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domingo, 18 de agosto de 2013

EL SACRILEGIO DEL CISMA (1)

Mons. José F. Urbina Aznar

¿QUIENES SON EL DR. DIETHER WENDLAND, EL SR. EBERHARD HELLER, Y SUS AMIGOS? 

     En los periódicos, revistas y en toda clase de publicaciones que circulan por el mundo para todo público, los lectores pueden encontrar normalmente, salvo excepciones, escritos que exponen toda clase de opiniones con las que pueden estar o no, de acuerdo. Los directores de tales publicaciones, hacen saber con claridad a sus lectores, que las opiniones expresadas son de la exclusiva responsabilidad de los escritores, sin que lo que ellos dicen, tenga nada que ver con la opinión oficial de esa publicación.
     En la prensa católica, esto nunca es posible. El escritor católico se atiene siempre a la Doctrina ya definida y enseñada por la Iglesia. Se atiene al sagrado Magisterio, a los cánones de los concilios, a las enseñanzas de los Padres de la Iglesia, de los doctores, de los papas, sin poder apartarse ni a la derecha ni a la izquierda. La Iglesia exige unidad de doctrina, unidad de espíritu, unidad de propósitos, unidad de gobierno. Es el cuerpo místico de Cristo que es el mismo ayer, hoy y siempre. Su inmensa ciencia humana y divina no puede ser alcanzada con facilidad por un simple mortal. Ella es el reflejo de la unidad de la beatífica Trinidad. Cristo dio Su Sangre para que Su Iglesia fuera una y así se conservara.
     El escritor católico, a través de sus escritos que requieren el IMPRIMATUR y el NIHIL OBSTAT, expone la Doctrina, la clarifica, la decanta, la centrifuga, la afirma, la prueba, la comenta, la defiende. No puede discutir lo ya definido. No puede arrojar dudas sobre lo que la Iglesia ha incluido ya, como parte de su patrimonio magisterial provocando escándalo. Menos puede oponerse a un punto cualquiera de la Doctrina o ignorándolo proponer algo diverso. Dice Santiago: ese tal, deja de ser parte de la Iglesia de Cristo, pues la Iglesia enseña infaliblemente toda la verdad que Cristo ha revelado. 
     Pero no sólo el escritor debe ser fiel a la Doctrina, sino que los dueños y los directores de tal publicación, son absolutamente responsables y solidarios de toda doctrina y de toda palabra expresada o escrita en ella. Un artículo herético, escandaloso, hace herejes y escandalosos no solamente al escritor sino a quienes dirigen. Y también a quienes costean, si los hay, y a quienes dan su aval. Y esto no puede ser de otra manera, porque una publicación cualquiera que llega a las manos del pueblo católico ignorante con máscara de ortodoxia, es un poderoso instrumento de destrucción. Una sola letra, decía León XIII desviada de la Fe, es una peligrosa gota de veneno.
     Viene al caso lo que estoy diciendo, porque tengo en las manos el número de Diciembre 2001/8 de la revista alemana EINSICHT del Sr. Eberhard Heller en la que encontramos un artículo escrito por el Dr. Diether Wendland, traducido al Español por el Dr. Alberto Ciria, intitulado LA IGLESIA CATOLICO-ROMANA EN LA DIASPORA, ¿FICCION O REALIDAD?, que a la luz, incluso, de la más elemental Doctrina católica, es escandalosamente herético y ofensivo. Lo he leído con horror y repulsión, sobre todo, considerando que la revista EINSICHT llega a las manos de muchos lectores católicos en varias naciones, creyendo que es una revista que defiende la ortodoxia y la Tradición.
     Voy a tratar de exponer a la luz de la Doctrina, los principales y más manifiestos monstruosos errores contenidos en el mencionado artículo, copiando con fidelidad las palabras que el autor se ha atrevido a escribir y el director a publicar.
     Escribe el Dr. Wendland: "Por lo demás, CRISTO NO AMA A LOS COBARDES NI A LOS DEBILES, sino sólo a los de espíritu fuerte que también reúnen las fuerzas para "esperar contra toda esperanza" y esperarlo todo, sólo de El, pero no de cualquier hombre que se haga pasar por irradiador de esperanza". En primer lugar, es una herejía blasfema afirmar que Cristo no ama a los cobardes y a los débiles.
