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jueves, 30 de abril de 2015

¿Para qué la definición del 1° de noviembre de 1950, si la Asunción era ya dogma?

CIEN PROBLEMAS SOBRE CUESTIONES DE FE
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     En la respuesta número 23 se cita íntegra una de las mas famosas definiciones del Concilio Vaticano:"Debe creerse con fe divina y católica -esto es, como dogma- todo lo que está contenido en la palabra de Dios escrita o trasmitida por tradición -esto es, revelada- y que la Iglesia propone para que se crea como divinamente revelado -esto es, definido- o con el juicio solemne o con magisterio ordinario y universal". Y se citaba la asunción de la Virgen como ejemplo de dogma definido con juicio solemne, "ex-cathedra".
     Pues bien, visto que, según el Concilio Vaticano, los modos de proponer una verdad revelada para hacerla dogma son dos, a saber, el juicio solemne (formulado o por el Concilio Ecuménico o por el Papa solo "ex-cathedra") y el Magisterio ordinario y universal, pregunto: la verdad de la Asunción, antes de ser dogma por juicio solemne (definición "ex-cathedra" que tuvo lugar el 1° de noviembre de 1950), ¿no se podía llamar ya dogma por magisterio ordinario y universal?
(A. Z. -Conversano)

     Advierto a los lectores que los incisos son del ilustre señor A.Z., y a éste ruego me excuse si no he podido citar toda la amplísima continuación de su argumentación.
     No se trata de una inútil sutileza. La fe es problema de verdad, cuya columnas son los dogmas. El mecanismo de la manifestación de éstos roza, por tanto, los aspectos mas brillantes y divinos de la religión y de la Iglesia, y no pueden nunca dejar de interesar y de conmovernos. Tras una definición dogmática hay vibración de Cielo, hay latido vivificador de la Iglesia.
     Viniendo a la consulta, observo ante todo que el tercer inciso descubre una inadvertencia de conceptos; esto es, parece que no tiene presente con bastante claridad el concepto de "definición", como la hecha el 1° de noviembre de 1950. Por lo demás, la observación es justa.
     La Asunción era dogma de fe divino-católica asimismo antes; pero no de fe definida. La "definición", en sentido estricto, no consiste solo en el hecho de que la Iglesia mande creer aquella verdad revelada, en cuanto tal -lo que puede hacer o con juicio solemne, o con Magisterio ordinario- sino que se sigue de proponerla precisamente del primero de aquellos modos, esto es, con juicio solemne. De lo que se sigue el enorme provecho de eliminar toda duda y poner fin a toda discusión -que realmente era vivísima asimismo en lo de la Asunción, no tanto en cuanto al hecho, sino en cuanto a la verdad "revelada"- ya que el solo magisterio ordinario y universal aun siendo objetivamente infalible puede a veces quedar subjetivamente incierto, bien en cuanto a su existencia, bien en cuanto su alcance.
     El dogma es divino porque está revelado por Dios; divino-católico, porque la Iglesia lo propone; definido, en cuanto propuesto con juicio solemne.
     Sólo la definición solemne -especialmente en ciertos casos- hace saborear la plena alegría, que sólo en la religión católica se puede gozar, de poseer con certeza infalible la verdad. Es la infalibilidad católica en su mas completa realización.

BIBLIOGRAFÍA
G. Ameri: Definizione dogmatica, EV., IV, págs. 1305-7
Pier Carlo Landucci
CIEN PROBLEMAS SOBRE CUESTIONES DE FE

miércoles, 29 de abril de 2015

ICONOCLASTAS

     Herejes del siglo VII, que se levantaron contra el culto de las sagradas imágenes; esta palabra viene del griego, icono que quiere decir imagen, y clasta yo despedazo, porque los iconoclastas despedazaban las imágenes en todos los pueblos.
     Después se dio este nombre a todos los que se declararon contra el culto de las sagradas imágenes, a los que se llaman reformados, y a ciertas sectas del Oriente que no las permiten en sus iglesias.
     Los antiguos iconoclastas abrazaron este error, unos por complacer a los mahometanos, que aborrecían las estatuas, y en todas partes las hacían pedazos, y otros por prevenirse de la murmuración de los judíos, quienes acusaban a los cristianos de idolatras por el culto de las imágenes. Sostenidos al principio por los califas sarracenos, y después por algunos emperadores griegos, como León Isáurico y Constantino Coprónimo, inquietaron el Oriente, llenándolo de turbulencia y de carnicería. En el año 726 hizo Coprónimo que se congregase en Constantinopla un Concilio de más de trescientos obispos, en el cual fue absolutamente condenado el culto de las imágenes, alegando contra él las mismas razones que alegaron los protestantes, Este Concilio no fue recibido en Occidente, ni le siguieron los del Oriente, sino por la violencia de que usó el emperador para obligar a que se ejecutase.
     En el reinado del emperador Constantino Porfirogeneto y de su madre Irene, se restableció el culto de las imágenes; esta princesa de acuerdo con el Papa Adriano, hizo que se convocase un Concilio en Nicea, que se verificó en el año 787, y en él fueron condenadas las actas del citado concilio de Constantinopla, igualmente que el error de los iconoclastas; este concilio niceno es el septimo general. Cuando el Papa Adriano envió las actas del concilio de Nicea a los obispos de las Galias y de Alemania, congregados en Francort el año 794, estos obispos las refutaron, creyendo que este concilio mandaba que se adorase a las imágenes como se adora a la Santísima Trinidad; pero esta prevención pronto fue disipada.
     En tiempo de los emperadores griegos Nicéforo, León Armenio, Miguel el balbuciente y Teófilo, que favorecieron a los iconoclastas, volvió este partido a levantar cabeza. y dichos principes cometieron contra los católicos crueldades inauditas. Su descripción se puede ver en la historia que sobre esta herejía escribió M. Maimbourg.
     Entre los nuevos iconoclastas se pueden mencionar los petrobusianos, los albigenses, los valdenses, los wiclefitas, los husitas, los zuinglianos y los calvinistas. Durante las guerras de religión cometiron estos últimos herejes los mismos excesos contra las imágenes que los antiguos iconoclastas. Mas moderados los luteranos, conservaron en lo general en sus templos algunas pinturas históricas, y la imagen del Crucificado.
     No es idolatría, ni tiene nada de vicioso el culto que nosotros damos a las sagradas imágenes; que si alguna vez se miró como peligroso, fue a causa de circunstancias que ya no existen, y en fin los protestantes no tienen razón para fundar en este culto uno de los motivos de su cisma.

