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viernes, 28 de junio de 2013

¡CATÓLICOS DEL MUNDO, UNÍOS! *



                   Mons. Juan José Squetino S. 

* (El título fue inspirado por algunos enemigos a los cuales agradezco.)  

     Desde hace tiempo tenía la intención de escribir, no una carta, sino un artículo a modo de reflexión. Desde la última carta a los Obispos Sedevacantistas en la cual trataba de despertar sus conciencias y buscar un consenso para una posible elección del Papa, muchas cosas han pasado en el mundo que nos dejan conjeturar que la venida de Nuestro Señor no está tan remota. Como decía el P. Castellani, los dolores que sufre la humanidad a causa de  las tantas crisis por la que pasa  hoy, no son, como ella cree, dolores de parto de los cuales se seguirá alegría y una vida perpetua acá abajo, llena de bienes materiales y progreso del hombre;  sino dolores de agonía, de muerte, de destrucción y anuncio de un próximo fin.

     La elección de Mario Bergoglio (laico) como líder de la “Gran Ramera”, de la iglesia modernista, ha perturbado el ánimo y la mente de muchos, que, desde entonces, no tienen ojos más que para ver lo que hace y dice, como si al católico le pudiera importar a estas alturas lo que la “Gran Ramera” pudiera hacer o decir, como si de ella pudiera salir algo bueno o se pudiera esperar otro fruto más que el Anticristo. Como si allí hubiera algo de Iglesia Católica, como si Jesucristo pudiera tener a su Esposa Inmaculada por un lado y su “querida”, por otro -la Iglesia Católica y la Gran Ramera modernista-. Esperemos que este nuevo profeta del Anticristo, con la piel del cordero y la voz del Dragón, haga bien su trabajo, para que se adelanten los tiempos. ¡Ven Señor Jesús!. Pero esto no es lo que asusta.

     Miedo nos deben dar los Obispos que se dicen católicos y no quieren reunirse para elegir al Papa, no a “un” Papa, sino “al” Papa. Esos sí son lobos con piel de oveja, falsos pastores, mercenarios que buscan su propio beneficio bajo capa de “prudencia”, por el “bien de las almas”, que no es más que soberbia y cobardía, mientras ven cómo lo poco que queda de católico en el mundo se derrumba a su alrededor y no hacen nada para proveer al único principio de unidad visible, el Papa.

     El mundo gira mientras la Cruz permanece, como decía San Bruno, pero en ese girar, el mundo, se llevó entre las patas a la mayoría de los fieles  católicos. La “evolución” (más bien “revolución”) de la sociedad moderna junto con su pensamiento y forma de vivir, hicieron que millones de católicos perdieran la fe, pues al dejarse modelar por esos principios mundanos, dejaron de vivir como pensaban –católicamente- y terminaron pensando como vivían – liberalmente-. Dejaron simplemente de ser católicos profesando una fe mundana, liberal, kantiana, idealista, y más; en una palabra, modernista, como era su forma de vida. Nadie estuvo exento, ni los laicos ni el clero; es más, lo primero en la intención de los enemigos de la Iglesia (ejército de Lucifer), fue podrir al clero de todos los grados, infiltrando en sus filas hombres ya imbuidos en sus ideas liberales, aunque quizás pareciera lo último en la ejecución, para que se borrara del mundo la idea de Cristo y su Iglesia, de Cielo, de infierno. A tal punto lo lograron que llegaron hasta el mismo trono de San Pedro, sentando en él sujetos que ya no eran católicos, usurpadores; incapaces de ser cabezas de la Iglesia, pues, como dice San Roberto Belarmino, ni siquiera son miembros de Ella. Impresiona semejante conclusión, pero es así, los hechos lo demuestran...

     Por generaciones, la judeo-masonería, diabólicamente inspirada, se empeñó en destruir la conciencia de los católicos para que cambiando la forma de pensar, cambiaran la forma de vivir para que no quedara en sus mentes ni en sus vidas siquiera el recuerdo de que tenemos un alma que salvar, un cielo que ganar, un infierno que evitar y un Dios a quien amar a través de la única fuente de salvación, fuera de la cual no la hay, que es la Iglesia Católica. Vaciaron al fiel católico de su “contenido católico” (la fe) y lo llenaron con el veneno del liberalismo, obteniendo como fruto un monstruo, el “católico liberal”.

     En ese girar, algunos permanecieron junto a la Cruz, pero, con el paso de los años, sin el principio de unidad (el Papa) que iluminara sus mentes, la noción de Iglesia de Cristo se fue desvaneciendo. Fueron surgiendo nuevas interpretaciones del Magisterio, ideas, nociones, no siempre verdaderas, estériles de santidad, pues todas carecen de la misma nota: la Unidad, de fe, de régimen, de culto.

