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jueves, 13 de junio de 2013

EL GRAN ORIENTE DE LA MASONERIA SIN MASCARA (VII)

Por Mons. George F. Dillon 
 
XIV 
LA INSTRUCCION PERMANENTE DE LA ALTA VENDITA 

     "Siempre desde que nos hemos establecido como un cuerpo de acción y desde que el orden ha comenzado a reinar en el seno de la más distante de las logias, así como en la más cercana al centro de acción, hay un pensamiento que ha preocupado profundamente a los hombres que aspiran a la regeneración universal. Este pensamiento es el de la liberación de Italia, del cual algún día vendrá la liberación del mundo entero, la república fraternal, y la armonía de la humanidad. Este pensamiento todavía no ha sido bien digerido por nuestros hermanos de más allá de los Alpes. Ellos creen que la Italia revolucionaria puede conspirar en las sombras, dar algunas puñaladas a los esbirros y a los traidores y tranquilaineñte soportar el yugo de los acontecimientos que tienen lugar más allá de los Alpes por Italia, pero sin Italia.
     Este error ha sido fatal para nosotros en muchas ocasiones. No es necesario combatirlo con frases que servirían sólo para hacerlo conocer. Es necesario matar este error, pero con hechos. Por lo tanto; entre los cuidados que tienen el privilegio de agitar las mentes de los más vigorosos en nuestras logias, hay uno que no deberiamos jamas olvidar.
     El Papado ha ejercido en todo tiempo una decisiva acción en los asuntos de Italia. Por medio de las manos, las voces, las plumas y los corazones de sus inumerables obispos, sacerdotes, monjas, monjes y personas de todas las latitudes, el Papado, encuentra devoción sin fin dispuesta al martirio, y con entusiasmo, aún. En todas partes, cuando hace su llamado, tiene amigos listos para morir o perderlo todo por su causa.
      Es ésta una poderosa palanca que los Papas han sido capaces de apreciar en todo su poder, y que hasta ahora han usado solamente hasta cierto punto. Hoy en dia no hay cuestión de reconstituir tal poder, cuyo prestigio por el momento está debilitado, para nosotros. Nuestro objeto final es el de Voltaire y la Revolución Francesa, la destrucción del catolicismo para siempre, y aún de la idea cristiana que, si se deja de pie sobre las ruinas de Roma, más tarde significaría la resurrección del cristianismo. Pero para obtener con más certeza ese resultado, y no prepararnos para reveses que posponen indefinidamente, o comprometen por largo tiempo el éxito de una buena causa, no debemos prestar atención, a esos franceses jactanciosos, a esos borrosos alemanes, a esos melancólicos ingleses,  todos los cuales imaginan que pueden matar al catolicismo ya sea con una canción impura, con una deducción ilógica o con un sarcasmo contrabandeado como se hace con el algodón de Gran Bretaña. El catolicismo tiene una vida mucho más tenaz que eso. Ha visto a los más implacables, a los más terribles adversarios, y ha tenido a menudo el maligno placer de tirar agua bendita sobre las tumbas de los, más rabiosos. Permitámosles, entonces, a nuestros hermanos de esos países que se dediquen a la estéril intemperancia de su celo anticatólico. Dejémoslos que se burlen de nuestras madonas y de nuestra aparente, devoción. Con este pasaporte nosotros podemos conspirar a nuestra comodidad, y llegar poco a poco al fin que tenemos en vista.
     Ahora bien, el papado ha sido por diecisiete siglos inerente a la historia de Italia; Italia no puede moverse ni respirar sin el permiso del Supremo Pastor. Con él tiene ella los cien brazos de Briareo (gigante mitológico griego con cincuenta cabezas y cien brazos), sin él está condenada a una impotencia lamentable. No tiene nada sino divisiones que fomentar, odios para hacer estallar, y hostilidades para manifestarse desde la más alta cadena de los Alpes a la más baja de los Apeninos. Nosotros no podemos querer tal estado de cosas. Es necesario, entonces, buscar un remedio para tal situación. Y este remedio ha sido encontrado. El Papa quienquiera que pueda ser, nunca debe venir a las sociedades secretas. Son las sociedades secretas las que deben ir primero hacia la Iglesia, con el objeto de conquistar a ambos.
     El trabajo que nos hemos propuesto no es la obra de un dia, ni de un mes, ni de un año. Puede durar muchos años, tal vez un siglo, pero en nuestras filas el soldado muere y la lucha continúa.