martes, 28 de abril de 2015

LA “NUEVA IGLESIA”, REINO DE LA MENTIRA Y DEL FRAUDE

Por el Dr. Homero Johas
INTRODUCCIÓN
            Quien quiera hacer una síntesis de la naturaleza de la “nueva iglesia católica” nacida en el Concilio Vaticano II no se equivocaran afirmando que ella se apartó de la verdad absoluta divina y que quiere establecer en la tierra el culto del hombre, sin el único Dios verdadero.
            * Gregorio XVI, notó que los enemigos de la Iglesia querían cambiar la “obra divina” por “una” obra humana.
            * San Pio X afirmó que los hombres de las logia masónicas querían quitar de la tierra el catolicismo y establecer una “iglesia de la humanidad”.
            * Pio IX mostró que los racionalistas querían conformar la Iglesia de Cristo con liberalismo.
            * San Pio X notó que los agnósticos llamados modernistas querían apartar el cristianismo dogmático y cambiarlo por una religión liberal.
            * El Sr. Montini, el 07-12-1960, en el Vaticano, clausurado el Concilio, proclamó un “nuevo Humanismo”, el “culto del hombre”.
            * Es lo que querían los racionalistas absolutos; la razón humana, sin Dios, es el único arbitro de la verdad y de la falsedad, del bien y del mal, es ley para sí; por sus fuerzas naturales, ella basta para cuidar del bien de los hombres y de los pueblos (D.S.2903).
            * Esto corresponde al “non serviam” de Lucifer (Jer. II, 20); el apartamiento de la obediencia humana al único Dios verdadero.
            Esto corresponde a la “abominación de la desolación en el lugar Santo” (San Mateo XXIV); al “hombre de pecado en el templo de Dios”, con la “operación del error” de los que “no aman la verdad” y “consienten la iniquidad” (2 Tes. II, 1-11).
            Se muda la verdad en error; y el error en verdad (Is. V, 20).
            Esto se resume en dos puntos:
            a) Por fraude se niega la existencia de la verdad absoluta, universal, necesaria.
            b) Se pretende que todo poder viene del hombre y no de Dios.
            Esto es hecho a través de mentiras, fraudes, simulaciones; una bestia del Apocalipsis aparentaba tener los cuernos del cordero, pero “loquebatur sicut draco” hablaba como el Dragón (Apoc. XIII, 11). Es el reino de la hipocresía.
            En ese “habla como Dragón” están las “nuevas doctrinas” de la “nueva iglesia”; son las seculares doctrinas de los ateos, agnósticos, paganos, herejes, judíos, enemigos de la Iglesia.
·         La fe divina fue sustituida por la opinión humana
·         Los ministros de Dios fueron sustituidos por ministros de los hombres.
·         El Sacrificio de Cristo fue sustituido por las reuniones del pueblo.
·         El Derecho Divino fue sustituido por el Derecho humano.
·         La verdad divina fue sustituida por el arbitrio humano.
·         El Concilio Vaticano II profesa: “lo que quieren los hombres de nuestra época”.
·         El Templo de Dios fue sustituido por el templo de todos los falsos ídolos.
·         Se niega la Divinidad de Cristo.

1. LA NEGACIÓN DE LA VERDAD ABSOLUTA
            Esta es la base de todo en la “nueva iglesia”. Todo se vuelve opinión individual y libre; meramente humana, incierta, subjetiva, insegura; se aparta de la verdad absoluta, necesaria, divina, cierta, objetiva, independiente del juicio y voluntad de cada sujeto.
            Esto entró fraudulentamente en la Ciencia natural, así mismo en la Ciencia divina.
            Las opiniones pasaron a ser nuevas “verdades”.
            Por lo tanto cada uno tiene su “propia verdad” o su “propio juicio”, su “propia posición”, o su propio Dios, su propia religión; su moral propia, su “propio derecho individual”, su “propio deber”…
            Todo individual y libre, meramente humano.
            Y entre esos “derechos individuales”, está el de: “no cumplir la obligación de seguir la verdad y el adherirse a ella”.
            Sin la verdad necesaria en el conocimiento racional, la “adhesión”  o no “adhesión” a la verdad se haría la norma del obrar psicológico, de la libertad a adherirse o no a lo que es verdadero y bueno.
            Se eliminan las normas divinas de los “deberes” en el creer y el obrar.
            Se eliminan las verdades de fe mandadas por la autoridad del único Dios verdadero y sus mandamientos imperados a ser observados.
            Se elimina la Monarquía divina, se levanta el estandarte de la democracia contra la autoridad del único Dios verdadero.
            El número de las voluntades humanas libres decidirá lo que es verdad o error; lo que es el bien o el mal (D.S. 2903).
            Desaparece la verdad divina, aparece el arbitrio humano.
            Desaparecen la Lógica, la Ontología, la Teología Natural, el Dogma y la Ética revelada; aparece una Ética arbitraria, sin verdad, sin Dios. Desaparecen los principios absolutos de la Ontología: de identidad, de no contradicción, de causalidad, de finalidad.
            El arbitrio humano individual, sin verdad y sin Dios, será la norma suprema de todo.
            Se apartan de este modo de los fundamentos divinos de la fe cristiana, del único Dios verdadero.
            De Cristo que dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.
            Del Espíritu Santo: el “Espíritu de verdad”.
            Del Magisterio de la Iglesia: de la “Cátedra de la verdad”.
            Tal es la doctrina llamada del Agnosticismo; Relativismo, Liberalismo, Humanismo; Anti-intelectualismo.
            Podría ser llamado Anticristianismo.
            Es la doctrina de la “nueva iglesia católica” originada de los ateos, agnósticos, herejes, paganos, disfrazados de “católicos”.
            Existirán tantas “verdades” diferentes cuantas cabezas humanas.
            Se apartan de la unicidad de la verdad.