     Su Santidad León XIII dice algo muy profundo acerca de la Iglesia de Cristo en su encíclica “Sapientiae Christianae”: “Penetremos más íntimamente en la naturaleza de la Iglesia, la cual no es un conjunto y reunión casual de los cristianos, sino una sociedad constituida con admirable providencia de Dios, y que tiende directa e inmediatamente a procurar la paz de los ánimos y la santidad; y como por divina disposición, Ella sola posee las cosas necesarias para esto, tiene leyes ciertas y deberes ciertos, y en la dirección del pueblo cristiano sigue un modo y camino conveniente a su naturaleza.”

     ¡Qué inaplicable esta definición de Iglesia en muchos de los que se dicen católicos y que  lo único que hacen es exasperar los ánimos en lugar de pacificarlos; desparraman solos en lugar de juntar con Cristo en su Iglesia!

     El Dr. Homero Johas me envió hace tiempo un artículo, muy interesante y que creo que vale la pena lo incluya en éste, pues expresa exactamente el mensaje que quería transmitir y da respuestas a algunas objeciones contra la elección del Papa. Es largo, pero, fácil de leer y comprender. Aunque como decía San Agustín: “Para el que tenga buena voluntad, hay mil argumentos; para el que no, no hay ninguno.” 

LA EXISTENCIA DE FALSOS PROFETAS 
(por el Dr. Homero Johas)


INTRODUCCIÓN

     “Aparentando piedad” (2 Tim. III, 5) conforme a las profecías de Nuestro Señor Jesucristo, para los últimos tiempos (Mt. XXIV,5), aparecerán entre los fieles, después del Concilio Vaticano II, otros falsos profetas. Aparentemente todos están contra las herejías del Vaticano II; en realidad, mientras tanto, todos tienen la misma libertad religiosa profesada por ese Concilio. Se colocan por encima del Magisterio dogmático del Juez Supremo de los fieles (2 Cor. VI, 14-18) y profesan un “juicio propio” libre contra Él (Tim III, 10-13).

     El punto central en el cual convergen es el apartamiento de la autoridad divina del sucesor fiel de San Pedro, cabeza visible y perpetua de la Iglesia; de la sumisión al Vicario de Cristo, al Magisterio universal de donde procede el deber de creer para todos bajo la unidad de Fe o de régimen.

     Quieren la obediencia a sí mismos, formando rebaños propios, libres, independientes y autónomos, opuesto “al solo rebaño y al sólo Pastor” (Jn, X, 16), en donde todas las ovejas de Cristo están unidas, sin divisiones entre sì, sin pastores divididos en la unidad de Fe o de régimen.

     Con petulancia y audacia promueven sectas y cismas y acusan a los fieles al magisterio de ser ellos los cismáticos y los herejes. Invierten la noción de herejía y cisma (Is. V, 20).

     Por la adopción de los ritos de San Pio V, intentan encubrir sus herejías, llamándose “tradicionalistas”. O admitiendo la vacancia de la sede de Pedro por herejía, por esa profesión doctrinal, llamándose “sedevacantistas”, intentan encubrir la negación del deber divino de extinguir la vacancia que se sigue del dogma de fe de los “perpetuos Sucesores” de Pedro (D.S. 3058). Admiten una vacancia sumamente larga, durante décadas, o hasta perenne, o con “limites indefinidos”. Ninguno quiere la cabeza visible del Sucesor de Pedro, principio visible y perpetuo de unidad de Fe y de comunión. Todos se juzgan los intérpretes ortodoxos, ya de las sagradas Escrituras, ya del Magisterio, ya de los hechos concretos actuales. 

     Tenemos al lado de ellos, asociaciones de laicos, difundidos por muchos países, que, aparentemente, defienden la ortodoxia Católica, en el orden civil y temporal, pero en el orden espiritual, dentro de la Iglesia, defienden a los jerarcas heréticos y nulos del Vaticano II. 
     Es necesario dar los nombres de estas personas:

     Mons. Marcel Lefebvre y Dom Castro Mayer no concluyeron con la vacancia de la Sede de Pedro por herejía. Validaron al herético rigiendo a los fieles (1 Cor. VI,1); contra el magisterio de Paulo IV y del Derecho canónico.

     Mons. Mark Pivarunas y Mons. Guido Alarcón no concluyen con el deber de extinguir la vacancia ya instalada durante décadas.

     Mons. Guerard des Lauriers y Mons. Sanborn conceden a los heréticos “elecciones válidas”, “derecho al papado” y les da realidad material pero no formal.

     El Sr. Xavier Da Silveira y las asociaciones T.F.P. validan a los papas y obispos heréticos de la “nueva iglesia”.

     Y vemos legiones de laicos y de sacerdotes caminando como corderos detrás de los falsos profetas; defendiéndolos; venerando su memoria; siguiendo a hombres y no a la Cabeza divina e invisible, representada por la Cabeza humana visible (Gal. I, 8-9) forman sectas. Conservan los ritos litúrgicos de San Pío V; pero no el credo sin el cual es “imposible agradar a Dios”.