     Dice el Evangelio de San Lucas: "...amad a vuestros enemigos; haced el bien y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque El es bueno con los ingratos y los perversos" (VI, 35). En V, 29 escribe: "Los fariseos y sus escribas murmuraban y decían a los discípulos: ¿Por qué coméis y bebéis con los publícanos y pecadores?. Les respondió Jesús: No necesitan médico los sanos, sino los que están mal. No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores". Es interesante reflexionar profundamente las palabras que leemos en el Evangelio de San Juan III, 16: "Porque tanto amó Dios al mundo, que dió a Su Hijo único, para que todo el que cree en El, no perezca, sino que tenga la vida eterna". Si el mismo Cristo dice que no ha venido a llamar a conversión a los justos, sino a los pecadores, se deduce claramente que ha venido por los pecadores, ¡porque ama a los pecadores, por los cuales derramó Su Sangre!. ¿No es esto extremadamente claro?, decir que Cristo no ama a los débiles ¿no es contrariar la palabra bíblica en una enseñanza que no admite ninguna comprensión sino la que se manifiesta en cada palabra exactamente entendida según su propia significación?, ¿no es esta, además, la doctrina siempre enseñada por la Iglesia?, ¿cómo se atreve el Dr. Wendland a escribir esto y esa revista a publicarlo?. Los débiles y los cobardes pueden ser mucho menos pecadores que otra clase de transgresores. Su debilidad o cobardía, pudiera ser sencillamente eso nada más: una debilidad humana.
     Igualmente, en el Evangelio de San Marcos (II, 15), y en el Evangelio de San Mateo (IX, 10) nuestro Señor Jesucristo dice que no ha venido a llamar a los justos, sino a los pecadores. Por amor a los pecadores. En el Evangelio de San Juan (XV, 1) se dice que los publícanos y los pecadores se acercaban a El para oirle "y los fariseos y los escribas murmuraban", por lo cual Cristo les habla de la oveja perdida, de la dracma perdida, y cuenta la historia maravillosa del hijo pródigo que nos revela el tiernísimo amor del Padre celestial, a quien Cristo compara con un anciano que sale al camino todos los días, para ver si el hijo regresa, y que al fin un día, viéndolo venir, corre a su encuentro conmovido, se echa a su cuello y lo besa efusivamente. En San Mateo (XVIII, 12), encontramos la parábola de la oveja perdida. Y ¿a qué grado llega el amor de Cristo?, nos lo dice con claridad el Evangelio de San Juan (XV, 13): "Nadie tiene mayor amor, dice Cristo, que el que áa la vida por sus amigos". ¡Amigos!, ¿son amigos de Cristo los pecadores por los que derrama Su Sangré? ¿será posible que de la condición de creatura de Dios caida en el pecado que a Dios es odioso se eleve al hombre a la condición de amigo?. El Dr. Wendland dice que Cristo no ama ni a los débiles. Veamos qué dice la Doctrina católica. San Agustín enseña en uno de sus diez sermones (Tract. 8, 5) sobre la primera epístola de San Juan lo siguiente: "No penséis que San Juan no os dió mandato alguno sobre el amor de los enemigos, porque nos habló sólo del amor de los hermanos. EN VUESTROS ENEMIGOS, AMAIS A VUESTROS HERMANOS... deséales que tengan contigo la vida eterna; deséales que lleguen a ser hermanos tuyos. Ahora bien, si lo deseas, si amas a tu enemigo para que sea hermano tuyo, amando a tu enemigo, amas a un hermano tuyo... (Cristo), no quería que siguieran siendo perseguidores suyos y dijo: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen. Si deseaba que fueran perdonados, es que quería que se convirtieran; y si quería que se convirtieran, ES QUE SE DIGNO HACERLOS DE ENEMIGOS, HERMANOS, como verdaderamente lo hizo. Fue muerto, sepultado, resucitó, subió al Cielo, envió al Espíritu Santo sobre los discípulos; empezaron estos a predicar el nombre de Cristo, hicieron milagros en el Nombre del que fue crucificado y muerto; viéronlo estos matadores del Señor y los que derramaron Su Sangre con furor, la bebieron después con fe". También dice (Tract. 9): "¿Y quien nos amó sino a los feos y deformes?, mas no nos amó para dejarnos feos, sino para trocarnos en hermosos". ¿Qué doctrina hay más acorde con el Evangelio de San Mateo (V, 44) que reza: "Amad a vuestros enemigos, orad por los que os persiguen"?.
     Igualmente escribe San Agustín (Tract. 3): "¿Cuál es, pues, el motivo de nuestra confianza en el día del Juicio?, que como El es, así seamos nosotros en este mundo. Debemos referir este pasaje a la misma caridad y entender qué es lo que quiere decirnos en él. Dice el Señor en el Evangelio: amad a vuestros enemigos. Si amáis sólo a aquellos que os aman, ¿qué recompensa tendréis?, ¿no hacen lo mismo los publicanos?. ¿Qué quiere, pues, el Señor de nosotros?. Yo empero os digo: amad a vuestros enemigos, orad por los que os persiguen y calumnian... para que seáis hijos de vuestro Padre celestial. ¿Y cómo lo hace eso Dios?, EL AMA A SUS ENEMIGOS porque hace salir el sol sobre los buenos y sobre los malos, y llueve sobre justos y pecadores. Si, pues, Dios nos invita a esta perfección del amor a nuestros enemigos, como El amó a los suyos, en sólo ello consiste nuestra confianza en el día del Juicio, que, como El es, así seamos nosotros en este mundo".