2. ORIGEN HUMANO DEL PODER
            Enseña la Revelación divina: “todo poder viene de Dios”; “No hay poder sino viene de Dios” (Rom. XIII, 1). “Sin Mi nada podéis hacer”.
            En sentido opuesto, junto a los ateos y racionalistas, el “nuevo humanismo” quiere una humanidad sin el Dios verdadero; sin Dios.
            Tal “nuevo humanismo” de la secta de los masones, proclama: “Todo poder viene del hombre y en su nombre será ejercido”.
            Niegan la palabra de Dios, el origen divino de todo poder.
            Esto no es solo en el orden civil; sino también en el orden espiritual, dentro de la “nueva iglesia”: quieren que el poder de jurisdicción y el poder de orden vengan del hombre.
            Para disfrazar, dicen que viene de Dios, pero a través del pueblo, de los fieles, de las iglesias, de las comunidades.
            El padre, el obispo y el papa serán “ministros de la iglesia”; no ministros de Dios. Serán vicarios del pueblo, no de Dios.
            Rebajan a Cristo a simple hombre, no lo reconocen como verdadero y único de Dios.
            Por lo tanto el poder supremo en la iglesia vendrá del “colegio” de representantes de las iglesias; del consenso de los hombres; de la opinión pública; del mayor número de votos.
            Cristo no será Rey de reyes, el Legislador divino, cabeza monárquica. El gobierno de la iglesia será el de la democracia agnóstica, sin Dios.
            El papa será el “siervo de los hombres”, no “siervo de Dios”.
            Será siervo de la “opinión pública”, no siervo de las verdades absolutas de Dios.
            Se apartan de los Mandamientos de Dios, establecidos por Moisés y Cristo, el Decálogo, será mudado por los “derechos individuales del hombre” sin Dios.
            Observar las leyes y verdades de Dios será ilícito, autoritarismo, imperialismo, dictadura; pero las dictaduras, el autoritarismo, y el imperialismo de los ateos es respetado.
            Por lo tanto, tal concepto de “dignidad del hombre” no incluye la verdad absoluta; la autoridad del único Dios verdadero, la subordinación y obediencia a Dios y a los ministros verdaderos de Dios, a la jerarquía instituida en la Iglesia por la autoridad de Cristo.
            En lugar de la obediencia y sumisión se habla de una “adhesión” libre, venida del consenso.
            Por lo tanto, se rechaza toda “coacción exterior” del “ministro de Dios” contra los malos, los criminales contra Dios; contra ellos solo se admite el dialogo, la libre persuasión, el libre consentimiento, la libre adhesión.
            Así cada uno podrá “adherirse” a la verdad o al error; al bien o al mal, a Cristo o a Lucifer, a Cristo o al anti-Cristo.
            Por lo tanto cada uno podrá ser libremente: anti-intelectualista, anti-sacramentalista; anti-conclavista, anti-imperialista, anti-monarquista, sin distinguir si la fuerza usada es contra el bien y la verdad o si es contra el mal y la falsedad.
            Por lo tanto, los hombres libres podrán ir igualmente al culto de Cristo o al culto de Lucifer; al culto del único Dios verdadero, o al culto de Shiwa; podrá ir libremente a un templo de Dios o a una mezquita o culto luterano.
            Será igual y libre ser verdadero o falso; será “derecho” adorar al Dios cristiano o al “dios de los musulmanes”.
            La ordenación social por tanto no será la “ordenación de Dios” (Rom. XIII, 1-3), sino un acuerdo, o pacto, resultado del dialogo y de la opinión pública, del “consenso”.
            Por lo tanto, en la “nueva iglesia católica” la cabeza suprema no recibe “directo e inmediato” de de Nuestro Señor Jesucristo el poder supremo (Vaticano I, D.S. 3055); pero “recibe de la iglesia el poder de ministerio”, como decían los jansenistas (D.S. 2603). La herejía retira a Dios fuente directa e inmediata del poder, lo coloca en el hombre o a través del hombre.
            No se confiesa que los fieles de Cristo poseen la verdad absoluta y que la Iglesia de Cristo es la única verdadera. Ahora la “única verdadera” es la “iglesia del hombre”, la del Ecumenismo, sin la unicidad de la verdadera fe. Ahora los hombres “buscan” la verdad, pero no confiesan la verdad absoluta.
            Cada uno tiene “su propia verdad”, su propio deber moral, sin Dios, fundado en la negación de la verdad absoluta.
            Por esto, la “paz” entre los hombres no será la “paz de Cristo”, fundada en la verdad divina absoluta, universal; será la “paz” agnóstica, fundada en el acuerdo libre, en la opinión pública, en el consenso de las voluntades humanas, en “opiniones” inciertas, dudosas, como la acefalia.
            Son dos “iglesias” diametralmente opuestas.

FRAUDE Y MENTIRA
     Quieran o no quieran los hombres falsos, existe la verdad absoluta y todo poder viene de Dios, y no del libre arbitrio humano.
            Es fácil probar el fraude, la mentira y la falsedad de estas personas. Los errores no se convierten en verdades, ni las verdades en errores. Un pacto social, un acuerdo humano, un consenso entre los hombres, la opinión pública mayoritaria, no cambia las verdades objetivas y las leyes de las Ciencias naturales, de la Física o de la química, de la biología o de la botánica, de la Genética o de la Geometría, de la Lógica o de la Ontología.
            La negación de las verdades en estas Ciencias es tan falsa como el origen humano de todo poder; los hombres nada cambian en el curso del sol o de los planetas; no crean las leyes de la materia y las operaciones naturales de los elementos químicos; las leyes de la genética vegetal y animal; las leyes de la vida natural y la muerte natural.
            Los hombres no ignoran que existen verdades absolutas independientes de su propio arbitrio. Las leyes geométricas abstractas, las leyes de la lógica, los principios de Ontología no vienen del arbitrio de cada uno. Ellos no resucitan los muertos y ni impiden que existan la muertes.
            No mandan a los vientos y a las lluvias, ni andan sobre los mares.
            Ellos abren escuelas por la necesidad de conocer las cosas que no proceden de su libre arbitrio.
            Las plantaciones de alimentos y frutas, y las creaciones del ganado y las gallinas no siguen reglas arbitrarias.
            Los mares y los terremotos, los volcanes y las tempestades no proceden del arbitrio de los agnósticos, de los ateos.
            Ellos no nacen ni mueren por su libre arbitrio.
            Los hombres no aumentan sus saldos bancarios por su libre arbitrio.
Por lo tanto el agnosticismo es mentira y fraude, también decir que todo poder viene del arbitrio de los hombres, es mentira y fraude.
            Y nadie tiene derecho a mentir y de ser fraudulento.
            Por lo tanto las verdades individuales libres de la “nueva iglesia católica”  proceden de la mentira y del fraude.

