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sábado, 25 de mayo de 2013

EL GRAN ORIENTE DE LA MASONERIA SIN MASCARA (V)

Por. Mons. George F. Dillon
X
NAPOLEON Y LA FRANCMASONERIA 
      El líder que surgió de la primera Revolución Francesa y cuya fama militar y diplomática todavía está fresca en la memoria de muchos de la presente generación fue Napoleón Bonaparte. En los días de su mayor prosperidad, nada era tan desagradable para él como que se le recordara su pasado de Jacobino. Entoncés le gustaba a él posár como otro Carlomagno, u otro Rodolfo de Habsburgo. Le gustaba ser considerado amigo de la religión, y de la religión Católica en particular. Hizo algunas cosas por la restauración de la Iglesia en Francia, pero hizo tan poco como le fue posible. Ello, tal vez, impidió una más completa y saludable reacción en favor de las verdaderas aspiraciones religiosas de la población. Y ello fue hecho a regañadientes, parsimoniosamente, y en forma mezquina. Y cuando hubó sido hecho, Napoleón hizo todo lo que pudo para deshacer sus beneficios. Pronto se convirtió en el perseguidor... el cruel, ingrato y sin corazón perseguidor del Pontífice, y el oponente de los mejores intereses de la religión en Francia y en cada país que tuvo la desgracia de caer bajo su mano.
     La razón de todo esto fue que Napoleón había comenzado su carrera como un francmasón, y un francmasón había permanecido en espíritu y en los hechos hasta el fin de sus días.
     Es sabido que Napoleón debió su elevación a los Jacobinos, al principio, y que su primer protector fue Robespierre. Su primera campaña en Italia se caracterizó por la mayor de las brutalidades que pidieran gratiticar el odio masónicopor la Iglesia. Suprimió las moradas de los consagrados siervos de Dios, saqueó iglesias, catedrales y santuarios y redujo al Papa al más calamitoso de los extremos. Su lenguaje fue el reflejo de sus actos y de su corazón. En sus cartas se respira por todos lados el espíritu de la Francmasonería avanzada, relamiéndose sobre las heridas que había sido capaz de infligir a la Esposa de Cristo.
     Sin embargo, este aventurero ha logrado, con gran habilidad, hacerse pasar ante muchos, y especialmente en Irlanda, por un buen católico. A causa deque él fue el enemigo de Inglaterra, o tal vez porque Inglaterra, guiada por los consejos de Pitt y Burke, se constituyó en la implacable enemiga de la Revolución de la cual aquél fue la encarnación y la continuación, muchos, opuestos a Inglaterra por razones políticas, miran a Bonaparte como si fuera un héroe. Nadie puede durar del genio militar de este hombre, ni de su gran habilidad general; pero él fue en todos sus actos lo que la masonería quiso que fuera. Fue malvado, egoísta, tiránico, cruel. Estaba sediento de sangre. Podía tolerar o usar la Iglesia mientras conviniera a su politica. Pero tuvo, desde el principio hasta el fin mismo de su carrera, esa completa indiferencia por su bienestar, esa falta de creencia en sus doctrinas que le inspirara su larga conexión con los iluminati.
     El padre Deschamps escribe de él: "Napoleón Bonaparte era en realidad un Francmasón avanzado, y su reino ha sido la época más floreciente de la Francmasonería. Durante el reino del terror el Gran Oriente cesó sus actividades. En el momento en que Napoleón toma el poder, las logias se abren en todas partes". He dicho que los gobernantes revolucionarios de Francia eran todos illuminati. Es decir, francmasones del tipo más recalcitrante, cuyo objetivo último era la destíucción de todas las religiones existentes y de todas las formas de gobierno secular, con el objetivo de fundar, una república socialista atea, que se extendiera a través del mundo y abrazara a toda la humanidad. La Francmasonería da la bienvenida, como hemos visto, a los mahometanos, a los indios, a los chinos y a los budistas, lo mismo que a los cristianos y a los judíos. Sus designios son conqinstarlos a todos, como un medio de ponerlos a todos en el mismo nivel del ateísmo y comunismo. Cuando, por lo tanto, su Directorio, en el deseo de deshacerse de Napoleón, planeó la expedición, a Asia y a Egipto, buscaban ellos la realización de parte de su programa, tanto como deshacerse de un rival molesto. Una monarquía universal es, en su concepto, el medio mas eficaz de arribar a una república universal. Una vez obtenida, la daga con la que se deshicieron de Gustavo III de Suecia, o la guillotina por medio de la cual libraron a Francia de Luis XVI puede en cualquier momento deshacerse del Cesar y llamar  en su reemplazo a Brutus. No son ellos hombres de retroceder ante hechos de sangre por el logro de sus propositos.
