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domingo, 2 de diciembre de 2012

Ad pacem tibi

Para tu paz

       Llora Jesús sobre Jerusalén.
     Había querido tantas veces salvarla de la ruina y de la destrucción..., y ella no habia consentido en hacer caso ninguno a aquellas voces amorosas... Et noluisti. Y no quisiste, dice con amarga tristeza el divino maestro.
     Oh dolorosa prerrogativa la de poder resistir a los llamamientos y al amor de un Dios!
     Jerusalén no había querido reconocer en Jesús al Mesías por el que durante tantos siglos había suspirado.
     Se había dejado cegar para no ver las cosas que El le ofrecía y le traía para su paz.
     No había querido aceptar sus dones preciosos.
     Por eso llora Jesús.

     Señor, mi alma es también para Ti una Jerusalén. Por ella bajaste desde el cielo.
     La buscas con el amor mas tierno y delicado, con el sacrifico mas doloroso.
     La llamas hacia Ti con las voces mas amorosas.
     Ella también, como Jerusalén, cierra muchas veces los ojos para no ver lo que tu le traes. Y cierra también sus oídos para no dejarse persuadir por tus palabras. Y !ay, dolor!, cierra también sus puertas para que tus divinas inspiraciones, que son para su paz, no encuentren entrada.
     No has tenido también que llorar sobre ella?...
     No has tenido también que decir de ella, como de Jerusalén: Et noluisti? No has querido aceptar el don que te ofrecí.
Y es, Señor, que quiero poner mi paz donde ni esta ni puede estar.
     Y como me equivoco lastimosamente en la apreciación de las cosas que podian darme la paz, que me parece desear sinceramente, las busco ansiosamente, y abandono aquellas que tu me ofreces.
      Pongo mi paz en satisfaccion de mi propia voluntad; en no tener nada que sufrir; en no encontrar oposicion en mis caminos; en que nadie contrarie mis caprichos...
     Pongo mi paz en que se haga todo lo que yo quiero; en sentirme siempre triunfante y alegre; en que los demás se me sujeten y me sirvan...
     Y en eso esta mi paz.
     Mi paz, la paz verdadera, la traes Tu, Tu solo.
     Aun en medio del sufrimiento y del dolor, Tu sabes dar esa paz.
     Aun entre los fracasos y las dificultades, Tu traes la paz, y Tu la conservas.
     En medio de las persecuciones y de las calumnias y de la envidia, Tu sabes dar el secreto para mantener en mi esa paz.
     Todo esta en que yo quiera y sepa conformarme con tu divina voluntad, siempre santa y siempre adorable.
     Ahí esta mi paz: en el cumplimiento de tu voluntad soberana. "Quien resistió a Dios y tuvo paz?"
     Solo entonces tendré la verdadera paz, la paz duradera, la que Tu viniste a traer al mundo, cuando me ponga completamente en tus manos.

1 comentario:

Esparta dijo...

Si vis pacem, para bellum.
Aquí no hay descanso. Aquí hay que rezar, y obrar.
Aquí no hay consuelos, al menos, no frecuentes.
Aquí no hay silencios, habrá uno divino y eterno.
Aquí no hay compañías, hay soledad.
Aquí hay acompañantes.
No somos de aquí. No lo somos.
No parientes, no amigos, no en condiciones de entrega absoluta.
Aquí no hay alegrías sentenciadas.
Ni tristezas que derroten.
Aquí hay un mundo que que leer. Y no somos sabios.
Hay que interpretar.
Aquí se ha de luchar como aquéllos que crearon el Císter.
Aquí se deja todo, nadie se va con nada. Nadie se lleva nada. Hasta el Rosario Santísimo dejamos.
Ese, el mismo que gastamos con los dedos.
Cuenta por cuenta.
Aquí no hay paz, aquí hay guerra establecida desde el inicio.
Aquí no hay ocasos, ni amaneceres, hay días. No hay horas,no hay minutos,no hay segundos. Ni corren igual para todos.
Aquí hay levedad. Esa levedad que nos va a cubrir un día con gusto a tierra.
Pero hay Esperanza. Pero hay Fe. Pero hay Caridad. Que es la mayor de las virtudes.
Aquí, nos pusieron.
Aquí, vivimos.
Aquí, intentaremos hacer las cosas lo mejor posible para honrar a Dios.
Aquí, no vale bajar la mirada, no vale. Hay que levantarla.
He dicho.