     No tenemos la intención de ganar al Papa a nuestra causa, hacer los neófitos en nuestros principios y propagadores de nuestras ideas. Este seria un sueño ridiculo, no importa de que manera los acontecimientos puedan desarrollarse. Si los cardenales o prelados, por ejemplo, entraran, a las buenas o por sorpresa, de alguna manera en nuestros secretos, esto no seria motivo para desear su elevación al sillón de San Pedro. Tal elevación nos destruiria. La ambición solamente los llevaría a traicionarnos. Las necesidades del poder los forzarian a inmolarnos. Lo que nosotros debemos pedir, lo que debemos buscar y esperar, como los judios esperaban al mesias, es un Papa de acuerdo con nuestros deseos. Alejandro VI, con todos sus crimenes privados, no nos convendria, porque el nunca cometió errores en materia religiosa. Clemente XIV, al contrario, nos convendria de los pies a la cabeza. Borgia fue un libertino un verdadero sensualista del siglo XVIII perdido en el siglo XV. Ha sido anatematizado, a pesar de sus vicios, por todas las voces de la filosofia y de la incredulidad, y debe tal anatema al vigor con que defendió a la Iglesia.
     Ganganelli se entregó, atado de pies y manos, a los ministros de los Borbones, que lo hicieron temer, y a los incrédulos que celebraron su tolerancia. Y Ganganelli se ha convertido en un gran Papa. El está casi en las condiciones del que buscamos nosotros, si es que fuera posible aún encontrar otro.
     Con esto debemos marchar más seguramente en nuestro ataque a la iglesia que con los panfletos de nuestros hermanos de Francia, o aún con el oro de Inglaterra. ¿Se desea saber la razón? Es porque de este, modo no necesitaremos más del vinagre de Anibal (
Alusión al odio eterno que Anibal jurara a los Romanos), ni de la polvora de los cañones, ni siquiera de nuestros propios brazos. Tenemos el dedo meñique del sucesor de San Pedro trabajando en el complot, y este dedo meñique es de más valor para nuestra cruzada que todos los Inocencios, los Urbanos, y los San Bernardos de la cristiandad.    .
     No dudamos de que arribaremos al supremo momento en que se dará término a nuestros esfuerzos; ¿Pero cuándo? Lo desconocido todavia no se manifiesta. Sin embargo, como nada debe separarnos del plan ya trazado; como, por el contrario, todas las cosas deben tender a el —como Si el exito fuera a coronar el trabajo apenas trazado esta mañana— deseamos en estas instrucciones que deben permanecer secretas para el simple iniciado, dar a aquellos que pertenecen a la Suprema Logia, los consejos con las cuales ellos deben iluminar a la generalidad de los hermanos, bajo la forma de un memorandum. Es de especial importancia, por discreción, los motivos de la cual son transparentes, no permitir jamás que se sienta que estos consejos son ordenes que emanan de la Alta Vendita. El clero es colocado en tal situación, de peligro por ésta, que uno puede permitirse jugar con el como si se tratara de uno de esos pequeños asuntos o de esos pequeños principes sobre los cuales solo se necesita soplar para que desaparezcan.
     Poco se puede hacer con esos viejos cardenales o con aquellos prelados cuyo carácter es muy decidido. Es necesario dejarlos como los encontramos, incorregibles, siguiendo la escuela de Consalvi, y sacar de nuestras reservas de popularidad o impopularidad las armas que harán útil o ridiculo el poder que ellos tienen en sus manos. una palabra que uno puede habilmente inventar que uno tenga el arte de difundir entre las ciertas familias honorables y elegidas, por medio de las cuales esa palabra, descendera a los cafés y de los cafés a la calle... una palabra puede a veces matar a un hombre. Si un prelado viene a Roma a ejercer alguna función pública desde las provincias, conoced pronto sus antecedentes, su carácter, sus cualidades y sobre todo sus defectos. Si se sabe de antemano que es un enemigo declarado, un Albani, un Pallota, un Bernetti, un Della Genga, un Riverola, envolvedlo en todos los desprecios que podáis deslizar baj
o sus pies; creadle una de esas reputaciones que asusten a los niños y a las viejas describidlo cruel y sanguinario; recontada su respecto algunos aspectos de crueldad que queden fácilmente grabados, en las mentes de las personas. Cuando los semanarios extranjeros recojan  para nosotros estas nuevas que embellecerán ellos a su turno (inevitablemente, a causa de su respeto por la verdad), mostrad, o haced que sean mostrados por un respetable tonto, esos periodicos donde los nombres y los excesos de los personajes implicados se relatan. Como Francia e Inglaterra, Italia no escasea en plumas hábiles que saben cómo emplearse en estas mentiras tan utiles a la buena causa. Con un diario, cuyo lenguaje ellos no entienden, pero en el cual verán el nombre de su delegado o juez, el público no tiene necesidad de otras pruebas. Están ellos en la infancia del liberalismo; creen en los liberales como, mas tarde, creerán en nosotros, no sabiendo muy bien por qué.
     Aplastad al enemigo, quienquira que sea; aplastad a los poderosos por medio de mentiras y calumnias; pero especialmente aplastadlos en la semilla. Es hacia la juventud que debemos ir. Ellos son los que debemos seducir. Ellos son los que debemos atraer y colocar bajo el pabellón de las sociedades secretas.