     Ahora bien, Napoleón que fue, como lo dice el padre Deschamps, miembro de la logia de los Templarios, los illuminati a ultranza de la logia de Lyons, y habia pruebas de su fideldad a la masoneria en Italia, era justo el hombre para extender la república como forma de gobierno a traves de Asia. Apareció él en Egipto con las mismas protestas de hipócrita respeto por el Corán, el Profeta; el islamismo, que las que hiciera con respecto al catolicismo cuando convino a su politica. Su proclama al pueblo de Egipto probará esto. Dice esta, con verdadera hipocresia masónica:
     "Cadis, Chiks, Imanes, decid al pueblo que nosotros somos amigos de los verdaderos musulmanes; que nosotros respetamos mas de lo que lo hacen los mamelucos, a Dios su profeta y el Corán. ¿No somos acaso nosotros los que hemos destruido al Papa, que deseaba que se hiciera la guerra contra los musulmanes? No somos nosotros los que hemos destruido a los Caballeros de Malta, porque estos hombres enloquecidos pensaban que Dios queria que ellos guerrearan contra los musulmanes? ¿No somos nosotros quienes hemos sido en todas las epocas amigos del Gran Seigneur (que Dios haga cumplir sus deseos) y enemigos de sus enemigos? !Dios es Dios, y Mahoma es su Profeta! No tengáis miedo, por encima de todo, por la religión del Profeta, a la que amo".
     La fria hipocresia de este manifiesto se ve clara a traves de la proclama que hizo en esta ocasión a sus propios soldados. La misma proclama tambien muestra el valor que podemos darle a sus protestas de adherencia y respeto a los usos del cristianismo. Lo que sigue es una traduccion de dicha proclama:
     "¡Soldados! Los pueblos con los cuales vamos a vivir son mahometanos. El primer artículo de su fe ee este: No hay otro Dios que Dios, y Mahoma es su profeta". No los contradigáis: Actuad con ellos como habeis actuado con los judios y con los italianos. Tened el mismo respeto por sus Muftis y sus Imanes que el que habeis tenido con los rabinos y los obispos. Tened por las ceremonias prescriptas por el Corán, y por la Mezquita, la misma tolerancia que tuvisteis por los Conventos, por las sinagogas y por la religión de Moises y de Jesucristo".
     Leemos en la correspondencia de Napoleón I, publicada por Napoleon III (Vol. V., pigs. 184, 191, 241 ), lo que él pensaba de esta proclama al final de su carrera:
     "Después de todo, no era imposible que las circunstancias me hubieran llevado a abrazar el islamimo", dijo en Santa Elena. ¿Acaso no era pensable que el Imperio del Este, y tal vez el dominio de toda Asia valieran un turbante y unos pantalones anchos? Porque a eso Solo se reduciria la cosa. Solo perderiamos nuestros sombreros y nuestros "breeches". Afirmo que el ejército, dispuesto como lo estaba, se hubiera prestado a este proyecto sin duda, y que solo lo hubiera considerado como una cuestión para reir y bromear. Mientras tanto, ved las consecuencias. Tome Europa de contragolpe. La vieja civilización estaba vencida, y, ¿Quién pensó entonces en cambiar los destestinos de nuestra Francia y en  la regeneración del mundo? ¿Quién se ha atrevido a realizar esta empresa? ¿Quien la podria haber llevado a cabo?