            Proceden de la “operación del error”, de Satanás, de los que “no aman la verdad, sino que consienten en la iniquidad”, según la profecía de San Pablo (Tes. II, 11).

COETUS FIDELIUM
N° 10 
Marzo del 2014
TRADUCCIÓN:
R.P. Manuel Martinez Henández F.S.V.F.

lunes, 27 de abril de 2015

Unde ergo habet zizania?

¿DE DONDE, PUES, LA CIZAÑA?
     ¿Acaso no se había sembrado únicamente semilla bien seleccionada, sana y buena?
     ¿De dónde, pues, esa cizaña que ahora comenzaba a brotar con el trigo y que era una amenaza para la futura cosecha?
     Los sembradores se alarmaban. ¡Mejor sería arrancar de una vez esa cizaña!
     El amo oye sereno y tranquilo aquellas voces de alarma de sus fieles servidores.
     Sí, la semilla sembrada era buena; ¡la había él mismo escogido con tanto cuidado!.. Pero... bien sabia él que su enemigo no dormía, y que, mientras él y sus hombres descansaban, aquel inimicus homo había sembrado la cizaña con intenciones perversas. Y ahora la cizaña comenzaba a brotar...
     Arrancarla en seguida era exponerse a arrancar también el trigo recién nacido.
     Sería mejor esperar.
     Al tiempo de la siega, se haría una selección cuidadosa... Habría ocasión para ello.
     Y por eso tranquiliza a sus servidores: "Esperad; ya llegara la hora para esa cizaña".

     ¡Cuantas enseñanzas para mi vida en esta preciosa parábola!
     Como los fieles servidores, me alarmo yo también de que aun entre los escogidos -entre semilla de selección- brote algunas veces la cizaña:
     enviduelas, respetos humanos, pequeños chismes, murmuraciones...
     En mi celo arrebatado e indiscreto, desearía también arrancar cuanto antes esa cizaña, sin reparar siquiera en el mal que puedo hacer en el trigo que comienza a brotar..., almas que apenas han dado principio a su vida espiritual, débiles todavía...
     Echo la culpa de esa cizaña que brota a mil causas, pero olvido al inimicus homo: al diablo, que anda siempre vigilante y despierto, y que no pierde ocasión de sembrar aun entre religiosos esas pequeñas discordias, esas vergonzosas enviduelas, esas cobardías del respeto humano, esas pequeñeces ridículas que roban la paz, perturban la alegría, amenazan destruir la unión...; cizaña, cizaña venenosa.

     Concédeme, Señor, ese animo grande y generoso que es necesario para no dejarme acongojar en el espíritu y para no perder la paz a la vista de la cizaña.
     No tengo que conformarme con ella, bien lo sé.
Pero tampoco debo pretender arrancarla con mano indiscreta e imprudente.
     Ella tiene su hora.
     Y en esa hora podre arrancar y echar al fuego sin echar a perder el trigo.
     Es mi orgullo el que me hace impaciente y el que quiere arrastrarme a arrancar esa cizaña antes de tiempo.
     Si yo fuera verdaderamente humilde, entonces también seria también mas vigilante, y seria, sobre todo, mas paciente para esperar la ocasión propicia para arrancar la cizaña.
Alberto Moreno S.I.
ENTRE EL Y YO

lunes, 13 de abril de 2015

LAS HEREJÍAS DE LA FORMA. EL ROBO. (1)

Por Mons. José F. Urbina Aznar
     El sacrificio, que etimológicamente equivale a "cosa hecha sagrada" (sacrum factum), puede tomarse en sentido estricto y propio, o en sentido lato (amplio) e impropio.
     En el primer sentido, es un acto especial de la virtud de la religión que merece particular alabanza por razón de que se hace un obsequio exclusivo a la reverencia que a Dios se le debe. Este obsequio suele definirse así: Oblación de una cosa sensible con alguna inmutación (alteración) de la misma cosa, hecha a Dios de modo legítimo en reconocimiento de Su majestad suprema y de nuestra sumisión a la misma.
     En el segundo sentido, pueden ser sacrificio los actos elícitos (es decir voluntarios) que guardan alguna semejanza con el verdadero sacrificio. En esta forma, los actos de humildad, de paciencia, de temperancia, de abnegación, como puede ser la inmolación espiritual del corazón, la victoria sobre las pasiones, la entrega de sí mismo, el pago puntual del diezmo, el ofrecimiento de las propias fuerzas y acciones, suelen llamarse también sacrificio.
     San Agustín dice: "Es verdadero sacrificio toda obra buena hecha para unirnos a Dios en santa sociedad, refiriéndola al fin de aquel bien por el cual podamos ser bienaventurados".