     Enumeran estos acéfalos varios argumentos, ora doctrinarios, ora de facto; pero siempre en contra del Magisterio Dogmático y Canónico de la Iglesia. Llevan años y años arrastrando la pertinacia en sus errores, transformándose en “ciegos guías de ciegos”, dentro de las filas de la “operación del error” profetizada por San Pablo (2 Tes. II, 1-11).

     El examen de sus argumentos evidencia la inconsistencia de los mismos. 

1. PLURALISMO EXISTENTE DE PAPAS

     Se aferran los acéfalos al argumento: “YA EXISTEN MÁS DE UNA DOCENA DE PAPAS, NO DEBEMOS AUMENTAR ESE NÚMERO”. ¿Acaso los errores de hecho de algunos invalidan el deber gravísimo, universal, de elegir, imperado por necesidad de derecho divino al Sucesor de San Pedro? Durante el gran Cisma de Occidente, existían tres Papas y tres obediencias; ¿Impidió eso el deber de elegir al Papa fiel? Si tal argumento fuese válido, la Iglesia, por esa causa, hubiera perdido para siempre su régimen monárquico, divino. Véase que insidiosa es esta argumentación en la boca de Obispos.

     Por tal argumentación se quiere justificar un régimen donde vemos una pluralidad de Obispos, autónomos e independientes entre sí obedeciéndose solo a sí mismos, con el mismo pluralismo que ellos rechazan en la multitud de papas.

     En ambos casos es rechazada igualmente la monarquía de Derecho Divino conferida por Cristo. “Uni Simoni Petro” (D.S. 3053); y, en ambos casos “se pervierte la forma del régimen” que Cristo instituyo en la Iglesia (D.S. 3054). En ambos casos se rechaza lo que cae bajo el anatema del Concilio Vaticano I: “Una sola cabeza visible en la Iglesia” (D.S. 3055) en un nivel supremo.

     Rechazar un error, no justifica caer en otro. En ambos casos la forma de régimen de la Iglesia es pervertida de hecho de modo herético.

     En ambos casos no existe la debida “subordinación jerárquica” (D.S. 3060) al “Juez Supremo de los fieles”.

     En ambos casos los obispos no reciben el divino poder de jurisdicción ordinaria que viene a través del ocupante legítimo de la Sede de Pedro (Pío VI- D.S. 2952)

     En ambos casos se rechaza de la Iglesia la existencia necesaria del “Pastor de los Pastores”, del primado monárquico del Sucesor de Pedro (D.S. 3555).

     Hechos concretos de errores de algunos no son fuente del Derecho divino de la Iglesia (D.S. 2959). El régimen de la Iglesia no procede de las opiniones de los hombres o de las iglesias (D.S. 2606-2603). Quien alega esos hechos de pluralidad de papas, son los mismos que quieren mantener, indefinidamente, la multitud de obispos autónomos, sin la subordinación debida a un Sucesor de Pedro, para que en la Iglesia exista la necesaria unidad de régimen que conduce a la unidad de comunión (D.S. 3052).

     Tal argumento no preserva en la Iglesia la unidad de régimen necesaria por el Derecho divino (León XIII- D.S. 3306). Rechaza esa unidad, el régimen monárquico que es la forma visible de la Iglesia por Derecho divino. Después de décadas de vacancia, tal repulsa es contra el dogma de la Cabeza visible una y única (D.S. 3055). Es el engaño de los enemigos no católicos, que deben ser separados por los fieles porque ya se separaron ellos mismos de la unidad de la Iglesia, en el régimen y en la fe. 

2. LA VACANCIA INTERMINABLE ES POSIBLE

     “SI UNA VACANCIA BREVE NO DESTRUYE A LA IGLESIA, TAMPOCO UNA LARGA O PERENNE NO LA DESTRUYE PORQUE TIENEN LA MISMA NATURALEZA, EN LOS DOS CASOS”, escribe el Sr. J. Dale en Inglaterra. “UNA VACANCIA PUEDE TENER DURACIÓN “INDEFINIDA escribe el Obispo Alarcón.

     También es falso que los efectos de una vacancia breve sean idénticos a los efectos de una vacancia duradera, o de décadas, o perenne, para la unidad de la Iglesia. La Cabeza visible en la Iglesia para la unidad de fe y de comunión entre los miembros de la sociedad visible que es la Iglesia.

     Un navío sin timón por corto tiempo, no pierde la ruta; pero, por largo tiempo, décadas o para siempre, pierde la ruta definida. Una sociedad de hombres exige, por esencia, una cabeza, para mantener la unidad de forma y de fin de las acciones de sus miembros. Sin cabeza visible la sociedad se dispersa; cada uno quiere su forma propia y obra para sus fines propios.

     Donde la vacancia duradera (y cuanto más, peor) va contra la unidad de forma y de fin querida por Cristo para su Iglesia. Se pierde la forma una, de la “Iglesia una” del credo católico. La Iglesia enseña la necesidad de la Cabeza visible a fin de mantener “la unidad de fe y de comunión” ya entre los Obispos, ya entre los fieles. Ese fin justifica la necesidad de la elección papal.