     Ni la prosperidad ni la adversidad cambiaron a Napoleón. Fue un escéptico hasta el fin. Le dijo a Las Cases en Santa Elena:
     "Todo proclama la existencia de Dios, esto no es para ponerlo en duda, pero todas nuestras religiones son evidentemente hijas de los hombres.
     ¿Por que se combaten y se desacreditan estas religiones unas a otras? ¿Por qua ha sido esto asi, en todas las epocas y lugares? Esto es porque siempre somos hombres. Esto es porque los sacerdotes siempre han insinuado, siempre han resbalado en sus mentiras y fraudes en todas partes. Sin embargo, continuaba, desde el momento en que tuve e1 poder, he estado ansioso de restablecer la religión. La usé como base y raiz. Fue a mis ojos el soporte de la buena moralidad, de principios verdaderos y de las buenas maneras. Estoy seguramente lejos de ser un ateo; pero no puedo creer lo que se me enseña a despecho de mi razón, bajo pena de engañar y ser hipócrita.
     Decir de donde vengo, qué soy, a dónde voy, está por encima de mi. Y a pesar de todo lo que se yo soy él reloj que existe y no se conoce a si mismo. "No hay duda" -comentaba- "de que mi espiritu dubitativo fue, en mi calidad de emperador, en beneficio para el pueblo. De otra manera, ¿cómo podria yo haber sido ecuanime con sectas tan contratias, si hubiere sido dominado por una sola de ellas?. ¿Cómo podria haber preservado la independencia de mis pensamientos y de mis movimientos bajo las sugerencias del confesor que podria haberme dominado por medio del miedo al infierno?
     ¡Que imperio no podria un hombre malvado, el más estúpido de los hombres, bajo el titulo de confesor, ejercer sobre aquellos que gobiernan a las naciones! Yo estaba tan compenetrado de estas verdades que me cuide bien de actuar de tal manera que, en tanto dependiere de mi, educaria a mi hijo en las mismas lineas religiosas, en las cuales yo me hallaba ubicado".
     Dos meses más tarde el ex Emperador dijo que desde la edad de los trece años habia perdido toda fe religiosa.
     Thiers (Histoire du Consullat et de l'Empire, iv. p. 14) dice que cuando Napoleón intentó proclamarse Emperador, quiso darles a los masones una demostración de sus principios, y que hizo esto por medio del asesinato del Duque d'Enghien. Dijo: "Quieren destruir la Revolución atacándola en mi persona. Yo la defendere, porque yo soy la Revolución. Yo mismo. Yo mismo. Que ellos lo consideren asi desde ahora en adelante, porque sabrán de lo que somos capaces".
     Un pariente suyo, menos bravo pero todavia más perfecto, Napoleón  III, en sus Idées Napoleoniennes, dice:
      "La revolución agonizante, pero no vencida, dejó en las manos de Napoleón el cumplimiento de sus últimos designios. Enseña a las naciones, hubiérale dicho la Revolución. Pon sobre bases sólidas el principal resultado de nuestros esfuerzos. Ejecuta en extensión lo que yo he hecho en profundidad. Sé para Europa lo que yo he sido para Francia. Esta gran misión Napoleón la llevo a cabo hasta el fin".  
     Cuando Napoleon obtuvo el poder, fue, sabemos, principalmente por medio del francmason iluminado Talleyrand.
     Alejandro Dumas en sus Memoires de Garibaldi, primera serie, pig. 34, nos dice: "El iluminismo y la Francmasoneria, estos dos grandes enemigos de la Realeza, el mecanismo adoptedo por los dos, que era L.P.D., lilia pedibus destrue, tuvo gran parte en la Revolucion Francesa.   