EL ROBO.
     El séptimo mandamiento de la Ley de Dios, (Deut. V, 19) prohíbe el robo. Pero este mandamiento no solamente es a veces poco entendido sino frecuentemente violado sin ningún escrúpulo de conciencia.
     No puede entenderse este mandamiento si no se le considera en sentido amplio. Quien comete el pecado de robo que San Pablo condena gravemente, no es sólo quien despoja al prójimo contra su voluntad de un bien propio, sea en la forma que se haga: con violencia, con engaño, etc. Para comprender a cabalidad la extensión de este pecado, hay que considerar varios aspectos que son inseparables.
     Roba, por ejemplo, el que le roba a Dios la gloria que se le debe. Le roba a Dios, y muy gravemente el que induce a otro al pecado tomando el lugar de un demonio del Infierno pero también robándole a su víctima la inocencia o la gracia. Este pobre individuo por el mismo hecho se hace enemigo de Dios, y se hace enemigo del sacrificio que su víctima pudo haber ofrecido en su estado de gracia o de inocencia que ha perdido. ¿Puede alguien calcular el valor de un alma, y de las gracias que en su estado anterior pudo haber obtenido?. ¿No es este individuo un vulgar rapiñador?. ¿No es este pobre desgraciado enemigo del sacrificio que a Dios deben los hombres ofrecer?.
     El pecado de Satanás, enseña Santo Tomás, fue el querer buenas cosas, pero ilícitamente. Entonces, quien se adjudica soberbiamente la gloria de los actos de caridad por el projimo o por la Iglesia, prescindiendo de la organización por Dios establecida, o inhibiendo la gloria de Dios en los favorecidos hacia motivos filantrópicos, son indudablemente enemigos del sacrificio en su sentido lato.
     Todos esos hombres militan en contra de ese sacrificio de los hombres, y no pueden ser perdonados, sino hasta que hayan pagado el último rastro de culpa o de pecado. En el juicio, que indudablemente les llegará, estos desgraciados, si se salvan, se encontrarán con una cuenta a pagar, con una deuda monstruosa y justa.
     Toda ley divina es de naturaleza eminentemente espiritual y ha sido impuesta al hombre para santificar su alma que es la esencial fuente de todos los pensamientos y propósitos. Dice San Mateo que Cristo dijo: "Del corazón provienen los malos pensamientos del hombre, los homicidios, los adulterios, los robos, las blasfemias", (XV, 19). Entonces, los hechos humanos contra la Ley de Dios, no se limitan al plano material, sino que trascienden a otras áreas en la que se utilizan otros pesos y medidas, fuera del alcance de la inteligencia humana. La Ley de Dios, no tiene absolutamente otro motivo que la santificación del hombre y su felicidad en el mundo. Por eso, su violación hace a los hombres violadores, enemigos de Dios, enemigos del prójimo, enemigos de la paz, destructores de la ciudad de Dios, y esclavos del demonio, aunque la violación haya sido leve.
     Aunque estamos considerando principalmente el robo, no se puede negar que esta verdad sea extensiva a toda Ley porque el destino del hombre es la Casa de Dios o la mansión de los reprobados para toda la eternidad.
     San Agustín (Ep. 153.) dice que no puede ser perdonado si el que roba algo no lo restituye completamente. Y el profeta Habacuc (II, 6), exclama: "¡Ay del que amontona lo ajeno y acrecienta sin cesar el peso de su deuda!".
     El Catecismo Romano escribe: "Este "peso de deuda" -la posesión de las cosas ajenas-, del que según la Escritura es casi imposible librarse, es una prueba más de la gravedad del pecado y de la triste situación a que pueden llegar sus víctimas. Y basta lo dicho sobre el robo para que podamos comprender y detestar la malicia de las demás formas de robo" (Pág. 815).
     Debo añadir aquí que la misericordia de Dios que quiere que todos los hombres se salven, tiene en cuenta la penitencia y los sacrificios que los hombres hagan para pagar sus deudas los cuales disponen también del Purgatorio, que es un lugar creado por la misericordia de Dios, para que los hombres que no alcanzaron a pagar lo que deben para entrar al Reino de los perfectos en el que está Dios, lo hagan lo antes posible. Incluso el hombre piadoso no podrá a cabalidad ver el tamaño del daño completo hecho por sus pecados. Por eso es increíble la tibieza y la indiferencia con la que desprecian las indulgencias que la Iglesia distribuye constantemente en muchas formas, tomadas del infinito caudal ganado por Cristo y sobre el que tiene plena autoridad. La indulgencia plenaria que en ciertas fechas ella reparte a los fieles, perdona deudas incalculables, y sin embargo, sus constantes despreciadores, son aquellos individuos que tranquilamente van almacenando y aumentando el peso de su deuda hasta que se convierte en una bestia monstruosa demostrando con esto ser unos indiferentes despreciadores del Sacrificio de Cristo.

EL DIEZMO.
     El Catecismo Romano dice: "Deben incluirse en esta especie de pecados (del robo), quienes no pagan o usurpan los diezmos y tributos debidos a la Iglesia" (Pag. 817). El diezmo es no solamente un sacrificio que se le ofrece a Dios que en la intención puede unirse a la Pasión de Cristo, sino que también es un grave precepto mandado por Dios desde la más remota antigüedad. El Profeta MALAQUIAS (III, 7), escribe: "...os habéis apartado de mis leyes, no las habéis guardado. Volveos vosotros a mí y yo me volveré a vosotros, dice Yavé Sebaot. Pero vosotros decís: ¿En qué hemos de volvernos?, ¿puede el hombre robar a Dios?. Pues vosotros me estáis robando y decís: ¿En qué te robamos?, ¡en los diezmos y las primicias!. Malditos seréis de maldición, porque me estáis robando... traed íntegramente los diezmos al templo para que haya alimento en mi casa...". Este precepto lo recibió el pueblo judío desde el tiempo de Moisés. En el Exodo XXII, 28 y XXXV, 29 ya lo encontramos, y en Levítico XXVII, 30, dice: "El diezmo entero de la tierra, tanto de las semillas de la tierra como de los frutos de los árboles, es de Yavé, es cosa sagrada de Yavé". El Señor pide el diezmo no solamente "para que haya alimento en Su casa", sino para el esplendor del culto, y para los pobres. Los que se niegan a pagar el diezmo, indudablemente son demoledores dél culto que a Dios se le debe y son también enemigos del prójimo.
     Por ese motivo la Iglesia en su quinto mandamiento preceptúa pagar los diezmos y las primicias a la Iglesia de Dios. Este es un sacrificio y un tributo que el Señor ordena en reconocimiento de Su supremo dominio que no podemos soslayar sin atraer graves y acumulativas consecuencias y castigos.
     El Señor, y también la Iglesia, ordena el pago puntual del diezmo. Además de los motivos enumerados antes, exigen un tributo por el que los fieles no solamente ofrescan un sacrificio, sino que se desprendan por lo menos en parte de la voracidad por las cosas del mundo: indudablemente el corazón de los hombres estará donde está su tesoro (Luc. XII, 32,34).
     Quienes no pagan el diezmo acumulando esta deuda por años a veces, nunca reconocen a Dios como el supremo distribuidor de sus bienes: trabajo, salud, fortuna, inteligencia.
     Estos rapiñadores del diezmo, justificándose siempre, si acaso reconocen el precepto, buscan una vida muelle, blanda, delicada, elástica, voluptuosa, suave, llena de toda clase de gastos superfluos, diversiones y demás satisfactores, incluso si para lograrlos tienen que meter las uñas al diezmo preceptuado.
     Hay en este tiempo, de progreso, de técnica asombrosa, en el que indudablemente Satanás se ha soltado, una aversión al sacrificio manifestado en la fría indiferencia o absoluta negación a ofrecer a Dios un esfuerzo, pero ni siquiera un solo centavo. El Apocalipsis anuncia para estos tiempos la aparición de una llaga maligna para castigar a los hombres, pero no hay que ignorar que esta llaga tiene una manifestación moral que se llama Lujuria manifestada abiertamente en esos ritos demoníacos llamados "festivales de música pop", a los que asisten cientos de miles de gentes enloquecidas que gritan como endemoniados para cobijar el entorno de corrupción sexual institucionalizado. Hierve la Lujuria en nuestros días, aquella que busca las sombras ignorando que Dios está presente por esencia y potencia concurriendo al acto que lo ofende.
     En el primer Libro de Reyes leemos que Salomón le dice al Señor (I Re. VIII, 12): "Yavé, tu has dicho que habitarías en la oscuridad". ¿Quién podrá escapar a Su presencia?.
     El Señor Dios, envía Sus dones a los hombres que no solamente deben cumplir Sus preceptos para ser felices en esta vida y en la otra, sino que deben entregar el diezmo a Su Esposa. Sólo ella manifiesta legítimamente, si lo requiere todo, o parte, y cuando. Es la legítima propietaria. Quienes roban el diezmo manipulan lo ajeno.

