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miércoles, 12 de junio de 2013

Bañoleses, Baralotes, Barbeliotes, Bardesanistas, Barsanianos, Barulos.

Bañoleses o Bañolienses.
     Secta de herejes que aparecieron en el siglo VIII, y se llamaron así de Bagnols, ciudad del Langüedoc en la diócesis de Uzés, donde estaban en bastante número. Se les llamó también concordoeses ó conzoceses, palabras cuyo verdadero origen no se conoce. Estos bañoleses eran maniqueos, y fueron perseguidores de los albigenses. Desechaban el antiguo Testamento y parte del nuevo. Sus principales errores eran el que Dios no cria las almas cuando las une al cuerpo, que no tiene preesciencia, que el mundo es eterno, etc. Se dió todavía en el siglo XIII el mismo nombre a una secta de Cátaros. 

Baralotes.
     Nombre de ciertos herejes que aparecieron en Bolonia, en Italia, y que ponían en común sus bienes, hasta sus mujeres y sus hijos. La gran facilidad con que se entregaban a los mas vergonzosos excesos de la disolución, hizo que se les diese, según Fernando de Córdova, en su tratado de exiguis Annonis, el nombre de obedientes.

Barbeliotes o Barborianos
     Secta de gnosticos que decian que un Eon inmortal habia tenido comercio con un espíritu virgen llamado Barbeloth a quien había concedido sucesivamente la preesciencia, la incorruptibilidad y la vida eterna; que Barbeloth, un día que estaba mas alegre que lo ordinario, engendró la luz, que perfeccionada por la unción del espíritu se llamó Cristo; que Cristo deseó la inteligencia, y la obtuvo; que la inteligencia, la razón, la incorruptibilidad y Cristo se unieron; que la inteligencia y la razón engendraron a Autógenes, y este a Adamas el hombre perfecto, y a su mujer el conocimiento perfecto; que Adamas y su mujer engendraron la madera; que el primer ángel engendró el Espíritu Santo, la sabiduría ó Prunic; que Prunic, sintiendo el estímulo de esposo, engendró a Protarchonte o primer príncipe que fué insolente y mentecato; que Protarchonte engendró las criaturas; que conoció casualmente a Arrogancia, y de esta unión nacieron los vicios y todas sus ramas. Para realzar mas estas maravillas, las divulgaban en hebreo los gnósticos, y sus ceremonias eran tan abominables como extravagante su doctrina. 