     Napoleón tomó a la masoneria bajo su protección. José Napoleon fue Gran Maestre de la Orden, Jóaquin Murat segundo Maestre adjunto. Estando la entpeiatriz Josefina en Estrasburgo, en 1805, presidió la fiesta por la adopcion de la Logia de los Verdaderos Caballeros de Paris. Al mismo tiempo Eugenio de Beauharnais era Venerable de la logia de San Eugenio en Paris, y habiendo llegado a Italia con el titulo de Virrey, el Gran Oriente de Milán lo nombró Maestre y Soberano Comandante del Supremo Consejo de trigésimo segundo grado, es decir, se le acordó el más grande de los honores quo se le podia haber tributado de acuerdo con los Estatutos de la Orden. Bernadotte fue un masón. Su hijo Oscar fue Gran Maestre de la logia Sueca. En las diferentes logias de Paris fueron sucesivamente iniciados: Alexander, Duque de Wurtemburg; el Principe Bernardo de Saxe-Weimar,  y aun el Embajador Persa, Askeri Khan. El Presidente del Senado, conde de Lacipede, presidia el Gran Oriente de Francia, que tenia como oficiales de honor a los Generale, Kellerman, Messina y Soult. Principes, ministros, mariscales, funcionarios rnagistrados, todos los hombres mejores, remarcables por su gloria o considerados por su posición ambicionaban ser convertidos en masones. Las mujeres aún deseaban tener sus propias logias en las cuales entraron las señoras de Vaudermont, de Carignan, de Gerardin, de Narbonne, y muchas damas más"
     El Hermano Clavel, en su pintoresca historia de la Francmasonería dice que: "De todos estos altos personajes el príncipe de Cambacéres era el que. más se ocupaba de la masonería. Había hecho su deber arrear a la masonería a todos los hombres de Francia que fueran influyentes por su posición oficial, por su talento o por su fortuna. Los servicios personales que prestó a muchos de los hermanos, el éclat que el causó que se les otorgara a las logias al llevar a sus sesione, por medio de su ejemplo y de sus invitaciones a todos aquellos que eran ilustres entre los militares y los de la profesión jurídica, entre otros, contribuyó poderosamente a la fusión de los partidos y a la consolidación del trono imperial. En efecto, bajo su brillante y activa administración las logias se multiplicaron ad infintum. Estas estaban compuestas por los elegidos de la sociedad francesa y se convirtieron en un punto de unión para los partidarios del régimen de la hora y de los regímenes pasados. Se celebraba en las logias las fiestas del Emperador. Se leia en ellas los boletines de sus victorias antes de que fueran hechos públicos por la prensa, y hombres hábioles organizaban el entusiasmo que gradualmente se apoderó de todas las mentes".
     Por él y sus conferencias illuminati fue Napoleón llamado de Egipto y colocado camino del poder. Sus hermanos estaban, cada úno de ellos, inmersos en los secretos de la secta. Su supremo directorio clandestino vio que se estaba desarrollando una reacción que, si no era abortada, rápidamente conduciria al retorno de los exiliados Borbones y la devolución de los bienes mal habidos de los revoluciónarios. Como un mal menor, entonces, y como un medio de acelerar la unificación de Europa que ellos habian planeado por medio de sus conquistas, colocaron el poder supremo en las manos de Bonaparte y lo urgieron en su carrera, vigilando muy de cerca, al mismo tiempo, sus propias oportunidades para el desarrollo de los espantosos designios de la Secta. Luego, obtuvieron los primeros puestos en el Imperio para si mismos. Pusieron tanta maldad como pudieron en las medidas de alivio que tomaron para aliviar sus conciencias. Establecieron la faltal supremacia del seglarismo en materia de educación. Provocaron disensiones entre el Papa y el Emperador.