     Con el objeto de avazar paso a paso, calculadamente pero seguros, en tan peligroso camino, dos cosas son de primera necesidad. Debéis tener eel aire de ser inocentes como blancas palomas, pero debéis ser prudentes como la serpiente. Vuestros padres, vuestros hijos, vuestras esposas mismas, siempre deben permanecer ignorantes del secreto que lleváis en vuestros pechos. Si lo preferís, con el objeto de engañar mejor al ojo inquisitivo, confesaros a menudo, tenéis la autorización para guardar el más absoluto silencio con respecto a estas cosas.
     Sabéis que la menor revelación, la menor indicación que se os escape bajo confesión o en cualquier otra parte, puede acarrear grandes calamidades, y sabéis que la sentencia de muerte estará de inmediato pronunciada sobre el confidente, lo haya hecho voluntaria o involuntariamente.
     Ahora, con el objeto de aseguramos un Papa tal como lo requerimos, es necesario moldear para tal Papa, una generación digna del reino que soñamos. Dejando aparte a los viejos y a los de mediana edad, id hacia la juventud, y, si es posible hacia la infancia. Jamás pronunciéis ante ellos una palabra impía o impura. Máxima debetur puero reventia. Nunca olvidéis las palabras del poeta porque ellas os preservarán de licencias, de lo cual es absolutamente esencial que os guardéis, por el bien de la causa. Con el objeto de obtener el derecho de ser bien recibidos en los hogares, debéis presentaros con la apariencia de hombres serios y morales. Una vez que vuestra reputación este bien establecida en los colegios, en los gimnasios y en las universidades, y también los seminarios, una vez que hayais cautivado la confianza de profesores y estudiantes, actuad de tal manera que aquellos que están principalmente ocupados en asuntos eclesiásticos busquen vuestra conversación con placer. Alimentad sus almas con los esplendores de la antigua Roma de los Papas. Siempre hay en lo profundo de los corazones italianos una nostalgia por la Roma republicana. Excitad, fomentad esas naturalezas tan llenas de calor y de fuego patriótico. Ofrecedles al principio, pero siempre en secreto, libros inofensivos, poesía resplandeciente con el énfasis nacionalista; luego, poco a poco, llevaréis a vuestros discípulos al grado de conocimiento adecuado. Ejercido sobre todos los puntos del estado eclesiástico al mismo tiempo, este trabajo diario difundirá nuestras ideas como la luz, y luego, podréis entonces, apreciar la sabiduría de los consejos acerca de los cuales tomamos la iniciativa.
     Los acontecimientos, que en nuestra, opinión se precipitan demasiado rapidamente, van necesariamente, en unos pocos meses, a producir una intervención de Austria. Hay tontos que en la superficialidad de sus corazones gozan con arrojar a otros en medio de peligros y, también, hay tontos que en una hora dada arrastran aún a hombres prudentes. La revolución que traman para Italia sólo terminará en desgracias y persecuciones. Nada está maduro, ni los hombres ni las cosas, y nada lo estará por un largo tiempo todavía; pero de estos males vosotros podéis obtener una cuerda
nueva, y hacer que esta vibre en los corazones de los jóvenes clérigos. Tal cuerda debe ser el odio al extranjero.