Bardesanistas. 
     Secta de herejes que tomaron su nombre de Bardesanes, sirio que vivió en el segundo siglo, y habitaba en Edessa, ciudad de Mesopotamia. Según San Epifanio, Bardesanes fué al principio católico, y se distinguió tanto por su saber como por su piedad. Al contrario, Eusebio habla de él como de un hombre que siempre estuvo en el error. Después cayó en los errores de Valentín, desechó parte de ellos, retuvo otros, y añadió algunos de su cosecha.
     Beausobre, historiador de Bardesanes y de sus errores, (hist. del manich. t. 2 1. 4, c. 9), los reduce a tres principales. 
   El primero, el de admitir dos primeros principios en todas las cosas, uno bueno y otro malo; suponiendo que este existe por sí mismo, y se ha producido a sí mismo, y que es el autor de todo lo malo que sucede en el mundo. 
   El segundo, negar que el Verbo eterno ó el Hijo de Dios tomó carne humana:según este hereje, el Verbo solo se revistió de un cuerpo celestial y aéreo, como los ángeles que se han aparecido mas de una vez a los hombres; así la carne del Hijo de Dios no era mas que aparente, y no pudo sufrir, morir y resucitar mas que en apariencia. Este era el error común a la mayor parte de las sectas de gnósticos. 
   El tercero, negar la resurrección de la carne, sosteniendo que los bienaventurados tendrán cuerpos celestiales semejantes a los de los ángeles y al de Jesucristo.
     Apenas se acierta a concebir como Beausobre, despues de hacer esta exposición, puede sostener que tanto Bardesanes como los demás sectarios que han admitido dos principios, no reconocían sin embargo mas que un solo Dios, bueno, todopoderoso, que tiene el imperio del universo sin que ser alguno pueda sustraerse de su poder, (ibidem, §10). Es un absurdo suponer que un ser increado que existe por sí mismo, y por consecuencia ab eterno, es esencialmente malo, y que no es Dios; la nocion mas clara que tenemos de la divinidad, es de que existe por sí misma y necesariamente. Luego que Bardesanes sentó que el mal principio se habia producido a si mismo, dijo un absurdo; lo que todavía no existe ¿puede darse la existencia? ¿En qué sentido el Dios bueno es todopoderoso y dueño absoluto del universo, si hay un ser malo cuya acción no puede impedir, y que no depende de él, puesto que no le ha dado el ser? Si es cierto que el espíritu malo está contenido y conservado por el Dios bueno, si nada sucede sin la voluntad ó sin permitirlo este, es indudable, ó que el Dios bueno deja voluntariamente existir el mal, ó que ignora su existencia, ó que no tiene poder para impedirlo, No se trata de saber si se siguen estas mismas consecuencias del sistema ortodoxo, como pretende Beausobre, ó si no resultan de él; sino como la existencia supuesta de un mal principio puede servir para explicar el origen del mal; una vez demostrado que no lo puede explicar, y que en esta hipótesis Dios es siempre responsable del mal que sucede en el mundo, es ridículo sostenerla. No se trata solo de explicar cuál es el origen del mal moral, y porque Dios lo permito, sino de buscar la causa del mal físico, de los trabajos de las criaturas sensibles y de su imperfección natural, que en el fondo es el principio del mal moral. Ahora bien, laopinion de Bardesanes no satisface a esta dificultad. Aun cuando se supusiera en el sistema ortodoxo que Dios ha criado los hombres tales como son, imperfectos, sujetos al dolor, inclinados al mal moral, y capaces de cometerlo, nada se seguiria contra la omnipotencia, la sabiduría y la bondad infinita de Dios. La hipótesis de Bardesanes y de los demás sectarios antiguos, es pues inútil y absurda en todos sentidos; pero el furor de quererlos disculpar y excusarlos, ha hecho a Beausobre tan mal lógico como ellos.
     De nada sirve decir que el Dios bueno crió en un principio las almas puras y de una naturaleza celestial, y que el mal principio las redujo y las arrastró al pecado; que para castigarlas permitió Dios al mal principio encerrarlas en cuerpos groseros y corruptibles que este habia formado. Siempre se seguirá de aquí, que estas almas por su naturaleza, eran capaces de dejarse seducir y de pecar, por consiguiente débiles e imperfectas; el Dios bueno ¿no hubiera podido formarlas mejores, y preservarlas de la seducción? La dificultad sacada de la permisión del mal subsiste siempre, y la hipótesis de Bardesanes no satisface a ella en manera alguna, no vemos pues en qué se funda el título de hombre hábil, que Beausobre le prodiga. Se dice que escribió un tratado contra los marcionitas, pero su sistema vale tan poco como el de aquellos.
     El error de los que solo admitían en el hijo de Dios una carne fantástica y aparente se conoció ya en tiempo de los apóstoles, pues San Juan lo refutó, (Epíst. II, 7). Lo abrazaron la mayor parte de los herejes del siglo II; y es una prueba de la realidad y certeza de los hechos publicados por los apóstoles. Si su testimonio no hubiere sido irrecusable, todos estos herejes, filósofos mal convertidos, lo hubieran atacado. Como no podían conciliar las humillaciones del Hijo de Dios con la idea que se habían formado de la divinidad, habrían negado absolutamente su nacimiento, muerte y resurrección como lo predicaron los apóstoles, si hubieran podido oponer a este testimonio, el de los judios o el de algunos testigos oculares. Pero se limitaron solamente a decir que todo esto no fue mas que en apariencia: que Dios fascino los ojos de los apóstoles y de los demás espectadores, y los engaño con ilusiones. Ahora bien, confesar la apriencia de los hechos, recusar la certeza del testimonio de los sentidos, es hacer justicia a la sinceridad y probidad de los apóstoles. Esto es únicamente lo que pedimos. Los incrédulos que hoy se atreven a tacharlos de embusteros, a mirar como fábulas sus narraciones, no pueden recusar el testimonio de los que ningún inetres tenian que los ligase a los apóstoles, y que no obstante confirman su narración por el mismo modo de rotularla. La providencia divina ha tenido pues sus razones para permitir la multitud de herejías que se manifestaron en el siglo segundo.
 

Barsanianos o Semidulitas
     Herejes que ap´recieron en el siglo VI. Defendian los errores de los gadianitas, y consistian sus sacrificios en tomar con las yemas de los dedos la flor de la harina y llevarla a la boca (San Juan Damasceno, de Haeres; Baronio, ad annum 535) 

Barulos
     Herejes, de que habla Sandero, que sostenian que el Hijo de Dios había tomado un cuerpo fantástico; que las lamas habían sido creadas antes de la existencia del mundo, y habían pecado todas ala vez. Estos dos errores fueron comunes a la mayor parte de las sectas que nacieron en el siglo II de la Iglesia. Los filosofos que conocieron el cristianismo nop pudieron resolverse a creer ni la caida del genero humano por el pecado de Adán, ni las humillaciones a que el Hijo de Dios se sometió por repararla.

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