     En su Sermón 215, 4-5 nos enseña: "Digámoslo de una vez, se hizo hombre por los impíos, por los siervos pecadores... Nadie tiene mayor amor que este de dar uno la vida por los amigos (Juan XV, 13). ¿Crees que esto es cierto?. Desde luego, puesto que Cristo lo dijo; pero oye al Apóstol y encontrarás a ALGUIEN que dió mayores muestras de amor. Cristo, dice, murió por los impíos (Rom. V, 6). Y en otro lugar: Siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de Su Hijo (Rom. V, 10). Ahí tienes, pues, cómo has encontrado una caridad mayor que dar la vida por los amigos, la caridad de Cristo, QUE SE ENTREGA POR SUS ENEMIGOS".     Igualmente, en su Homilía 27, sobre San Juan y en la 33 sobre San Lucas, San Gregorio Magno nos enseña lo siguiente: "El mismo Jesucristo nos enseñó cómo debemos traducir a la práctica este amor, pues en varios pasajes de las sagradas Escrituras nos manda que amemos al amigo en El, y al enemigo por El. Tiene verdadera caridad el que ama al amigo en Dios, y al enemigo por Dios"... "Todo aquel que arrebata cualquier cosa nuestra, es nuestro enemigo, mas, si empezamos a tenerle odio, perdemos también algo de dentro. Por lo tanto, cuando suframos algún menoscabo exterior por parte de nuestro prójimo, estemos alertas interiormente contra el ladrón oculto, al cual nunca venceremos por completo, mas que si AMAMOS AL LADRON EXTERIOR. LA UNICA Y MEJOR PRUEBA QUE SE PUEDE HACER DE NUESTRA CARIDAD, ES AMAR AL QUE NOS ABORRECE".
     ¿No padece el Dr. Wendland un furioso facoscotasmo?, ¿no es víctima del fanatismo?, porque es abundantísima la doctrina que habla del amor de Jesucristo, no solamente a los débiles, sino a Sus enemigos y perseguidores a quienes llama "amigos". A Judas Iscariote, el Apóstol que lo traicionó, lo llamó "amigo" en el Huerto de los Olivos al recibir el beso de su traición. ¡Y no estaba ironizando!, lo decía en serio. El amor a los enemigos, es una de las doctrinas que no han sido borradas incluso de las mentes de los modernistas, deformados por todo aquello que les viene del Vaticano corrupto.
     Por la sagrada Escritura sabemos también, que Jesús llora frente a Jerusalén. Llora no tanto por la próxima devastación de la ciudad santa, que es figura de la devastación del fin del mundo, sino por el origen por el cual ha de venir esa devastación. En aquel entonces, por los pecados de Israel, y al fin, por la inmensa e increíble depravación de toda la humanidad, por la gran Apostasía, por el rechazo del Sacrificio, por la indiferencia y por el desprecio de todos cuantos en la historia lo han de perseguir en Su Iglesia. Por la inmensa muchedumbre que al final de los tiempos se harían Sus enemigos, por lo cual se habría de provocar el anunciado Día de la Ira. No quiere la condenación de los hombres. Quiere salvarlos a todos, y llora amargamente al ver Su gracia y Su Sacrificio despreciados porque no es tanto los ultrajes dirigidos a la santidad de Dios lo que lo afligen y contristan tanto, sino la violencia que padece Su amor cuando es despreciado y Su buena voluntad es frustrada por nuestra testaruda resistencia. Por el desprecio injurioso, por el amor agotado por el exceso de su abundancia. Por el desdén, por el ultraje. Porque no tiene más remedio que cambiar la alegría de hacer el bien, por la alegría de castigar. Bossuet enseña que esta justicia del Nuevo Testamento se aplica por la Sangre, por la bondad misma y por las gracias infinitas de Dios redentor. La gracia de Dios nunca se pierde, pues cuando la rechazamos, Dios la recoge dentro de sí y Su justicia la cambia en maldición. Abusar de la bondad de Dios, retorcer Su voluntad bienhechora, oponerse a Sus planes, destruir Su Iglesia, pensar que todo perdona, aunque lo seguimos ofendiendo y despreciando, es obligarlo a ser cruel e inexorable. Y golpeará con su Mano soberana y victoriosa, y esos golpes redoblados y sin fin, constituirán los eternos reproches de Su gracia despreciada y ese siempre vivir, muriendo siempre. Por eso es el llanto de Jesús a la vista de Jerusalén, y es una prueba eminente del amor de Jesús por los pecadores, incluso por Sus peores enemigos.