     Sin una Cabeza visible, cada uno quiere juzgar según su “juicio propio”, libre; quiere obrar según su “norma propia” y voluntad propia y no existirá quien obligue a todos a mantener, en la sociedad de hombres, la unidad de forma querida por Cristo y de acción en los preceptos y mandamientos imperados por Cristo. El ejemplo es esta misma divergencia surgida sobre la propia necesidad de una Cabeza visible y la necesidad de su elección. Tal divergencia en el creer y en el obrar muestra que, ante tal falta de unidad, es necesario el principio externo, visible, de la unidad de fe y de régimen.

     En consecuencia, la vacancia interminable o perenne va contra la unidad de forma monárquica de la Iglesia, contra el régimen o gobierno de la Iglesia. Cada obispo quiere su autonomía, libertad, independencia, sin sumisión a una autoridad superior unificadora y única. Después de décadas de vacancia todavía quieren prolongarla por tiempo “indefinido” (M. Alarcón).

     La forma monárquica de la Iglesia es de Derecho divino: “unum ovile et unus pastor” (Jn. X, 16); con “una fe” (Ef. IV, 5) y un “cuerpo compacto y conexo” (Ef. IV, 5). La vacancia permanente, interminable o perenne causa el individualismo del “libre examen” de Lutero. Eso va contra la Iglesia “unam sanctam” definida por Bonifacio VIII y contra el Credo: “Creo en la Iglesia una” dogma de fe por el cual Juan XXIII (o Baltassar Cosa) fue condenado.

     La libertad o autonomía de los obispos se opone a la “subordinación jerárquica” que todos deben tener para con el Pastor de los pastores, monárquico, perpetuo, Sucesor de Pedro. Se oponen al fin del primado divino de la Iglesia y a la forma del régimen instituido por Cristo. El Maestro divino colocó a San Pedro al frente de los otros obispos; “ut episcopatus ipse unus et indivisus esset”, y para que toda la multitud de creyentes, por medio de sacerdotes coherentes entre sí: “in fide et communionis unitate conservaretur” (D.S. 3051). Es el Magisterio del Vaticano I. Los pésimos efectos de la vacancia interminable son visibles entre los obispos que se dicen “sedevacantistas”, negando entretanto al deber gravísimo de extinguir la vacancia. Violan el deber de obrar, derivado de la norma del creer. 

3. FALSA IMPOSIBILIDAD DE UNA ELECCION

     Escribe Mons. Alarcón: “ES IMPOSIBLE, HUMANAMENTE, EXTINGUIR LA VACANCIA, ELEGIR UN PAPA. DIOS NO ORDENA QUE HAGAMOS LO IMPOSIBLE, SINO SOLO LO POSIBLE.”

     Declara Mons. Pivarunas: “NO TRABAJO CON EL FIN DE ELEGIR UN PAPA”.

     La Iglesia condena como herética tal sentencia: “Dios no manda cosas imposibles”. Los Santos Padres condenaron tal sentencia con anatema (Trento, D.S. 1536). El Concilio de Trento impone anatema para los que tienen tal sentencia (D.S. 1568). Inocencio X condeno a Jansenio (D.S. 2001), como impía y blasfema (D.S. 2006).

     El Concilio de Trento enseña que Cristo no es solo Redentor de los hombres; es también un Legislador que debe ser obedecido (D.S. 1571). La salvación eterna está condicionada a la observancia de los mandamientos divinos (D.S. 1570). Los hombres no son libres o indiferentes (D.S. 1569). “Quien ama a Cristo observa sus mandamientos” (Jn. XIV, 23). La fe sin las obras es cosa muerta.

     La imposibilidad de una elección es falsa por el Derecho divino interpretado por la Sede de Pedro.

     Si los obispos que se dicen sedevacantistas se reuniesen para tratar la unidad de fe entre ellos, apartando a los que no la quieren, naturalmente verían también la posibilidad y el deber de elegir la Cabeza visible de la Iglesia. Si no lo hacen es porque no quieren la unidad de la Iglesia en la Fe y en el régimen; porque están fuera de esa unidad. 

4. DIVISION ENTRE LOS QUE SE DICEN FIELES

     Dice un defensor de los acéfalos: “NO PODEMOS ELEGIR UN PAPA PORQUE ESTAMOS DIVIDIDOS”. Dice otro: “ELEGIR UN PAPA ES UNA ACCIÓN CISMÁTICA; INDUCE AL CISMA, DIVIDE A LOS FIELES.”

     Uno coloca la “división” como hecho antecedente que impide la elección. Otro coloca la “división” como efecto consecuente, causado por la elección. Uno coloca un hecho concreto real para negar el mandamiento divino. Otro acusa al propio mandamiento divino de causar división entre seres humanos.