jueves, 2 de abril de 2015

In nocte hac

En esta noche
     Señor, yo quisiera acompañarte en esta noche de insultos y de escarnios pasada en la casa de Caifás, en manos de la soldadesca cruel y burlona; noche de tristeza y de temor y de tedio, noche de la traición de Judas y de su beso repugnante,
     noche del abandono cobarde de los discípulos, noche de la vergonzosa negación de Pedro, noche de la prisión y del juicio y de la condenación a muerte,
     noche de la bofetada del soldado adulador y desvergonzado,
     noche de burlas y de afrentas, de salivazos y de golpes,
     noche la más negra que el mundo ha conocido.
     Yo quisiera acompañarte en esta noche: estar a tu lado para acompañarte, para consolarte, para reparar.

     Pero, ¡ay, Señor!, que esa noche ignominiosa no ha terminado todavía; porque todavía los enemigos siguen buscando la noche para prenderte y para burlarse de Ti y para crucificarte:
     noche de cines inmundos, de radios y televisiones sin vergüenza, noche de orgías,
     noche de traiciones y de negocios oscuros, noche de teatros y de espectáculos inmorales...;
     esas noches siguen siendo la repetición de aquella noche...
     Las almas fieles aman la quietud de la noche, su silencio recogido y austero, para levantar hasta Ti, Señor, sus plegarias de desagravio;
     y los monjes en sus monasterios interrumpen su sueño nocturno para alabarte en medio de ese silencio sagrado.

     Yo quisiera unirme ahora a todas esas almas fervorosas;
     quisiera con ellas meditar una a una las afrentas que has recibido y que recibes todavía en esta misma noche, y reparar con mi fervor y con mi amor esas afrentas:
     que a los insultos respondieran mis alabanzas, que a las burlas respondieran mis homenajes de adoración,
     que a los golpes respondieran mis sacrificios hechos por tu amor,
     que a las negaciones y a la traición respondiera la confesión sincera de mi fe y de mi confianza en Ti y que a las injurias de toda clase y a los pecados de todo orden y a los sacrilegios y a las profanaciones, respondiera: Señor, mi amor sincero, profundo, inquebrantable, unido al de todas esas almas que te aman.
     Quisiera unirme al Corazón inmaculado de tu Madre Santísima, y ofrecerte con Ella este pobre corazón mío; y con Ella por testigo, renovar en esta noche ante Ti, ultrajado, agraviado, escarnecido por tantos, el juramento de mi fidelidad y de mi amor.
     Así sea.
Alberto Moreno S.I.
ENTRE EL Y YO

Humillados, Husitas

HUMILLADOS
     Orden de religiosos fundada por algunos caballeros milaneses, cuando volvieron de la prisión en que los tuvo el emperador Conrado, O según otros, Federico I, en el año de 1102. Esta orden principió A afirmarse y a extenderse en este siglo, singularmente en el Mílanesado: los humillados adquirieron tan grandes riquezas, que tenían noventa monasterios, y no llegaban a ciento setenta religiosos. Vivían con cierta relajación y con tal escándalo, que dieron al papa San Pío V justos motivos para extinguirlos.
     San Cárlos Borromeo, arzobispo de Milán, habiendo querido reformar los humillados, cuatro de ellos conspiraron contra su vida, y uno de los cuatro le disparó un tiro de arcabuz en su propio palacio estando en oración. Este santo varón, que recibió una herida muy ligera, pidió al papa el perdón para los delincuentes; pero San Pio V, justamente indignado, castigó sus delitos con el último suplicio en el año de 1570, y extinguió toda la orden, dando sus conventos a los dominicos y franciscanos. Estos ejemplos, bastante comunes de dos siglos a esta parte, deberían inspirar un saludable temor a todos los religiosos que tienen propensión a separarse de su regla.
     Había también religiosas humilladas, y el P. Helyot dice que no fueron comprendidas en la bula de supresión.

