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jueves, 2 de octubre de 2014

Reliquimus omnia

Hemos dejado todas las cosas
     Confianza y seguridad respiran las palabras de Pedro: «Nosotros, Señor, hemos dejado todas las cosas.» Jesús acepta y confirma la afirmación de Pedro. ¿Qué importaba que esas cosas, «todas las cosas»no fueran más que una barca vieja y unas redes rotas? Lo que el Señor estima es la voluntad decidida con que, por su amor, Pedro y los otros Apóstoles, en cuyo nombre habla Pedro, habían renunciado a los bienes materialesmuchos o pocos, no hacía al casopara irse tras Él.
     Y porque lo habían dejado todo para seguir a Cristo, por eso reciben la promesa magnífica de sentarse como jueces en el último día.
     Yo también, por mi vocación, debo decir: Señor, he dejado todas las cosas.
     ¿Puedo decirlo con absoluta sinceridad y sin temor ninguno a que el Señor no pueda confirmar mi afirmación?
     Se pueden dejar las cosas, en efecto, y, sin embargo, vivir pendiente de ellas con el afecto.
     ¿Es ésa la manera que Nuestro Señor pide a los que le siguen?
     No. Él pide el abandono total.
     Si mi corazón permanece apegado a esas cosasmuchas o pocas, valiosas o insignificantes, no importa—, no puedo decir con la conciencia tranquila que lo he dejado todo para seguir a Cristo:
     hay algo que todavía no he dejado, y ese algo impide que mi entrega sea completa:
     hay algo que no he sido capaz de sacrificar a Cristo, y ese algo impide que Cristo se entregue todo a mí;
     hay en mi corazón todavía un rincón lleno de algo que no es Cristo...
     ¿Qué es ese algo?
     ¡Qué importa lo que sea!
     Si impide que Cristo lo llene todo, eso basta para que yo tenga que decidirme a dejar ese algo; sólo así podré decir sinceramente al Señor que lo he dejado todo, «todas las cosas».
     Y entonces sí podré tener la dulce seguridad de que el Señor me concederá seguirle y merecer el premio prometido por Él a los que lo dejaron todo y le siguieron.
     Hay que ser generoso y sincero.
     Muchas veces es una nonada ridicula lo que me impide esa entrega total, y como es tan pequeña, me quiero engañar a mí mismo, y trato de convencerme de que eso no será impedimento para mi entrega total.
     Y es eso precisamente lo que el Señor quiere que deje para que pueda seguirle.
     Señor, ¿puedo decirte con toda verdad que he dejado todas las cosas?

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