     Ahora bien, si ya existe esa división antecedente, y de hecho existe, ya existe el cisma entre las personas y los cismáticos ya están separados de la unidad de la Iglesia, quien en la fe, quien en el régimen. La naturaleza de esa división “separa de la Iglesia” (D.S. 3803), porque la Iglesia es una, con una sola fe, en un solo rebaño, con un solo Pastor monárquico, visible.

     De donde, los que están divididos, no están divididos porque la unidad de la Iglesia, con una sola fe y con un solo Pastor visible causa cisma. Ellos están divididos CONTRA la norma de unidad de la Iglesia; porque quieren la libre división ecuménica, entre los miembros de la Iglesia, sin unidad de fe ni de régimen. La unidad de un ser, por definición excluye la división. Todo ser es necesariamente uno: un rebaño dividido en cuanto a la fe y al Derecho divino no es el rebaño de Cristo: es una obra humana libre de los ecuménicos.

     De donde, los que alegan que esa “división”, antecedente o consecuente, son los que proponen una concepción ecuménica de la Iglesia, sin unidad de fe. Eso es una “falsa religión” (Pio XI). El “Coetus fidelium”, por definición, tiene la necesaria unidad de fe y, además de eso, debe tener,  por “necesidad de Derecho divino”, la unidad de régimen (León XIII). Ahora bien, los que no quieren esa elección papal, niegan la doble unidad de la Iglesia; son cismáticos y adhieren a la herejía del Ecumenismo. Son falsos católicos; quieren la unidad con personas acéfalas; seguidoras del “juicio propio”, meramente humano; sin subordinación jerárquica al Magisterio universal dogmático de la Sede de Pedro.

     Si alguno es fiel al Magisterio de la Iglesia, con todo solo es fiel quien estuviera íntegramente subordinado al Magisterio de la Iglesia y no quien lo contradice. La “unión” de los predicadores de la división no es la de la Iglesia Católica, aunque conserven íntegros los ritos de San Pío V en la liturgia. 

5. SEPARACIÓN ENTRE CREER Y OBRAR

     Dice el prelado Alarcón: “NO ES QUE NO PROFESEMOS EL DOGMA DE LA FE ABSTRACTO O TEÓRICO. ES QUE EN LA PRÁCTICA, EN LA REALIDAD OBJETIVA, ES IMPOSIBLE EXTINGUIR LA VACANCIA; ELEGIR AL PAPA.”

     Santo Tomás muestra que existen dos modos de ser herético: el directo, negando directamente un artículo de la Fe y el indirecto, colocando premisas de las cuales se sigue la negación de la Fe. Los modernistas dicen que pueden no negar directamente la Fe, pero que pueden colocar premisas de las cuales se siga que los dogmas de fe son falsos o dudosos (D.S. 3424). Colocando una práctica imposible, no eligiendo un Papa, se sigue que el dogma de fe, universal y abstracto es falso. Se aparta de la norma del creer por consecuencia de una perversión de la norma práctica, de la norma del obrar.

     De donde se simula que se profesa el dogma de la fe de los “perpetuos Sucesores” de Pedro (D.S. 3058) negando ser posible cumplir el deber de elegir un Papa. Pio XII enseña que los principios de la Moral cristiana se fundan en las verdades de la Fe cristiana; en el conocimiento de las verdades de la fe universal. No existiría el deber gravísimo de elegir un Papa si no fuera absolutamente necesaria la existencia del Papa para que sea principio visible de la unidad de fe y de régimen. Si no fuera posible de hecho, no existiría el precepto ni la norma del creer.

     La norma de fe obliga, en todos los casos singulares; en todas las situaciones, donde no existe otro camino sino el de la obediencia para alcanzar el fin de tener en la Iglesia el principio visible y perpetuo de la unidad. La norma de extinción de la vacancia fue posible, siempre, durante veinte siglos. La Iglesia, como sociedad perfecta, tiene en sí y por sí, todos los medios necesarios para su acción y su incolumidad como una sociedad divinamente instituida. Quien ordena el fin –los Sucesores de Pedro- ordena los medios para eso; la existencia de perpetuos electores y elecciones válidas.

     La acción práctica no puede ir en contra de la norma del obrar fundada en la norma del creer. No se separa el creer abstracto, del obrar concreto ligado a la norma de la fe. Son dos cosas conexas que no pueden ser separadas. No se subordina la norma de la fe a las eventualidades contingentes procedentes de enemigos de Dios, de Pedro y del Magisterio de la Iglesia. 

6. NEGACIÓN DE LA NORMA DIVINA DEL OBRAR

     Dicen los acéfalos: “NO EXISTE, EN LA PRESENTE SITUACIÓN, EL DEBER DE ELEGIR UN PAPA. DIOS QUIERE SER EL MISMO EL ÚNICO AGENTE. LAS ACCIONES HUMANAS SON CONTINGENTES. EL DEBER DE LOS FIELES ES SOLO EL DE MANTENER LA UNIÓN ENTRE SÍ; SOLO DE REZAR; PERO DEBEN ABSTENERSE DE OBRAR. UN PAPA NO ES NECESARIO.”