     Causaron la segunda confiscación de los bienes de la Iglesia. Causaron, Y la continuaron hasta el final, la prisión de Pío VII. tuvierón en el fondo de cada ataque hecho por Napoleón mientras fue emperador, a los derechos de la Iglesia, la libertad y la independencia del Supremo Pontífice, y el bienestar de la Francmasoneria. Esto sirvió sus propósitos por un tiempo, esto es, tanto como sirvió a los puntos de vista mediatos de la conspirción; porque la Masonería es y siempre será una conspiraçión. Aún si Cambacéres, Talleyrand, Fouché y los viejos líderes de los illuminati, a quienes les había dado él su confianza y recompensado vastamente, se sintieran satisfechos, había una masa de otros hombres a los que ninguna recompensa podía conciliar, y quienes, llenos del espíritu de la Secta, seguramente estarían siempre al acecho para hacer avanzar los designios de Weishaupt y su círculo privado. Tal circulo nunca cesó en su acción. Mantenía éste a los miembros de la Secta, a los cuales no sólo permitía sino ayudaba a obtener altos honores mundanos, en su absoluto poder, y por lo tanto en completa sujeción. Para ellos, así como para los más humildes miembros del cónclave secreto, la venenosa Aqua Tophona y la daga estaban listas para infligir muerte segura en caso de fallar en su obediencia a esos depravados fanáticos de una idea diabólica, que fueron encontrados dignos de ser selecionados por sus colegas conspiradores para ocupar el más alto lugar de la infamia y el poder secreto. Estos últimos se mezclaban secretamente en las filas rasas de las logias, centenares de ojos de Argos, hábiles conspiradores, que mantenían el poder real de la alta masonería o masonería interna en las manos de sus ocultos amos. La masonería, desde este ventajoso campo conspiraba sin cesar durante el Imperio. Ayudaba a las conquistas del vencedor de Austerlitz y Jena, y si Deschamps, que cita de las fuentes más confiables, es confiable, efectuó aquélla, más realmente, por estas victorias que el mismo gran líder militar. A través de sus intrigas fue que los recursos de los enemigos de Napoleón nunca estaban a la mano, es que los designios de los generales austríacos y otros generales opuestos a él fueron arruinados, la traición fue común en sus campamentos e información fatal para sus planes le llegaba al comandante frances. La masonería estaba entonces de su lado, y, como ahora, los recursos secretos de la Orden, su poder de oculta influencia y espionaje, eran colocados al servicio de la causa que ésta servía. Pero cuando la masonería tuvo razón para creer que el poder de Napoleón, podía ser perpetuado; cuando su alianza con la Familia Imperial de Austria, y sobre todo, cuando la consecuencia de tal alianza, un heredero para su trono, causó poner en en peligro a la República Universal que de otra manera sucedería a su muerte; cuando también, comenzó él a demostrar frialdad por la Secta, y buscó medios de prevenir la propagación de sus diabólicos fines, entonces, la masoneria se convirtió en su enemiga, y su fin no estuvó lejano.
     Deschamps dice que fue en este periodo que 1a orden de los Templarios (porque la masonería está dividida en gran cantidad de ritos que ejercen unos sobre otros una superficie de influencia en proporción a los miembros de más alto grado que cada rito contenga) fue resucitada en Francia. Hizo esta orden una ceremonia pública del entierro de uno de sus miembros pertenecientes a la Iglesia de San Antonio. La oración fúnebre de Jacques Molay fue pronunciada públicamente; fue Napoleón quién lo permitió. El peligro que su permiso creó fue previsto, y M. de Maistre escribe: "Es un fenómeno muy notable esto de la resurrección de la Francmasonería en Francia, hasta tal punto, que un hermano ha sido enterrado solemnemente en París con todos los atributos y ceremonias de la orden. El Amo que reina en Francia no deja ni siquiera que se sospeche que tal cosa pueda existir en Francia sin su permiso. A juzgar por su bien conocido carácter y por sus ideas sobre las sociedades secretas, ¿cómo se puede explicar esto? ¿Es él el jefe, o la víctima, o tal vez una y otra cosa de una sociedad que él piensa conocer, y que en cambio se burla de él?"
     Para ilustrar estos comentarios, tenemos las palabras de M. Bagot en sus Codes des Franc-Macons, pág. 183:
     "El gobierno se aprovechó de su omnipotencia, a la cual tantos hombres, tantas instituciones, se rindieron tan complacientemente, para dominar a la masonería. Esta última no se atemorizó ni se rebeló. ¿Qué es lo que ella deseaba, en efecto? Extender su imperio. "Permitió ser sujeta al despotismo con el objeto de volverse soberana". Esto nos explica la, razón entera por la cual la masoneria le permitió al principio a Napoleón gobernar, luego reinar, luego conquistar y finalmente caer.