HUSITAS
     Sectarios de Juan Hus y de Jerónimo de Praga. Estos dos herejes fueron quemados vivos en el concilio de Constanza, año 1415. El primero, siguiéndolas máximas de Wiclef, enseñaba que la Iglesia es la sociedad de los justos y predestinados, de la cual no son parte los réprobos y pecadores. De aquí infería que un papa vicioso no es vicario de Jesucristo; que un obispo y sacerdotes que viven en pecado, pierden toda su potestad. Extendió también esta doctrina a los príncipes: decía que los que eran viciosos y gobernaban mal, decaían de su autoridad: adquirió un gran número de discípulos en la Bohemia y en la Moravia.
     Desde luego se echan de ver las consecuencias de esta doctrina, y de lo que es capaz un pueblo infatuado con semejantes principios. En el hecho de hacerse juez de la conducta de sus superiores espirituales y temporales, en cuanto esta le parezca mal, nada le resta sino rebelarse y tomarlas armas para exterminarlos.
     Juan Hus no llevó al principio sus errores hasta este exceso; pero, como todos los de imaginación ardiente, después de haber atacado abusos verdaderos o aparentes, combatió también los dogmas a los cuales le parecía que estaban adheridos estos abusos. Así, so color de reprimir los excesos a que daban lugar la autoridad de los papas, las indulgencias y las las excomuniones se declaró contra el fondo de toda potestad eclesiástica. Empezó a enseñar que los fieles no estaban obligados a obedecer a los obispos, sino en cuanto sus órdenes parecieran justas; que los obispos no podían separar a un justo de la comunión de la Iglesia; que su absolución no era mas que declaratoria; que era preciso consultar a la Sagrada Escritura, y atenerse a lo que ella dice, para saber lo que debemos creer o refutar. Después sostuvo la necesidad de comulgar bajo las dos especies, Toda esta doctrina fue renovada por los protestantes.
     Excomulgado por el arzobispo de Praga y por el papa, apeló Juan Hus al concilio de Constanza, que entonces se estaba celebrando: el rey de Bohemia quiso que efectivamente se presentase en el concilio para dar cuenta de su doctrina: pidió para él un salvoconducto al emperador Segismundo, con el objeto de poder atravesar la Alemania con seguridad y presentarse en Constanza: se le concedió, y Juan Hus por su parte protestó públicamente, que si el concilio podía convencerle de algún error, no rehusaba sufrir la pena debida a los herejes; pero hizo ver por su conducta que no era sincera su declaración. Después de haber sido excomulgado, no dejó de dogmatizar por el camino, y celebrar el santo sacrificio de la misa: lo mismo hizo en Constanza, donde trató también de escaparse; pero le detuvieron a la fuerza.
     Convencido de haber enseñado los errores que se le imputaban, persistió en ellos, y se resistió a retractarse: el concilio pronunció su degradación, y le entregó al brazo secular. El emperador le entregó en manos del magistrado de Constanza, quien le condenó a ser quemado vivo, y fue ejecutada la sentencia. Jerónimo de Praga abjuró al pronto los errores de su maestro, y fue puesto en líbertad: pero, avergonzado de su abjuración, volvió a sus errores, y le tocó también la suerte de ser quemado.
     Los husitas, furiosos con el suplicio de sus dos jefes, tomaron las armas en número de cuarenta mil hombres, talaron la Bohemia y las provincias vecinas a fuego y sangre, fueron precisos diez y seis años de guerra continua para someterlos.
     Todos estos hechos están sacados de la Historia del concilio de Constanza compuesta por el ministro Lenfant, apologista decidido de Juan Hus.
     Los protestantes a quienes copian los incrédulos, sostienen: 
      que el emperador y el concilio violaron el salvo conducto concedido a este heresiarca. Este salvoconducto, referido literalmente por Lenfant, expresaba que Juan Hus pudiese llegar a Constanza con seguridad, sin que se le retuviese ni se le maltratase en el camino. Pudiera haber recibido malos tratamientos por venganza, porque hizo revocar los privilegios concedidos a los alemanes en la universidad de Praga. El emperador no daba mas seguridades que las que hemos dicho. Es un desatino suponer que este salvoconducto bastaba para poner a Juan Hus a cubierto de la condenación del concilio, a cuyo tribunal él mismo había apelado, y por quien quería el rey de Bohemia que fuese sentenciado: pretender que el emperador no tenia derecho para castigar las sediciones que había causado este heresiarca es otro desatino: el rey de Bohemia no pensó que este fuese un atentado contra su autoridad.
     Juan Hus abusó de su salvoconducto, predicando y celebrando misa en el camino de Constanza; no alegó su salvoconducto para defenderse de la sentencia de los magistrados; no sostuvo la incompetencia de estos ni la del concilio.
      Sus apologistas dicen que el concilio Constanciense declaró por su conducta y por un decreto formal, que no se obligaba aguardar la fe a los herejes; esto es una falsedad. Este pretendido decreto no se halla en las actas del concilio, y si se presentó o publicó, no hay duda que fue suplantado entonces o con el tiempo.
     ¿Qué razón puede haber para que el concilio expidiese este decreto, si no hay duda de que no violó la fe pública respecto a este heresiarca? El concilio se limitó a juzgar de su doctrina, a degradar un hereje obstinado, y a entregarle al brazo secular; en esto no traspasó los límites de su autoridad.
      Dicen que Juan Hus fue condenado al fuego por sentencia del concilio: tercera impostura. El concilio censuró su doctrina, condenó al fuego sus libros, le degradó del carácter eclesiástico, y le remitió al emperador para que dispusiese de su persona: el emperador le entregó al magistrado de Constanza. Juan Hus enviado por éste al suplicio, no porque su doctrina fuese herética, sino porque era sediciosa porque había causado ya turbulencias y violencias, y se empeñaba en persistir y continuar predicándola. Decir que un soberano pierde su autoridad si gobierna mal y es vicioso, y que este caso no hay obligación de obedecerle, y que es licito resistirle, es una doctrina sediciosa y contraria a la tranquilidad pública, ningún soberano debe tolerarla, y así el emperador como el Rey de Bohemia estaban igualmente interesados en que se castigase al autor de una doctrina tan perniciosa.
      Afectan repetir que la matanza que hicieron los husitas fue una represalia de la crueldad de los pp. de Constanza: nueva calumnia. Aun cuando Juan Hus no hubiera sido quemado, no dejarían sus discípulos de ser tan bárbaros como fueron: habían principiado ya sus depredaciones y sus violencias antes de la condenación de su maestro. Era un fanático audaz, turbulento, feroz con el número de sus prosélitos, e incorregible. Si hubiese podido volver a la Bohemia, hubiera vuelto a predicar con mas vehemencia que nunca, y hubiera continuado sublevando los pueblos y alentando su pillaje: esto es lo que temió el emperador. La furia de los husitas solo prueba la violencia del fanatismo que bebieron en la doctrina de su maestro. ¿No fueron castigados los jefes de los anabaptistas cuando en el siglo siguiente renovaron en Alemania con cuarenta mil hombres las mismas escenas que los husitas representaron antes en la Bohemia?
     Pero los enemigos de la Iglesia católica no respetan la verdad de los hechos, ni tienen miramiento a sus circunstancias, ni a la certidumbre de los monumentos. A pesar de las pruebas mas evidentes, repetirán siempre que los PP. del concilio de Constanza violaron el salvoconducto del emperador; que condenaron al fuego a Juan Hus y a Jerónimo de Praga por sus errores, y que fueron la causa del furor y del fanatismo de los husitas.
     Tal es la idea que de este punto de historia quiso darnos Mosheim en su Historia eclesiástica, siglo XV, part. 2 c. 2, § 3 y sig.; pero afortunadamente confiesa muchas verdades que bastan para desengañar a los lectores :
    Confiesa que Juan Hus emprendió en el año de 1408 separar la universidad de Praga de la jurisdicción de Gregorio XII, y que este proyecto bastó para concitarle el odio del clero: ¿qué derecho tenia para formar esta empresa ?
      Confiesa que este doctor, obstinadamente adicto a la opinión de los realistas, persiguió a todo trance a los nominales, que eran en número muy considerable en la universidad de Praga.
     3° Que alarmó contra sí toda la nación alemana en el hecho de privarla de dos o tres votos que había tenido hasta entonces en esta universidad, y que por haberlo ejecutado fue causa de que desertase el rector con dos mil alemanes y se retirasen a Leipsick.
      Que sostuvo públicamente las opiniones de Wiclef, y declamó violentamente contra el clero.
      Que manifestó el mayor desprecio a la excomunión que fulminó contra él el papa.
      Que su celo fue tal vez demasiado fogoso faltando muchas veces a la prudencia. Sin embargo no deja Mosheim de llamar a este fanático turbulento grande hombre, de una piedad sencilla y fervorosa, ¿bastará declamar contra el papa y contra la Iglesia para ser hombre grande a juicio de los protestantes?