     El dogma de fe enseña que un Papa verdadero es de necesidad absoluta para la conservación de la unidad de fe y de régimen; entre los otros obispos y entre la multitud de los creyentes. San Pío X enseña que elegir un Papa, en la vacancia es “deber gravísimo y santísimo” (Vacante Sede Apostolica).

     Las verdades de fe en la Iglesia son perpetuas, infalibles, inmutables en todo su sentido; son de origen divino, universales, necesarias.

     De donde tales sentencias son directamente opuestas al dogma de fe; son heréticas. Niegan el sentido del dogma. En el pasado siempre fue válido y posible ese deber. Él no depende de las situaciones; no es contingente. Es el medio divino para mantener en la Iglesia la unidad de fe y de régimen. Substraerse a la norma de elegir un Papa es herejía contra el dogma de fe y negar el deber ordenado divinamente. Es ir contra el Legislador divino.

     La forma del régimen monárquico de la Iglesia debe ser mantenida en todos los tiempos, con el primado individual de Pedro. “Nada falta” a la Iglesia para conseguir ese fin. No se puede pretender que las puertas del Infierno prevalezcan contra la Iglesia. Es lo que dicen los acéfalos indirectamente.

     La norma divina perpetua y universal no se muda con los tiempos so pretexto de mejor comprensión (D.S. 3020). La forma de régimen de la Iglesia no se muda con los tiempos.

     Es falso que Dios quiera ser Él mismo el único agente, Él dio preceptos de acción a los hombres, que lo cumplieron durante veinte siglos. Lo opuesto cambia al dogma; y se acerca a la herejía Quietista condenada por la Iglesia en Molinos y Quesnel.

     Enseña León XIII: “Sea cual fuera la violencia y habilidad de los enemigos de la Iglesia, visibles o invisibles, estando la Iglesia fundada sobre Pedro, nunca podrá sucumbir o desfallecer en nada” (Satis Cognitum).

     De donde, los que, después de cinco décadas de vacancia, sostienen la vacancia perenne, luchan por quitar de la Iglesia el principio y fundamento visible “sobre el cual reposa toda la fuerza y solidez de la Iglesia” (Vaticano I). Son enemigos de la Iglesia, quieren la libertad religiosa; la sumisión a sí mismos y no a un Vicario de Cristo. La Fe no se muda con las situaciones. 

7. LIBRE EXAMEN DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS

     Dice Mons. Pivarunas: “SEGÚN EL APOCALIPSIS LA IGLESIA FUE LLEVADA AL DESIERTO. LUEGO NO HABRÁN MÁS PAPAS.” Dice el Sr. Xavier da Silveira: “LA INTENCIÓN DE CRISTO ES UN PAPA HERÉTICO.” Dice el Sr. J. Dale: “LO QUE OCURRE ESTÁ EN EL PLAN DE DIOS, NOSOTROS NO PODEMOS FRUSTRARLO. ES CASTIGO DE DIOS.”

     Enseña el Concilio de Trento que la interpretación de las Sagradas Escrituras fue confiada solo a la Sede de Pedro y no al juicio propio  de cada uno; a la prudencia propia, contra el sentido que mantuvo y mantiene la Iglesia (D.S. 1507). El sentido del dogma debe ser “conservado perpetuamente” (D.S. 3020) y no puede ser cambiado (D.S. 3043). La verdad no contradice a la verdad. Lo que contradice la fe definida, es falso. (D.S. 1441)

     De donde se sigue que Dios no tiene un plan divino contradictorio a la Revelación divina ya terminada. Los hombres no deben frustrar la debida observancia de los dogmas y preceptos divinos y no tener “planes” opuestos al Derecho divino. Hasta el Papa está subordinado al Derecho divino (D.S. 3116). El “juicio propio” del “libre examen” no está encima del juicio del Juez Supremo de los fieles.

     Un castigo de Dios para los infieles no es castigo de Dios para los fieles, cambiando los dogmas de los fieles. Ordenó Jesús a su pueblo salir de en medio de los infieles (2 Cor. VI, 14-18), para no participar de sus delitos y de las penas correspondientes a ellos (Ap. XVIII, 4). El libre examen de Lutero generó una multitud de sectas protestantes. La Iglesia condena esa libertad religiosa (Pio IX- Quanta Cura). 

8. INVERSIÓN ENTRE LA LUZ Y LAS TINIEBLAS

     Todos los herejes hacen la inversión entre la luz y las tinieblas profetizada por Isaías (Is. V, 20). Ellos son los fieles y los fieles son los heréticos; ellos están en la verdadera unidad de la Iglesia y los fieles son los cismáticos. Así también ahora con los acéfalos.

     Dicen: “LA ELECCIÓN DEL PAPA ES UNA DECISIÓN DE GRUPO; ES UN ACTO CISMÁTICO Y HERÉTICO; ILÍCITO E INVÁLIDO.”