     Haced que los alemanes se conviertan en ridículos y odiosos aún antes de su llegada. Con la idea de la supremacia pontificia, mezclad siempre las viejas memorias de las guerras del clero y el Imperio. Despertad las pasiones latentes de los Guelfos y de los Gibelinos (Los güelfos estaban a favor del Papa y contra los gibelinos. N. del T.) y de esta manera obtendreis para vosotros la reputación de buenos católicos y de patriotas puros.
     Tal reputación abrirá el camino para que nuestras doctrinas aniden en los pechos del clero joven, y aún lleguen a los conventos más cerrados. En pocos años el clero joven habrá, por la fuerza de los acontecimientos, invadido todas las funciones. Gobernarán, administrarán y juzgarán. Formarán el concilio que elegirá a1 pontifice que ha de reinar; y ese pontífice como la mayor parte de sus contemporaneos, estará necesariamente inbuido de los principios italianos y de los Principios humanitarios que estamos por poner en circulación. Es un granito de mostaza el que colocaremos en el mundo, pero el sol de la justicia hará que este fructifique poderosamente, y veréis un día que rica cosecha ha producido la semilla.
     En el camino que trazamos para nuestros hermanos se encuentran grandes obsticulos para vencer, dificultades de todas clases con las cuales lidiar. Esto se podrá vencer por medio de la perspicacia y la experiencia; el fin es hermoso. Que importa echar todas las velas al viento si esto se obtiene.
     ¿Deseáis revolucionar Italia? Buscad al Papa del cual os damos el retrato. ¿Deseáis establecer el reino de los elegidos sobre el trono de la prostituta de Babilonia? Dejad al clero marchar bajo vuestra bandera, pero que mantengan la creencia de que marchan bajo bandera de San Pedro. ¿Deseáis hacer que los últimos vestigios de tiranía y de opresión desaparezcan? Echad vuestras redes como Simon Barjona. Colocadlas en lo profundo de las sacristias, seminarios y conventos, más bien que en las profundidas del mar, y si bien no precipitareis nada, obtendreis una abundante pesca más, milagrosa que la de él. El pescador de peces se convertirá en un Pescador de hombres. Os acercaréis como amigos al sillón apóstolico y habréis pescado una Revolución en mitra y capa pluvial, marchando con la cruz y el estandarte... una revolución que solo necesita ser espoleada un poco para poner a los cuatrocuartos del mundo en llamas.
     Dejad que cada acto de vuestras vidas tienda entonces a descubrir la piedra filosofal. Los alqaimistas de la Edad Media perdian su tiempo y el oro de los credulos en busca de ensueño. El de las sociedades secretas se Ilevará a cabo por la más simple de las
razones: porque está basado en las pasiones del hombre. No nos descorazonemos entonces por un detenimiento, un revés o una derrota. Preparemos nuestras armas en el silencio de las logias; carguemos nuestras baterias, adulemos, todas las pasiones: las más malvadas y las más generosas, y pensemos que nuestros planes. tendrán exito algún dia aún por encima de nuestros cálculos más improbables".
     Este documento revela toda la linea de acción seguida desde entonces por los revolucionarios italianos. Nos da también una buena vision de las tácticas que
la francmasoneria ha hecho familiares en otros paises europeos.

     Pero he aqui que estamos en posesión de lo que a mi me parece ser un documento más sorprendente, escrito para beneficio de las logias piamonteses de los Carbonarios por uno de los de Alta Vendita, cuyo seudónimo era Piccolo Tigre (Tigre Chico). Debo mencionar aquí que la costumbre de adoptar estos nombres de fantasia ha sido común en las sociedades secretas desde el principio. Aurouet se convirtió en Voltaire, el notorio Barón Knigge, era llamadoPhilo, el Barón Ditfort se llamaba Mimos; esta era una costumbre adoptada por los jefes principales de la oscura conspiración ateista desde entonces y hasta ahora.
     El primer lider o gran jefe de la Alta Vendita era un corrupto noble italiano qua tomó el nombre de Nubius. De documentos tales como los que el, antes de su muerte, se las arregló para hacer Ilegar a las autoridades de Roma, en venganza por haber sido sacrificado por el partido de Mazzini, como veremos; o de los documentos que fueron encontrados gracias a la vigilancia de la policía romana, sabemos que sus fondos, y los fondos para llevar a cabo la profunda y oscura conspiración en la cual él y sus confederados estaban complicados, venían principalmente de ricos judíos alemanes. Los judío en efecto, desde el comienzo, jugaron un papel predominante en las conspiraciones ateas. Todavia lo siguen haciendo Piccolo Tigre, que parece haber sido el agente más activo de Nubius era judío. Viajaba bajo la apariencia de un banquero y joyero ambulante. Este carácter de prestamista
desarmaba las sospechas con respecto, a él y a aquellos de sus cofrades que tenía ocasión de visitar en sus peregrinaciones. Por supuesto, tenía al Cuerpo de la Masonería como protector en todos lados. Los más desesperados de los revolucionarios, por otra parte, eran los más desesperados de los canallas. Eran jugadores, derrochones, y justo la clase con la cual un judío podría tener asuntos de dinero.

     Piccolo Tigre de esta manera viajaba seguro, y llevaba en forma segura a las logias superiores de los Carbonarios, las instrucciones que la Alta Vendita consideraba oportunas. En el documento, a que nos hemos referido, que en seguida daré a conocer, se verá cuán ansioso el Directorio Secreto estaba de hacer uso de la Masonería común, a pesar del desprecio que sentían por los bon vivants que sólo aprendían de la sociedad cómo hacerse borrachos y liberales, Más allá de los Masones, y desconocido para ellos, aunque formando generalmente de entre ellos, se hallaba el cónclave secreto, que, a pesar de todo, los usaba para lograr la ruina del mundo y de sí mismos.   
     El próximo capítulo contiene una traducción del documento o "instrucciones", como se lo llamaba, que Piccolo Tigre hiciera conocer a las logias piamontesas de los Carbonarios.

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