     Pero para el Dr. Wendland y para el Sr. Heller, no es posible que Cristo ame a los pecadores, pues si no ama a los débiles y a los cobardes, ¡mucho menos a los otros!. Es lógico.
     Y si Cristo no ama a los débiles (¿a los niños, por ejemplo?) y mucho menos a los pecadores, que son peores que los otros, ¿por qué los habrá de amar el Dr. Wendland y el Sr. Heller?. ¿No es esta una simple deducción lógica?, y ¿es esta una doctrina que haya predicado alguna vez la Iglesia Católica?.

CRISTO ES LA LUZ DEL MUNDO.
     En el Evangelio de San Juan, leemos: "Yo soy la luz del mundo; el que me siga, no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida" (VIII, 12). Así se proclamaba Jesús a quienes les predicaba. Igualmente, en el Cap. XII, v. 46, leemos: "Yo, la luz del mundo, he venido para que todo el que crea en mí, no siga en las tinieblas". En el Evangelio de San Lucas, leemos el encuentro con Simeón el día que el niño Jesús es presentado en el templo. Lo toma en sus brazos y exclama: "Ahora, Señor, según Tu palabra, puedes dejar que tu siervo se vaya en paz, porque han visto mis ojos Tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles, y gloria de Tu pueblo Israel". En el Cap. I del Evangelio de San Juan, refiriéndose éste al Verbo encarnado, escribe: "En ella, estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas, no le recibieron". Más adelante al referirse al Bautista, escribe San Juan: "El no era la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo".
     En el Evangelio de San Mateo, Cap. IV, v. 12 y siguientes, leemos lo siguiente: "Habiendo oído (Jesucristo) que Juan había sido preso, se retiró a Galilea. Dejando a Nazaret, se fue a morar en Cafarnaún, ciudad situada a orillas del mar, en los términos de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliese lo que anunció el profeta Isaías, que dice: "Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habita en tinieblas, vio una gran luz y para los que habitan en la región de mortales sombras, una luz se levantó". Desde entonces, comenzó a predicar y a decir: Arrepentios, porque se acerca el Reino de Dios".
     Pues bien. San Pablo, en su primera epístola a los Corintios, Cap. XII, v. 12, llama sin más aditamento "Cristo", a la Iglesia y con esto no hace más que expresar la misma Doctrina de Cristo. El texto es el siguiente: "Pues del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, no forman más que un solo cuerpo, ASI TAMBIEN CRISTO", es decir, LA IGLESIA.
     La Biblia comentada de Torres Amat dice al respecto: "El Apóstol quiere acentuar, con toda razón, que esa solidaridad existe entre los miembros como un hecho real, o sea, que no se trata de un precepto que deba cumplirse en sentido moral, sino de algo que afecta vitalmente al interés de todos y cada uno, tanto en el cuerpo místico, como en el físico".
     No se puede olvidar que cuando nuestro Señor Jesucristo se le aparece a San Pablo en el camino de Damasco, porque este perseguía a la Iglesia, le dice: "Saulo, Saulo, ¿por qué ME PERSIGUES?", y si creemos al Niceno (De vita Moysis I), el llama "Cristo" con frecuencia a la Iglesia, lo mismo que San Agustín, en su Sermón 354, dice: "Cristo, predica a Cristo". Porque la Iglesia es como una segunda persona de Cristo y así como El es la luz, igualmente la Iglesia es la luz del mundo. Ella enseña la Doctrina recibida, y enseñar es dar luz.
     Por ese motivo, San Juan es tan riguroso con los que dividen a Cristo. Es decir, los que dividen a la Iglesia. El también llama "Cristo" a la Iglesia. Los llama "anticristos". Son los cismáticos principalmente. Los que dividen la túnica del Señor.
     Como los que actualmente, pensándose ortodoxos por conservar la Misa y los Sacramentos, se conservan en la separación, en el cisma justificándose por la necesidad que crea la gran crisis actual. ¿Y esto por qué?, sic volo, sic jubeo, sic pro ratione voluntas. Así lo quiero, así lo mando; así, sencillamente por mi voluntad. Pero, UN FANATICO INDEPENDIENTE, ES UN LIBERAL, ASI COMO UN LIBERAL ES UN FANATICO INDEPENDIENTE.