     El grupo de los fieles, subordinado al Magisterio de la Iglesia, no es el grupo de infieles subordinado a sus propias opiniones, juicios propios y voluntades propias, contra el Magisterio de la Iglesia. Que muestren su subordinación al Magisterio universal de la Iglesia. Nunca lo hacen, no lo hicieron ni lo harán. La elección es un “deber gravísimo” obligado por la Iglesia: se niegan a someterse a él, negándolo con multitud de falsas objeciones.
     Quien se separa de la sumisión a lo imperado por la Sede de Pedro, es cismático. Quien se separa de lo enseñado por el dogma de fe, es herético. De donde, no son los que  defienden la elección del Papa fiel los cismáticos y heréticos; sino los que predican lo opuesto.

     Acto ilícito es el acto contra la norma divina de obrar. Es ilícito defender la norma opuesta a la de la Iglesia bajo la malicia de que es un acto imposible. Es nulo e inválido el tal “magisterio humano” opuesto al de la autoridad divina.

     La verdad no contradice la verdad. De donde se sigue que son falsos los acéfalos que juzgan imposible la Cabeza de la Iglesia querida por Cristo. 

9. UNA OBRA DIVINA SIN EFECTO, ES INÚTIL

     Dicen los miembros de la secta de los acéfalos: “LA ELECCIÓN DE UN PAPA NO CAUSA LA UNIDAD ENTRE LOS FIELES; HOY NO TIENE NINGÚN EFECTO, CAUSA FRUSTRACIÓN. EL CASO DE LINO II LO MUESTRA. NO ES NECESARIA.”

     ¡Esa afirmación es falsa! La elección del Papa fiel tiene por efecto natural la unidad de régimen y de fe, querida por Dios y predicada por el Vaticano I. Quien no quiera la unidad verdadera de la Iglesia, en la fe y el régimen, sino una unidad ecuménica, con pluralidad libre de credos, ese no quiere la unidad que Cristo quiso y que el Vaticano I explicitó. Siempre en dos mil años el Papa fue el principio visible de la unidad de la Iglesia y así debe ser hasta el fin con los verdaderos Papas. Los efectos del primado de Pedro son los mismos hoy y en todos los tiempos. Los que no quieren esos efectos, sino otros, mezclados con Liberalismo, Civilización Moderna y un Cristianismo no dogmático, esos son los que rechazan al Papa fiel. Están fuera de la Iglesia, fuera de la unidad de fe y de régimen.

     La obra de Cristo, divina, no perdió su fuerza. Ella causa “frustración” a los modernistas, a los no católicos, a los masones, a los ateos, herejes y paganos.

     El Papa fiel separa a los fieles de los infieles (2 Cor. VI, 14-18); no deja que los fieles sean juzgados por los infieles (I cor. VI,12)

     El caso individual de Lino II, por cierto fue una elección válida; según las posibilidades de los fieles, en medio de la crisis actual. Que después él hizo o dejó de hacer, es responsabilidad personal de él y en nada cambia el Magisterio universal de la Iglesia.

     Pero, “quien no cree, está ya condenado” (Jn. III, 18). “Quien no escuche a la Iglesia, sea para ti como un pagano”. Es el Sucesor de Pedro el principio visible de la unidad de fe y de régimen. Sin la Cabeza visible la sociedad se dispersa. Es norma del Derecho divino (Prov. XI, 4). De donde se sigue que la unidad social tiene por causa instrumental de Dios la Cabeza visible del  Sucesor de Pedro. Dios obra en su Iglesia a través del Sucesor de Pedro. Es blasfemia afirmar que un Papa fiel “no tiene ningún efecto”. Es negar la necesidad del Papa; es decir que la obra de Cirsto es inútil. Eso es impío. La osadía de tal sentencia es fruto de la infidelidad de su autor. Es Cristo quien dice lo que es necesario en su Iglesia, no sus enemigos.

     Tal sentencia cambia el Magisterio dogmático y canónico de la Iglesia. Seguimos a Dios y no a los hombres. La renuncia de Lino II al cargo muestra que prefirió que otra persona y no él, ejerciera la función de Pastor Supremo, cosa que es posible en la doctrina de la Iglesia.

     La unidad de fe entre los fieles viene primariamente de la sumisión debida de cada fiel a la unidad de fe y de régimen de la Iglesia por los Obispos. El poder exterior del Papa muestra los límites de la verdad y de los errores; de obrar bien o mal. Él no es responsable por los actos de los otros que quieren otras doctrinas y otras normas de acción. El Legislador divino da normar de creer y de obrar divinas para todas las situaciones; más allá de las normas dejadas para el legislador humano, para el bien de la sociedad humana, mutables conforme a las necesidades divinas mayores. El sábado fue hecho para el hombre. 

10. DIFICULTADES HUMANAS

     Dice el prelado Alarcón: “NO TENEMOS CONOCIMIENTO DE OTROS ELECTORES. VIVO CON RECURSOS RECIBIDOS DE UNA FAMILIA. NO TENGO DINERO PARA VIAJAR, PARA SUSTENTAR AL PAPA.”