     Por otra parte, Mosheim pasa en silencio muchos hechos indudables. 1° Juan Hus apeló al concilio de la excomunión que contra él pronunció el papa; por consiguiente se sometió por su voluntad al juicio del concilio. 2° Declaró públicamente que si podía este convencerle de herejía, no rehusaba sufrir la pena impuesta contra los herejes. 3° Había abusado de su salvoconducto predicando y celebrando a pesar de la excomunión. 4° En varias disputas que sostuvo en Constanza contra los teólogos católicos, fue convencido de haber enseñado los errores de Wiclef condenados ya por la Iglesia, y fueron refutadas victoriosamente todas sus objeciones; así que puede decirse que él mismo pronunció de antemano el decreto de su condenación.
     ¿Cómo se atreve su apologista a sostener que Juan Hus fue víctima del odio de los alemanes y de los nominales; que su condenación no tiene la mas mínima apariencia de equidad, y que su muerte fue una violación de la fe pública? No lo juzgó así el mismo Juan Hus, porque no recusó la autoridad del concilio, ni reclamó su salvoconducto; pero declaró que quería mas ser quemado vivo, que retractar sus opiniones. El mismo Mosheim confiesa que la profesión que hacia publicamente Juan Hus de no reconocer la autoridad infalible de la Iglesia católica, debía ser suficiente para que se le declarase hereje en consideración al modo de pensar de aquel tiempo. La dificultad está en saber si la Iglesia católica debía cambiar su creencia a fin de autorizarse para absolver a un hereje.
     Conviene también Mosheim en que los husitas de Bohemia se rebelaron contra el emperador Segismundo, su soberano, y tomaron las armas, porque se trató de que se sometiesen a los decretos del concilio de Constanza. Ibid., c. 3, § 3.
     Aunque confesaban que los herejes merecían la muerte. sostenían que Juan Hus no era hereje. y que había sido quemado injustamente. ¿Qué derecho tenia un ejército de ignorantes para juzgar si una doctrina era herética u ortodoxa?
     Después que los husitas aumentaron en número muy considerable, duro poco tiempo su unión y se dividieron en dos partidos: unos fueron llamados calixtinos, porque querían que se diese al pueblo la comunión del cáliz. Exigian también que se predicase la palabra de Dios sin superstición; que el clero imitase la costumbre de los apóstoles, y que los pecados mortales fuesen castigados de una manera proporcionada a su enormidad. Entre ellos un tal Jacobel quería que la comunión se administrase bajo las dos especies aun a los niños. Los otros fueron llamados taboritas, por un monte de las cercanías de Praga, en el que se fortificaron, y le dieron el nombre de Tabor. Eran mas fogosos que los calixtinos, y llevaban mas adelante sus pretensiones; querían que se redujese el cristianismo a su primitiva sencillez, que se aboliese la autoridad de los papas; que se variase la forma del culto divino, y que no hubiese en la Iglesia más jefe que Jesucristo... Fueron tan insensatos que se atrevieron a publicar que Jesucristo vendría en persona con una antorcha en una mano y una espada en la otra para extirpar las herejías y purificar su Iglesia. A esta clase de husitas, dice Mosheim, deben atribuirse todos los actos de crueldad y barbarie que se cometieron en Bohemia en los dieciséis años de guerra; pero es difícil decidir cual de los dos partidos cometió mayores excesos, el de los católicos o el de los husitas.
     Supongámoslo por un momento. Por lo menos es preciso confesar que los husitas fueron agresores, y que no aguardaron el suplicio de Juan Hus para ejercer contra los católicos toda especie de violencias. Aun cuando en la Iglesia hubiera errores y abusos, no tocaría el reformarlos a un tropel de sediciosos y de ignorantes. ¿Qué convenio podía hacerse con ellos, sino se convenían entre sí mismos? Confiesa Mosheim que sus máximas eran abominables; que querían que se emplease el hierro y el fuego contra los enemigos de Jesucristo, y que daban esto nombre a sus propios enemigos: de semejantes hombres no se podía esperar mas que crueldades e injusticias.
     El año de 1433 consiguieron los PP. del concilio de Basilea reconciliar a la Iglesia con los calixtinos, concediéndoles el uso del cáliz en la comunión; pero los taboritas se mantuvieron incorregibles; iniciaron entonces a examinar su religión y darle, según Mosheim, un aire racional. Ya era tiempo después de diez y seis años de sangre y desordenes continuos. Estos taboritas reformados son los mismos que los hermanos de Bohemia, llamados también picardos o más bien begardos, que se unieron a Lutero en tiempo de la reforma.
     Este fue el motivo de la protección que los protestantes dispensaron a los husitas; primero fueron precursores, y después discípulos de Lutero. No nos parece que esta sucesión hace mucho honor a los luteranos.
     1° Resulta de los hechos que ellos mismos convienen, que los husitas se condujeron en este cambio, no por celo de la Religión, sino por un furor ciego, puesto que no iniciaron el arreglo de un plan de religión sino hasta dieciocho años después de la muerte de Juan Hus. 
     2° No nos dice Mosheim en que consistía esta religión que él llama razonable, y que tan fácilmente se amalgamó con el protestantismo. ¡Es un prodigio bastante nuevo una religión razonable formada por unos fanáticos insensatos y furiosos!
     3°. Es evidente que Lutero tomó de las obras de Wiclef y Juan Hus, no solamente los dogmas que predicó, sino también las máximas sanguinarias que se encuentran en sus escritos, e hicieron que los anabaptistas renovasen en Alemania una parte de las escenas sangrientas que representaron en Bohemia los husitas.