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lunes, 5 de noviembre de 2012

UNA CARTA A MI HIJO.

Quiero que el día dichoso de tu santo
Puedan leer tus ojos esta carta:
  Lleva mi bendición y mi cariño.
Hijo del alma!
 Lleva todos mis besos y caricias,
Todas mis ligrimas!

Ya que yo te he rogado muchas veces 
Que vengas con tu madre que te ama. 
Para que cierres al morir mis ojos 
Para que enjugues mi postrera lágrima, 
Y tú no vienes, porque te avergüenza 
Tu pobre madre anciana!

Ya que tú no pareces ya mi hijo,
Quiero probarte que mi amor no cambia. 
Soy la misma que allá, hace mucho tiempo,
Tu sueño acariciaba. 
La misma o y que te meció en sus brazos, 
La misma que has dejado abandonada!

Tú te juzgas feliz; así me dices... 
Yo sé que en tu camino hay muchas zarzas,
Yo sé que también tienes, hijo mío,
Horas de lágrimas! 
Aunque tú no me cuentes, yo adivino 
Que para ser feliz, mucho te falta!

Aunque tengan amigos y riquezas,
Aunque escuches palabras de alabanza 
Aunque fueras el rey de todo el mundo!
Te hace falta esta anciana 
Que bendiga tus gustos y tus penas, 
Tu madre, te hace falta...!

Si te avergüenzas de tu pobre madre, 
Si su llanto y su amor te importan nada. 
Siquiera no te olvides, hijo mío, 
De la otra Madre Santa, 
De la Madre del Cielo que en la Gloria, 
Con mis hijos te aguarda.

Quiere mucho a la Virgen; diariamente 
Dirige hasta su trono una plegaria; 
Dile que ya no quieres a la tierra 
Que ella escogió por patria; 
Que ya olvidaste a esta tu pobre madre. 
Que te enseñó a quererla!

Ya no te escribo más, porque me temo 
Que te canse mi carta, 
Recibe en este día las bendiciones
De tu madre olvidada. 
Ven pronto: No te olvides que en la vida 
Nadie dos madres halla.

Ven pronto, antes que Dios me llame al Cielo: 
No sea que cuando vengas a buscarla 
Ya no halles a tu madre! Adiós, hijito,
¿Me contestas mi carta? 
Ojalá que te acuerdes de tu madre, 
Y tu carta, tú mismo me la traigas!

Mons. Vicente M. Camacho

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