     A todos estos los ha infectado el liberalismo-católico que desde el siglo XIX ha hecho estragos en la Iglesia. La independencia del individuo en relación a toda la sociedad, de toda autoridad y de toda jerarquía natural, es uno de los postulados de ese liberalismo. Traición de los principios que se niegan en los hechos. Es otro de sus postulados. O sea, una apostasía práctica de la Fe. Confusionismo intelectual. Manía de confusiones sostenidas y un rechazo contundente a definirse. Es una grave enfermedad del espíritu que no alcanza a descansar en la verdad. Es una falta de integridad del espíritu. Es un espíritu que no tiene suficiente confianza en la verdad.
     Todos esos llamados "tradicionalistas" rehusan creer en la eficacia PRACTICA de la verdad. Pueden afirmar en teoría y obrar siempre en contra de esos principios. Esos en realidad pueden ser inscritos entre los católicos liberales que la Iglesia condenó hace mucho tiempo. Han sido infectados. Y de ellos el Cardenal Villot, S. J., decía: "El liberalismo de los "católicos liberales" escapa a toda clasificación y no tiene más que una nota distintiva y característica: la perfecta y absoluta incoherencia" (El Cardenal Villot. Le Floch).
     Cristo es el Verbo de Dios, y por lo tanto, es la ley viviente. Luego, en el cisma que mantienen tozudamente hay una violentísima oposición a Cristo. El Dr. Wendland, el Sr. Heller y esos "tradicionalistas" divididos, se empeñan en lo que es antinatural. Si compro una máquina, no puedo utilizarla sino exclusivamente según la mente del inventor y para los fines para los que la destinó. Unos proponen una nueva constitución; los otros no quieren saber nada de unidad. No es extraño, entonces, que estén perturbados y desequilibrados pues viven contrariamente a lo que la naturaleza misma de la Iglesia exige. Hay entonces opiniones falsas, pestilencia mortífera del entendimiento, alud de errores y tempestad de perversidades. Pero ellos están tratando, y lo creen bien hecho, de hacer caminar a un burro, inyectándole gasolina en las venas. El liberal, hace desaparecer toda jerarquía y deja al fin al individuo solo y sin defensa en relación a la masa, de la cual comienza a ser solamente un elemento más. Y acaba por ser absorbido.
     Igualmente Lutero, al desencadenar una de las revoluciones más pavorosas de la historia que incendia Europa, proclama la Biblia como única regla de fe. Lo que hace es rechazar el Magisterio de la Iglesia, eliminando al intermediario entre Dios y el hombre. ¿No son lo mismo la "juntas centrales" de Wendland y la acefalia de los "tradicionalistas"?

CRISTO Y EL PAPA, CONSTITUYEN UNA SOLA CABEZA.
     En su Encíclica de marzo de 1246, el Papa Inocencio IV (HISTOIRE DES CONCILES, V. 2, P. 1683. Helefe-Leclercq), escribe: "Al agredir Federico II a Pedro y a sus sucesores, ha agredido a Cristo". Para Inocencio IV, es lo mismo agredir a Cristo, a Pedro, o a cualquiera de sus sucesores. La agresión al papales una agresión a Cristo. Si Cristo dijo que si se rechazaba a los Apóstoles y a sus sucesores, era lo mismo que rechazarlo a El, así como oirlos a ellos era oirlo a El, ¿no es por antonomacia rechazar a Cristo el negarse a elegir al papa en sede vacante, privándose oir la palabra del Señor que por su boca habla, y evitando que Su voz llegue a toda la Iglesia?. La voz del papa es la de Cristo, y esto, ¿es solamente porque es Su representante?. Ciertamente que no. ¡Ahí hay algo más!. Ahí hay un misterio revelado. Pío XII en su Enc. MYSTICI CORPORIS, 35, dice: "CRISTO Y SU VICARIO CONSTITUYEN ÜNA SOLA CABEZA". San Roberto Belarmino, Cardenal y Doctor de la Iglesia, en CONTROVERSIARUM DE SUMMO PONTIFICE escribe: "Sólo con Pedro comunica Cristo SU NOMBRE, el nombre que lo significa a El mismo para indicar que a Pedro lo hace fundamento y cabeza de la Iglesia CON EL". También, el Papa San León (Ep. 89, Ad Vienn. Prov.) dice: "Esto lo dijo (Cristo) expresando una asociación de indivisible unidad, lo que era El mismo, quiso significarlo diciendo: Tú eres piedra...". En su sermón para conmemorar tres años de su elevación al Trono, dijo: "Así como el Padre te reveló mi divinidad, así también yo te hago notar tu excelencia, porque tú eres Pedro; esto es, de la misma manera que yo soy piedra, invulnerable, yo la piedra angular, QUE DE UNA Y OTRA HAGO UNA SOLA, yo el fundamento en lugar del cual nadie puede ponerse, con todo, tú también eres piedra, y para que afirmado con tu virtud, las cosas que son propias- de mi poder, sean también tuyas en participación conmigo". Bonifacio VIII en su Bula UNAM SANCTAM (18 Nov. 1302) decía: "La Iglesia que es una y única, tiene un solo cuerpo, Y UNA SOLA CABEZA, y no dos como un monstruo, es decir, Cristo y el Vicario de Cristo, Pedro y su sucesor". Porque como dice San Juan Crisóstomo, citado por S. Tomás de Aquino (CATENA AUREA) "le promete (a Pedro), lo que es propio de sólo Dios". San Hilario, citado por San Roberto Belarmino (OPERA OMNIA. CONTROVERS. DE SUMMO PONTIFICE, C. X, P. 492) dice: "Pedro, posee las llaves del Reino de los Cielos y desde entonces, sus juicios son celestiales".

