermones de San Vicente. Las ediciones llegaban del extranjero. Sólo en los siglos xvi-xvii comenzó a publicarse algo definitivo, y hasta el año 1693-94 nada completo se efectuó. Esta valiosa edición (incompleta: falta el último volumen, de sermones varios) la encargó el arzobispo de Valencia don fray Tomás de Rocabertí a dos dominicos del convento de Predicadores, padre Francisco Milán de Aragón y padre Luis de Blanes, quienes cumplieron lo mejor que supieron su cometido, aprovechándose de la mayor parte de las anteriores ediciones y utilizando los manuscritos existentes en el Colegio del Patriarca de Valencia. Es la edición que hemos manejado para la elaboración de nuestra síntesis, que damos a continuación. Es la edición más completa, aunque existen ediciones parciales muy cuidadas críticamente. De la nuestra podemos fiarnos más que de las otras de su género.
"Los sermones de San Vicente, dice don José Sanchís Sivera, merecen actualmente más aprecio del que se les tiene, porque, aunque no son clásicos, contienen mucha doctrina, están profundamente pensados y maravillosamente escritos. Es verdad que el efecto retórico no se advierte fácilmente, porque quienes los copiaron de oídas no se preocuparon mucho de ello.
Pero en las declaraciones de los testigos del Proceso de canonización se nota la profunda emoción que producía la ardiente palabra del apóstol. No obstante esta falta de vitalidad, todavía produce impresión aquella claridad en la expresión que tanto caracteriza la obra oratoria de San Vicente, la originalidad de las imágenes y la claridad de pensamiento. Leyendo los sermones parece que sentimos el fervor de aquella predicación hecha por un hombre entregado completamente a Dios, desligado del mundo y con la vista siempre fija en la bienaventuranza, a la que quería conducir a cuantos le escuchaban".
Esta es la síntesis histórica del legado literario de San Vicente Ferrer. Con ella hemos querido ambientar al hombre, para poder comprender mejor su obra y sus irradiaciones  Lamentamos profundamente que sus discípulos nos privaran de joyas que hubieran enriquecido muy mucho la obra literaria de nuestro Santo. Con todo, creemos que las obras que hemos revisado y palpado son suficientes en mérito y en doctrina para inmortalizar el recuerdo de un teólogo y de un santo, de un maestro de la vida espiritual y de un eclesiólogo insigne, de un apóstol, de un predicador, según su propia ideología: San Vicente Ferrer.
Pasemos ahora a esbozar la síntesis teológica de su doctrina sobre el predicador, sobre el apóstol. Ni que decir tiene que nos servimos de sus sermonarios, completados con el Tratado de la vida espiritual. Los apóstoles fueron los que mejor ejecutaron la doctrina de Cristo sobre el apostolado. Y San Vicente irá viendo en su vida las condiciones base de su éxito pastoral, y las propondrá como normas para que todos los cristianos, en especial los sacerdotes y los religiosos, sigan sus huellas. De este modo se renovará la faz de la Iglesia, y podrán distinguir los apóstoles de sus días todos los males del mundo, y admirar la ordenada disposición de las órdenes religiosas, hasta el momento en que vean consumada la gloria de Jesucristo.
Biografia y Escritos de san Vicente Ferrer
BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS

3 comentarios:

Anónimo dijo...

hay que indicar que SAN VICENT FERRER
NACIO EN VALENCIA,AUNQUE ESTA PERTENECIERA EN ESE MOMENTO A LA CORONA DE ARAGON,Y QUE EN AQUEL TIEMPO,EL HABLABA EN VALENCIANO Y NO EN CATALAN,hay que documentarse

Padre Manuel dijo...

El artículo fue sacado de la BIOGRAFIA Y ESCRITOS DE SAN VICENTE FERRER, de la BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS (B.A.C.) edición de 1956.

Unknown dijo...

Paz y bien,

Estoy muy interesado en conocer los sermones de San Vicente Ferrer, yo compré un libro, pero no estaba traducido al castellano, me interesa que sea en este idioma, porque el valenciano hay palabras que no llego comprenderla.

Además de la BAC, ¿Hay alguna otra editorial católica donde pueda comprarla?

Muchísimas gracias.