     Extraños conciliábulos prevalecieron en su gabinete; sus oponentes comenzaron a obtener información acerca de sus movimientos, lo que hasta el momento era Napoleón el que la obtenía acerca de los de ellos. Miembros de la secta lo urgieron a su loca expedición a Moscú. Sus recursos fueron paralizados, y fue, en una palabra, vendido por enemigos secretos e invisibles a sus oponentes. En Alemania, Weishaupt y su partido, todavia viviendo en la oscura intriga, le prepararon secretamente para su caída. Sus generales fueron derrotados en detalle; él fue traicionado, burlado y llevado finalmente a su deposición y ruina. Recibió luego la gratitud falsa del padre de las mentiras, encarnado en la masonería, en los illuminati y similares sociedades secretas ateas.
     Desterrado a Elba se le permitió retornar a Francia sólo para encontrar el destino de un prisionero y un desterrado sobre la isla de Santa Elena, donde murió, abandonado y perseguido por la sociedad secreta que había usado y abusado de él y que al fin lo traicionó. Así esta oscura Secta ha continuado, como veremos, usando, abusando y traicionando a cada usurpador o déspota que logra encadenar a sus trabajos.

XI
LA FRANCMASONERIA DESPUES DE LA CAIDA DE NAPOLEON

     Las muchas intrigas de aquel mismo organismo de los illuminati que habían planeado y ejecutado la revolución, crearon luego sucesivamente el Directorio, el Consulado y el Imperio en Francia, y hacían aparecer ahora a los illuminati como partidarios del retorno de la Monarquía a Europa en general. Esto lo hacían para cumplir los propósitos de los francmasones, y con el objeto de mantener el poder cuyo control había estado tanto tiempo en sus manos y en las manos de su partido. Ahora bien, quiero que se note que Weishaupt el padre de los Illuminati, y el fanático y profundo director de todas sus operaciones, estaba, aún entonces, viviendo en medio del poder y la seguridad en Coburg-Gotha, y que sus astutos confederados eran ministros en todas las cortes de Europa. Entonces, como ahora, la invensible determinación con la cual ocultaban su condición a los ojos de los monarcas y a los del público en general, les permitía mostrarse en cualquier carácter o capacidad, sin miedo de ser detectados como francmasones, o por lo menos como illuminati. Desde el reinado de Federico el Grande, llenaron ellos la Corte de Berlín. Muchos Príncipes germanos menores continuaron siendo francmasones. El Duque de Brunswick fue la figura central en la primera conspiración masónica y aunque, con la hipocresía común a la Secta, hizo una declaración altamente condenatoria de sus compañeros, se cree en general que hasta el final él permaneció partidario de la "regeneración de la humanidad" en el interés del ateísmo. La Corte de Viena era mas o menos masónica desde el reinado del pobre Joseph II. Alejandro de Rusia fue educado por La Harpe, un francmasón, y en la misma epoca en que se lo Ilamó a jugar un papel principal en la celebrada "Santa Alianza", estaba bajo la oculta guia de otros miembros de los illuminati. Fessler, un apóstata religioso austriaco, el consejero de Joseph II, despues de haber abjurado del cristianismo, permaneció, mientras profesaba respeto por la religion, su mas encarnizado enemigo. Fundó lo que se conoce, como el Tugendbound, una sociedad por medio de la cual la Francmasoneria alemana se cubria con un ropaje cristiano, para permanecer a traves de la reacción contra el ateismo, y para descristianar al mundo en cuanto se presentara la oportunidad. El Tugendbound se rehusaba a recibir judíos, e inventó muchos otros medios de engañar a los cristianos para convertirse en sustanciales francmasones sin incurrir en las censuras de la Iglesia, o estar contra ideas entonces adversas a la masoneria, la cual, sin embargo continuaba existiendo tan satánica como siembre bajo ropaje cristiano.
     En Francia, los illuminati de las escuelas de Wilhelmsbad y Lyons continuaron sus maquinaciones sin cambiar mucho de aspecto, aunque se cubrian con ese impenetrable secreto que la Secta ha encontrado siempre tan conveniente para desarmar las sospechas públicas mientras ella persigue con sus objetivos.