LOS PAPAS SON LA LUZ DEL MUNDO.
     La conclusión de las doctrinas expuestas es muy clara. Si Cristo ES LA LUZ DEL MUNDO como El mismo lo afirma clara y contundentemente en los santos Evangelios, entonces, los papas, que con Cristo constituyen una sola Cabeza, pues la Iglesia no tiene dos cabezas, SON IGUALMENTE LA LUZ DEL MUNDO.
     Sin embargo, para el Dr. Wendland esto no es así. El se atrevió a escribir y el Sr. Heller a publicar que: "Los papas y los obispos no son sin más, "la luz del mundo", aun cuando sean sucesores de los Apóstoles, y sean papas y obispos legítimos". Los obispos, TAMBIEN SON LA LUZ DEL MUNDO. Los obispos, UNIDOS ENTRE SI Y UNIDOS A LA CABEZA que es el papa, son vicarios de los Apóstoles. Santo Tomás de Aquino escribe: "En la Iglesia el prelado HACE LAS VECES DE DIOS" (Sum. Theo. 2-2, q. 88, a. 12). ¿Y esto porqué?, el mismo Santo Tomás responde (Sum. Theo. 1, q. 106, a. 1): "...téngase presente que la luz, por lo que se refiere al entendimiento, no es más que CIERTA MANIFESTACION DE LA VERDAD, según esto de San Pablo: "TODO LO DESCUBIERTO, ES LUZ". Iluminar, pues, no es otra cosa que DAR A OTRO LA MANIFESTACION DE UNA VERDAD CONOCIDA y en tal sentido dice el Apóstol: "A mí, el menor de todos los santos, me fue otorgada una gracia: DE DAR LUZ A LOS GENTILES acerca de la discipación del misterio oculto desde los siglos, en Dios". Así, pues, un ángel se dice que ILUMINA A OTRO, en cuanto que LE MANIFIESTA la verdad que él conoce".
     Pero no es necesario elevarnos por los altos mundos de la Teología para comprender (si no se es un imbécil) qué es iluminar, o dar luz, o ser la luz para otro. En el DICCIONARIO ENCICLOPEDICO SOPENA, en el vocablo "iluminar", leemos: "Alumbrar, bañar de luz. Adornar algo con muchas luces. Dar color a una figura, letras, etc., de libros, estampas fotografías, etc... ILUSTRAR EL ENTENDIMIENTO CON CONOCIMIENTOS". En el DICCIONARIO DE SINONIMOS de Alberto Ruiz Cárdenas, en el vocablo "ilustración" leemos: "Instrucción, cultura, LUZ, erudición..."
     No se necesita ser un intelectual, para comprender esto. Pero para el Dr. Wendland, los papas y los obispos, aun siendo legítimos sucesores de Pedro y de los Apóstoles, no son la luz del mundo. No les concede ni siquiera el derecho de enseñar, de predicar la Doctrina, así como Cristo les ordenó. ¿No es esta una herejía rayana en la estupidez?, ¿no se estará ya estupidizando el mundo tradicionalista?.
     Negar que los papas y los legítimos obispos son la luz del mundo, implica la negación de muchos dogmas definidos por la Iglesia.
     1) Niega que Cristo haya encomendado a Sus Apóstoles la misión de predicar el Evangelio.
     2) Niega que Cristo haya nombrado a Pedro y a sus sucesores, Sus Vicarios.
     3) Niega que Cristo y el Papa constituyen una sola cabeza.
     4) Niega la asistencia del Espíritu Santo sobre el Colegio Apostólico y especialmente sobre el papa, que Cristo promete a Su Iglesia hasta el fin del mundo.
     5) Niega la infalibilidad pontificia.
     6) Niega a la Iglesia el derecho de definir las verdades de la Fe que se encuentran explícita o implícitamente contenidas en las sagradas Escrituras o en la Tradición.
     7) Niega a la Iglesia el derecho de gobernar y legislar.
     8) Niega que la Iglesia sea el Cuerpo místico de Cristo.