     En los inicios del Cristianismo, en los Concilios de Oriente, como el de Nicea, los obispos iban de tierras muy lejanas, con dificultad, para afirmar la unidad de la Iglesia en la Verdadera Fe. Nunca dejaron de existir cónclaves en la Iglesia por falta de conocimiento recíproco de los obispos entre sí. Lo que no se conoce todavía, puede llegar a conocerse por los medios normales puestos para eso: por la constancia en la confesión pública de la fe verdadera, por la inexistencia de herejías o dudas persistentes sobre materias ya definidas por la Iglesia. La pobreza nunca impidió los concilios y cónclaves. San Pablo trabajaba con sus manos para no ser gravoso a otros.

     En los actos imperados por Dios, el Derecho divino no está impedido por las dificultades humanas. 

11. LA EXISTENCIA DE LA CABEZA INVISIBLE

     Dice el obispo Alarcón y otros acéfalos: “NO EXISTE LA ACEFALÍA EN LA IGLESIA, PORQUE LA CABEZA DIVINA ES CRISTO Y SIEMPRE VA A EXISTIR.”

     Si la Cabeza divina es única y existe siempre, eso no impide que la Iglesia denomine como “visibile caput” a la Cabeza humana del Sucesor de Pedro y que esta Cabeza humana deba ser el “fundamento visible” y “principio perpetuo” de la Iglesia. Los monofisitas acéfalos del siglo VII en Alejandría, no negaban la Cabeza divina de la Iglesia, y, a pesar de eso, eran herejes. De donde se sigue que es un sofisma apegarse solo a la Cabeza invisible para rechazar la Cabeza humana visible, después de décadas y décadas de vacancia.

     Quien no sigue la Cabeza visible, niega también la autoridad divina de la Cabeza invisible que instituyó a la Iglesia y la forma de régimen de la Iglesia. 

CONCLUSIÓN

     Todas las objeciones contra la elección de la Cabeza visible fiel de la Iglesia son opiniones propias, opuestas a la autoridad divina del Magisterio universal de la Iglesia.

     El juicio propio subversivo, ya condenado por Dios, allí está (Tit.III, 10-11).

     Quien no cree está ya condenado (Jn. III, 18). Quien no escucha a la Iglesia, sea para ti como un pagano (Mt. XVIII, 17). El fiel no es juzgado por el infiel (I cor. VI, 1).

     Todos esos juicios son contra los que se oponen a la sumisión debida al Magisterio de la Iglesia en materia de fe (D.S. 3011); al Sucesor de Pedro (D.S. 3060); al Vicario de Cristo (D.S. 875).

     Las objeciones de los acéfalos contra la elección del Papa, no invocarán el apoyo de las sentencias del Concilio Vaticano I, del Concilio de Trento, de la Constitución de San Pío X sobre la vacancia, de la Encíclica de León XIII sobre la unidad de la Iglesia (Satis Cognitum).

     Ocultan los efectos destructivos, nocivos y perniciosos de la vacancia interminable o perenne; invirtiendo los efectos malos procedentes de la no extinción de la vacancia. Los efectos malos de la vacancia duradera o perenne son mil veces superiores a cualquier pequeña dificultad que exista para la reunión de los fieles y la extinción de la vacancia. La ausencia de la Cabeza visible de la Iglesia causa la ruptura de la unidad de fe, fundamento firme y único de la Iglesia y la ruptura de la unidad de régimen y de comunión entre los fieles. Es lo que ocurre hoy. Es lo que quieren los no-católicos.

     Los que no quieren una Cabeza visible en la Iglesia deben confesar que no son católicos; que están separados de la unidad de fe y de régimen de la Iglesia. Y por lo tanto, deben ser tratados como tales por los obispos, sacerdotes y laicos fieles. Es la norma del Derecho divino: “Separamini” (2 Cor. VI, 14-18). No se puede tener unión “ecuménica” con tales personas separadas de la fe universal, de las normas del creer y del obrar en la Iglesia. Esto es norma divina, no humana.


LAUS ET HONOR DEO NOSTRO!  
Homero Johas


      “Debe existir en la Verdadera Iglesia perfecta unidad de régimen, o sea: debe haber al frente de esa sociedad religiosa una autoridad suprema y visible, de institución divina, a la cual obedezcan todos los miembros que la forman.
     No basta una especie de política de amistad o buena vecindad entre un montón de jefaturas eclesiásticas desconectadas jurídicamente, es decir: independientes entre sí, SIN OTRA CABEZA SUPREMA QUE UN CRISTO INVISIBLE Y CELESTIAL CUYAS PALABRAS Y MANDATOS INTERPRETA CADA UNO A SU GUSTO.”   


                    (R.P. Fernando Lipúzcoa. Breviario Apologético. 1954)

  
     En las vísperas de San Pedro y San Pablo apóstoles, 28 de junio del 2013