     Poseyendo los medios de engañar al mundo exterior, y siendo capaces de usar toda clase de hipocresias y engaños, los francmasones de Francia y Alemania se complotaron en esta epoca con más seguro secreto y éxito que nunca. No hay nada que la Francmasoneria tema más que a la luz. Es la Unica cosa que no puede soportar. Por lo tanto, siempre ha tenido cuidado de proveerse con partidarios y adeptos capaces de desarmar las sospechas públicas a este respecto. Si hubiera extraños que se propusieran descubrir un real carácter y objetivos, la Secta se refugia en la apariencia de puerilidad, de inocua diversion, de beneficencia, o de tonta simplicidad. Es feliz de ser objeto de risas, si esto es con el objeto de no ser descubierta. Pero, por toda su puerilidad, sigue siendo el peligroso enemigo del cristianismo, de la ley, de la legitimidad y el orden, que probó ser antes y durante la primera Revolución Francesa, y que continuará siendo hasta que el mundo tenga razón universal para conocer la profundidad, la malignidad y la extensión de sus implacables designios. 
     En el Concilio de Verona, formado por los soberanos europeos en 1822, para resguardar sus tronos y pueblos de los excesos revolucionarios que amenazaban España, Nápoles y Piemonte, el Conde Haugwitz, ministro del Rey de Prusia, que entonces acompañaba a su soberano, hizo el siguiente discurso:   
     "Al arribar al fin de mi carrera, creó que es mi deber echar una mirada a  las sociedades secretas cuyo poder amenaza a la sociedad hoy en dia más que nunca. La historia de las sociedades secretas están tan atada a mi vida que no puedo dejar de publicarla una vez más y de dar algunos detalles a su respecto. A causa de que mi  disposición natural y mi educación excitan en mi un tan grande deseo de informacion que no puedo contentarme con el conocimiento ordinario, quise penetrar en la misma esencia de las cosas. Pero la sombra sigue a la luz, y de este modo una insaciable curiosidad se desarrolla en proporción a los esfuerzos qua uno hace para penetrar un poco más en el santuario de la ciencia. Estos dos sentimientos me impulsaron a entrar en la sociedad de los Francmasones.
     Es bien conocido qua el  primer paso que se da en la orden no esta calculado para satisfacer la mente. Este es precisamente el peligro que sede temer con respecto a la inflamable imaginación de la juventud. Apenas me habia yo compenetrado de la situación, cuando no sólo me encontré ante la cabeza de la masoneria, sino que ocupaba un distinguido lugar en la más alta gradación. Antes de  que pudiera conocerme a mi mismo, antes de que pudiera comprender la situación en la cual me había comprometido apresuradamente, me encontré a cargo de la dirección superior de las reuniones, masónicas de una parte de Prusia, de Polonia y de Rusia. La masoneria estaba, en esa época dividida en dos partes con respecto a su labor secreta. La primera de estas coloca en sus emblemas la explicacion de la piedra filosofal: El deismo y el no ateismo era la religión de estos sectarios. Su lugar de trabajo central era  Berlín, bajo la dirección del Dr. Zumdorf. No ocurria lo mismo con la otra parte, de la cual el Duque de Brunswick era el aparente jefe. En abierto conflicto de una contra la otra, las dos se daban la mano con el objeto de obtener el dominio del mundo, conquistar tronos, poder disponer de los reyes; tal era su objetivo. Seria superfluo que tratase de explicaros de qué manera, en mi ardiente curiosidad, vine a conocer los secretos de una y otra de las facciones. La verdad es que el secreto de las dos Sectas no es ya más un misterio para mi. Tal secreto es repugnante.
     Fue en el año 1777 que me vi encargado de la diredción de una parte de las logias prusianas, tres o cuatro años antes de la convención de Wilhelmsbad y de la invasión de las logias por el iluminismo. Mi acción se extendió aun a los hermanos dispersados sobre Polonia y Rusia. Si yo mismo no lo hubiera visto, no podría dar ni siquiera una explicación plausible del descuido, con que los gobiernos se las han arreglado para cerrar los ojos a tal desorden. Un verdadero estado dentro del estado. No sólo estaban los jefes en constante correspondencia, empleando sistemas cifrados  particulares sino que se enviaban emisarios reciprocamente. Ejercer una influencia dominante sobre los tronos: tal era nuestro objetivo, tal como lo fue el de los Caballeros Templarios. De modo que yo adquirí la firme convicción de que el drama comenzado en 1788 y 1789, la Revolución Francesa, el regicidio con todos sus horrores, no sólo había sido gestado entonces, sino que era el resultado de estas asociaciones con sus juramentos, etc.