     Cuando el Dr. Wendland dice a quienes desean tener unidad, obispos, papa: "O es que no os basta Jesucristo, que no solamente muestra el camino, sino que El mismo "ES el camino"?, ¿es que ya no entienden ciertas palabras de nuestro Señor?", se está ubicando a favor de las doctrinas de los protestantes, de los liberales y de los modernistas. Sus palabras recuerdan las de Harnack que predicaba que la Iglesia es una sociedad íntima y espiritual sin jerarquías, sin ritos obligatorios, que deja a cada uno en la amable libertad de pensar y de obrar a su gusto.
     Para el Dr. Wendland, ni el papa ni los obispos son la luz del mundo. Ellos no iluminan nada, ni tienen una asistencia especial del Espíritu Santo. ¿Para qué el papa y las jerarquías?. Sólo Cristo salva y basta y El directamente enseña a los fieles el camino a seguir que el papa y los obispos no pueden enseñar porque si en este momento de crisis y de falta de obispos ortodoxos y de sacerdotes, no hacen falta para nada, entonces es claro que los fieles laicos pueden dirigirse directamente a Cristo para que El los guíe, y esto parece suficiente. A los fieles que se quejan por no tener papa, ni siquiera un obispo, el Dr. Wendland y el Sr. Heller, les dicen: "¿No os basta Jesucristo?".


PERTENECE A LA JERARQUIA DE LA IGLESIA LA ENSEÑANZA DEL PUEBLO, POR INSTITUCION DIRECTA DE JESUCRISTO.
     En la Encíclica DIVINO ILLUD MAGISTRI, el Papa Pío XI enseña: "...pertenece de un modo supereminente A LA IGLESIA, LA EDUCACION por dos títulos DE ORDEN SOBRENATURAL, EXCLUSIVAMENTE CONCEDIDOS A LA IGLESIA POR EL MISMO DIOS, y por eso, absolutamente superior a cualquier otro título de orden natural... por tanto, la Iglesia ha sido constituida por Su divino Autor, columna y fundamento de la verdad, PARA QUE ENSEÑE A TODOS LOS HOMBRES con fe divina y custodie íntegro e inviolable su depósito a ella confiado, Y DIRIJA E INFORME A LOS HOMBRES Y A SUS ASOCIACIONES Y ACCIONES en honestidad de costumbres e integridad de vida, según la norma de la Doctrina revelada".
     Es imposible no ver en las palabras de Pío XI, que la Iglesia ES LA LUZ DEL MUNDO, la sociedad visible fundada por Cristo PARA ENSEÑAR A TODOS LOS HOMBRES. A la Iglesia encomendó Cristo ILUMINAR Y SER LA LUZ PARA TODOS LOS HOMBRES. Anunciarles la verdad y alimentarlos con los medios de que ella dispone por disposición de Cristo. El dijo (Mat. XVIII, v. 18) que quien no oyere a la Iglesia, sea tenido por gentil y publicano. ¡Pero la Iglesia tiene un maestro infalible, y un Colegio Apostólico que unido a ese maestro infalible, también es infalible!. Por eso es claro, que el papa y los obispos SON LA LUZ PARA LA IGLESIA Y PARA LOS HOMBRES. Es indudable lo que Wendland niega abiertamente.
     En la misma forma, el Papa León XIII, en su Encíclica SATIS COGNITUM del 29 de junio de 1896, escribió lo siguiente: "...instituyó Jesucristo UN MAGISTERIO VIVO, AUTENTICO Y JUNTAMENTE PERENNE AL QUE DOTO DE SU PROPIA AUTORIDAD, le proveyó del Espíritu de la verdad lo confirmó con milagros, Y QUISO Y SEVERISIMAMENTE MANDO QUE LAS ENSEÑANZAS DE ESE MAGISTERIO FUERAN RECIBIDAS COMO SUYAS". Uno se pregunta consternado: ¿será posible que el Dr. Wendland y el Sr. Heller ignoren estos textos tan conocidos y otros más tan abundantes en los escritos de los papas?, ¿ignorarán los textos evangélicos sobre el particular?. Entonces, ¿no podemos pensar con libertad que ellos lo que pretenden es influir en los católicos para que se mantenga la división de los obispos y se impida la elección del papa que a todos unifique para la lucha, con una pretendida, ilusoria y hereje comunicación directa y espiritual con Cristo, para normar la vida de esa Iglesia "en la diáspora" que estos hombres desviados pretenden?. Continúa León XIII: "Este es consiguientemente el deber de la Iglesia: conservar la Doctrina de Cristo y propagarla íntegra e incorrupta. Mas a la manera que la Doctrina celeste, JAMAS FUE ABANDONADA AL ARBITRIO E INGENIO DE LOS PARTICULARES (que lo apunte Wendland), sino que, enseñada al principio por Jesús, fue luego separadamente encomendada al Magisterio de que hablamos; así tampoco a cualquiera del pueblo cristiano, sino a algunos escogidos".
