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sábado, 20 de diciembre de 2014

YO SOY EL PRINCIPIO

     “En espiritualidad, la prudencia aconseja considerar a Dios como CAUSA; es decir, como principio de todo bien; y no solamente como FIN, es decir, como el término de nuestros esfuerzos.”
(Charmot: Doctrina espiritual de los hombres de acción, cap. V.)

     Dios es bondad, y la bondad es de suyo difusiva.
     Dios es amor, y el amor es la tendencia que la vida tiene a la fecundidad.
     Dios crea y no por indigencia, sino por sobreabundancia absoluta de su ser.
     “El Amor creó el sol y los estrellas...”
     Y me creó a mí, a imagen y semejanza suya.
     Y me ha hecho tan semejante a Sí, que a mi vez, y según mis modos, puedo crear, amar, difundirme y comunicarme. Puedo contribuir, como una gota, al torrente del Amor creador y redentor...
     La CAUSA primera ha querido compartir con el hombre su acción. Mi actividad viene de Dios.
     Obrero, estudiante, sacerdote, con Dios trabajo; de El procede, a El se remonta mi actividad.
     Soy instrumento de Dios. Pero puedo serlo a la manera de Juan o de Judas, de León o de Atila.
     Por amor, como Pablo, apóstol de Dios; como el carguero Talbot o el profesor Ferrini. De sí misma decía Santa Teresa: “¡todo va con amor!”.
     Dios me ha elevado a la dignidad de colaborador suyo. Y colaborar con Dios consiste en hacer su voluntad santísima. He aquí el secreto de tu santificación por medio del trabajo de cada día. Total subordinación de tu voluntad al querer divino. ¡Parece poco y es todo! ¡Si lo entendieras! ¡Si lo practicaras!
     Instrumento consciente y amoroso de Dios, colaborador suyo por amor, debes obrar como El, dándote gratuitamente, por solo deseo de hacer bien.
     Cooperar con Dios: he aquí el principio de fecundidad para tu vivir y tu actuar.
     ¡Qué inmenso el apostolado del Santo Padre Claret! Es que vivió estrechamente con Dios y desde Dios actuaba. “Oh Jesús, exclamaba, como el agua se une al vino en el santo sacrificio de la Misa, así deseo yo también unirme a Vos y ofrecerme en sacrificio a la Santísima Trinidad”.
     Colabora; pues, con Dios; no pongas trabas a la fecundidad del Padre infinitamente generoso.
     ¡No impidas a Dios obrar en ti y contigo!
     Se haría mayor bien si a Dios no le fallaran sus colaboradores. ¡Mil veces nuestra inercia encadena sus manos!
     Bello es el fin que persigues: el bien de las almas, la gloria de Dios. Pero no olvides la causa invisible de ese bien.
     Bueno es el celo de la acción; mejor adherirse a Dios.
     Bueno es buscar las almas de Dios; lo primero y lo mejor es buscar al Dios de las almas.
     “Es preferible, escribe el P. Rigoleuc, que en nuestros planes y proyectos nos propongamos la voluntad de Dios más bien que procurar la gloria de Dios; pues haciendo la voluntad de Dios, infaliblemente procuramos siempre su gloria; mientras que al proponernos la gloria de Dios con motivo de nuestras acciones, no dejamos de engañarnos algunas veces haciendo nuestra propia voluntad bajo el especioso pretexto de la gloria de Dios. La verdadera perfección consiste en cumplir en todo momento la santa voluntad de Dios.”
     “Oh Dios, de quien procede todo bien:
     concédenos a quienes te lo pedimos
     que, bajo tu inspiración, pensemos lo que es recto;
     y con tu dirección lo ejecutemos.
     Por Cristo nuestro Señor.”

R.P. Carlos E. Mesa C.M.F.
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