     De todos los contemporáneos de mi época no queda ninguno. Mi primer preocupación fue comunicarle a Guillermo III mis descubrimientos. Llegamos a la conclusión de que todas las asociaciones masónicas, desde el más humilde de sus grados hasta los más altos, no podían hacer otra cosa que usar los sentimientos religiosos con el objeto de ejecutar planes en extremo criminales y hacer uso de los primeros con el objeto de encubrir los segundos. Esta convicción, que Su Alteza el Princípe Guillermo compartía, conmigo, fue la causa de que yo tomara la firme resolución de renunciar a la masonería".
     En el periodo de la reacción contra Bonaparte, la Francmasoneria deliberó larga y sabiamente. Cuando Talleyrand se enteró de que Weishaupt y el circulo interno de la masoneria ya no aprobaban más la autocracia napoleónica, se las arregló muy hábilmente para que Napoleon enfriara sus relaciones con él.
     Se encontró entonces libre para tornar medidas adversas contra su amo, y para prepararse para el cambio que sobrevenia. Todos los seguidores de Bonaparte reclutados de entre los illuminati estuvieron listos para traicionarlo. Ellos podian cumplimentar la caida del tirano, pero la dificultad para ellos era encontrar un reemplazante conveniente para poner en su lugar.
    Se decretó entonces en los círculos más altos que quienquiera que se sentara en el trono de Francia, debía estar lo más lejos posible de ser un amigo del Catolicismo o de cualquier otro principio que fuera partidario de la verdadera religión. Determinaron por lo tanto que, si fuera posible, ningún miembro de la Antigua Casa reinara; y, tan pronto como los soberanos aliados que en su mayor parte eran no-católicos lo hubieron derrotado, estos masones franceses pidieron que el rey de Holanda, protestante y masón, fuera el soberano de Francia. Como esto fallara, se las arreglaron, para, por medio de sus artes masónicas, obtener los primeros puestos en el gobierno provisional que sucediera a Napoleón. Tenían el objetivo de sacar el mejor partido de lo inevitable, y gobernar a Luis XVIII de acuerdo con los intereses de su Secta y en detrimento de la Iglesia del Cristianismo.
     A pesar del hecho de que habían demostrado abierta hostilidad hacia él y su casa, Luis XVIII, aunque parezca raro, favoreció a los Illuminati. Talleyrand fue hecho ministro, y los otros francmasones avanzados del Imperio, -Siéyes, Cambacéres, Fouché, y el resto- obtuvieron puestos y poder. Estos hombres se aplicaron inmediatamente a subvertir los sentimientos de reacción en favor de la monarquía y de la religión.     Pronto, Luis XVIII dio al mundo el triste espectáculo de un hombre preparado a cortar su propia garganta a pedido de ellos. Disolvió un parlamento de ultra leales porque eran demasiado leales a él mismo. Los francmasones se preocuparon de que el próximo parlamento estuviera lleno de sus propias criaturas. También extrajeron del rey, bajo el pedido de libertad de prensa, el permiso para inundar el país de nuevo con publicaciones infieles e inmorales como las de Voltaire y sus confederados, y con diarios y periódicos que probaron ser desastrosos para su casa, para la realeza, y el cristianismo de Francia. Esto llevó no mucho después al atentado contra la vida del Duque de Berry, a la revolución contra Carlos X, a la elevación del hijo del Gran: Maestre, Egalité, como rey constitucional, y a todos los resultados revolucionarios que desde entonces han perturbado y hecho la desgracia de la infortunada Francia.
     Pero aún cuando la Francmasonería trabajó mucho en Francia, no fue allí sino en la pacífica Italia que sus maquinaciones iluminadas produjeron los peores y más difundidos frutos de muerte.

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