     ¿Qué dice León XIII con respecto a esa pretendida comunicación directa con Jesucristo, eliminándose la necesidad de la jerarquía de la Iglesia?, pues dice en su Encíclica SAPIENTIAE CHRISTIANAE el 10 de enero de 1890 lo siguiente: "Y NADIE OBJETE que Jesucristo, conservador y vengador de la Iglesia NO NECESITA PARA NADA DE LA AYUDA DE LOS HOMBRES. Porque, no por falta de fuerza, sino por la grandeza de Su bondad, quiere El que también de nuestra parte pongamos algún trabajo para obtener y alcanzar los frutos de la salvación que El nos ha granjeado. Lo primero que este deber nos exige es profesar abierta y constantemente la Doctrina Católica y, en cuanto cada uno pudiera, propagarla. A la verdad, el cargo de predicar, es decir, de enseñar, TOCA POR DIVINO DERECHO A LOS MAESTROS, QUE EL ESPIRITU SANTO PUSO POR OBISPOS PARA REGIR A LA IGLESIA DE DIOS Y SEÑALADAMENTE AL ROMANO PONTIFICE, Vicario de Jesucristo, puesto con suprema potestad al frente de la Iglesia universal, MAESTRO DE LA FE Y DE LAS COSTUMBRES. Nadie piense, sin embargo, que se prohibe a los particulares poner alguna industria en este asunto, aquellos particulares a quien dio Dios facilidad de ingenio juntamente con el celo de obrar bien. Estos, siempre que la ocasión lo pida, muy bien pueden no precisamente arrogarse el oficio de maestros, sino repartir a los demás lo que ellos han recibido y ser como un eco de la voz de los maestros. Es más, la cooperación de los particulares hasta punto tal pareció oportuna y fructuosa a los Padres del Concilio que juzgaron que había a todo trance que reclamarla...".
     Entonces, no solamente Jesucristo es la luz, y el papa participando de aquella primera luz, y los obispos necesariamente unidos al papa, y los sacerdotes unidos a su obispo, sino que también los simples particulares, cuando difunden entre sus iguales la luz de la verdad recibida de los maestros, sin alteración y fielmente repetida, también son la luz porque de alguna manera participan de la primera.
     Es, pues, a la Iglesia, a la que Cristo encomendó ILUMINAR A TODOS LOS HOMBRES, es decir, enseñar la Doctrina revelada por Dios y alimentarlos con los Sacramentos y otros medios de que dispone por disposición inmediata y directa de Cristo. No corresponde a los laicos enseñar sino solamente repetir lo aprendido sin apartarse ni a la derecha ni a la izquierda, ya se llamen Dr. Wendland, o Sr. Heller o como sea. La Palabra de Dios es inmutable y nadie tiene derecho de arrogarse prerrogativas que no tiene.
     Es una verdad histórica inobjetable, que incluso los pueblos más civilizados fueron incapaces de conservar sin error aun las más esenciales verdades de la religión natural. Ni los filósofos más sabios pudieron elaborar una teodicea perfecta. De este hecho innegable y constante, sabemos que es imposible moralmente que los hombres conserven sin error las verdades de la religión natural.
     Santo Tomás de Aquino dice en la SUMA CONTRA GENTILES (1,4) que esto se debe a varias causas: 1. A la incapacidad intelectual de muchos; 2. A las ocupaciones de la vida que absorben todo el tiempo disponible para estudiar; 3. A la pereza que puede venir de un estudio arduo y largo. 

     Y con respecto a las verdades de la religión, 1. porque son profundas y requieren de un trabajo penoso, conocimientos previos y porque se oponen a las pasiones de los hombres; 2. porque nuestro entendimiento es débil y se mezcla con errores y opiniones por lo cual las dudas nunca se aclaran ni se consigue la certeza necesaria; 3. porque todo lo que el hombre transmite, lo desfigura al mezclarlo con imaginaciones y explicaciones erradas; 4. porque incluso lo que se escribe está sujeto a muchas interpretaciones, como lo han demostrado las herejías que se atienen sólo a las sagradas Escrituras.
     Por eso, Dios solucionó esto, mediante la institución de un magisterio vivo e infalible, es decir, asistido por El mismo, que conserva y explica la Revelación. Una autoridad docente que impone sus enseñanzas infalibles, asistida por el Espíritu Santo, que exige sumisión del entendimiento, obediencia perfecta y unidad de gobierno.
     Pero el Dr. Wendland ha demolido todo esto. Ni los papas ni los obispos son la luz, y los fieles deben comunicarse directamente con Jesucristo.

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